Capítulo 13
Capítulo 13
Tratando de que fuera imperceptible, Zoey retrocedió. Zack se ajustó rápidamente a su posición, estrechando los ojos y con su sonrisa maliciosa en el rostro. Parecían dos pistoleros a punto de desenfundar sus armas.
«Quizás ese es el problema», pensó ella. «Él tiene dos manos rápidas y fuertes como armas, y yo dos torpes manitas con manicure». Tal vez, solo tal vez, debía empezar a correr.
El pensamiento habrá sido muy trasparente en su rostro, porque en ese momento, Zack pegó un brinco irreal. Ella lo miró con la boca abierta y él acortó la distancia entre ellos antes de que pudiera correr. Giró, sujetando sus brazos, que había estado escondiendo detrás de su espalda, para llegar hasta sus manos.
—¡NO! —chilló Zoey, pataleando. Zack la alzó con un solo brazo y con el otro alcanzó su mano para estrecharla.
—¡Trato hecho! —se rió el chico—. ¡Ahora quítate esto!
Zoey se quejó y logró zafarse de él antes de que le pusiera una mano encima.
—¡Tú no tienes idea de lo mucho que voy a golpearte! —chilló ella, evitando que le quitara el suéter con un manotazo.
Él hizo una mueca y bajó las manos.
—No finjas —la acusó—. Sé que te gusta. Yo te gusto.
Ella infló las mejillas, completamente rojas, acumulando orgullo.
—¡Claro que no! ¡Que tú me gustes no quiere decir que quiera mostrarte mi sostén como si nada! —tartamudeó; levantando la mano, logró apartarlo—. ¡Me incomoda! No puedes quitarle la ropa a la gente así como así.
Zackary hizo un gesto extraño, aparentemente triste.
—Digamos que ya lo vi una vez. ¿En verdad no quieres?
—Y esa vez también fuiste más rápido que yo. Si me hubiera defendido a patadas no lo hubieras logrado. Y no, no quiero —Ella puso una mano en su pecho y lo apartó suavemente, al fin.
Él se mojó los labios, de pronto algo confundido.
—¿Segura? Es lo que veo en tu lenguaje corporal. Entendí que tú quieres esto conmigo.
—¿Esto? ¡Ni siquiera sé qué es esto! ¿Qué crees que quiero? —masculló Zoey, con el rostro muy sonrosado por las verdades que le estaba cantando Quizás sí quería y quizás Zack sí había entendido muy bien—. No sabes nada, así que mejor cierra el pico, Zack.
—¡Sí sé!
—No, así que, ¿qué piensas hacer? —Lo miró de mala gana. Él no podía ser más insufrible, ¿verdad?
—¿Por qué siempre haces esas preguntas? —contestó él—. Solo quiero mostrarte que esto es algo normal —suspiró—. El deseo... Querer una caricia no es malo.
Zoey dio de pronto un respingo. Zackary había acercado la mano a su cuello.
—¿En verdad? —casi chilló, viendo con los ojos como platos cómo él llevaba sus dedos a la cartera de la chomba, a través del escote del suéter.
Zack asintió, acercándose tanto que a Zoey se le atoró la respiración en la garganta.
«A la mierda. Yo lo amo».
«No, no lo amas, tonta, golpéalo». Pero no estaba segura de querer golpearlo, menos aun cuando las yemas de sus dedos se detuvieron en su pulso.
—Sí, si en verdad a la chica le gusta —siguió él—. A ti te gusta. Entonces, yo no estaría haciendo nada malo; pero para eso, sería lindo que lo admitieras...
—No es cierto —lo interrumpió ella, intentando una vez más. Era un poco absurdo; en ese momento, si no ingresaba oxígeno a su cuerpo, moriría antes de que Zackary continuara con sus palabras.
—¿Es que no te halaga? ¿Que quiera tocarte no es un punto a tu favor? —recalcó Zack y Zoey cerró los ojos. El corazón estaba a punto de explotarle, así que no sabía cómo explicarlo directamente.
—Zack —gimió, aún suplicante—, no se trata de eso. Por favor, me da vergüenza. ¡No a todas las chicas nos gusta mostrar!
Él negó, más suave que antes. Ya no había desafío ni burla en su mirada, sino un brillo profundo y serio.
—No tienes que mostrarme de verdad. Deja que te muestre yo que puedes sentir cosas bonitas —insistió, tirando cuidadosamente hacia abajo y desajustando el último botón de la chomba.
Zoey tragó saliva y no fue capaz de decir nada más. Zack avanzó con ella hasta la pared, mientras su mano libre acariciaba delicadamente su clavícula.
Cerrando los ojos, ella gimió entre asustada y avergonzada. Lo que sentía era demasiado bueno, pero no podía ordenar sus ideas en cuanto a eso. Cuando su espalda chocó contra la blanca pared, Zack soltó sus brazos y ella no hizo ningún amague por detenerlo. La caricia era dulce y de pronto estaba temblando por algo que jamás había experimentado. Trató de no suspirar llena de placer, porque eso sería más vergonzoso, pero tampoco pudo evitar derretirse entre la pared y sus brazos.
Sin embargo, cuando sintió su lengua trazar caminos en la piel de su cuello, por debajo de la oreja, estuvo a punto de desmayarse de verdad. Sin duda alguna, él tenía razón. Por más que tuviera vergüenza o se sintiera incómoda, aquello le gustaba y lograba que su triste corazón golpeteara contra su pecho con una fuerza casi sorprendente.
Gimió, sin poder controlarlo por los nervios y a la vez por el extraño goce que le provocaba ser su presa.
—Zack... —suplicó, por enésima vez. Pero, de pronto, él alzó la cabeza y fijó sus ojos grises en la puerta del cuarto. Zoey respiró aliviada, aunque aún temblaba, pensando que había decidido finalizar con eso por su propio bien. Entonces, él avanzó hasta la puerta y ella lo miró con la boca abierta—. ¿Qué...?
—Shh —dijo Zack, casi sin mover los labios, haciendo un gesto con el dedo índice para acallarla.
Sabiendo que algo no estaba bien, ella se quedó inmóvil contra la pared, mirando de reojo la ventana y luego a Zack y a la puerta. Entonces, él la abrió de un tirón, esperando quizás encontrar a alguien en el pasillo.
—¿Qué diablos...? —soltó cuando vio tan bien como él que no había nadie allí.
—Tranquila, ya sigo contigo —dijo el muchacho con tono tranquilizador, asomando cuidadosamente la cabeza por el marco de la puerta.
—Ah, ok. —Sin tranquilizarse, puesto que en realidad su corazón estaba mejor ahora, Zoey aprovechó para acomodarse la ropa. Nerviosa, se apresuró dentro del baño y cerró la puerta para poder descargar todo lo que la abrumaba en soledad.
Oyó a Zack protestar, enfadado, segundos después.
—¡Ya te pagué! —le dijo a través de la madera—. Ahora llévame al templo de una vez.
Zack refunfuñó, justo cuando ella se pasaba las manos por la cara y por el cuello, allí donde la había besado.
—Dios mío —musitó, temblando como una hoja. Se sentía tan revoltosa por dentro que no esperaba mantenerse en pie sin vomitar las mariposas que tenía en el estómago.
—Bien —gruñó él, desde el otro lado—, lo haré.
Tomando aire por última vez, después de acomodar su cabello y limpiarse las mejillas rojas, abrió la puerta y lo encaró.
—No vuelvas a tocarme sin mi permiso —le advirtió. Zack hizo una mueca, pero aceptó.
—Algún día, tú me darás permiso —dijo, por lo bajo.
Ella lo miró amenazadoramente, tomó el libro y un anotador y se metió por el hueco de la ventana. Esperó a que Zack la siguiera y entonces se aferró a su cuello y cerró los ojos.
Casi ni se dio cuenta del brinco. Cuando los abrió, él ya estaba firmemente parado en el césped.
Zack corrió los cincuenta metros que separaban el edificio del bosque, hasta que el dosel de ramas los cubrió de las miradas indeseadas.
—Pondré un escudo.
—Como cuando te escapas al cuarto de Adam —dijo Zoey, bajando de sus brazos. Estaban bastante cerca del templo. No lo veía, pero lo sentía. Caminó delante de él, casi guiando el camino. Zack la siguió sin parecer extrañado por eso. En unos minutos encontraron el templo, vacío por suerte.
—¡Esto será difícil! —exclamó ella, entrando.
Zackary dio vueltas por el lugar, mirando sin interés las letras en las paredes. Había estado tantas veces allí que no era nada nuevo para él.
—¿No irás a copiar todo, no?—ironizó cuando Zoey abrió la libreta.
—¡No, claro que no! Tardaría años. Solo quiero ver si hay algo que pueda ser diferente, alguna pista.
Pasó la vista sobre las paredes, tratando intensa pero inútilmente encontrar algo desigual en todas esas escrituras, algo que pasara desapercibido y que no encajara.
