Capítulo 24
Capítulo 24
Jessica ya estaba en su cuarto cuando Zoey entró, arrastrando su maleta por el suelo.
—¡Te extrañé! —exclamó su mejor amiga, abrazándola antes de que pudiera cerrar la puerta.
—¡Ay, Jess! Yo también —le dijo con dificultad, debido a la presión extrema que Jessica hacía en sus costillas.
—Te necesité tanto estas semanas —gimió—. Han sido terriblemente solitarias para mí.
—Para mí también.
—Con todo esto de Adam... —Jessica miró la puerta, como si estuviera viendo algo más allá. Pero se recuperó rápidamente y esbozó una sonrisa tranquila—. Estoy bien, te lo juro. Me he convencido de que es un idiota —dijo, pero Zoey notó cómo se le quebraba la voz en la última palabra.
—Claro que lo es, pero no tienes que fingir conmigo. Si te duele, yo no voy a retarte por eso.
Jessica volvió a sonreír y Zoey la abrazó nuevamente.
—Eres la mejor amiga, ¿lo sabías?
Pasaron juntas el resto de la tarde, hablando de las tres semanas que habían estado lejos la una de la otra, y por la noche, miraron películas de comedia desde la laptop. Recién cuando Jessica se metió en la cama, Zoey sacó a Zack de la mochila y se dispuso a dormir también.
Las clases se reanudaron con normalidad al día siguiente y en seguida tuvieron mucha tarea. Todos los profesores dieron trabajos excesivamente largos y, durante esa primera semana, Zoey se enfurruñó consigo misma.
—No entiendo nada de Matemáticas —gimió, escondida en la biblioteca. Jessica estaba haciendo su trabajo de Plástica en la habitación, y allí todo era un desastre como para intentar estudiar hacer ejercicios—. Si el profesor sigue dando temas tan rápido, voy a reprobar.
Zack negó desde su mochila.
—No es tan difícil, solo debes prestar mucha atención. Lo que no entiendas, yo te lo explico —le susurró.
—Pero es demasiado —se quejó ella, pasando la goma de borrar una vez más por encima de la hoja cuadriculada—. Entre todas las materias han comenzado a atosigarme.
—Eso es porque no hicieron mucho en lo que va del año, se perdió mucho tiempo de clase. —Él lo dijo como si no fuera obvio—. No creo que tengas vacaciones de invierno.
—Pero nada de aquello fue mi culpa —replicó Zoey.
—Pero ahora que todos los alumnos han vuelto al colegio, y... —Zack echó una mirada por la ventana de la biblioteca. Abajo, dos oficiales de policía recorrían los prados del colegio. Algunos padres habían exigido la presencia de efectivos en las entradas en las horas nocturnas—, y ahora que hay tanta seguridad... Es normal que quieran adelantar todo lo posible.
Zoey suspiró. Sí, tenía razón. Pero aun así, eso no resolvía sus problemas con Matemáticas.
—Y tampoco entiendo Química —susurró—. Todo eso de los números atómicos, de los minerales. No lo entiendo.
—Si lo dices tan negativamente, entonces reprobarás. —Zack agitó sus orejas—. Además no es solo eso, Zoey. Esta noche debemos ir a buscar los otros pergaminos a la iglesia.
—¿Los otros? ¿Para qué? Si no hemos avanzado nada.
—Y pues de eso se trata. Dejamos muchos pergaminos allí, y tal vez hay algo que nos sirva. Nos estancamos, pero debemos continuar.
También en eso tenía razón. Por lo que esa noche, después de que Jessica se quedará profundamente dormida, Zoey se calzó unas botas altas, se abrigó con un anorak y salió del cuarto con el conejo Zack colgando del brazo.
—No me agrada esto de volver al sótano —le dijo, pero él insistió.
La puerta del sótano tenía una cerradura nueva y Zack tuvo que romperla con la fuerza de sus dedos humanos para pasar. También encontraron otra cerradura nueva en la puerta de la sala de máquinas, otra que él tuvo que romper.
Todo estaba oscuro dentro y las luces tardaron en encenderse. La nueva caldera era silenciosa y con ella la sala de máquinas parecía más olvidada. En verdad no habían estado allí desde el incidente con Adam y ahora ella sentía como si él fuera a aparecer de un momento a otro con un revólver en sus manos.
