Capítulo 15
Capítulo 15
La luz de la mañana le daba directo en los ojos. Zoey los apretó, intentando no despertarse, pero era tarde. Levantó los parpados y volvió a cerrarlos, molesta.
Gruñó. Tenía ganas de seguir durmiendo, pero pronto com- prendió por qué no podría. Zack había recuperado su forma humana y la sostenía con firmeza contra su pecho. Se habían dormido abrazados —él como conejo— y un abrazo así hinchaba su corazón enamorado. Pero el problema eran las manos de Zack en la parte baja de su cintura, casi de camino a su trasero.
Se quedó dura, sin saber bien qué hacer, puesto que Zack no dormía y no tenía ni idea si él se había percatado de cuán despierta estaba. Tembló ligeramente cuando se imaginó la cantidad de cosas que él pudo haberle hecho mientras soñaba dulcemente. De pronto, lo sintió mover la mano medio centímetro hacia abajo, e incluso antes de que llegara algo más, se irguió de golpe.
—Vaya, creí que estabas dormida. ¡Buenos días!
—¿Qué estabas haciendo?
—¿Yo?
—Ni se te ocurra tocar mi trasero.
Zack sonrió.
—¿Crees que no lo hice por la noche?
Zoey no solo se quedó viéndolo con la boca abierta al escuchar lo que su mente ya había temido: su rostro se tiñó de rojo y su ceño se frunció lo más posible.
—¡IDIOTA! —Se removió en la cama, de modo que las manos de Zack, quien se reía de ella sin parar, se alejaran de su cuerpo. Una vez que estuvo libre, apuntó sus pies hacia él. Lo pateó hasta tirarlo de la cama, gruñendo de la bronca y la humillación.
«Ya, puede haberme gustado el beso en el cuello. ¡Pero este es un imbécil de primera!», se dijo mientras clavaba los talones en su pecho.
—¡Ya, Zoey! ¿No ves que esto no me duele? —recalcó él, desde el suelo. El chico le dirigió una mirada aburrida.
—¡Ya me canse de ti, bobo! ¡No me trates como un pedazo de carne!
—Pero si eres un bonito y bien dotado pedazo de carne —admitió él con dulzura, ladeando la cabeza.
Zoey se agachó para darle un buen golpe en la coronilla y se alejó de la cama rápidamente.
—¡Idiota! —repitió, y se encerró en el baño, a tratar de relajarse para salir nuevamente y dar la cara.
—Pero si no te toqué nada, ¡era una broma! —soltó el muchacho dejando de lado el tono burlón y las ganas de molestarla, cuando ella abría la puerta y le arrojaba un frasco de champú en la cabeza.
Había determinado que no le hablaría, pero era completamente imposible si tenía a Zack en forma de conejo colgado de su cuello todo el maldito día, preguntando cosas vanas, haciendo chistes malos. Parecía que él estaba desesperado por entablar una conversación insulsa con alguien.
Intentaba concentrarse en las tareas que les habían dado por la falta de clases. Aquello ya no era divertido, si es que alguna vez lo había sido. Todavía no terminaba los ejercicios de Matemáticas y luchaba con un proyecto de Historia en el que debía buscar información de internet.
Zack se volvía insoportable conforme pasaban las horas. Ella trataba de buscar información y él seguía deambulando por el escritorio, pisando sus papeles con las patas de conejito y corriéndole los lápices.
—¡Zack! ¡Por Dios! ¿No tienes algo más que hacer?
Zack frunció el ceño.
—Me voy si quieres —dijo de mala gana—, tal vez a seguir buscando cosas de Adam —la tentó.
Zoey juntó las cejas, a su vez.
—Solo no camines por aquí encima, necesito terminar esto. —Señaló la pantalla de la computadora.
—Bien, entonces sí creo que me iré a husmear por ahí —contestó él, bajando del escritorio de un salto.
—Te van a ver de vuelta —le avisó ella.
—¡Iré como conejito! Si alguien me ve, me tumbo en el piso —sonrió.
Zoey suspiró. Bien, si podía terminar el trabajo, daba igual.
Zackary salió por la puerta, aferrándose al picaporte del otro lado para cerrarla, y al fin quedó sola.