Era casi imposible, la verdad, mucho más que solo difícil. Todo allí parecía pensado y preparado para no desencajar. No había espacios libres, ni puntos ni comas, y aquellas líneas sin fin en ese templo circular despertaban tanto su curiosidad como el final de una película sin acabar. Una película de acción, terror y vivencias peligrosas. Lo peor era que ella era, probablemente, la protagonista de esa película. La siguiente entrega trataría del próximo portador del dije y entonces se preguntó, frunciendo el ceño, cómo terminaría su propia historia.
La película de Zack había terminado con él muerto.
«Bueno, ¿ha terminado con su muerte o sigue con él después de muerto?», se dijo.
Él rondó a su alrededor; sus manos brillaban cuando se acercó a ella. Zoey no preguntó, pues supuso que era su hechizo de escudo. El brillo se apagó antes de que hablara.
—¿Qué piensas? —preguntó, mirándola con seriedad.
—Que tiene que haber algo. Realmente... Si no, ¿cuál es la explicación? El libro está relacionado con esto, con el pueblo. Alguien lo construyó y las personas que lo construyeron sabían de qué estaban hablando. —Señaló las paredes, muy convencida—. Ese libro no es la copia de otro texto, pareciera armado como una perfecta narración y además... tenía dibujos, ¿no los viste? Parecía un diario de investigación.
Zack hizo una mueca. La verdad era que meterse en todo ese tema no lo hacía feliz y se le notaba en la cara.
—¿Dibujos? No, los vi.
Zoey estrechó los ojos, así que él había estado pasando hojas sin verlas realmente.
—Porque no quisiste hacerlo —dijo en voz baja, acusándolo. Él desvió la mirada y no dijo nada al respecto—. Sé que lo intentaste, pero aun así todo esto no te gusta. Te pones rabioso cuando intentas buscar algo en el libro. Al principio creí que era frustración, pero luego... me di cuenta de que no quieres tener nada que ver con el dije.
—Siempre me aconsejaron no inmiscuirme demasiado, por eso me siento contrariado. Pero de verdad que lo intento. Lo juro. —respondió él y llevó una mano a su pecho.
—Bien, entonces ayúdame ahora a buscar algo. Zack asintió solemnemente.
—Tienes razón.
Se dividieron en dos, ella hacia un lado y él hacia el otro. El tiempo pasó muy lento; ninguna letra para ella significaba algo. Reconoció las que había visto en el libro, pero seguía sin saber qué eran.
Se sentó en el suelo y miró fijamente, durante largos minutos, la pared desgastada.
Era obvio que ese lugar se había mantenido tan bien por ser desconocido para el pueblo.
—¡AQUÍ! —gritó de pronto Zack y Zoey se levantó de un salto.
—¿Qué cosa?
—¡Esta! Esta letra. Juro haberla visto en algún lado.
—Zackary señaló la pared del templo, muy seguro de sí mismo. Ella se acercó despacio.
—¿Y qué letra es? —preguntó, parada junto a él. Lo tallado en piedra parecía una P gigante e incompleta.
—No tengo idea. No pertenece al abecedario latino antiguo ni al griego ni a ninguno que conozca.
Ella frunció el ceño y lo miró con pocas ganas
—¿En serio?
—Ese es el problema, sé que la vi, pero no recuerdo dónde.
La pequeña letra parecía insignificante junto a sus compañeras. Eso era lo que habían estado buscando, algo que no encajara. ¿Pero podría servir si no tenían idea de por qué no encajaba?
—El problema —repitió Zoey. El problema era que no sabían de dónde había salido esa letra y en esa instancia, el descubrimiento significaba nada.
—¿Dónde la vi? —jadeó Zack, tan serio y preocupado como ella.
Zoey permaneció quieta, muy inmóvil en aquella silla de plástico. No tenía una postura relajada, sus brazos estaban firmemente anudados debajo de la mesa.
El oficial de policía iba de un lado a otro, mirando unos papeles. Era un hombre de unos cuarenta años, casado. Podía verlo en su anillo dorado. Él no habló, y ella tampoco, hasta que se detuvo y la miró.
—Muy bien, Zoey —dijo el oficial, dejando las planillas sobre la mesa. Ella mantuvo la mirada gacha—. Tan solo debes comentarme qué fue lo que pasó desde que entraste en el sótano.
Zoey se mojó los labios. ¿Por qué todos siempre quieren saber la parte morbosa?
—Solo seguí el ruido de la máquina y luego, lo vi allí. No sé qué pasó después —admitió. Era la pura verdad, claro—. Había bajado por las maquetas de Biología con mis amigas.
El hombre asintió, como si entendiera todo. Se sentó en la mesa frente a ella y anotó en sus papeles.
—¿Qué pensaban ellas de sonido?
—Que era raro.
—¿Por qué entraste sola? —esa vez, ella apretó los labios. Si decía que había oído la voz del muerto pidiendo ayuda, la tomarían por loca—. Me han dicho que creías haber escuchado algo —continuó el detective y ella suspiró.
—Si —confesó—, pensé que había oído a alguien hablar, así que entré. Jessica me siguió después de eso.
El hombre alzó las cejas.
—¿Qué oíste?
—Oí a alguien pidiendo ayuda. Pedía que lo ayudaran —susurró, mirando hacia otro lado—. No me gusta decirlo, creerán que estoy loca —agregó, más para sí misma.
El detective negó lentamente.
—Para nada. Está bien. A veces nos confundimos un poco —agregó, volviendo a escribir—. ¿No eras amiga de Zackary?
—Claro que no.
—Hablas de él como si lo conocieras.
Zoey frunció el ceño y lo miró, molesta por el juego de palabras.
—No he hablado de él, en realidad —replicó.
—Entiendo. ¿Escuchaste algo antes de bajar allí con tus amigas? ¿Lo oíste decir algo en los recreos?
—No, ya le dije que no era cercana a él.
—Ya veo. ¿Ocurrió alguna otra cosa? ¿Qué recuerdas de ese día que fuera algo extraño en el colegio o en Zack? Tal vez viste algo de lejos —insistió.
—Nada, todo era normal hasta ese momento. Lo único que recuerdo es que él entró a la hora del almuerzo a dejarle su mochila a una compañera. Volvió a salir y luego tuvimos clase y luego bajamos al sótano. Luego lo encontré allí —dijo ella al final. Eso también era verdad y aunque ahora ella sabía que todo eso había sido producto de algo más, no creía que el oficial sacara algo de verdad de su discurso.
—¿Eso es todo?
—Fue lo que sucedió —contestó Zoey.
—Quiero que me digas qué tipo de relación tenías con él.
Automáticamente, ella se arrastró en la silla lejos de la mesa. No le gustaba a donde estaba llegando eso.
—Yo no hablaba con él —repitió—. No sé si lo notó, pero Zack era un chico popular. Todos lo conocían —contestó de mala gana— pero él no conocía a todos. Yo soy de esas que nadie conoce, comprenderá que ningún chico popular me daría siquiera la hora.
—¿Él te gustaba, Zoey?
—Eso es personal —Zoey apretó los dientes—, mi vida personal no tiene nada que ver con la muerte de Zack.
—Él ya no está aquí, querida, decirlo no te hará daño.
—Usted no entiende nada —gruñó ella—, claro que me hará daño. —Y entonces decidió refregarle en la cara que no tenía nada que ver—. ¿Qué gana con que le diga lo mucho que él me gustaba? ¿Y lo traumático que fue encontrarlo destrozado?
—Encajo las piezas —respondió el oficial, volviendo anotar en su planilla. Ella frunció el ceño, muy tentada de levantarse y arrancárselas de las manos para saber qué tanto escribía—. Ahora sé cuál es tu papel en todo esto.
—¿Mi papel?
—No sabemos en realidad qué llevó a Zackary a romper las cerraduras del sótano ni qué pensaba hacer allí. Tampoco si estaba solo —suspiró—. Lo único que hacemos es recaudar los datos necesarios.
—Yo no sé más nada.
—Lo sé
Guardaron silencio durante un segundo, hasta que ella lanzó la pregunta esperada, esa que la carcomía por dentro. Acercó la silla.
—¿Cree que alguien lo mató? ¿Qué alguien lo empujó? —reprimió el tono agudo de su voz—. ¿Y que yo tengo que ver? ¿Cree que yo lo maté?
Él se rió.
—No, sinceramente, no lo creo. Sabemos que tú no estabas allí cuando él murió.
—No, estaba arriba.
El hombre convirtió su sonrisa divertida en una más cálida.
—No te preocupes. Si alguien lo empujó, lo sabremos.
-
¡Espero les haya gustado! Y recuerden que si tienen dudas sobre cómo conseguir el libro en físico o en ebook completo, pueden visitar el capítulo titulado "Distribución en América y España". ¡Gracias a todos por el apoyo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro