Capítulo 19
Capítulo 19
Zoey suspiró sobre la almohada. Sin Jessica, se sentía sola. Tenía compañeras, más no amigas tan cercanas como ella. Zack no llenaba su vacío y eso tal vez se debía a que él estaba muerto. Su existencia no podía completarla a todo momento del día, especialmente cuando tenía clase y no podía hablar con él. Lo poco que conversaba lo hacía con él en las noches, cuando Jessica no estaba o cuando a ella no le quedaba otra que encerrarse en el baño.
—No sufras —suplicó el espectro a su lado, afligido y preocupado—. Recuperaremos a Jessica, Zoey, lo prometo.
Ella negó, refregando la cara contra la tela de las sábanas.
—Ella me odia. Nunca me había tratado así. Jamás tuvimos problemas por nada.
—No es cierto —replicó Zack—, está influenciada por Adam, nada más. La alejaremos de él y Jessica volverá a ser tu mejor amiga. Tienes que pensar que él está metido con la magia. Sería muy sencillo volver a Jess en tu contra si lo deseara. Sintiéndote sola te tiene más vulnerable.
—Ella cree que quiero arruinar su noviazgo. Si ella termina con Adam... —Zoey hipó con fuerza—, ¡me echará la culpa!
El chico parpadeó, atónito.
—¿Por qué te echaría la culpa a ti? No tendría pruebas... Jess no es tonta, tampoco.
—Cualquier cosa que pase con Adam ahora para ella será mi culpa —Zoey giró la cabeza hasta encontrarse con esos ojazos grises y perfectos—. Eres hombre, no puedes entenderlo —se quejó.
—¿Cómo que no?
Zoey negó y volvió a apretar la cara contra la almohada. Hacía días que Jessica no le hablaba ni le dirigía la mirada. Adam se metía en el cuarto cada vez más y su amiga ahora desaparecía en las noches con él. Jess se sentaba ahora lejos de ella en las clases y en el almuerzo se iba con Adam, dejando a Zoey completamente sola, a excepción de Zack.
Los días que sucedieron a esos fueron incluso más angustiosos. Sus compañeros intuían que algo andaba mal entre ellas y aunque Jessica no parecía decir nada sobre eso, la mayoría lo relacionaba con Adam.
Un extraño rumor pareció extenderse y no pudo saber finalmente si Jessica lo había negado o no. Las palabras se movieron en su contra en algún punto y Mariska Sullivan no tardó en saberlo también. Una tarde, camino a Química, se la cruzó en el pasillo y le hizo saber lo mucho que la despreciaba y cuán zorra era.
—Primero con Zack, ¡ahora con Adam! ¿Es que no te cansas de querer romper relaciones, Piojo mugriento?
Zoey contuvo la ira, se mordió el labio inferior y se alejó de Mariska antes de que pudiera seguir descargando insultos. Quería alejarse de todos, terminar con la clase e irse a la cama, pero para su decepción, al intentar entrar en su cuarto horas más tarde, lo encontró firmemente atrancado.
—¿Jessica? —preguntó, pegando la oreja contra la puerta.
—Estoy ocupada. ¡Vuelve más tarde!
Zoey supo inmediatamente que Adam estaba allí dentro.
—¿Qué? ¡Ábreme! ¡Ya quiero acostarme!
—Pues lo siento —Jessica habló con verdadera ironía—, vuelve más tarde.
Zoey golpeó la puerta con fuerza, chillando desesperada. Todos los alumnos estaban en vías de acostarse en sus respectivas camas y, con el invierno avanzando, los pasillos estaban fríos. ¿Cuánto tiempo la dejaría allí esperando?
—Voy a matar a ese imbécil —gruñó Zack desde la mochila.
Zoey dejó de golpear, cansada y con los puños doloridos.
—¿Qué voy a hacer? —gimió—. No quiero esperar a que salgan. ¡No quiero verlo!
El conejo asomó la cabeza por entre el cierre.
—No. Nos vamos.
Ella lo miró confundida.
—¿A dónde?
—Esperaremos un rato en la azotea. Hace frío, lo sé —añadió Zack al ver la cara de congoja de la chica—; pero allí no te verá al salir, ni tampoco los profesores. Si te atrapan a deshora en los pasillos te llevarás flor de castigo. Y si explicas por qué, Jessica tendrá problemas también y te echará la culpa.