Revisó Wikipedia y varios blogs de Historia para sacar lo que necesitaba, pero con todo eso todavía le faltaba mucho para llenar las cinco hojas del trabajo. Volvió a suspirar; por lo menos había avanzado algo en esos escasos quince minutos.
Pronto se dio cuenta de que no podía concentrarse, incluso sin Zack alrededor, y comenzó a mirar el techo. Bajó la mirada y observó la puerta. Claro que él no se había ido sin dejar un escudo alrededor del cuarto.
Volvió a mirar el escritorio y sus ojos se posaron en el librito viejo. Recordó instantáneamente la palabra en castellano que había encontrado y cómo se había acordado del sótano del colegio y la muerte de Zack. Lo abrió y miró la hoja escrita durante tres largos minutos.
Para ella tenía algo que ver y si él salía a husmear por ahí, pues Zoey también.
Se levantó, tomó su celular, se puso las botas y una campera encima; la noche estaba fresca. Salió de la habitación y caminó por los pasillos con cuidado. Era bueno que fuera tan tarde, nadie estaría husmeando, porque se llevaría flor de castigo si la encontraban bajando al sótano; pero no estaba de más ser precavida.
Cuando llegó a las escaleras que bajaban a tan tétrico lugar, se dio cuenta de que no lo había visitado desde el accidente. Tembló al pensar que aún había sangre allí, seca y absorbida por el suelo de cemento. Decidida a olvidarlo, y a encontrar algo a costa de su propia vida, bajó los escalones, alumbrando las sombras de la noche con el celular.
Lo que le sorprendió fue que el sótano tuviera la puerta abierta y, cuando la vio, comprendió que había olvidado completamente que ese lugar debería haber estado cerrado y que su investigación podría haber acabado allí. Pero estaba abierta, al fin y al cabo, lo que quizás no era buena señal.
Tomó aire y empujó la puerta gris de metal. Caminó por el hall del sótano hasta el cuarto de máquinas y no se sorprendió esta vez cuando encontró aquella otra entrada abierta. Las máquinas nuevas estaban funcionando, manteniendo la calefacción del colegio y la buena circulación de agua, gas y luz; podía escuchar las cañerías golpear ante las diferencias de calor. La mayoría de los armatostes estaban viejos y oxidados, y no funcionaban, claro. El que había atrapado a Zack tenía un engranaje que se suponía que no giraba. Se suponía.
Entró cuidadosamente, manteniendo la distancia de los aparatos. El cuarto tenía las luces apagadas y durante un momento se quedó allí, a dos metros de la puerta, sosteniendo el celular tembloroso en sus manos. ¿Y si avanzaba y se mataba al igual que él? Sería posible si no veía nada... Y tal vez el dije estaba planeado matarla al igual que a Zack.
Buscó, con las manos en la pared, el interruptor de la luz y lo encontró segundos después. Las lámparas del techo tardaron en encenderse y, al principio, la calidad era mala. Cuando se aclaró la perspectiva, avanzó despacio, con los brazos pegados al torso y controlando cualquier posible movimiento con sus ojos.
Otra vez estaba en esa especie de pasillo que no le dejaba ver más allá y sabía que, cuando doblara la esquina, ahí estaría la escena de la tragedia. Se estremeció al recordar a Zack destrozado, cuyos ojos grises veían sin mirar. Pero tenía una fuerte corazonada con respecto al dije, el libro y el sótano. Siguió dando pasos cortos hasta doblar la esquina.
Todo estaba limpio. El piso de cemento estaba un poco más oscuro donde la sangre se había derramado, pero no quedaba nada. Se tapó la cara con las manos, para tratar de borrar las memorias de su mente y no mirar el lugar que para ella aún seguía cubierto de dolor.
De pronto, un sonido metálico, de más allá, la hizo saltar y destaparse la cara. Titubeó y pensó si correr o no. «Oh, Dios». ¿Acaso se lo estaba preguntando? Así moriría muy pronto. Pero antes de que pudiera moverse, Zack apareció por entre las máquinas y la hizo gritar hasta el cansancio. Él se lanzó contra ella y le tapó la boca.
—¡Va a escucharte hasta el Intendente, Zoey! —le dijo, cuando ella calló y lo miró horrorizada. Molesta entonces, le quitó la mano.
—¡Me asustaste, tonto!
—¿Qué haces aquí, boba? —replicó él, empujándola suavemente contra la pared.
