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Capitulo 2

Capítulo 2

Zoey se retiró hacia atrás tan rápido que tropezó con su cama. Cayó de espaldas sobre ella, pero le importo un rábano. Se giró y se ocultó en el hueco entre la suya y la de Jessica. Su corazón latía increíblemente desbocado, y podía sentir ese característico sudor frío que aparecía ante el miedo irracional en la base de la nuca.

Se quedó quieta, escuchando el silencio en su cuarto. Nadie habló y nadie se movió. Llegó a pensar que la muerte la había enloquecido y que estaba viendo cosas.

Se pasó una mano por el cuello y respiró hondo.

—Tranquila, Zoey. No es posible, tranquila —se dijo, en voz baja.

Tomó aire una vez más y asomó la cabeza por el borde de la cama. Allí, mirándola relajadamente, seguía parado Zackary Collins.

Sus ojos se abrieron como platos y, antes de ocultarse nuevamente, lo vio arquear las cejas. Se llevó una mano al pecho y se frotó los parpados. Se asomó otra vez y volvió a ver a Zack apoyado en la pared, ya consciente de que no lo estaba imaginando.

—¡Oh, no! —gimió en voz alta—. Morí también yo, ¿no es cierto? —Zack negó—. ¿Y entonces?

Él puso los ojos en blanco.

—Debo ser paciente —suspiró, mirando el techo—. No estás muerta, Zoey. Solo yo morí, nadie más.

—Estoy loca... —Zoey negó con la cabeza y volvió a ocultarse detrás de la cama. Todo quedó en absoluto silencio otra vez. Desesperada y asustada, se tapó la cara con las manos.

De pronto, escuchó un sonido cercano. Quitó las manos y miró aterrada al fantasma, sentado en el suelo a su lado.

Con un chillido, se arrastró por el piso, lejos de él.

—¿Por qué me persigues? ¡Vete!

—No puedo.

—¿Por qué?

—Porque eres la nueva dueña del dije, no puedo irme sin asegurarme que vas a estar bien. —La miró con tranquilidad.

—¿De qué hablas? —Disimuladamente, viendo que él parecía muy sólido, tomó el palo de Hockey que le había regalado su abuelo de debajo de la cama. Si algo malo pasaba, iba a darle con todas sus fuerzas; luego correría.

—Tomaste el collar justo después de mi muerte. Eso te convierte en la nueva poseedora y, por consiguiente —Zack sonrió siniestramente—, en la persona en el mundo con más posibilidades de morir... de un momento a otro —agregó de forma elocuente.

Zoey ahogó un gemido.

—¿Qué te hice para que vengas a perseguirme de esta forma? —lloriqueó—. ¡Ve a descansar en paz, por favor! Sé que te he dado mal de ojo por lo mucho que te he mirado pero... no me castigues. ¡Es horrible!

Zack abrió grande los ojos.

—¿Me has mirado? —preguntó, sorprendido—. ¿De verdad? Yo no te había visto antes.

La sinceridad en su voz fue hiriente y ella ya estaba demasiado conmocionada como para poder soportar más. En un arranque de valentía se levantó, saltó por encima de él y salió corriendo del cuarto.

Los pasillos del último piso estaban desiertos. Suponía que todos debían estar hablando del mismo tema: la muerte de Zack. Pero ella tenía un problema mayor: el muerto se negaba a abandonar su cuarto y por mucho que ella lo amara, su espectro la aterraba.

Llorando, no vio por dónde iba y se llevó puesta a una chica que gritó ante el choque.

—¡Zoey! —chilló Jessica al verla, parte en pijama y en parte en ropa interior—. ¿Qué haces corriendo así... fuera? ¡Dios, vuelve dentro! —Jessica la tomó del brazo y comenzó a deshacer el camino que ella había hecho corriendo.

—¡NO, NO, NO! —Zoey clavó los talones desnudos en las baldosas—. ¡Por favor, hay un fantasma ahí! ¡No quiero entrar...!

—Necesitas descansar —afirmó Jessica, llegando hasta el cuarto. Abrió la puerta, ignorando los gritos de su amiga, y esta solo se calló cuando vio que, efectivamente, no había nadie allí.

—Pero...

—No hay fantasmas, Zo. Estás demasiado alterada. —Jess tiró del acolchado de la cama y la instó a volver a acostarse. Quizá si lo había imaginado. Temblando ligeramente, Zoey volvió a la cama—. Iré a traerte algo caliente para beber, un té será perfecto.

Eso no le gustó mucho. No quería quedarse sola otra vez y, cuando se removió en la cama para llamar a Jessica antes de que esta cerrara la puerta, sintió cómo algo frío se le clavaba en el pecho por debajo de la camiseta. Lo tomó entre los dedos. El dije.

—¡NO, JESS!

Pero la chica cerró la puerta y la dejó sola, con las inquietudes que no parecían ser ilusiones. Tironeó de la cadena del collar y comprobó nuevamente que no podía quitárselo. Llenos de terror, sus ojos claritos recorrieron el cuarto desierto esperando ver el espectro de Zack en una esquina, menos amable y más espantoso.

Pero en cambio, lo que sucedió pasó debajo de sus sábanas. Algo le rozó las piernas desnudas; algo muy suave, mullido y tiernito. Con un grito y el corazón en la boca, se destapó.

Entre sus piernas había un muñeco. Un peluche, sí. Era un conejo blanco, muy simple, con dos rayas para los ojos bordadas en hilo negro y una cruz para la boca. Estaba quieto entre sus muslos y casi que habría jurado que cuando entró en la cama ese muñeco no estaba en ese lugar y, también, paradójicamente, habría jurado que se había movido antes de que levantara el acolchado.

Miró el conejo de felpa con el corazón latiendo a mil por hora. Se veía tan inocente, tan dulce. Pero no era normal, había algo en él que asustaba, como el collar. Y esa cosa no era suya ni de Jessica.

Entonces, los ojos bordados del conejo, de alguna forma extraña y terrorífica, se fijaron en ella. Sus orejas se agitaron y su boquita de cruz se movió al hablar.

—¡Eso estuvo cerca! —dijo, con una voz que se asemejaba mucho a la de Zackary.

Zoey quiso volver a salir corriendo. Gritó como una desgraciada y, cuando logró llegar a la puerta, descubrió que Jessica la había dejado encerrada. Golpeó la puerta con los puños, mientras oía cómo el conejo corría las sábanas de la cama.

—¡Vaya! —El tono la sorprendió y la trasladó a una pesadilla. Nunca en su vida hubiera soñado con oír a un muñeco de peluche hablar de esa manera, con un silbido extraño que solo oía en los halagos masculinos. Bueno, a decir verdad, jamás imaginó oír hablar a un conejo de juguete. Zoey se volteó despacio, con la cara pálida y un sudor en la nuca—. Increíble, Zoey Scott, tienes unas lindas piernas.

Entre avergonzada y asustada, Zoey se tapó las nalgas con las manos y se pegó a la pared. El conejito casi que sonreía.

—¿Qué eres?

—Soy yo, bobita —replicó el peluche como si fuera obvio.

—¿Zack?

—Pues claro. —Él se paró en la cama, con sus patitas rectas y cortas, y caminó por ella. La visión no era alegre como en Toy Story. Parecía sacada de un thriller—. Me convertí en esto antes de que tu amiga me viera.

—¿E-ella puede... verte? —Sin relajarse, miró la puerta cerrada.

—Sí, estoy muerto, pero no soy un fantasma. Tengo un cuerpo falso, que no está vivo pero que responde de la misma forma. Puedes tocarme si quieres. —Él estiró la pata.

—No, gracias —gimió ella.

Zack suspiró.

—Bien, tendré que ser duro con esto. No quiero asustarte, pero tampoco es que puedas pasar más tiempo en este estado de pánico absoluto —murmuró él y Zoey parpadeó, como una idiota en transe.

—¿Pá-pánico absoluto? —balbuceó, todavía sudando frío—. ¡ESTÁS MUERTO Y ESTÁS HABLANDO PARADO SOBRE MI CAMA!

Los ojos de rayitas de Zackary se estiraron y él se limitó a encoger los hombros delgados y blancos.

—¿Quieres que te suelte la bomba o no? Porque puedo seguir aquí parado diciendo estupideces y tú puedes seguir llorando. O puedo decirte lo que sucede y tú puedes llorar luego. Porque querrás llorar, créeme —rió entonces, con un humor negro.

—Quiero llorar ahora —contestó Zoey llevando las manos a sus ojos. En verdad estaba en pánico, pero no podía huir, así que... ¿qué más podía hacer? Tal vez solo concentrarse en respirar y no desmayarse. Ya sentía como la habitación le daba vueltas.

—Deberás escucharme muy bien, ¿de acuerdo? —Zack tomó ese gesto como una aceptación. La señaló y ella, sin más, asintió lentamente. Quería vomitar—. Ese collar es un objeto centenario y muy peligroso. No debería ser tuyo, pero ahora lo es. ¡No debiste tomarlo! Gracias a eso, alguien pensó que era tuyo y te lo pasó por el cuello —la regañó—. Esa cosa está maldita.

Quitándose las manos de la cara y conteniendo los deseos de correr al baño, Zoey apretó los labios.

—¿Maldita? —balbuceó—. ¿Por qué no puedo sacármelo, eh? ¡Quiero quitármelo! —Volvió a tironear del collar. Lo que le había dicho solo la había alarmado más.

—Porque el collar se amarra a un solo dueño durante toda la vida de este. Y es eso lo que debo decirte, Zoey: puede que mueras.

Ella lo miró, dura. Con la última frase creyó que realmente iba a desmayarse. Apoyó la nuca en la madera y ahogó un gemido lleno de frustración. Si esa era una pesadilla que intentaba ser graciosa, pues no tenía chiste.

Pero era real, ¿o no? Zack estaba en forma de conejo de peluche parado sobre su cama y no paraba de hablar. Si en cualquier circunstancia eso sonaría a fantasía pues en la realidad misma ya no sabía a qué atribuírselo. Cerró los ojos y negó, convencida de que no tenía a donde huir entonces y de qué realmente estaba despierta. Y para colmo le decían que iba a morir...

—¿Por qué? —Solo consiguió decir eso. Nada más salía de su boca.

—Porque todos matan por él.

El conejo bajó de un brinco de la cama y se acercó a ella. Ante la proximidad, Zoey se dejó caer hasta el suelo.

—No debes tener miedo de mí —aclaró él—, yo estoy aquí para cuidarte. Es eso lo que me dijeron al morir. Es mi responsabilidad. Me culpan por haber dejado el dije en manos de una niña inocente y despistada.

Asustada, Zoey se hizo una bolita, rodeando las piernas con los brazos.

—No entiendo... —gimió. Estaba segura de que al menos, si no vomitaba o se desmayaba, pues comenzaría a llorar como una desgraciada.

—El collar era mío antes. —Zack le puso una pata en el hombro y ella sollozó ante el contacto, temerosa como nunca—. Cada dueño está advertido sobre las consecuencias de poseerlo. Yo acepté ser el dueño, aún sabiendo que alguien iba a matarme para tenerlo. Yo sé cómo es tener ese collar y a él le importa un rábano que tú no sepas lo que es ni para qué sirve.

—¿De qué hablas? —Zoey levantó los ojos claros y lo miró a través de los mechones rubios que le habían caído sobre la cara. No entendía ni mierda, la verdad. Y tampoco quería entender.

«Vomitar, vomitar, vomitar».

—Tiene conciencia propia y no te dejará hasta que mueras. Por eso mismo, muchos van a venir por ti. —dijo Zack y la miró con un gesto de disculpa, o lo que parecía, en su cara de conejo.

—¡Oh, Dios! —Y pues allí, ahogó el llanto en su garganta—. ¡Quiero despertar de esta pesadilla! ¡Quiero despertar y ver que estás vivo!

Apretó los parpados y notó que esta vez, verdaderamente, estaba llorando. El stress ahora sí estaba marcando terreno.

Las orejas del conejo se bajaron con tristeza en cuanto ella negó otra vez.

—No estoy vivo, Zoey. Lo lamento.

Sin poder contenerse más, e impresionada por todo lo que había visto y por lo que estaba oyendo, se derrumbo sobre sí misma, incapaz de decir ni una palabra más. Lloró con pesar con la cara contra las rodillas y no le importó ya recordar que seguía sin los pantalones puestos. Tampoco prestó atención a las palmadas suaves que él le dio en el hombro y en la cabeza; simplemente intentó no descomponerse del todo.

Entonces, con la cara empapada, los ojos todavía más grandes de lo normal y un quejido agrio proveniente de la garganta, suplicó por paz.

—Lo siento, de verdad —insistió Zackary y esperó de forma paciente a que ella se serenara.

Así, Zoey levantó la cabeza y lo miró de reojo. Todavía con nauseas y la cabeza llena de dolor.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó con un hilo de voz.

—No fue un accidente —Él frunció el ceño de tela, aliviado al fin de que ella se pasara las manos por las mejillas y al menos hablara—; pero estaba expuesto a eso, así que no puedo culpar a nadie.

—¿Te... mataron? —susurró ella, todavía sin atreverse a verlo tan directamente—. ¿Quién?... Pero si no había nadie allí. ¡Yo solo te escuché a ti!

El conejo alzó las orejas.

—¿Me escuchaste? —dijo, perplejo.

—S-sí, por eso... —De nuevo, la voz le tembló al recordar el cuerpo destrozado y sangrante. Zoey cerró los ojos y tragó saliva—, por eso entré a ver. Te escuché pedir ayuda —finalizó.

Zack negó.

—¡Imposible! Yo ya estaba muerto cuando entraste al sótano. Tenía minutos sin vida, unos quince minutos. Nadie me oyó ni me vio. Me desangré demasiado rápido y nadie pudo ni podía hacer nada por mí.

Zoey se mordió el labio inferior y negó.

—¡Yo sí! ¡Yo lo oí! —insistió—. Lo oí. "Ayúdame", y luego... Fue tan horrible —gimió tapándose la cara con las manos. Temió volver a ponerse a llorar. Si empezaba de nuevo, nadie la pararía—. ¿Por qué tuve que verlo?

De pronto, unos brazos fuertes la alzaron en el aire. Desconcertada, vio cómo él había recuperado su apariencia humana.

—¿Qué haces? ¡Suéltame! —pataleó. No podía tolerar eso, no podía tolerar que fuera un fantasma y cambiara de forma en un suspiro. No podía siquiera pensar en que la tocara después de todo eso.

Zack la dejó en la cama, ignorando sin pudor sus súplicas.

—Debes descansar, Zoey. Tu vida no será fácil a partir de ahora. Yo estaré contigo el tiempo necesario, que al parecer, puede llegar a ser toda tu existencia. —Los ojos grises de Zackary la miraron con intensidad—. No aceptaste el collar, por eso estoy aquí. Pero sin duda, él te ha aceptado a ti.

Jessica abrió la puerta con cuidado, sosteniendo una taza enorme de té humeante.

—De acuerdo —dijo caminando hasta la cama—, esto te hará bien. —Le puso la taza en las manos y se le quedó viendo fijamente.

Para evitar seguir siendo observada de esa forma, Zoey tomó un buen trago sin importar que tan caliente pudiera estar.

—La directora quiere saber cómo estás —murmuró Jess, sin poder apartar la vista de los surcos que las lágrimas habían dejado en sus mejillas.

Zoey levantó los ojos y cuando sintió un pellizco en su pierna por debajo de las sábanas, dio un brinco que casi vuelca todo el té. Disimuladamente, y sin que su amiga la viera, pateó con poca consideración alguna al peluche de conejo que andaba por sus piernas.

—¿La directora? ¿Por qué?

—Por lo... lo de Zack. —Jess titubeó al decirlo—. Espero que no te haya molestado, pero le comenté lo que sentías por él.

Zoey apretó la jarra con fuerza. ¡Pero si justamente Zackary la estaba oyendo en ese momento! Otro pellizco la hizo saltar. ¿Lo estaba haciendo a propósito? Ahora que estaba más calmada y había logrado desahogarse y hablar con él, solo tenía deseos de arrojar conejos por la ventana. ¡Eso no podía ser serio!

—Pues... estoy bien —gimió. No era desagradecida, pero quería echar a Jessica lo más pronto posible para gritarle al susodicho que dejara de propasarse.

—Zo —Jessica se inclinó hacia ella—, hace como diez minutos saliste corriendo al pasillo, semidesnuda, porque habías visto un "fantasma". Eso no es estar bien. La directora cree que lo mejor es enviarte a casa unos días. No cree que estar aquí con todas las investigaciones sea lo mejor para ti.

Solo lo último llamó su atención.

—¿Investigación?

—Los padres de Zack están en camino y la policía del pueblo está en este momento en la escena del accidente. Nos llamarán para atestiguar en algún momento, pero tú estás muy sensible.

Dudando qué decir, Zoey bebió más a la fuerza. Las amigas se quedaron calladas y ella rezó para qué el muerto no siguiera moviéndose debajo de las sábanas.

Jessica preguntó cosas sin sentido para mantenerla entretenida, pero al final supo que no iba a sacarle demasiadas palabras.

—¿Quieres algo de cenar? Te lo traeré. Pide lo que quieras.

A Zoey se le revolvía el estomago cada vez que pensaba en la muerte de Zack, pero este gruñía cuando lo olvidaba.

—Solo un poco —contestó.

Feliz por la respuesta, Jessica salió campante de la habitación y, apresurada, Zoey dejó la taza en la mesita de luz y se destapó.

—¿Por qué estás pellizcándome las piernas? —chilló, tan roja como un tomate.

Zackary puso su cabeza de conejo sobre su pata de conejo.

—Estaba calculando la masa corporal que tienes en ellas —dijo, como si nada—. Tienes una buena musculatura. Delgadas, pero compactas.

—¿En serio? —siseó, incrédula y enfadada—. ¡Tócame otra vez y te corto las manos! —Y como si lo conociera de toda la vida y ya se hubiera acostumbrado a su extraña presencia, lo pateó de la cama.

El conejo rebotó en el suelo.

—Qué lástima —respondió—, porque en realidad no tengo manos. —Se irguió y se sacudió el polvo de las extremidades—. En verdad, si te hubiera visto antes, las hubiera contemplado con mucha más alegría en vida.

Jamás en la vida hubiera imaginado que Zack tenía esa clase de comentarios guardados en la manga. ¿Tierno, dulce? ¡Era un completo idiota! Incluso con lo mucho que todavía le gustaba, no podía evitar enfadarse.

—No es mi problema si eres tan despistado.

—¡Ah, no! —Zack brincó sobre la cama, parándose sobre su pecho. Puso su carita de conejo muy cerca de la de ella—. Tú eres la despistada y la entrometida. No debiste tomar el collar, ¿lo recuerdas?

—¡No lo sabía, bien! ¿Qué quieres que haga ahora? Lo siento.

Zack suspiró.

—No quiero que hagas nada. Solo... mantente cerca de mí. Iré en forma de conejo a todos lados contigo, ¡incluso si tienes que ducharte! —añadió con un tono algo extraño que luego Zoey identificó como juguetón—. Aunque... cuando estemos solos puedo volver a tomar forma humana. —Y así, sobre ella, se transformó nuevamente en un chico, con un audible: ¡PLOP!

El peso del cuerpo del muchacho se hizo notorio enseguida. Él cayó casi sobre su cuerpo, apretándola contra la cama. Zoey perdió el aire de sus pulmones y lo miró algo asustada.

«Oh, Dios». El idiota sabía cómo jugar sucio. Se quedó viéndolo con la boca abierta, completamente obtusa.

¡Y eso no se valía! Quería apartarlo por ser tan descarado, pero una parte de su mente gritaba: ¡Hazme lo que quieras! Y Zack lo leyó en su mirada. Sonrió de forma socarrona y ladeó la cabeza.

—Y te seguiré hasta el fin del mundo —suspiró, justo antes de que Zoey ahorrara valor y lo empujara, de vuelta, fuera de la cama.

Zoey se quedó viendo a la directora con la boca bien cerrada. Ella no había parado de hablar de lo difícil que debió de haber sido para una niña de dieciséis años encontrar el cuerpo destrozado de su amor platónico. Por supuesto que había sido difícil. Ni siquiera la habían dejado asimilar la idea y estaban llamando psicólogos para ella y policías para el muerto.

—Llamé a tus padres, la situación nos ha superado a todos. Es algo inexplicable. Cómo es que Zackary llegó hasta allí, forzó la puerta y luego esa máquina que ni siquiera funcionaba... —Durante un segundo, Zoey creyó que la mujer iba a llorar—. Jessica dijo que tú escuchaste algo.

El peluche de conejo que la chica sostenía inocentemente entre sus brazos pareció pestañear, pero ella puso su atención en la señora. ¿Cómo explicarle que lo que había oído no tenía sentido, puesto que Zack ya estaba muerto?

—Me pareció, con el ruido de las máquinas y eso —contestó.

La directora se reclinó hacia atrás.

—Oh, pensé que... podríamos haber llegado a tiempo.

Aquella suposición era inopinada, justo como Zack decía, razonó Zoey. La máquina lo arrastró consigo, hasta donde sabía —omitiendo los detalles morbosos de la muerte—, por lo que, aunque hubieran estado allí, no podrían haber hecho nada para salvarlo.

La directora la miró con preocupación y ella se apresuró a hablar.

—Estoy bien, de verdad —mintió. La mujer asintió y se levantó despacio de la cama.

—Bien. Si necesitas algo, si quieres irte a casa... Solo dime.

Zoey la observó salir en silencio, mientras algo en su pecho le decía que allí no todo estaba claro. El dije colgaba por debajo de la remera del pijama, oculto a la vista, pero no oculto a su alma. Metió la mano por entremedio de las ropas y lo sujetó con los dedos. ¿Por qué tenía la sensación de que aquel objeto no estaba feliz?

Zack se liberó de su agarre y caminó pensativamente sobre la cama, echándole algunas ojeadas a ella y al collar.

—Es tan... raro —comentó la muchacha, hablando sobre lo que sentía en ese momento.

—Tú y el dije son ahora partes de un todo —aclaró el conejo seriamente—. Él sabe lo que piensas, sientes y haces, y muchas veces él imprime sus sentimientos en ti. Debes tener cuidado, es como un parásito y puede influirte de maneras que no conoces.

Mientras el peluche saltaba de la cama y caminaba tranquilamente hacia la ventana, Zoey volvió a esconder el collar entre sus ropas.

—¿Por qué lo quieren?

Él no se volteó, se subió al alfeizar de la ventana y ojeó los terrenos del colegio desde allí.

—Es complicado. La verdad es que hay magia alrededor de este objeto y la magia significa ansias de poder. —Giró su cabeza hacia ella y las orejas blancas rebotaron con el movimiento—. Lo esencial, por ahora, es que tengas muy en claro que te matarán para quitártelo y que si te alejas de mí, morirás.

Zoey se encogió en la cama.

—No quiero morir —se quejó.

—¿Crees que yo estoy feliz con esto? —Zack se señaló.

—¡No, claro que no! Debió dolerte mucho —gimoteó. Su muerte había sido espantosa. Y sobre todo era real—, pero tú lo aceptaste sabiendo que podía pasar, ¿no es cierto?

El conejo suspiró.

—Así es, y en eso estamos de acuerdo. Eres inocente, Zoey, y todo esto es mi culpa. Yo dejé caer el collar.

Ella se bajó de la cama con la boca abierta, lista para hablar. La última frase no la había comprendido. Zack le había dicho muy bien que mientras estuviera viva no iba a poder quitarse el collar y que eso pasaba con cada dueño. Ahora era la nueva dueña y tendría que morir para quitarse el dije. Él murió y el dije pasó a ser suyo, pero... ¿cómo era eso de que lo había dejado caer?

—¿No dijiste que no podías quitártelo?

Zack entornó los ojos hacia ella.

—Por supuesto —murmuró con pocas ganas—. Hasta que no muriera no podría desprenderse de mi cuerpo; pero aun así, y ese es el tema, el collar se deslizó de mi cuello sesenta segundos antes de que mi ropa se enganchara casualmente en la máquina.

Se miraron a la cara durante un minuto entero.

—¿Cómo es posible? —consiguió decir ella al final.

—No tengo idea, y los que causaron mi muerte tampoco lo saben, eso... supone un punto a nuestro favor.

Zoey hizo una mueca.

—¿No sería a nuestro favor si supiéramos algo que ellos no?

—En este caso, saber lo mismo que ellos y que no se nos adelanten es un gran punto a nuestro favor.

El conejito se sentó en el alfeizar de la ventana.

—Pero no importa, yo no tenía a nadie que me cuidara. —dijo. Sonrió, dichoso de poder cumplir ese papel—. Tú me tienes a mí. Mientras sea necesario, te protegeré.

Aún preocupada y asustada, Zoey se mordió el labio inferior. Que un conejo de peluche le dijera eso no la tranquilizaba y menos después de todo aquello que había pasado.

—¿Cómo? ¡Esto es una maldición! Dijiste que era una maldición. ¿Cómo puede la gente desear tener algo que está maldito?

—Bueno... el problema está en que los humanos creen que pueden vencer la maldición y que serán los seres más poderosos del planeta. Como seguro te estás dando cuenta, eso no ha pasado y el dije se lleva siempre todos los puntos —contestó, bajando las orejas.

Si, y Zack había sido su última goleada.

—¿Y entonces? ¿Qué puedo hacer yo contra ellos? ¿Me has visto? Lograron matarte haciéndolo parecer un accidente, ¿qué más podríamos hacer contra gente que tiene magia?

Zack sonrió.

—¿Y quién te dijo que yo no la tenía? 

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Obra publicada por la editorial NOVA CASA en Octubre de 2016

Resubiendo capítulos: NUEVOS CADA SÁBADO! (Es por tiempo limitado ;3)

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