Contrariada, Zoey asintió. En eso tenía razón. Jessica creería que la había acusado y eso podría hundir más el cuchillo en la herida. Le quedaba confiar en Zack y creer en él más que en nada, aunque el frío de la azotea la helara por un rato.
Apurada, y mirando hacia todos lados por si alguien la veía, subió las escaleras que la llevaban a la terraza. Saltó los escalones de dos en dos y, al llegar a la puerta metálica que dejaba pasar el aire fresco, Zack salió de su mochila. La puerta se abrió y Zoey salió.
Se sentó en el suelo junto a la pared y se abrazó a sí misma. Zack se agachó junto a ella con forma humana. En un segundo, la levantó del suelo y ocupó su lugar. Antes de que ella terminara de entender qué era lo que él hacía, descubrió que estaba sentada entre sus piernas, con los brazos del chico rodeándola fuertemente.
—Así no sentirás tanto frío.
Trató de no ponerse nerviosa ante la forma en la que estaban. Se sentía tan protegida por él, tan querida. Se acurrucó en su regazo y apoyó la cabeza en su hombro. Suspiró, tan casada de todo eso que la venía agobiando y se esforzó por pensar solo en él, aunque fuera un rato; pensar en el amor que todavía le profesaba. Aspiró su aroma y se relajó.
Zack la abrazó con más fuerza al sentir sus temblores y apoyó la barbilla en la coronilla rubia y rizada de la joven. Comenzó a pensar en todo lo que sucedía.
Zoey era lo más importante que tenía ahora y le molestaba demasiado la forma en la que Adam le amargaba la vida. Odiaba, con todo el resto de existencia que le quedaba, cuánto él había hecho para que Jessica la detestara. Ella no merecía eso —Jessica tampoco, ciertamente—; después de todo lo que su protegida había pasado, tan solo quería liberar a su amiga para liberar a la chica que a él le importaba. En cuanto Jessica comprendiera todo, Zo la perdonaría y tendría de vuelta ese apoyo incondicional que tanto necesitaba.
Sabía muy bien que él no era suficiente para ella, no de la misma forma que la chica llenaba sus vacíos. Si estuviera vivo, la cosa sería distinta. Podría completarla, llenar su vida y sus desdichas.
Zoey comenzó a temblar de manera descontrolada apenas cuarenta minutos después. Estaba adormilada, muy cansada después del largo día, pero el frío no la dejaba caer en la inconsciencia de una vez. Rechinó los dientes, maldiciendo a Adam en todos los idiomas que sabía. Si enfermaba, iba a degollarlo con el cuchillo más desafilado que encontrara, para que la tortura fuera aún más dolorosa.
Luego de esperar unos diez minutos más, gruñendo por lo bajo, tomó a la chica en brazos y entró al colegio. Iba a tirar la puerta abajo, sin importar si Jessica lo veía y se espantaba. Tal vez sería mejor así, incluso. Ella sabría por qué Adam era peligroso.
Se detuvo frente a la puerta cerrada del cuarto de las chicas y escuchó. Había un completo silencio dentro y estuvo a punto de insultar si Jessica había sido tan malvada de despedir a su novio y no avisarle a Zoey por el celular para que volviera. Podía llegar a ser posible, si él la hubiera contaminado demasiado. Su estrategia resultaba ser otra, al final: alejar a Jessica para debilitarla. Y así lo estaba logrando.
Despacio, estiró una mano libre hacia la cerradura y, con un movimiento simple de sus dedos, esta se abrió. El cuarto estaba a oscuras y Adam no estaba allí.
Entró despacio al sentir la presencia de Jessica, acurrucada bajo las sábanas, pues no sabía si estaba despierta. A pesar de que sus teorías sobre cómo la amiga de su chica se había ido a dormir sin avisarle, no quería que ella entrara en pánico al verlo. No ahora que no era necesario; sin Adam no tenía caso.
Recostó a Zo en la cama, le quitó los zapatos y, cuando estuvo a punto de convertirse en conejo otra vez, escuchó un quejido a sus espaldas. Se giró lentamente para ver el pequeño bulto que era Jessica. El cómo se agitaba le hizo comprender rápidamente que la chica estaba llorando.
Durante un segundo, se quedó duro, sin saber qué hacer, hasta llegó a pensar en ir a consolarla. Algo malo había pasado y, como todo, Adam tenía la culpa.
Sin hacer ruido alguno, se convirtió en conejo y saltó al regazo de Zoey, ya bien calentita y dormida. Por el momento, Jessica no parecía herida físicamente, solo de forma emocional, y lo cierto era que aún estaba algo molesto con ella. No tenía deseos de pelear con Adam por herirla justo a esas horas.
Tratando de ignorarla, se metió entre las sábanas de su niña y se tapó fuertemente las orejas. Mañana sería momento de arreglar ese pequeño embrollo. Zoey se encargaría de su amiga y él de ese imbécil.
A la mañana siguiente, despertó bien metida dentro de su cómoda cama. No recordaba haber llegado hasta allí, pero le atribuía el suceso a Zackary. Se dio cuenta de que llevaba el uniforme puesto desde la noche anterior y al destaparse se alegró de que fuera así. ¡No tenía que cambiarse! Tan solo la falda estaba algo arrugada.
Sonriente, corrió hasta el baño.
Después de peinarse un poco, recordó lo de Jessica con toda claridad. Cautelosa, salió y miró la cama de su amiga. Jess todavía estaba en la cama, totalmente tapada por las colchas y, a pesar de que el reloj marcaba que le quedaba diez minutos para empezar las clases, ella no parecía tener intención alguna de moverse de allí.
Despacito, se acercó.
—¿Jess? Se hace tarde —dijo, esperando recibir una pataleta como respuesta. Pero en vez de eso, Jessica le contestó con la voz apagada.
—No voy a ir a clases.
El tono de su voz la alarmó. Allí había algo raro.
—¿Por qué? ¿Estás enferma, te sientes mal?
—No, solo quiero estar sola.
Zoey no movió ni un músculo. Comprendió en menos de un segundo lo que había pasado allí y no supo cómo no había interpretado antes la angustia en la voz de su amiga.
—¿Qué fue lo que te hizo? —dijo, en un susurro bajo.
Jessica no contestó y Zoey, entre maldiciones, la destapó de un tirón.
—¡Déjame! —gimió ella, acurrucándose hasta darle la espalda.
—¡No! Quiero saber qué te hizo, ¡ahora! —exigió, muerta de rabia. No podía ser que ese animal la hubiera golpeado, ¿o sí?—. ¡Jessica! ¿Te golpeó? ¡Dímelo!
Jess volvió a quedarse callada.
—¡Sí fue eso! —chilló Zoey—. ¿Dónde? ¡Dime dónde te golpeó!
—¡No! ¡Que no lo hizo! ¡No me golpeó! —Jessica agitó los brazos y se arrastró por la cama hasta ponerse bien contra la pared.
—¿Y entonces? ¡Dime ya mismo que pasó!
—¡ÉL ME DEJÓ! —gritó Jessica, dándose vuelta por fin, con la cara mojada de tanto llorar—. ¿Era eso lo que querías escuchar? ¿Quieres que ahora te diga que tenías razón?
Zoey se quedó dura. Eso sí que no lo esperaba, no al menos tan pronto. ¿Qué diablos estaba haciendo Adam?
—No... Es decir, ciertamente esperaba que tú lo dejaras a él —susurró, con los brazos flácidos colgando a sus costados.
—¿Por qué iba a dejarlo? —despotricó Jessica, envuelta en lágrimas otra vez—. ¡Siempre me gustó y cuando me dio su atención...!
En ese momento su amiga se echó a llorar con fuerza sobre la almohada, desconsolada. Zoey suspiró, dolida de verla así. Se arrimó, despacio, la abrazó y le dijo miles de palabras tratando de reconfortarla. Pero aquello iba a ser largo y las dos iban a tener que llegar tarde, muy tarde a clase.
—Zoey... —Jessica se abrazó a sí misma, tres horas después—. ¿No estás enojada conmigo? Te traté realmente mal. Ni siquiera sé porque hice algo tan feo.
Zoey le tendió un pañuelo.
—No, todo lo que hiciste lo hiciste por culpa de él.
Jess hipó.
—Pero... tienes que reconocer que aparecerte en su cuarto...
Zoey puso los ojos en blanco. Claro, cualquier pensaría que lo hizo por celos. O por estar loca.
—Yo te buscaba a ti. No quería arruinarte la noche, para nada. Es solo que Adam es peligroso. La verdad es que no imaginé lo que podían estar haciendo hasta que lo vi. Lo siento.
Jessica guardó silencio otra vez y se sonó la nariz con el pañuelo por tercera vez.
—Eso de que quiso matarte... ¿de dónde lo sacaste?