—Vine a ver algo.
—¿A ver qué? ¿Eres tan morbosa que te fijas si todavía hay sangre? ¿O planeas hacer un ritual con restos de mi cuerpo de la máquina para revivirme como esclavo sexual?
—¿Qué estupideces estás diciendo? —musitó ella confundida y asqueada por lo dicho—. ¿Por qué te reviviría si ya estás aquí? Y... ¿esclavo sexual? ¿De qué miércoles estás hablando? —cuchicheó.
—¿Entonces no me quieres para tener sexo?
—¡No, Zack, para ya! ¿Qué haces tú aquí? —Ella lo corrió con la mano para liberarse de su agarre, pero Zackary la puso de vuelta contra la pared, lejos de los peligros.
—Ni creas que voy a dejar acercar a una de esas máquinas después de lo que me pasó a mí.
—Sería demasiado cliché si pasara de vuelta. —Zoey frunció el ceño—. ¿Tú abriste la puerta?
—Pues claro —asintió él, seriamente—. ¿A qué viniste?
Ella refunfuñó.
—Vine por la palabra en el libro. Él negó con la cabeza.
—¿Qué te hace pensar que era este sótano? Podría ser cualquiera, eso es viejo.
—¡No lo sé! Pensé que... ¿A qué viniste tú?
—Aquí morí, ¿no sabes que los muertos rondan los lugares donde fueron brutalmente asesinados? —cuestionó Zack, irónicamente—. Quería ver... si había algo.
—¿Lo ves? Estamos iguales. Busquemos juntos.
—No, tú te vuelves al cuarto.
—No lo haré, me compete a mí también.
Zack rechinó los dientes y ella arqueó las cejas. Él sabía que Zoey tenía razón y que podía usarlo en su contra, aun cuando eso iba en contra de sus miedos. Lo miró ceñuda hasta que lo venció.
—Bien —gruñó—. ¡Pero no toques nada!
Ella sonrió y asintió. Él la tomó de la mano y la guió con cuidado por el laberinto de aparatos y herramientas en desuso. Las cañerías pasaban a la altura de sus cabezas; otras más abajo, creando pasillos y recovecos.
—¿A dónde vamos?
—Creo que encontré algo por aquí. —Zack la ayudó a pasar por debajo de un caño de agua bastante gordo.
—¿Qué cosa es? —susurró Zoey, algo emocionada. La llevó a la pared del fondo del sótano, tal vez diez metros más allá de la puerta de entrada—. ¿Qué hay aquí?
—¿No ves esto? —dijo él, tocando la pared.
Ella agudizó la vista. Lo único que veía era que la pared tenía un tono más oscuro, del ancho de un metro, justo frente a ellos.
—¿Qué tiene?
—Es humedad, solo en este pedazo.
—Se habrá roto un caño.
—No, no funcionaría así —contestó Zack—. Detrás de esto hay vacío, hay aire. Otro cuarto.
Zoey intercaló miradas con él y la pared.
—¿Estás seguro?
—Muy. Hazte para atrás.
Confundida, obedeció y observó atónita cómo Zack ponía ambas manos en la pared. Con un crujido bastante audible, esta tembló y de a poco se derrumbó en pequeños trozos de cemento y ladrillo. El polvo la hizo toser y retrocedió, chocando con los caños de agua. Tan solo se había caído ese metro humedecido, pero al fin pudo ver que tenía razón. Oscuro y tétrico, ante ellos y del otro lado de la pared, había un largo pasillo de roca y tierra.
—Es un túnel —jadeó, tapándose la boca por el polvo.
—Así es. Te lo dije. —Sin temor, Zack pasó por encima de los restos de la pared.
—No, espera, ¡no me dejes sola aquí!
Él se volteó y le tendió la mano, para que no tropezara con los cascotes. Zoey saltó por encima de los restos y se metió en la oscuridad.
—Ten cuidado por donde pisas —le indicó, sin soltarla.
Ella tembló ante la oscuridad. No podía ver nada delante y le parecía más segura la luminosidad del sótano.
—¿Estás seguro de esto? —gimió Zoey, sin avanzar—. No me gusta nada, me da miedo.
—¿Si la pared estaba sellada, quién podría estar aquí? Hay que ver dónde nos lleva.
