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Capítulo 11

Capítulo 11


Zoey se sentó en la cama lo más derecha posible.

—No esperes que resuelva todas tus dudas —aclaró Zack—. La verdad es que tampoco sé demasiado. Yo ya te he dicho que es poderoso, peligroso, que todos lo quieren y que por eso, matan para obtenerlo.

—Sí —asintió ella.

—Te diré la supuesta historia. Se supone que el dije tiene siglos y siglos, puesto que para usar su magia hay que usar el latín. —Zack miró el collar colgando en el cuello de la chica—. Digamos que es como que el dije entiende ese único idioma. Aunque dudo por qué es... En realidad él entiende de todo más allá de eso.

—¿Entonces qué relación tiene el dije con ese lugar? Ese... Templo. No es tan viejo como dices, es colonial. ¿Por qué no puedo ir allí?

—Hasta donde yo tengo entendido, ese templo fue hecho para el dije, algo así como un altar, para rendirle culto. Eso es lo que mi abuelo me ha dicho. Estando en el templo, es muy fácil que puedan ubicarte —hizo una mueca—, porque es como si reaccionara, ¿entiendes? Para el portador es... muy difícil resistirse a ir allí. Incluso para ti, que no sabías que existía, cuando fuimos juntos al bosque deseabas llegar. El dije adora estar en ese lugar y quienes tienen un mínimo de magia y saben de él lo usan para rastrearlo.

—Como el tipo que quiso acuchillarme, ¡ese del que Adam me salvó!

Él frunció el ceño, pero evitó seguir con Adam.

—Los que saben del dije obviamente tienen sus métodos. La magia es lo primero. Hacer hechizos básicos no es imposible para la gente común, hay que entenderlo de una manera en específico. Pero es cierto que no todos tienen la pasta necesaria. Muchos de los que lo aprenden —Zack arqueó las cejas—, se enteran del dije y lo conocen como el poder más supremo de esta tierra. Luego se enteran de su leyenda y como son orgullosos y tontos, lo buscan. Todos mueren al final.

—Es estúpido, la verdad —admitió ella, tocando el dije a través de su ropa.

Zackary siguió la línea de su mirada y retuvo un suspiro.

—Es por eso que mi abuelo insistía en protegerlo. Él fue el portador hasta su muerte y a mí me entrenaron para seguir con su cometido. Ya ves, no tengo otro hermano, y mi abuelo consideraba que era mejor dejar a mis hermanas fuera de esto. Yo era el único hombre que seguía con su sangre y, por lo tanto, el responsable.

Zoey hizo una mueca. Y ella había arruinado todo, ¿verdad? La misión de los Collins de evitar los malos usos del collar se veía truncada por tu culpa.

—Tu familia debe estar enloquecida.

—Yo creo que más bien están aliviados —terció él, negando—. Nadie más de los Collins debe morir por el dije.

—Es triste.

—Lo es, pero ya te dije que yo solía creer en la misión de mi abuelo. Sin embargo, tengo que admitir que nunca supe usar magia por mí mismo y las veces que probé hacerla con el dije nada salió bien.

—Recuerdo eso.

Se miraron brevemente, más tranquilos el uno con el otro.

Ella suspiró y Zack también se relajó.

—¿Y qué hay de esas letras? ¿Por qué no me dices cosas sobre ellas?

—Porque yo no sé qué dicen —confesó él y Zoey aprovechó para sacarle el libro—. No es un idioma que se conozca. Ni mi abuelo sabía de dónde salió. Aquel templo no es el original, por lo que me han explicado. Se supone que había otro antes, uno aún más viejo. Creo que la historia más bien sería que el viejo se destruyó y alguien construyó uno nuevo encima. Pero las letras... Quién sabe si son las mismas, si dicen lo mismo o si alguien lo ha inventado.

—Bueno —ella abrió el libro, tratando de conectar los datos—, este librito también es muy viejo. Tiene que estar relacionado.

Zack negó con la cabeza, angustiado.

—No te metas en esto, Zoey, es peligroso, créeme. Si valoras tu vida, te alejarás de allí. El dije es un objeto demasiado deseado, poderoso, ¡y a la vez tiene mente propia! Él es el que te guía al templo. Lo mejor es que ignores cada parte de esta locura, vivirás más tranquila. Si sigues como puedes y te limitad a que cuide de ti, serás más feliz.

—Si es que vivo —recalcó ella. No estaba para nada dispuesta a quedarse con eso. No estaba hecha para aguardar en silencio un destino cruel—. Y además, ¿por qué será que al dije le gusta estar allí?

—No lo sé, tampoco. —Derrotado, el muchacho suspiró—. Cuando yo lo tenía, todo el tiempo era como si un imán estuviera atrayéndome hacia ese lugar. Es como la trampa a un conejo... y allí hay cientos de depredadores. Es por eso que he insistido con esto. Yo he perdido mi vida y no puedo dejar que pierdas la tuya.

Zoey guardó silencio durante unos segundos, mientras lo miraba a los ojos. Él suspiró nuevamente y trató de sonreír. La sonrisa, a pesar de eso, no llegó a ningún lado.

—Entonces, no sabes quién hizo el templo, ni qué dice, ni en realidad qué tiene que ver con el dije.

—Mi abuelo me ha dicho que el templo era un lugar en donde le rendían homenaje a lo que es el dije en sí, a la conciencia que vive dentro de él.

Ella abrió la boca para hablar, confundida. Eso no sonaba nada genial.

—¿Conciencia? ¿Cómo conciencia? ¿Como la mente de alguien, quieres decir?

—Acabo de decírtelo. —Zack se levantó y comenzó a caminar por la habitación. Se pasó las manos, inquietas, por la nuca y el cabello—. Es capaz de pensar y decidir por sí solo. No tiene brazos ni piernas, pero fíjate que puede ir a donde desea a pesar de eso. Cuando lo tienes en el cuello, él aprende todo sobre ti. Tiene acceso a tus pensamientos, a tus deseos y temores. También comprende cosas de su alrededor, es como un... un sujeto adherido a ti que nadie nota, como un parásito —finalizó con algo de desprecio inconsciente—. Al final te absorbe la vida.

—Pero, ¿entonces? ¿No crees que sea algo que haya estado... vivo?

Él se fijó en ella con curiosidad y, alarmada, Zoey hizo una mueca de asco.

—¿Dices que sea una mente humana encerrada en aquel objeto? —inquirió con la voz aguda.

—¿Tú crees que no podría ser así? —Ella miró su pecho. La verdad, si un tipo estaba mirando sus sueños, sus recuerdos y sobre todo tenía acceso a su intimidad cuando se duchaba... sería muy normal sentirse incómoda.

—No lo creo —dijo él, rápidamente, y Zoey pudo relajarse—. Realmente estoy seguro de que eso no es humano. —Señaló, acercándose a ella nuevamente—. Es muy crucial que sepas lo que esa cosa es capaz de hacer. Tú no lo controlas, toma sus propias decisiones y puede arrastrarte con él si quiere. ¡Mira que no ha dejado que te toque! ¿Lo recuerdas?

Zoey pegó un brinco.

—Tienes razón y ahora... —con cuidado, ella puso una mano sobre el brazo desnudo del chico—, no pasa nada.

—Es porque él, por alguna razón, estaba enfadado conmigo. Es raro porque lo he llevado durante tres años. —Zack arqueó las cejas—. Que no me quiera no es justo. Morí por él, ¿no?

Sin más, Zoey sonrió, pero no pudo evitar hacerlo con algo de pena y dolor.

—Bueno, ¿no dices que se soltó de tu cuello antes de que murieras? Ya ni desde allí te quería —bromeó en voz baja.

Zack hizo un puchero.

—No me digas así, me siento abandonado —siguió. Ella se rió y volvieron a mirarse a los ojos sin rencores.

Él se mordió el labio inferior y aguardó en silencio hasta que se serenó y le dio vía libre para continuar. Zoey esperó, de buena gana, y le regaló otra sonrisa cuando lo vio dudar.

—¿Qué? —dijo. Zack tomó aire.

—Por favor, Zoey, te lo ruego, aléjate de Adam —farfulló, tan rápido que ella primero lo miró desconcertada. Después, frunció el ceño—. Debes recordar que yo soy el que está aquí para protegerte y que, a pesar de que no me han dejado opción, realmente me importa en lo que te has metido sin querer. Debes confiar en mí: más vale prevenir que curar. Adam sabe todo esto del dije, al igual que el tipo que quiso rebanarte la cabeza. Por eso... sin importar lo que yo crea, si está bien o mal, debes entender que lo hago para cuidarte. No te pongas testaruda.

Zoey suspiró, algo enfadada otra vez por lo mismo, pero tampoco podía olvidar que Adam había hablado de magia y de escudos y que eso era igual de raro que verlo a mitad de la noche en el bosque.

—Bien, me mantendré alejada de él, pero solo si dejas de acusarlo todo el tiempo. Es molesto que digas esas cosas feas de alguien así —concedió. Tenía que admitir que había cosas que pensar sobre ese joven y que no podía fiarse de él. Si realmente conocía al tipo del bosque, el que la hubiera salvado una vez no cuadraba, pero tampoco encajaba en otra parte.

Zack sonrió, como si la felicidad hubiera regresado a su cuerpo de golpe.

—Está bien. Me guardaré mis conclusiones solo para mí. ¿Trato hecho? —Le tendió la mano, y Zoey, también con una sonrisa, la estrechó—. ¿Algo más que quieras preguntar?

Claro que sí, había miles de cosas más que quería saber, pero no se creía con el tacto suficiente. Cerró un momento los ojos y él aguardó, ansioso.

—Quiero preguntarte algo más, algo que no entiendo bien. 

Zack asintió, casi benevolente.

—Anda.

Ella tomó aire. Tenía miedo de la respuesta tanto como sentía curiosidad. Pero más que nada, temía molestarlo.

—Exactamente... ¿cómo fue que te enviaron de regreso? ¿Quiénes fueron? ¿Qué te dijeron?

Zack parpadeó, bastante confuso, y ella esperó, deseando haber- se callado la boca. En seguida, él frunció el ceño tratando de pensar.

—Es complicado —contó, lleno de dudas. No pareció ni molesto ni afectado, más bien complicado con sus propias memorias—. No me acuerdo bien de todo. Solo sé que morí y que luego estaba en un sitio muy extraño. No veía figuras. —Sonrió—. Creo que era el limbo. Entonces había alguien allí conmigo.

—¿Alguien? ¿Cómo un ángel? —susurró ella, un tanto asombrada. En ese momento imaginaba a un tipo de blanco con alas de nubes señalándole a Zack el camino de vuelta.

Él se encogió de hombros.

—No sé, él me dijo que no podía irme. Por un momento —se rió, dejándose caer en la cama junto a ella—, pensé que debía volver y afrontar la vida con mi cuerpo desecho. Pensé que mi nueva oportunidad era intentar sobrevivir con la mitad del cuerpo rebanada. Ese pensamiento me hizo detestar la idea, casi me pongo a llorar. —Sonrió, divertido con la idea de sonar tan humilde; o tal vez por la idea de poder llorar en el limbo—. Entonces, esa persona me dijo que la tarea que me habían encomendado había fallado y no por mi muerte, sino porque el collar había caído en manos de una niña. —La miró, sin sonreír ahora—. Tan solo me dijo que volvería para protegerla, pues había alguien que... —Zack hizo una mueca y se frenó durante un momento—. Él dijo que tenía que cuidarla de alguien en específico, pero no recuerdo de quién. Creo que no dio nombres. Solo se limitó a darme un cuerpo nuevo y a enviarme de regreso. —Se encogió de hombros—. Por más que lo intento, no puedo recordar más. Está bastante borroso en mi mente.

—Entonces no viste el cielo —suspiró ella. Lo contado aclaraba algunos puntos en su cabeza, pero no terminaba de enseñarle el porqué de todo eso.

—No llegué a él. ¿No es que si uno llega al cielo ya no puede volver? —preguntó Zackary al aire. Zoey hizo un gesto de inocencia y ambos se quedaron callados, pensando exactamente lo mismo.

¿Exactamente de quién debía protegerla?

Zack pasó las hojas del libro una y otra vez.

—No lo entiendo.

—Creí que quizás tenía algo que ver con el latín —susurró Zoey, arrodillada en la cama, mientras terminaba su tarea de Matemáticas—. Pero luego vi que el latín no tiene un abecedario parecido.

—El idioma ha sufrido variaciones a lo largo de la historia, el abecedario ha cambiado múltiples veces, pero esto no tiene nada que ver con el latín. Podría tener lógica, puesto que los hechizos conocidos del dije son todos en ese idioma, pero esto... —Zack volvió a gruñir y apartó el libro de sí, como si le molestara su mera presencia—. Simplemente se trata de otra cosa. —Lo señaló—. Incluso diría que ni siquiera tiene algo que ver con el collar.

Zoey dejó las hojas de Matemáticas a un lado y miró seriamente el libro sobre la cama de Jessica.

—¿Qué diablos debe decir? —susurró—. Para mí es obvio que lo escribió alguien que hizo el templo. Si no, ¿cómo sería la cosa? Es un libro casi tan viejo como el mismo templo.

Él se levantó de la cama de su amiga y comenzó a caminar por el cuarto.

—Pues claro que tiene lógica. Ese es el tema, ¡qué dice! 

Ambos mantuvieron un corto silencio. Zoey se bajó de la cama, despacio y sin despegar la vista del libro. Pasaron otros cuantos segundos, en los que ella siguió viendo el libro y Zack continuó caminando por el cuarto. Una súbita idea había llegado a su cabeza y ahora no era capaz de apartarla o de encontrar otra posibilidad. ¡Era algo único!

—¿Y si lo que dice allí —empezó, mirando el libro sobre la cama— es alguna forma de librarte del dije sin morir antes?

Zack alzó la vista.

—¿Quitártelo?

—Sí —contestó ella y automáticamente sintió una punzada horrible de anhelo y dolor por algo que aún no había perdido—. Y sin el dije, tú podrías irte.

Le dolía la idea de despedirse de él. La muerte de Zack no habría sido del todo real para ella si no hubiera visto, al me- nos, su cuerpo. El tenerlo allí impedía que el duelo se asentara en su corazón; lo mantenía vivo en todo sentido. Y aunque sabía que eso sería mejor para ambos, no podía tragar con facilidad de solo pensarlo. Sabía que eso era lo que él merecía, descansar en paz. Sabía que era lo que ella necesitaba: vivir en paz.

—¿Crees que...? ¿En serio? —Zack se acercó rápidamente, ignorando su repentina seriedad—. ¿Cómo llegaste a esa conclusión?

—Es una idea pasajera, pero —titubeó Zoey—, ¿valdría la pena intentarlo?

El chico tomó el libro con sumo cuidado esta vez, como si hubiera cambiado su opinión al respecto de esa cosa.

—Tal vez, solo tal vez... —musitó—, tengas razón y puedas librarte de todo esto.

Despacio, ella levantó la vista y Zack pudo leer en sus ojos lo que estaba pensando a pesar de que luchaba por ocultarlo. Sus ojos azules se veían turbios.

No quería dejarlo ir, no aún.

Zoey sacó un diccionario de latín de la biblioteca del colegio. Lo puso debajo de su brazo, junto con otros diccionarios que podían servirle de ayuda, y marchó a la habitación. Tenían que traducir ese libro y, en consecuencia el templo. Era la única oportunidad que poseían, y si al final no hablaba sobre eso, al menos encontrarían más datos o información para lograr protegerla de una vez por todas.

No sabían, pero quizás dijera algo como: «Con este hechizo este portador será intocable» o «Nunca más un portador será asesinado». Algo sería algo, y en consecuencia, cualquier cosa serviría.

Zack sabía mucho latín, gracias a su entrenamiento para ser portador del dije, y era una gran ventaja. Pero pasados los dos primeros días desde que habían decidido buscar alguna forma entender aquel idioma, no habían tenido resultados. Se volaban las horas revisando palabras, alguna letra que se pareciera... pero nada.

Lo bueno de todo aquel trabajo, era que ella se había olvidado de hablar de Adam y este no tenía posibilidades de acercarse. Zack lo vigilaba de manera exhaustiva. No decía lo que pensaba, pero sus sospechas seguían intactas.

—¡No hay nada! —gruñó Zoey, entonces, luego de media hora de estar leyendo el diccionario y el viejo libro a la vez—. Creo que hemos terminado con todo esto. ¡Los diccionarios y las lenguas actuales o muertas no sirven!

Zack se arrimó y le arrebató el diccionario de las manos.

—No. ¿Por qué el dije respondería en latín si realmente tiene algo que ver con este estúpido idioma? —inquirió, parado junto a ella.

Zoey se rascó la barbilla y recuperó el libro para pasar más páginas sin parar. Él miró las hojas viejas por encima de su cabeza y guardó silencio mientras ella se enfadaba más y más.

—Quizás deberíamos preguntarle a la profesora de idiomas. —Zoey esperó su respuesta.

Zack negó y suspiró.

—¿Profesora de idiomas?

—Sí, quizás ella sepa de alguna lengua que nos estemos salteando.

—No, no creo. Ella sabe inglés y alemán. No creo que sepa latín.

Ella asintió y volvió su atención a las hojas. Zackary se alejó y Zoey se giró a verlo, curiosa. Él tenía la mano en el picaporte.

—¿Qué haces?

—Tengo que salir.

Zoey se giró completamente.

—¿Eh?

—Te dejaré segura con un campo de fuerza. Regresaré pronto —contestó él completamente serio y salió del cuarto sin decir nada más.

Había una conjetura que quería comprobar. Zack sabía que ningún profesor podría ayudarlos con un idioma como ese. Avanzó por los pasillos, bastante preocupado por el tema. Ya estaba claro que Adam sabía del dije bastante más de lo que él había creído. Seguramente era él quien había planeado esa pequeña trampa en el sótano, guiándolo, de la mano del dije, hacia su muerte. Entonces, podía ser que él supiera algo sobre aquellas letras.

Esta vez encontró la puerta del cuarto cerrada y estuvo muy seguro de que el chico que había sido su compañero estaba dentro. Pegó un pequeño brinco hasta la perilla de la puerta y se sujetó de ella, mientras ponía su larga oreja contra la madera.

—No —adentro, Adam hablaba en voz baja—, no lo creo. En seguida, supo que estaba hablando por teléfono.

—Es imposible y lo sabes —siguió Adam—. Él no puede estar vivo. Todos lo vieron muerto, destrozado. No habría forma... No, por supuesto que sí, pero... Ya sabemos que la chica no está sola... ¿pero Zack? Volvemos siempre a lo mismo, ya te lo dije. Él está muerto.

Adam cortó repentinamente el teléfono y Zack, con la sangre hirviendo de ira, se alejó rápidamente de allí. Por supuesto que él tenía algo que ver y no lo dejaría acercarse a Zoey, ni aunque estuviera muerto.

Lo estaba y ni por eso iba a dejarla expuesta a sus planes.

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