Ella suspiró. ¿Cómo explicarle eso a su amiga, sin revelarle la verdad sobre el conejo que permanecía inmóvil en su cama? Tomó aire, abrió la boca varias veces y volvió a cerrarla. Se llevó las manos a la cara, sin saber exactamente qué decir.
—Es difícil de explicar.
Jess frunció el ceño, por suerte con los ojos menos hinchados.
—Dijiste que te disparó —le recordó.
La rubiecita hizo una mueca. Cierto, se le había escapado. Entonces no quedaba más que contar un poco de la verdad.
—Sí lo hizo. Adam trama algo raro.
—¿Cómo fue que te disparó, entonces? —Jessica entrecerró los ojos, recelosa.
—Él... Fue en el sótano.
Jess casi salta de la cama.
—¿Qué hacías tú en el sótano? —preguntó.
Zoey se alejó brevemente de ella, pero Jessica la acercó sujetándola por el brazo.
—Fui... a ver algo.
—¿Qué fuiste a ver? ¡Olvida la muerte de Zack! Te tiene hecha una psicópata. ¿No ves que actúas raro?
Ella se liberó su brazo. No estaba de humor para que Jessica le diera órdenes ni la acusara de nada. Más después de su actitud, por más que Adam tuviera la culpa.
—¡Solo quería ver algo! —le espetó—. Y allí apareció Adam y me disparó. ¡Está loco, Jess! Por eso no quería que te acercaras a él.
Jessica miró el suelo sin tener deseos de contestar. Sabiendo que la chica no le creía, Zoey no insistió. Quizás ese era un tema que deberían hablar luego. Ya habían pasado toda la mañana encerradas en el cuarto y las únicas palabras que había cruzado se habían referido a un consuelo. Había hecho su parte perdonándola y por las miradas asesinas que había captado por parte de Zack, supo que él se encargaría de Adam.
Antes del almuerzo, obligó a Jessica a ducharse y a ponerse el uniforme.
—Hay que dar la cara. Que no vea que te afecta.
Sin embargo, ni ella misma creía en sus palabras. Si le pasara lo mismo, si Zack la dejara —en el hipotético caso en el que fueran pareja—, no querría salir y verle la cara. Pero para que Jessica saliera de allí con la frente en alto, debía fingir.
La empujó hasta el comedor y solo cuando estuvieron seguras de que Adam no estaba allí, se acercaron a la fila.
—¡Oh, no! —gimió Jess de pronto—. ¡Ahí viene él! Te espero en la mesa. —Y la chica desapareció de su lado.
Zoey miró de reojo la dirección por la que Adam se acercaba y, decidida a ignorarlo, se paró más recta. Mortificada, observó a Jess sentada en la mesa más alejada del comedor.
Entonces alguien le tocó el hombro y, cuando escuchó un gruñido saliente de su mochila, se imaginó que las cosas se iban a poner muy feas.
—Vaya, ¿será que tu conejo tiene rabia? —susurró Adam sobre su hombro.
Zack lo insultó audiblemente en menos de un segundo y ella rechinó los dientes. Ese tipo sí que era insufrible. ¿Qué debían hacer para sacárselo de encima?
—Aléjate de mí y de Jessica —le advirtió, sin voltearse a verlo.
—Me temo que lo primero no será posible, Scott. ¿Podríamos hablar a solas sin tu molesto peluche de por medio?
—Te voy a arrancar los ojos y cada falange de tus malditas manos si le tocas un solo pelo, hijo de puta —gruñó Zack con voz de ultratumba.
—Qué encantador, el bicho muerto —ironizó Adam con asco—. ¿Y qué dices, Scott?
—¡Que te alejes de mí y de mi amiga! —le gritó Zoey, dándose la vuelta por fin. Varios alumnos se giraron al escuchar el bramido. Él no cambió su expresión dura. No dijo nada y se marchó de allí, antes de que se armara más alboroto.
Malhumorada, ella apenas prestó atención a las maldiciones de Zackary mientras agarraba el almuerzo. Comenzó a pensar en si Jessica había visto el embrollo, justo cuando recogía las bebidas. Ciertamente, era imposible que no lo hubiera visto. Sabía muy bien que ella estaría pendiente de Adam, en cualquier caso.
Caminó, fastidiada y con la cabeza gacha hasta la mesa, preguntándose cuáles serían las palabras de Jess. Los ojos de su amiga se veían ansiosos y durante unos segundos evitó mi- rarla.
—¿Te preguntó por mí?
Zoey titubeó.
—No —dijo finalmente—, solo quería molestar.
—¿Cómo?
—No sé, Jess, lo eché.
—Pero algo te dijo...
—No mucho.
—¿Segura que no...?
—¡Él quería hablar conmigo! —contestó de mala gana. Jessica se quedó dura y la observó incrédula.
—¿Contigo? —soltó, como si no pudiera creerlo.
—Él aún quiere matarme, lo sé. Y... —se mordió el labio inferior. Sabía que Jessica no iba a creerle, pero prefería hablar antes que quedarse tan callada—, creo que se acercó a ti por eso. —Y sí, estaba sonando como una loca.
Jess la miró en silencio durante unos segundos.
—Quiero que te escuches, Zoey —dijo seriamente—... ¿Matarte? Seguro él fue al sótano como tú, te vio mal y creyó que eras el tipo que asesinó a su amigo. Si es que murió de esa forma, claro.
Zoey negó rápidamente, enfadada porque ella se empecinaba con defenderlo. Pero Jessica solo quería encontrarle la lógica a lo que decía, tenía que grabarse eso y tranquilizarse.
—Adam es la primera persona de la cual sospecho —contestó duramente—. Sabe que lo sé, por eso quiere eliminarme. Jess, realmente no te estoy mintiendo. Fue agresivo conmigo. Dijo un montón de cosas sin sentidos. ¿Crees que yo hablo raro? Pues él lo hace el triple.
Eso no era del todo cierto. Adam quería matarla, pero solamente por la cosa que le colgaba del cuello.
—Esto es un drama...
—Lo sé —admitió—, y tampoco tengo pruebas. Pero espero que algún día... —Se contuvo, pero luego pensó: ¿para qué? Si Adam la agarraba, Jess debía saber que había sido él—. Si aparezco muerta... échale los perros.
Jessica puso los ojos en blanco y no dijo más nada. Otra vez, debía esperar para que su amiga entendiera todo.
—¡Aléjate de mí!
—¡No! Hablaré contigo sea como sea.
Zoey trató de patear a Adam, pero este la sujetó contra la pared.
—¿Qué te dijo Zack de los pergaminos?
—¡Que me dejes! ¡Loco!
No tenía idea de por qué Zack no estaba en su mochila y moría por llamarlo a gritos. La presión que Adam hacía sobre su brazo le lastimaba la piel.
—Mira, Zoey, ya no puedo perder el tiempo. Tú me lo hiciste perder a mí cuando no me dejaste darte un simple beso. —Adam le sujetó la mandíbula, en un fiero agarre, manteniendo su rostro firmemente recto, cerca de su propia cara. Se inclinó hacia ella y lo único que ella pudo hacer fue chillar y observar otra vez cómo ese cretino pretendía besarla.
—¿Zoey? —Jessica apareció en el pasillo y ella quiso gritar de alivio. Los ojos castaños de su amiga se fijaron en el agarre brusco de Adam y de cómo su boca estaba tan cerca de sus labios—. ¿Qué estás haciendo? —le preguntó con la voz helada como un cubito de hielo.
—Nada. —Adam soltó a Zoey de golpe y se alejó de ellas tan tranquilo, como quien no quiere la cosa.
Las dos chicas permanecieron calladas e inmóviles durante unos largos segundos, hasta que Jess se largó a llorar. Zoey la abrazó, tan dolida como ella y, además, asustada. Odiaba a Adam tanto que ni podía creer que alguna vez lo había defendido. Terminó llorando también y tuvo que hacer fuerza para parar y entrar a la habitación arrastrando a su amiga.
Horas más tarde, Zack regresó al cuarto —cuando Jessica ya se había dormido—. Tenía forma humana, estaba agitado, pálido como un verdadero cadáver y con los ojos grises bastante confundidos.
—¿Qué paso? ¿Dónde estabas? —sollozó Zoey, sin poder aguantar ya más el llanto que se había obligado a reprimir—. Adam... —comenzó a decir, pero algo en la mirada de Zackary la acalló.
—Adam —repitió él—, justamente.
—¿Qué?
—Desapareció.
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¡Primer capítulo del año! Qué bueno seguir teniéndolos por aquí. Espero que estén disfrutando la historia y que les siga causando curiosidad.
¡Déjenme en los comentarios qué creen que pasó con Adam! ¿Ya saben para qué bando juega?
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