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Capítulo 12

Capítulo 12

Zoey se estiró hacia abajo. Ese día no era su mejor día para ha- cer deportes, pero, con los pocos alumnos con los que contaba el colegio en ese momento, las clases de Educación Física eran las más fáciles de arreglar. Habían juntando a los dos últimos cursos, sin embargo, ella estaba casi sola. Como Jessica no había vuelto y el resto de sus compañeros no eran muy flexibles ni buenos en deportes que digamos, ella era la única que estaba acatando las órdenes. Mariska, por ejemplo, estaba del otro lado del parque, tirada en el césped, aún derramando lágrimas por Zack, rodeada y apapachada por un grupo inmenso de amigas.

No se habían trasladado al gimnasio del pueblo, puesto que con esa escasa cantidad de chicos y ese lindo día, era mejor aprovechar los jardines.

Mientras se estiraba hacia arriba, fijó sus ojos azules en el cielo de igual color. Se había cansado de preguntarse dónde diablos estaba Zackary en ese momento y ahora prefería aguantarse las ganas de formular ideas tontas. Él había jurado que volvería pronto para cuidarla y no gastar energía con más escudos tontos, pero desde el almuerzo no lo veía. Giró la cabeza para echarle un vistazo al edificio. ¿Estaría allí? ¿O se habría ido al bosque?

Aplacó la ansiedad volviendo a centrarse en sus actividades.

«Tienes un tonto campo de fuerza a tu alrededor, no lo olvides». Bien, por eso lograba estar dentro de todo tranquila. Ya había ido y venido del centro del pueblo sin darse cuenta de que tenía uno y nada había ocurrido. Todo parecía normal.

Puso los ojos en blanco mientras volvía hacia abajo y pensaba que su intranquilidad no estaba en tener o no un escudo, si no en que él estaba en otro sitio y ella quería ir también. En ese momento, tuvo el impulso de escapar e ir a buscarlo. La idea de ir al bosque no le resultaba temerosa. Es más, la emocionaba.

Bajó la cabeza hasta su pecho, donde el dije yacía oculto. Eso seguramente era su culpa. Él quería ir al templo, no ella, y debía convencerse de eso. Tendría que procurar no confundir sus deseos con los de esa cosa.

—Scott —dijo una voz clara a sus espaldas.

Zoey se sobresaltó y soltó una palabrota. Miró a Adam con la boca abierta antes de retroceder a una distancia segura. Había jurado permanecer lejos de Adam, pero si era él el que se acercaba, en medio de una clase de Educación Física de niñas, ya no era tan fácil. Trató de saludarlo despacio.

—Ah, hola... Smith —dijo con dificultad su apellido, pero solo porque él le hablaba de esa misma forma.

—Bien, quería preguntarte algo.

Zoey miró rápidamente a su alrededor, por si Zack estaba cerca. No quería pelear de nuevo con él, pero si tenía suerte, la profesora lo quitaría de allí antes de tener problemas.

—¿Ah? Sí, sí claro. ¿Qué pasa?

—Tú tomaste el collar después de que Zackary muriera—afirmó.

Zoey hizo una mueca. Por supuesto que él ya lo sabía. ¿Por qué venía ahora con eso?

—¿Disculpa? —preguntó ella, a pesar de todo. No iba a decírselo con todas las letras nunca.

—Lo repetiré en un idioma que entiendas mejor —terció él, de mala gana, y Zoey frunció la frente, ofendida—. ¿Por qué tomaste el dije luego de la muerte de Zack? ¿Qué sabes de todo eso?

Ella apretó los labios y negó rápidamente con la cabeza. Como había dicho, no pensaba decírselo con todas las letras NUNCA.

—¿Dije? ¿Qué es un dije? —musitó—. No tomé nada. Adam arqueó las cejas.

—No te hagas la estúpida, no te queda bien.

—No me estoy haciendo la estúpida, Smith. —Zoey se cruzó de brazos también—. Es realmente de mal gusto que vengas a insultarme así por cosas que no entiendo. ¡Y sobre todo con cosas que tienen que ver con Zack! —alzó la voz, a riesgo de que los demás la oyeran.

—¡No grites! —siseó Adam, inclinándose hacia ella. Zoey se echó para atrás.

—¿Crees que esto es alegre para mí? —gruñó. Si en algo tenía razón Zack era que este chico tenía un mal genio terrible—. ¡No me agrada hablar sobre este tema y no sé qué te traes con él! ¿Tienes idea de lo horrible que fue para mí encontrarlo muerto?

Más allá, Mariska había levantado la cabeza, totalmente alerta.

—No te estoy hablando de eso, Scott. Sabes muy bien a qué me refiero. ¿Qué sabes de Zackary?

—No, la verdad es que no. Él está muerto. ¿Qué más debería saber? —bajando el tono de voz, Zoey lo fulminó con la mirada—. Ahora deja de asediarme con cosas sin sentido.

Adam giró alrededor de ella, con los brazos cruzados, como si estuviera analizando un borrego al cual iba a comprar.

—¿Sin sentido? Porque a mí me parece extraño que esquives mis preguntas.

—No esquivo tus preguntas. —Zoey se giró hasta darle la espalda al colegio, no quería perderlo de vista—. Simplemente no sé de qué hablas —murmuró, viendo como Mariska seguía pendiente de ellos—. Y te lo repito, no voy a dejar que te metas conmigo. A la próxima que vuelvas a insultarle voy a patearte en las pelotas —masculló.

Adam resopló por la nariz, mirándola tan fijamente que ella estuvo a punto de ponerse a temblar. El tipo no solo era enorme, sino que cuando se enojaba no parecía más que un delincuente juvenil, algo psicópata.

—El dije no es algo estúpido, Scott —gruñó él—. ¿Zack te lo dio?

—Yo no hablaba con Zack —contestó ella de mala gana otra vez. Hizo acopio de todo su valor y le mantuvo la mira- da—, así que cualquier cosa que tú consideres que pudo haberme dado, que no hizo, ¡no podría haberlo hecho por la simple razón de que está muerto! Ahora déjame en paz, ¿quieres? Eres bastante más maleducado de lo que yo creía —agregó, negando con la cabeza y alejándose de él—. No sé qué ve Jessica en un idiota como tú.

Adam no se quedó atrás; dio un paso hacia ella, rechinando los dientes y estiró una mano hacia ella. Zoey vio de antemano su gesto y se retiró, justo cuando la mirada del muchacho se cargaba de horror, fija en algún punto del edificio detrás de ella.

—¿Qué está pasando ahí? —gritó la profesora, al fin prestándole atención al infiltrado. Adam bajó la mano y Zoey se trasladó a una posición segura.

—Nada —contestó él, todavía mirando el colegio—, solo tenía que pedirle algo prestado.

Se alejó de allí tan rápido como pudo y ella se volvió hacia sus compañeras y hacia la maestra, cuya primera mirada fue de reprimenda. Mariska continuó viéndola un rato más, antes de volver a llorar, y Zoey tuvo que tragarse el sabor amargo en la boca sola y en silencio.

Volvió a la habitación de mal humor, muy segura de que Smith había intentado hacerle daño para obtener las respuestas que le había negado. Apretó los labios al cerrar la puerta a sus espaldas y suspiró cuando vio a Zack maldecirse a sí mismo.

—Él me vio —masculló, dándose la cabeza contra la pared. Esta se agitó suavemente. Zoey, parada todavía contra la puerta, siguió sus movimientos con la mirada. Frunció el ceño y negó. Así que lo que Adam había visto a sus espaldas había sido nada más y nada menos que la cara de Zack a través de los cristales, vigilándolos.

—Ustedes dos —dijo Zoey. Zack dejó de golpearse— me tienen harta.

—¿Y yo que hice ahora? —se quejó.

—Actúan como perro y gato. Tú contra él y él contra ti.

Pero ahora entiendo muchas cosas.

—¡Adam es la persona más falsa y maléfica que hay en el mundo! —exageró Zackary, apretando los puños y discutiendo como un niño pequeño.

Zoey se cruzó de brazos. No creía que él fuera «maléfico», pero sí tenía algo en su carácter que era un poco turbio. Había estado a punto de lastimarla, ¿verdad? Al final tenía que darle la razón a su compañero, ese chico no era de fiar. Y era un idiota maleducado.

—¿Y ahora qué?

—¿Con Adam?

—Sí.

—Que mejor siga pensando que solo vio un fantasma.

—¿Y si él en este momento no lo cree?

—¿Qué fue lo que él te dijo? —tanteó Zack enfurruñado, caminando hasta ella.

Zoey mantuvo una expresión neutra y fue sincera. No tenía sentido ocultarle sus dudas e impresiones. Aun si Zack enloquecía de ira irracional, era mejor que no se guardaran secretos, sobre todo con un chico tan extraño como Adam.

—Creo que no cree que estés del todo muerto, la verdad —contó—. Está absolutamente seguro de que tengo el dije. Se lo negué, pero no me creyó.

—No, yo también eso lo creo. Pero si te digo lo que escuché —Zack optó por sentarse en la cama, siguiéndola con la mirada, a la espera de sus reacciones—, te enfadarás conmigo por atacarlo.

Ella se giró hacia él y suspiró.

—No lo haré, él no estuvo amable conmigo. Y creo que intentó zarandearme o amenazarme —declaró, alzando el mentón. Ya no sentía miedo del ataque, ahora estaba plenamente convencida de que la próxima vez lo patearía con seguridad.

Zack se paró de un salto.

—¿Qué cosa dices? —masculló entre dientes—. ¿Qué quiso hacerte?

—Iba a sacudirme —repitió Zoey—, cuando me hice la tonta sobre este tema y lo amenacé si no me dejaba en paz.

Zack apretó los puños y el crujido de sus dedos fue bastan- te audible.

—Él está aliado con alguien. No creo equivocarme al decir que con el tipo del bosque. Lo oí hablando por teléfono. Él le negaba que estuviera vivo, pero sabe que hay alguien contigo. Por supuesto, estando en todo este tema, debe saber de magia. Debió notar que dejo un escudo cerca de tu cuarto y sobre ti todo el tiempo.

Zoey permaneció en silencio y caminó hasta sentarse en la cama, donde él había estado antes.

—Estoy preocupada.

Zack suspiró y se sentó junto a ella. Le pasó un brazo por encima de los hombros. Trató de reconfortarla, pues era lógico que estuviera asustada.

—Tranquila, todo estará bien. Yo estoy aquí —le sonrió—, con o sin ese idiota.

Zoey tembló ante la caricia fuerte de Zackary en su hombro. Tuvo muchos deseos de llorar, de abrazarlo con fuerza y rogarle que nunca se fuera. Sin embargo, tenerlo cerca era un recordatorio de que en verdad él no existía, no al igual que ella. Luchó contra la tentación, pero al final cayó. Se giró y escondió la cabeza en el pecho del chico. Zack tenía un aroma tan sobrenatural que le nublaba los sentidos. Lo sentía tan firme debajo de sus dedos mientras lo abrazaba que le costaba creer que de verdad estuviera muerto. Y entonces lloró por eso, más que por miedo. Lloró porque él estaba muerto.

Él la abrazó con fuerza, pensando que su llanto era por otra cosa. Le besó la cabeza y eso descargó en ella más dolor.

—Ya, Zoey, verás que nadie va a hacerte daño. Te cuidaré mejor de lo que lo estoy haciendo ahora, lo juro.

—Ya cállate —gimió ella, golpeándolo débilmente con la mano en el pecho—. ¡No entiendes nada!

—¿A qué te refieres? —Él se mostró extrañado.

—No quiero que te vayas.

Zack suspiró dolido por el sufrimiento que notaba en su voz.

—Ay, Zo, ya quisiera yo estar vivo.

—Sí, y aunque vivo nunca te fijarías en mí, prefiero eso a cualquier cosa —gimió ella, apretando la cara llena de lágrimas en su camisa—. No es que muerto espero que lo hagas, por lo menos hablamos, pero... Daría lo que fuera para que tuvieras otra oportunidad.

Él hizo una mueca ante su sinceridad y sus buenos deseos.

—Esta es mi otra oportunidad. —Sonrió tristemente—. Soy un idiota, de verdad —negó con la cabeza—. Eres una chica increíble, Zoey. Si no es conmigo, será con alguien que te merezca de verdad y pueda cuidarte en vida. Cuando yo me vaya, seguiré contigo de todas formas. Te ayudaré cada vez que pueda.

Ante la idea de no volver a verlo, de pensar en él como un espíritu o un ángel de la guarda, Zoey volvió a llorar. Zack la estrechó nuevamente y apoyó la mejilla en su cabeza. La verdad es que él odiaba hacerle eso.

El día siguiente transcurrió con más tranquilidad. No volvió a cruzarse a Adam y ni siquiera tuvo que cerciorarse de que no estuviese en el pasillo o en el comedor antes de entrar. El muchacho desapareció prácticamente de su vista, lo que era mucho más agradable que tener que estar pendiente de él. Para patear pelotas había que tener puntería y fuerza y ella todavía no había practicado con nadie.

Después de pasar más horas con deberes tontos y sin ánimos, se sentó con el cuaderno viejo y reconsideró las opciones de traducir eso. Miró hacia la ventana y sintió esa punzada en el pecho, producto de los deseos del dije. Parecía que eso se hacía cada vez más común y cada vez que se acercaba a esa parte de los terrenos o miraba en su dirección, su cabeza daba vueltas entre pensamientos extraños y antojos difíciles de refrenar.

Sabía a qué se debía, pero cuando ocurría tardaba en crear conciencia sobre lo que de verdad pasaba. Tardaba en darse cuenta de que no era ella.

Sin embargo... estaba segura de que había una razón lógica detrás de todo eso.

Cuando Zack se giró hacia ella, aburrido de contar la cantidad de monedas que había en su alcancía, le dijo lo que pensaba:

—Debemos ir al templo. Creo que deberíamos empezar por allí.

Él negó de forma automática.

—No me parece buena idea.

—¿Y si allí está la respuesta?

—No hemos tenido suerte traduciendo el libro, ¿por qué la tendríamos con el templo?

—¡Zack, por algo el dije quiere ir allí!

—No es de nuestra incumbencia —argumentó él—. Deja de husmear en sus deseos.

—Yo no husmeo en sus deseos —replicó Zoey, poniendo los brazos en jarra—. Él me los incrusta como si fueran un par de inyecciones. No puedo evitarlo, ¡a veces me confundo! —agregó—. Miro hacia la ventana y ya siento ganas de arrojarme por ella y correr hacia el templo.

—Ya lo sé. Por eso, cada vez que sientas ganas de hacer cosas sin sentido para un humano, o cosas que surgen de la nada, ignóralas.

Zoey arrugó la frente. ¡Qué gran ayuda! Normalmente a ella le pasaba así. A veces quería un helado, de la nada. ¿Qué tal si era el dije el que quería un helado, eh? ¿Debía ignorarlo?

—Hay una forma de sacarlo, estoy segura —continuó y Zack se llevó las manos a la frente, cansado de ese tema—. ¿Además, no te das cuenta de que es así? ¿Siendo que tú fuiste el que primero se liberó de él antes de morir?

—Morí, se resume en eso —respondió Zack con elocuencia.

—No antes de quitarte el dije, sino después —recalcó ella—. ¡Eso quiere decir que hay una forma!

—Quizás solo él lo decide, no podemos hacerlo nosotros.

—Tal vez hay que obligarlo —susurró Zoey, caminando hasta la ventana. No podía ver el templo con tantos árboles, pero sabía que estaba allí. Otra vez algo se agitó dentro de su caja torácica. Era su corazón latiendo junto al dije.

—No le gusta que lo obliguen, créeme. ¿Y a soltarse? Eso es como un nivel superior.

Ella aceptó sus palabras; tenía razón, pero confiaba en que en el templo y en ese libro había respuestas de nivel superior. Se volteó hacia él.

—¿No crees que con el poder del collar podrías volver a la vida?

Zack la miró con la boca abierta, mientras se levantaba del suelo y pateaba la pila de monedas.

—No lo sé... ¡y no lo intentes! —murmuró, totalmente alarmado—. ¡Es muy, muy peligroso! ¿Recuerdas ese simple hechizo para reparar mi cuerpo, las heridas que te causó? Imagina lo que te pasaría si intentaras devolverme a la vida. No vuelvas a pensar en eso.

Zoey frunció los labios y apretó los labios. Para ella no era tan descabellado. Si conseguían la información necesaria, así como tenía fe, tal vez eso era incluso posible. ¡Zack no podía quedarse con eso como segunda oportunidad! Merecía algo más.

Pero de ahí a convencerlo...

—Bien —aceptó, con la voz cortante.

—De acuerdo.

Miró a Zackary confundida.

—¿De acuerdo qué?

—Iré contigo al templo, a ver qué podemos hacer.

Zoey sonrió anchamente, emocionada e incrédula. Pegó un brinco en el lugar.

—¿En serio?

—¿No lo ves? —ironizó el chico—. Te estoy diciendo que lo haremos. Aunque... —ella borró la sonrisa al verlo dudar—, eso signifique que me vaya antes. —La miró con intención—. ¿Lo sabes, cierto?

Despacio, Zoey asintió. Dejó la emoción a un lado en menos de un segundo. Bajó la mirada y volvió a mirarlo con debilidad.

—Tengo que aceptarlo, ¿no? —preguntó con tristeza, más que afirmando. Si todavía cabía en sus posibilidades revivirlo, lo haría, aunque él no lo supiera.

—Sí, se complicó todo con esto —Zack se señaló—, pero al final lo harás. Los humanos tenemos la suerte de poder seguir adelante, por más pérdidas que tengamos. Cuando me vaya, de alguna forma —Sonrió—, te perderé a ti. Pero uno sigue, hacia el más allá, supongo.

Intentando retener las lágrimas, ella negó seriamente. Se llevó una mano al rostro e inspiró profundamente.

—No me perderás. Nunca voy a olvidarte —anunció, dejando caer los brazos.

Zack sonrió con verdadero agradecimiento.

—Te dije que eras una chica increíble —dijo con sinceridad y Zoey sorbió por la nariz y contuvo todavía más las ganas de llorar.

—Gracias —dijo, sonriendo otra vez. Se limpió las lágrimas y durante un momento, todo fue buena voluntad y alegría.

—Ya que te acompañaré al templo —dijo él, entonces, mirando el techo; bajó la mirada, al tiempo que sonreía picaronamente, ignorando los verdaderos sentimientos que a ella la aquejaban—, me merezco un buen pago.

Extrañada, Zoey frunció el ceño; se vio forzada a olvidar lo anterior.

—¿Para qué querrías dinero? Podrías haberte robado mis centavos —le recordó, señalando el mar de monedas por el suelo.

—¿Quién hablaba de dinero? Yo hablaba de tus senos —dijo él, tan serio que pareció un chiste. Pero no, no lo era—. Visita al templo por dejarme ver tu sostén. —Y le tendió la mano como para cerrar un trato.

Zoey lo miró con la boca abierta.

«Tiene que estar bromeando...»

—¿Es que has enloquecido? —soltó—. ¿Por qué crees que te mostraré mi corpiño?

—Ya sabes que mis intereses por el cuerpo femenino son muy profundos. —Zack ensanchó la sonrisa.

—¡Oh, sí que lo sé! —se quejó ella, alejándose dos pasos de la mano estirada de Zack—. Pero eso no me va a hacer tomar tu mano.

En el momento en que se miraron a los ojos, ella supo lo que venía. La sonrisa de Zack dejó de ser divertida, inocente y ansiosa; se volvió peligrosa, astuta y desafiante.

—¿Ah, no?

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