Capítulo 23
Capítulo 23
Zack hundió los dedos en los sedosos y esponjosos rizos rubios, atrayendo así la boca de Zoey a la suya. Ella suspiró en sus brazos y eso lo encendió por completo, llevándolo a desear más de su pequeño cuerpo.
Podía sentir cada desbocado latido de su corazón. En algún momento, su pecho blando quedó tan pegado al suyo que imaginó que esos latidos también le pertenecían, como si también él estuviera respirando.
Zoey aprendía más rápido de lo que había esperado. Durante un breve segundo, se preguntó si ese realmente había sido su primer beso, pero apartó la idea cuando ella, tímida- mente, empujó su lengua contra la suya.
Era tan malditamente perfecta y él no quería alejarse de ella. Mordió su labio inferior, mostrándole lo encantado que estaría si ella hiciese lo mismo.
Pero no hubo tiempo; alguien abrió la puerta y Zack solo tuvo un milisegundo para convertirse en un peluche.
—¡Zoey! —La mamá de la chica se quedó en la puerta, sosteniendo la cesta de ropa sucia—. Veo que amas mucho al chico que te dio ese conejo.
Zoey abrió los ojos y, roja de vergüenza, apartó al conejo blanco de su cara.
—Ay, mamá —respondió en un susurró, sin atreverse a mi- rar a Zack.
—Aquí está la cesta, por si tienes más ropa sucia. Tu... tía ya se fue.
La señora Scott cerró la puerta algo contrariada y Zoey dejó caer al conejo al suelo. Sin detenerse a mirar a Zack, tomó la cesta, la acomodó junto al escritorio y salió volando de allí, dejándolo solo.
Zack no tomó forma humana; se quedó viendo cómo la puerta se cerraba. De pronto, a pesar de que ese beso había sido todo, no estaba muy seguro de haber hecho las cosas bien.
Miró el techó de madera, disgustado. Había besado a una chica viva, una chica que estaba terriblemente enamorada de él, y él no podía darle nada a ella.
Tal vez había cometido un error muy grande.
Zoey se dejó caer entre los pastos crecidos junto al sendero de tierra. Se puso una mano en el pecho y exhaló largamente.
Tenía los labios hinchados, no hacía faltar palparlos con los dedos para notar eso. Su corazón estaba como loco y se sentía mareada, confundida y feliz a la vez. Apoyó la cabeza en la tierra seca. Ese había sido el mejor primer beso que alguien podría haber recibido jamás.
Gimió, embelesada. Era un extraño sueño hecho realidad y había sido más fácil de lo que había imaginado. ¿Por qué no lo había besado antes? Eso hubiera resuelto todo, y se hubiera ganado esas poco sutiles pero pasionales caricias.
Suspiró una vez más, mientras palpaba su pecho y, en el intento, también palpó el pequeño dije que colgaba de su cuello, oculto bajo la blusa.
—¿Zoey?
Se sentó rápidamente. Zack estaba a tres metros de ella, en forma humana.
—Sé que... —él se trabó, y ella creyó que estaba imaginando un poco lo rozado de sus mejillas—, seguramente quieres un pequeño tiempo para ti después de... eso. Pero... no es buena idea que estés sola fuera de la casa. Sin mí, ya sabes.
Ella asintió.
—Tienes razón. Es que... me dio algo de vergüenza. Yo no quería besarte así... es que...
Zack parpadeó.
—¿No querías? No parecía que no quisieras. —Entonces, un pequeño atisbo de esas sonrisas malignas tan típicas apareció en su rostro.
Ella frunció el ceño, otra vez con toda la cara caliente.
—No entiendes —se quejó—. No me refiero a eso que tú dices.
—¿Entonces?
—Yo no quería... obligarte a eso.
Zack bufó.
—¿Actué como si me estuvieras obligando?
Zoey calló, bajando la mirada otra vez.
—Entonces... ¿te gustó?
Zack se carcajeó. Se agachó frente a ella y le tomó la cara con las manos.
—Ese fue uno de los mejores besos de mi vida —le dijo, con una sonrisa sincera—. Pero... —su rostro se entristeció. Zoey retuvo el aire en los pulmones, esperando que siguiera; pero él no lo hizo.
—¿Pero qué?
—Pero, Zoey.... —Zack volvió a trabarse y se alejó brevemente de ella—. Yo estoy muerto.
Ella entendió perfectamente lo que estaba diciendo. Él tenía razón, estaba muerto, y no era la primera vez que se planteaba alejar sus sentimientos por su propio bien. ¿Le estaba diciendo que había cometido un error?
—Sí, estás muerto.
Zack no dijo nada más. Zoey lo repasó. Ahora mismo, sentía que su corazón iba a explotar. Recordaba la intensidad, el sabor, sus brazos alrededor de su espalda. Aquello era algo tan maravillosamente esperado, algo que necesitaba repetir. Pero... ¿por cuánto tiempo podría repetirlo?
Con eso se estaba atando a alguien que en algún momento la dejaría. Y si no era así, si no lograba sacarse el dije y Zack no subía al cielo, ella crecería, al fin y al cabo, y tendría que seguir con su vida.
Gimió. Sí, habían cometido un error.
—Zoey, no quiero lastimarte. —Zack se sentó. Tomó una de sus temblorosas manos y la apretó con fuerza—. Eres muy importante para mí, eres lo único que tengo. ¿Lo sabes, verdad? —Zoey dejó caer una pequeña lágrima. Asintió con la cabeza, pero no dijo nada—. El día en que yo me vaya, quiero que te quedes aquí feliz, sin... sin pensar en mí realmente.
—¡No! ¿Quieres que te olvide?
—No —negó él, tranquilamente—. No quiero que me olvides. Pero quiero que el recuerdo que tengas de mí no sea doloroso para ti. Si tú realmente me amas esto no tendría sentido en verdad. Y tal vez es culpa mía, yo estoy molestándote todo el tiempo. Te provoco. Y admito que lo hago a propósito, por- que me encanta tu cara cuando te sonrojas. Pero... No lo hago en serio. Cuando digo que voy a tocarte o que lo hice, generalmente miento, ¿sabes? En la noche solo acaricié tu cabello. Y no es que no quiera. Me gustaría incluso que me dieras el permiso, pero...
—... pero tú estás muerto y yo estoy viva —terminó ella.
—Sí. —Zack suspiró—. Estoy muerto, y no puedes amar a un muerto, aunque a mí eso... me gustaría demasiado. A veces me olvido que no tengo un cuerpo vivo, pero tú no debes olvidarlo.
Zoey dejó caer otra lágrima.
—No puedo volver a besarte —murmuró.
—No puedo volver a besarte —repitió Zack.
Se miraron a los ojos, quizás prometiéndose cosas en silencio. No dijeron nada y Zack volvió a apretar sus manos con cariño.
—Es que te quiero —gimió ella, ya al borde del llanto. Él se mostró afligido, pero no la apartó cuando Zoey se abrazó a él, al final, llorando con fuerza.
—Lo sé —le dijo, dándole un beso en la cabeza, mientras la abrazaba también—. Pero a partir de aquí, yo solo puedo ser tu amigo.
El tiempo en el campo se hizo todavía más lento de esa forma. Durante algunos días Zack y Zoey casi ni hablaban, y él pasaba mucho más tiempo como conejo que como humano.
Para alegría de la chica, en medio de tanto drama, las autoridades del colegio llamaron por teléfono el miércoles, anunciando que no habían encontrado ni una prueba que impidiera el correcto funcionamiento de la institución. Y Adam... Se suponía que Adam había llamado a su madre de alguna manera y le había dicho que no lo buscaran.
Zoey estaba desesperada por volver al colegio; necesitaba a Jessica y además quería evitar la fiesta de Maggie.
—Debo volver el domingo a la escuela —le dijo a su prima, rápidamente, por teléfono—, y mi amigo ya se ha marchado, por lo que tampoco hubiera podido ir.
Maggie rezongó, pero no supo qué más decirle.
Así que, de esa forma, Zoey comenzó a guardar sus pertenencias otra vez en su maleta. Había usado pocas cosas en esas dos semanas y media, incluso los pergaminos habían sido poco tocados; y eso que, luego de su pequeña charla, los muchachos habían intentado concentrarse más en el dije que en ellos mismos.
El domingo Zoey se levantó temprano. Como siempre, Zack estaba listo y bien despabilado. Después de jalar su maleta escaleras abajo, ella se detuvo frente a su madre, quien no la acompañaría hasta la escuela debido a que su embarazo ese día la tenía mala.
—Cuídate, mamá —le pidió, dándole un abrazo. Helena la abrazó fuerte.
—También tú, Zoey. Y si algo extraño sucede, enseguidita me llamas y te saco de ese colegio endemoniado en dos segundos.
El señor Scott bufó, casi al mismo tiempo que Zoey.
—No exageres, querida.
—¡Pero si no exagero! Un niño murió allí, luego los atacan en el cementerio, luego explota la caldera y por último desaparece un muchacho.
—Un muchacho que quiso toquetear a mi hija —gruñó su padre—. Está mejor desaparecido.
Zoey se encogió de hombros. No recordaba haberle dicho a su madre que la caldera había explotado, incluso no recordaba que la directora hubiera mencionado algo al respecto.
—Pero lo de la caldera seguro que también fue culpa de Adam —intervino—. Porque creo que fue el día en que a él lo encontraron con las llaves del sótano.
—Tú sí sabías de la caldera —se quejó su madre—. La directora dijo que los alumnos no sabían de eso.
—¿Y los padres sí? —terció ella.
—No todos los padres. —La señora Scott alzó el mentón, orgullosa—. Ella nos lo confió a nosotros, porque después de la muerte del chico que encontraste en el sótano y de la flecha que casi te parte la cabeza, tú estabas muy metida en medio.
Zoey rezongó.
—Bien, claro.
—Ya vámonos, Zoey —suplicó su padre.
Deseando lo mismo que él, Zoey abrazó a su madre una vez más, se colgó mejor la mochila azul al hombro y siguió al señor Scott al auto.
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¡Gracias por todos los comentarios que dejaron en el capi anterior! Se los notaba emocionados. ¡Pero no se desilusionen con todo esto! Esta es una historia de romance, más allá del misterio y la acción de la trama ;)
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