Así, asustada y sin importar nada, se aferró a su cuerpo. Era valiente muchas veces, pero otras que incluían fantasmas y túneles oscuros... Tenía bastante miedo. ¡Era hasta lógico! Podía haber cualquier cosa, como el cadáver del cura de la leyenda del colegio. ¿No habían contado miles de veces que un sacerdote se había suicidado en la escuela? O tal vez había sido asesinado y allí estaba escondido su cuerpo... Y su espíritu.
—En serio, no me gusta. ¿Y si me ataca un monstruo por detrás y me aleja de ti? ¡COMO LOS ZOMBIS DE LA OTRA VEZ! —Ya, si eso era real, verdaderamente ahí podía haber cualquier cosa.
Zack se rió limpiamente, mientras la obligaba a avanzar.
—¿Quieres ir delante de mí?
—¡No! ¡Ni loca! ¡No me sueltes!
Él volvió a reírse.
—Ven aquí. —Y sin que ella pudiera verlo, él la alzó en sus fuertes brazos, como si fuera un bebé—. ¿Qué te parece así, eh?
Ella se quedó dura, sintiendo la mano de Zack muy cerca de su cintura; pero tenía que admitir que de esa forma estaba segura y no se sentía tan aterrada. Él continuó caminando con paso tranquilo y, a medida que se fueron alejando de la luz del sótano, Zoey se apretó más contra su pecho.
—¿Qué... tan largo será? —murmuró mirando hacia arriba. No podía ver nada, sus ojos se habían acostumbrado, pero la visión era nula. Zackary avanzaba sin miedo y sin titubear—. ¿Puedes ver en la oscuridad?
—Estoy muerto, puedo hacer muchas cosas —respondió él. Guardaron silencio y ella se mordió el labio inferior.
De pronto, pegó un salto y su rostro se contorsionó. Zack se rió de su rostro.
—¿Por qué esa cara? ¿Estás asustada? —se burló.
—¡No es eso! ¡Zack, sube tu mano!
—Ah, era eso. Perdón, se perdió de camino.
Ella pataleó, pero no cambió nada. La mano que estaba en sus piernas se había deslizado un poquito hacia arriba.
—¿Es que no paras ni un solo segundo? ¡En las situaciones menos indicadas haces estas estupideces!
—¡Solo te estoy sujetando mejor! Ya no me retes —respondió él, con sinceridad.
—¿Cómo no voy a retarte? ¡Estás casi tocándome el culo! ¡Eso se llama violación de intimidad!
—¿Intimidad? Vivo contigo —respondió el muchacho.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Que tu intimidad ya está violada, niña. —Zack se mordió los labios, a punto de reventar de risa por el tono de su voz—. Es muy fácil ver tu ropa interior seguido.
Zoey rechinó los dientes y lo golpeó en la cara.
—¡Tú eres un tonto! ¡Bájame!
—¿Y si viene un monstruo? —Él la sujetó con más fuerza, pero quitó la mano de donde estaba, deslizándola hacia sus piernas otra vez.
—¡Que me coma y qué! ¡Eres un sexópata! Creo que prefiero a un monstruo que a un sexópata.
—Me gustan las lindas mujeres. Ya cálmate, tampoco voy a colarme en el baño mientras te duchas. Era solo señalar un hecho. Vivo contigo y sé que tus bombachas tienen corazones y lunarcitos. —Su fuerza implacable la mantuvo inmóvil en sus brazos, pero Zoey frunció el ceño, cruzó las piernas y los brazos, y se negó a hablarle durante largos minutos—. Oye... —Zack habló con calma, pasado ese tiempo—, me estoy mojando, ¿y tú?
—¡OH, POR FAVOR!
—¡No estoy hablando de sexo! Me estoy mojando la cabeza, en serio.
Zoey miró hacia arriba y una gruesa gota de agua embarrada le cayó en medio de la frente.
—¡Es verdad!
—¿No crees que... —se detuvieron—, estemos debajo del río, o sí?
—¿No se nos caerá todo encima? —Ella se apretó de nuevo contra él.
—No, si no se cayó antes no creo que lo haga ahora. Ella tiró de sus ropas.
—Muévete, anda. No me gusta esto.
Zack volvió a avanzar y, cuando ella se calló de nuevo, buscó una forma de mantenerla hablando.
—¿Y cuándo... comenzaste a gustar de mí?
Zoey levantó la cabeza hacia él.
—¿Qué cosa?
—¿Desde cuándo?
Ella bajó la mirada, tal vez roja como un tomate. En realidad no tenía ganas de admitir eso.
—Bastante.
—¿Bastante, cuánto? ¿Un año, dos, tres?
—Hace... —Zoey tragó saliva— tres años.
—Eso es mucho.
—Sí.
—Yo...
—Pero estabas con Mariska —lo interrumpió Zoey—, es fácil mirarla a ella, pues es bonita y tiene un lindo cabello lacio —dijo, con un encogimiento de hombros. Aunque intentó disimularlo, se notó la molestia en su voz.
Él quiso rápidamente corregir sus pensamientos.
—Mariska se comporta igual que un gatito —cuchicheó—. Quiere jugar mucho, pero no es muy fiel que digamos. Le gusta creer que es una reina y que todo le pertenece, incluso la gente. Tampoco era muy buena como amiga. Los perros, al contrario que los gatos, son mejores para la amistad y el cariño; son siempre compañeros.
Zoey hizo una mueca.
—¿Me estás comparando con un perro?
—No. Eres más linda que eso.
—Porque en realidad —Ella se permitió seguir con las metáforas para no sentirse mal por ser el perro de la relación—, hay perros más tiernos que yo... Y su pelaje es más dócil que mi cabello. ¿Has visto lo que es cuando hay humedad o salgo de ducharme? Uf, es un espanto.
—Esta genial así.
Ella bajó la cabeza, mientras sentía su corazón temblar sin control. Había tratado de ignorar la palabra «linda» todas las veces que él la había dicho, pero cada vez le costaba más.
Por lo menos, ya no estaba tan nerviosa por eso.
—Y ahora que ya estoy muerto... ¿no te gusta nadie más?
—¿Eh?
—Ya sabes —Zack se trabó—, a veces defiendes tanto a Adam que...
—No me gusta Adam —contestó ella, con sinceridad—. Es feo y ahora creo que tiene problemas de genio. A Jessica sí le gusta, no a mí.
—Ah.
—Además, aunque estés muerto me sigues gustando. No creo que eso cambie —continuó. Ya había dicho bastante de sus sentimientos y en la oscuridad resultaba mucho más fácil decir todo lo que en verdad pensaba. Si estuviera viéndolo a la cara sería otra historia.
Zack sonrió ampliamente, aunque ella no podía verlo.
—Gracias, Zoey —Y se estiró para besarle dulcemente la mejilla.
Entonces el túnel se abrió y la tierra desapareció debajo de sus pies, dejando ver unas lisas rocas en forma de adoquines. Zoey no tuvo tiempo de desmayarse ni de hiperventilar. Le tocó tragar la saliva que había acumulado en la boca y recomponerse
—¿Dónde estamos? —susurró ella, tomando más aire de lo normal. De alguna forma había más luz allí. Seguía estando oscuro, pero distinguía formas borrosas.
—No tengo idea. ¿No trajiste el celular?
Se lo tendió y Zack accionó los botones para iluminar el recinto. Se trataba de un hall circular con muchos arcos en las paredes que eran nada más y nada menos que accesos a otras habitaciones. Estaba tan lleno de telarañas que estas formaban cortinas. Aquella era una construcción subterránea hecha de madera y cubos de piedra enormes. En el centro había una mesa de roca también, deforme y gastada.
—¿Qué diablos es esto? —Él la bajó con cuidado, mientras ella apartaba unas telarañas de su cara. Zack se alejó unos pasos hasta un bol de metal del tamaño de un wok; metió la mano y revolvió un poco—. Aquí hay yesca seca, es una lámpara antigua —afirmó.
—Lástima que no suelo llevar encendedores conmigo —comentó Zoey. Se abrió paso hasta él, quitándose más telas de araña de la cabeza con desagrado.
Zackary no contestó y alzó un poco de yesca con los dedos.
—Solo una pequeña chispa —musitó y se alejó de ella, buscando en la oscuridad cosas que ella no podía ver.
—¿No vienes con un encendedor incorporado?
Sin responderle, Zack regresó al wok y en seguida sacó chispas de lo que tenía en las manos. Curiosa, Zoey lo alcanzó.
Él simplemente golpeaba dos pequeñas piedras.
—¿Y eso funcionará?
—Lo hice muchas veces —contó el joven, golpeándolas una vez más.
Al tercer intento, una chispita saltó a la yesca y lentamente el fuego se apropió de todo dentro del wok.
—Vaya —Zoey asintió con la cabeza—. ¿Qué no puedes hacer, eh?
—La muerte no tiene límites, aunque esto no tenga que ver con eso. —Sonrió él, de costado. Ella se rió y le lanzó un comentario divertido, justo cuando él se lo tomaba muy en serio. Jugó con su dedo como si fuera un arma y se alejó nuevamente para inspeccionar—. Esto es bastante interesante, ¿no crees? Estoy seguro de que aquí no hubo seres vivos desde hace más de setenta años. Y no vale contar a las arañas.
—¿Qué se supone que es, eh?
Zoey trató de seguirlo. No le agradaba quedarse muy lejos de él en ese sitio. Zack encontró otro bol de metal lleno de yesca y se apresuró a trasladar fuego de uno a otro, sosteniéndolo con los dedos como si fuese un cachorro.
Al tener más luz, pudo divisar otras tantas lámparas distribuidas a lo largo del establecimiento.
Así, siguió a su protector, pasando junto a las lámparas, hasta que la tenue luz del fuego alumbró el interior de una de las habitaciones vecinas. Se acercó despacio y se quedó muda de asombro. Tardó varios segundos es poder hablar en voz alta.
—¡ZACK! ¡Ven aquí!
Él estuvo en un instante junto a ella y Zoey solo tuvo que señalar la pared.
—Ahora sí no entiendo nada.
La pared de ese cuarto, también circular, tenía las mismas letras que el templo y el libro. ¡Entonces sí tenían relación! El templo, el libro, el sótano y aquel sitio.
¿Había sido coincidencia que el dije hubiera decidido abandonar a Zack justo allí, que él muriera justo ahí, a pasos nada más de aquel oculto lugar?
—¿Qué es entonces? ¿El código de una logia? —murmuró Zack, entrando con cuidado—. Porque tiene toda la pinta de ser el refugio secreto de una secta secreta.
—¿Logia? —repitió Zoey, con la boca abierta—. Quizás, ¡tendría sentido! Si lo pensamos así, podría ser que una logia construyó el nuevo templo sobre el viejo, como dijiste, y lo llenaron de estas escrituras. Seguro el libro era de alguno de ellos. Como un diario. Ya te dije que parece ser un diario.
Zack se adentró y maldijo en voz baja. Ella lo vio agachar la cabeza y mirar el suelo contrariado.
—¿Qué es esto? —gruñó el muchacho, hincando una rodilla en el piso.
—¿Qué pasa?
Él levantó varias cosas del suelo y se encaminó hacia la luz. Eran papeles viejos, llenos de polvo, amarrillos, enrolla- dos y atados con cintas rojas.
—¡Son pergaminos! —exclamó Zoey, repleta de emoción. Como ella, él se apresuró a abrir uno de ellos. Estaba escrito en ese mismo extraño idioma.
—Genial. Más de donde no entender nada.
Sin más, Zoey le quitó otro de los pergaminos y lo abrió con impaciencia. Tal fue su sorpresa esta vez al ver la hoja repartida en dos. En la parte de arriba había un texto escrito en español; en la parte de abajo, aquellas letras desconocidas.
—¡Esto parece estar traducido! Si es así, podríamos traducir el libro sacando comparaciones lógicas.
—No creo que eso sea fácil —dijo el muchacho, pero él también miraba interesado el descubrimiento.
Ella negó con la cabeza, pero entró al cuarto para buscar más de aquellos papeles. Había montones en el suelo y tomó los más que pudo.
—Esto es como la película de La leyenda del tesoro perdido. —Ahogó un gemido de emoción y corrió de vuelta al hall. Depositó los pergaminos en la mesa de piedra y se dirigió a una estructura de madera polvorosa más allá—. ¿Eso es una escalera?
Él siguió callado y, sin esfuerzo alguno, corrió algunas vigas caídas que obstruían el paso. Efectivamente, quedó al descubierto una vieja escalera.