Zack la guió hasta el hueco en la pared, tapado ilusoriamente con ladrillos que en verdad no estaban allí. El túnel se veía más tétrico de lo que recordaba y, cuando comenzaron a recorrerlo, Zoey no pudo evitar sujetarse de Zack con fuerza. Él no dijo nada, pero también le sujetó la mano.
No se detuvieron ni un segundo, y pronto llegaron a las habitaciones ocultas debajo de la iglesia.
—¿Dónde estaban los demás pergaminos? —preguntó Zack, alumbrando con una linterna que habían tenido el cuidado de llevar.
—Creo que estaban en ese cuarto circular.
Con cuidado, pasando por encima de maderas viejas y rotas, al igual que escombros, se dirigieron a la habitación circular. Zack alumbró de arriba abajo, hacia ambos costados.
—¡Mierda! —masculló. Zoey contuvo el aire.
—No hay nada —susurró.
—Alguien se los llevó —jadeó él. La habitación estaba completamente vacía.
—¿Adam?
—No lo sé, tal vez sí.
—Tal vez están en los otros cuartos. —Zoey se alejó de él, para husmear en el resto del recinto, pero, efectivamente, con la poca luz, no encontró nada.
—No están, Zoey —rectificó Zack, detrás de ella, alumbrado la escalera de madera que subía a la iglesia.
—¿Y ahora qué?
—¿Ahora? —Zack suspiró—. Ahora nada. Ahora volvemos al colegio. Alguien estuvo aquí, si fue Adam o no, no me interesa. —Miró a Zoey y la acercó a él, pegándola a su costado—. Tengo que llevarte de vuelta a tu habitación, rápido.
—¿Por qué? ¿Por qué rápido?
—Si alguien estuvo aquí, no creo que sea alguien bueno.
La alzó en brazos, dispuesto a correr todo el camino del túnel a toda la velocidad que era capaz de lograr. Saltó los escombros y los ladrillos sueltos y se dirigió apurado hacia la entrada.
Comenzó a andar, pero apenas hizo unos metros. Se detuvo en seco, en total silencio.
—¿Zack?
Algo se movió dentro del túnel, y esta vez Zoey lo escuchó claramente. Zack no esperó ninguna invitación, se dio la media vuelta y corrió con Zoey hacia las viejas escaleras de madera. Los peldaños crujieron y se quejaron ante el peso y la brusquedad de los pasos apurados del muchacho, pero a él poco pareció importarle. En seguida estuvieron arriba, detrás del lienzo del cuadro.
—¿No vas a romperlo, o sí? —casi chilló Zoey, nerviosa.
—¡No tenemos tiempo de ver cómo se abre! —Pero apenas él intentó romperlo, el marco del cuadro cedió solo, abriéndose como una pequeña puerta trampa.
Zack apenas si se mostró sorprendido sobre eso. Salió a trompicones y corrió por la oscura catedral. Sus pasos resonaban con facilidad en tan inmenso lugar. Llegaron hasta una de las puertas de salida de emergencia y salieron al fresco aire nocturno del pueblo, nerviosos y alertas. Se alejaron hasta la desierta plaza principal.
—¿Qué había en el túnel?
—Da igual, vamos por el puente.
Zack le indicó que se subiera a su espalda, por lo que, cuando Zoey se bajó y puso los pies en el suelo, la cosa se complicó.
Algo alejó a Zack de ella y terminó en el piso, mareada y confundida. Levantó los ojos tratando de localizarlo, pero no lo vio de primera mano. En cambio, escuchó una maldición a unos cuantos metros.
—¡Zack! —lo llamó, buscándolo con la mirada.
—¡Corre!
Zoey logró ponerse en pie y lo vio, a más de cincuenta metros de ella en el suelo, incapaz de moverse. Forcejaba con cuerdas invisibles, o eso parecía.
—¿Zack? —Corrió hacia él, pero el chico comenzó a gritarle con más urgencia, suplicándole que se largara de allí. Zoey se detuvo, justo a tiempo para esquivar un cuchillo enorme que alguien blandió por delante de su cabeza.
Soltó un chillido y cayó de trasero al piso. El tipo que manejaba el cuchillo volvió a apuntarle y ella solo tuvo un segundo para arrastrase lejos.
—Tiempo que no te veía, niña —dijo él.
Ella lo reconoció. Era el tipo que había intentado abrirle la cabeza en el bosque. Él sonrió y volvió a atacar, ignorando totalmente las serias amenazas que gritaba Zackary, mucho más allá.
Girando sobre sí misma, Zoey logró ponerse en pie y también logró correr unos cuantos metros. El tipo solo se carcajeó, sin esforzarse en perseguirla. Dejó el cuchillo a un lado y sacó un buen revólver de sus vaqueros.
—¿A dónde crees que vas, preciosa? —le dijo, ajustando el arma.
Zoey se detuvo, a pesar de que Zack le gritaba, más fuerte, que no dejara de correr. Pero, ¿qué sentido tenía correr si él tenía un arma y podía acertarle a distancia? Al parecer, no había escapatoria. Despacio, se giró a enfrentarlo.
—¿Qué dices, muchacho? —El hombre volvió a reír—. ¿No quieres que la asesine? ¿No quieres que la degüelle como logré degollarte a ti?
Aquello dejó a ambos congelados. Zoey dejó caer la mandíbula y Zack enmudeció por completo.
—Oh, Dios —gimió ella y el atacante se regocijó por la reacción de los jóvenes.
—¿Que no lo sabías? ¿No sabías que fui yo quien se las arregló para acabar contigo?
Zack tembló de ira y, desde donde estaba, Zoey pudo ver muy bien cómo se debatía consigo mismo y con esas cuerdas invisibles que lo aprisionaban. Por un momento, la escena le recordó a Hulk, cuando estaba por despertar.
—Te voy a matar —gruñó, con la mandíbula dura y la cara transformada.
El tipo sonrió.
—¿Antes de que yo la mate a ella? —Apuntó a Zoey nuevamente con el arma y, sin más, disparó. Ella tuvo el tardío reflejo de echarse al suelo, pero una vez que cayó sobre la acera, no estuvo segura de si le había dado o no. Su propio cabello le tapó la visión y solo escuchó a Zack gritar como loco.
—¡TE VOY A MATAR!
Cuando logró quitarse el cabello de la cara, Zack no estaba en el sitio donde lo había visto antes de caer. De alguna forma, se había liberado de aquel extraño hechizo y ahora saltaba como un puma sobre su aclamado asesino.
Se escuchó otro disparo y Zoey volvió a tumbarse sobre la acera. Al menos ella no sentía dolor alguno. Si le había dado, no debía ser tan grave. Giró la cabeza para observar a los hombres que ahora peleaban cuerpo a cuerpo.
—¡Eres un idiota! —gritó Zack, golpeándolo en el estómago—. ¡Yo no puedo morir otra vez!
El tipo detuvo el próximo golpe y cayó al suelo ante la presión del puño de Zackary.
—Irónico, ¿no? —le dijo él, lleno de rabia, con los ojos grises abiertos de par en par, presa del descontrol—. Voy a vengar mi propia muerte.
Pero aquello no fue posible. El hombre pateó a Zack en los tobillos, logrando que perdiera el equilibrio, y le dio tiempo de alcanzar el cuchillo largo y filoso con el que había querido rebanar a Zoey momentos antes.
—¡Zack! —chilló ella, observando cómo le enterraba la hoja de metal, afiladísima, en el abdomen.
Zack volvió a sujetar su brazo y lo giró en un ángulo antinatural. De esa forma, el descubierto asesino de Zackary Collins se retiró hacia atrás, con el brazo derecho roto. Pareció que captó rápidamente su desventaja y comenzó a alejarse a las corridas.
—¡NO! —Zack se quitó el cuchillo, sin sangre en la herida, y salió andando detrás de él.
Zoey no se entretuvo. Corrió tanto como pudo, pero Zack era mágicamente veloz, y así como estaba —furioso, lleno de ira y resentimiento— era todavía más rápido. Lo perdió en cuanto se alejó de la plaza, hacia las calles oscuras del pueblo. Se frenó, sin saber hacia dónde ir, sintiéndose tan sola como asustada.
—¡Zack! —lo llamó, después de girar sobre sí misma, buscándolo con la mirada. Se encogió, al ver cuán vulnerable estaba allí, y marchó hacia la calle que tenía en frente, hacia una de las más viejas del lugar.
Durante la corrida, lo único que se escuchaba era su agitada respiración y tal vez el solitario ladrido de un perro en la medianoche.
—Zack —gimió. Al llegar a la otra cuadra, se detuvo, otra vez indecisa.
Unos pocos gritos le llegaron desde la costanera y reconoció la voz del chico a la distancia. Giró hacia la izquierda, rumbo al río. Avanzó con más fuerza, al oír terribles maldiciones, y al llegar solo se detuvo a mirar la escena que se había desencadenado.
En la costanera, Zack había acorralado al asesino contra las barandas nuevas que había puesto la alcaldía.
—¡Zackary! —lo llamó, logrando que él se distrajera un solo segundo. El tipo aprovechó ese pequeño margen de tiempo para ponerse a salvo, saltando al río.
Zack escupió veneno otra vez en sus palabras y puso un pie encima de la baranda, justo cuando Zoey llegó hasta él. Logró aferrarlo de la ropa y lo jaló con todas sus fuerzas hacia atrás.
—¡DÉJALO! ¡ZACK, YA!
—¡TÚ NO LO ENTIENDES! —Zack se deshizo bruscamente de su agarre, recorriendo furiosamente el río con los ojos. No había señales del hombre en la superficie.
—¡Lo que yo entiendo es que me dejaste sola y vulnerable en la plaza! —chilló ella, volviendo a jalar de él—. ¡Me dejaste sola! ¡Tenía miedo! —sollozó—. ¿Qué tal si él no estaba solo y te estaba distrayendo? ¿Qué tal si me atacaban mientras tú no estabas? —le increpó. Entonces Zack bajó el pie de la barandilla.
Tembloroso por la ira, se alejó del río unos pasos.
—Lo... lo siento.
Zoey lo volteó y, cuando lo tuvo frente a ella, le sujetó la cara con las manos. Los ojos grises del muchacho seguían destilando profundo odio.
—Zack... Zack —lo llamó, en voz baja. Él no la miró—. Tienes que controlarte, no dejes que esto te domine.
—¿Que me domine? —Ahora la miraba a la cara—. Él me asesinó, dijo que fue él. Él robó mi vida.
—No, aguarda un segundo. Él pudo haber provocado tu muerte, pero no fue él quien robó tu vida. —Zoey inspiró el fresco aire de la noche, para conseguir valor para esas palabras—. Esto sí lo hizo. —Tomó el dije con la mano, con fuer- za—. Y tú sabías a lo que te atenías.
—¡Sí, lo sabía! Pero así y todo él provocó mi muerte, él me asesinó y quiere hacer lo mismo contigo. ¿No lo entiendes? Si yo no hubiera muerto, tú y yo... —Zack se detuvo, y rechinó los dientes, mientras ella pretendía ignorar lo que había trata- do de decir.
—Zack, si vas por él y lo asesinas, terminarás en el infierno.
—Me da igual.
—¡A mí no me da igual! —replicó ella—. A mí me importa lo que te pase. Ya es mi culpa que estés aquí, no quiero que por venganza termines en un lugar horrible, exista el infierno propiamente dicho o no.
—Ya maté antes, Zoey —terció él.
—¡Para protegerme!
—¡También lo mataré para protegerte!
—¡No es cierto! —contestó ella, con lágrimas en los ojos. Gritar no le agradaba a nadie—. Lo harás cruel y desmedidamente porque no podrás olvidar que fue él quien te asesinó. Él va a pagarlo algún día, pero tú no vas a mancharte con esto. ¡Si tienes que matarlo, no será así!
Zack guardó silencio, totalmente en desacuerdo con ella. Pero lo cierto era que le había faltado, la había dejado sola y expuesta solamente por perseguir a un asesino. A su asesino.
Eso era verdad; Zoey era más importante.
—Vamos —susurró, abrazándola—. Hay que volver.
La alzó en brazos y corrió con ella hacia el puente, manteniendo una expresión tranquila, pero con la mente en otra cosa.
¡Un capítulo con mucha acción! Espero les haya gustado <3 ¡Los espero en mis perfiles de Instagram @eldije y @Anns_yn!
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