—Ven, Zoey —la llamó. Ella se apresuró a seguirlo, cada vez más excitada. Subieron las escaleras con mucho cuidado puesto que, por lo que imaginaban, estas debían tener más de cien años y podían estar llenas de termitas o rotas por el tiempo.
—¿Dónde crees que estemos?
—Quizás ya debajo del pueblo.
Las escaleras conectaban varios pisos de esa extraña guarida secreta; finalmente, llegaron a unos peldaños más firmes, de roca y cemento. Alumbrando con el celular, se abrieron paso por las telarañas hasta que el camino se cerró con una pared y en una especie de marco.
Ambos miraron confundidos y él estiró la mano hasta tocar la pared interior, que no parecía ser totalmente sólida.
—¡Es tela! —exclamó y, acercándose más, pudo ver dos pequeños hoyos en el textil—. Es la parte de atrás de un cuadro.
—¡Buena entrada secreta!
Zoey se arrimó junto a él y pegó la cara al lienzo para ver por uno de los agujeritos. Todo estaba bastante oscuro del otro lado, pero era imposible no reconocer las ventanas, con vidrios de diferentes colores, de la inmensa catedral del pueblo.
—Esto es de película —susurró Zack, espiando también.
—Estábamos debajo de la iglesia, tal y como en la película del tesoro, ¿no te dije yo?
Él se rió.
—La única diferencia es que esto es la realidad.
Sin detenerse a ver cómo se abría el cuadro, bajaron las escaleras. Querían llevarse todos esos pergaminos y volver al cuarto antes de que alguien viera las luces encendidas de la sala de máquinas del sótano. Tenían que caminar todo el túnel de vuelta todavía.
Sujetaron los papeles y, ya sabiendo que nada iba a pasar, Zoey caminó de buena gana todo el trayecto. Hablaron de lo que habían encontrado y de que deberían volver de día para seguir investigando. Luego de unos exactos siete minutos llegaron a la luz del sótano.
Saltando los escombros que habían quedado en la entrada, ella se volteó a verlo con una sonrisa.
—¿Qué haremos con este hueco? ¿Y si alguien lo ve?
—Señaló con el dedo, bastante curiosa por cualquier idea que funcionara. Zack extendió una de sus manos y una pared se materializó donde antes estaba el hueco—. ¡Pero así no po- dremos volver!
Él negó y sonrió. Estiró la mano y esta atravesó el nuevo muro.
—Es una ilusión. —Y enseguida empujó todos los escombros detrás para esconderlos también.
Sorprendida de la inteligencia de su compañero, Zoey se volteó para volver a los pasillos del colegio. Él la siguió de cerca, sin hablar esta vez, a menos que fuera para indicarle que tuviera cuidado con las máquinas. Ya faltaba poco para llegar cuando alguien se interpuso en el camino. Ella se detuvo de golpe y casi dejó caer lo que tenía en las manos.
Adam Smith la apuntaba con un arma. Zack se adelantó rápidamente y, en el momento en que sus ojos chocaron, hubo una batalla de miradas de odio. El arma dejó de apuntar a Zoey y se centró en Zackary.
—Adam.
La voz de Zack fue un gruñido rencoroso.
—¿Así que andas aterrando niños, eh, Zacky? —sonrió Adam, manteniendo el arma bien alta, firme, apuntándole a la cabeza—. Aléjate de él, Scott.
Zoey tragó saliva, con los ojos fijos en la pistola, al tiempo que Zack se ponía delante de ella.
—Atrévete a tocarla. Adam lo ignoró.
—¡Que te alejes de él, Scott! Es peligroso.
—¿Peligroso yo? —escupió el chico delante de ella, as- queado y cabreado—. ¿Quién es el asesino aquí, eh?
Pero Adam no se dejó amedrentar; sonrió y negó con la cabeza.
—¡Qué ingenuo eres! Te tenía más inteligente. Ya deja de husmear en mi cuarto, Zack, porque yo... yo no fui quien te asesinó.
-
-
Entones, ¿qué les pareció este cap? ¡Déjenme en sus comentarios qué opinan de Adam, de Zack picarón y de lo que encontraron detrás del túnel! ¿Cuáles son sus teorías? ¿Qué creen que pasará luego? ¡Díganmelo todo! Me encanta cuando leo lo que piensan y todas sus conjeturas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro