Capítulo 17
Jack miraba la ecografía que le habían hecho hace una hora por petición de Ian y de Thomas, apenas tenía unas pocas semanas y sin contar que su embarazo solo duraba menos de nueve meses. Aun no sabía cuánto tiempo duraría, pero no quería hacerse falsas ilusiones con respecto a eso.
Thomas no lo quería en su vida, eso lo había dejado claro esa mañana cuando se fue a jugar a la casita feliz con su amada esposa, la cual era una hermosa delta. Sí que era una mierda ser un maldito omega.
Con un pequeño suspiro lleno de melancolía guardó los papeles de su pequeña nuez en un bulto con su ropa. Ese día Ian se había esmerado en que ambos estuviesen cómodos en esa habitación en los días que Ethan estaría en ese hospital.
— No puedo creer que estas en cinta — Ethan comentó, sacando al rubio de sus pensamientos — Aww seremos unos omegas gordos y bonitos dentro de poco.
— Tú serás más gordo que yo en poco tiempo — lo interrumpió — En menos de seis meses ya tendrás a tus hijos contigo en cambio yo — hizo una pequeña pausa — Aun no sé cuándo tenga a mi hijo conmigo.
— En eso tienes razón, Jack — suspiró — Tú al menos tendrás uno, pero yo tendré tres..., y seré un elefante durante cuatro meses y no quiero eso — sollozó.
— No llores, Ethan — Jack tomó su mano — Eso puede causar que todo salga mal y que se dañe la operación y todo se jode.
— Si, lo siento — respiró varias veces para tranquilizarse — No puedo creer que vaya a tener tres bebés en lugar de uno.
— ¿Cómo sabes eso? — Se sentó a su lado — Aun no te hacen una ecografía para saber lo de tus bebés.
— Tuve un sueño — murmuró — En el sueño habían tres bebés dos nenas y un nene — mordió su labio — Ellos estaban jugando en un a casa con un gran jardín.
— ¿Jardín? ¿Así como el de nuestra casa?
— No — negó, rápidamente — Ese era más grande y yo parecía el dueño de ese lugar..., según recuerdo habían varias personas que nos cuidaban y nos protegían de algo.
— Eso sí que es raro — dijo para sí mismo — ¿Y si ese sueño es una señal de algo que te pasara?
— No sé, Jack — movió sus dedos — No quiero hacerme ilusiones acerca de las cosas que pudiesen pasar en mi vida desde ahora — se pasó la lengua por los labios — Recuerda que soy un omega está teniendo sexo a escondidas de todos porque así lo impuso su dueño.
— Si no le importara a nadie, Ethan, no estarías conmigo y que dentro de poco ya estarás viendo la luz del día.
— No creo que le importe mucho al presidente...
— Yo no lo diría de esa forma... — tomó una vez más las manos de Ethan — Eres importante para él, tonto, no digas esas cosas que después te pueden causar algún daño ahora que estas así.
— Tienes razón — se tranquilizó.
— Debemos de pensar en buenos nombres para los bebés.
Ian se dio una ducha rápida y seguido de eso se colocó el traje que había mandado a hacer para esa ocasión. Era un traje negro hecho a la medida, la sonrisa en su rostro no se había ido desde que había llegado a la casa hace unas dos horas.
A lo lejos se podía escuchar la música aburrida que a su esposa tanto le gustaba escuchar cuando estaba a solas con ella misma y que ahora las personas tenían que morir por escuchar esa basura de música de fondo en una fiesta de cumpleaños.
El hoyuelo en su mejilla se hizo presente cuando recordó su cumpleaños y que por su puesto había pasado con Ethan en una hermosa habitación que tenía el olor de Ethan por todos lados como si fuese un ambientador de habitación.
Se pasó una de sus manos por el cabello y salió de su habitación cerrando la puerta detrás de él y viendo como las personas bebían vino, champaña u otras bebidas en lo que iba bajando.
— ¡Hola, amor! — Jessica colocó uno de sus brazos alrededor de Ian como si fuese lapa, algo que molestó un poco al mayor.
— Hola, amor — sonrió, con falsedad — Espero que te guste mi regalo de cumpleaños, me esmere mucho en él.
— ¿De veras me has comprado algo? — Abrió la boca en una perfecta O — Eres un ángel.
— Lo sé, amor — tomó una copa de champaña que uno de los camareros le estaba brincando — No todos los días se cumple cuarenta — se burló en voz baja.
— No tenía que decir eso, Ian — gruñó ella, tomando el brazo de Ian un poco más fuerte.
— Al menos yo no niego que tengo treinta y ocho y que tú eres una asalta cuna — besó su mejilla — Disfruta de tu fiesta, perra — susurró, cerca de su oído — Tengo dos regalos que nunca en tu puta vida podrás olvidar por más cosas que hagas.
— No puedes hacerme nada, Ian — siguió los pasos de Ian hacia la pista de baile donde las personas se hicieron a un lado para dejarlos a ellos solos en la pista.
Ian puso su copa en una mesita alta y tomó a Jessica de la cintura con algo de asco, si es que era posible en ese instante. Debía de esperar a que Thomas llegara porque había visto a Thomas solo en la fiesta y a su esposa aun no lo veía por lo que supuso que estaba en el baño o que no había llegado a un.
— Mis regalos son los que llamaran la atención esta noche, amor — le mostró su mejor sonrisa falsa — Pero todo a su tiempo.
— No intentes nada, Ian — lo miró directamente a los ojos — No puedes hacerme nada delante de tanta gente y menos el día de mi cumpleaños.
— ¿Sabes los años que han pasado sin tocarte? — Escondió la mueca de asco que estaba a punto de salir — Así que disfruta de tu fiesta, Thomas acaba de llegar con tu primer regalo.
Ella lo miró sin entender a qué se refería con eso hasta que vio a Thomas entrando con una chica que se notaba que era mucho menor que ella. Ella tenía un vestido color negro con un pequeño escote.
Ian en verdad que estaba tratando de no soltar una carcajada al ver el rostro de Jessica cuando todas las personas dirigieron hacia ellos mirándolos, y no fue solamente porque hubiesen llegado sino por el hermoso anillo de diamantes que adornaba su dedo.
— Feliz cumpleaños, amor — besó su mejilla — Ese es tu primer regalo, espero que disfrutes de este porque falta uno que en verdad te dejara con la boca abierta.
— Es mi cumpleaños, Ian — pateó el piso — Todos deben de estar pendientes a mí y no a ellos — señaló a Thomas a y Valeria, donde estaban precitamente toda la prensa sobre ellos al igual que los invitados.
— No eres la última coca cola del desierto — la diversión nunca abandonó su voz — Ellos solo te están dando un poco de tu propia medicina.
— Eres un hijo de perra, Ian...
— Con mis padres no te metas, perra — la tomó fuertemente del brazo — Puedo hacer que todos se enteren que has salido de una casa de prostitución y no me importara que sepan que me casé con una prostituta — caminó con ella hacia un lugar más privado, o sea, su oficina — Así tendrás toda la atención que quieras.
— No puedes decirle eso a nadie — se zafó de su agarre cuando estuvieron en la oficina — Tu imagen se arruinaría con solo decir que tu esposa salió de una casa de prostitución que los grandes hermanos Edward y Ian Jones eran los propietarios.
— Nadie sabe de la existencia de mi hermano y estoy seguro de que él no quiere ser conocido aun y si haces algo estúpido él te mata en un abrir y cerrar de ojos.
— ¿Qué diablos ganas dañando mi fiesta de cumpleaños? — Se cruzó de brazos — No me hagas esto, Ian.
— Solo me divierto, amor — se sentó en su silla — No todo gira a tu alrededor y yo puedo hacer lo que se me dé la gana.
— Solo porque rompiste la constitución eso no quiere decir que todos te van a seguir...
— No sería la primera vez que mate a alguien con mis propias manos — se colocó una mano en el pecho — No me tientes a matarte con mis propias manos.
— No lo harías donde haya más personas — se sentó frente a él — Eso haría que todo un país te odiara aún más de lo que ya lo hacen.
— Sé muy bien cómo puedo hacer para ganármelos a todos otra vez en un abrir y cerrar de ojos si me lo permito — dijo, indiferente — Así que por lo visto tú no tienes mucho por lo cual vivir aun y yo tengo toda la eternidad...
— ¿Eternidad? — Eso sí que le había llamado la atención en muchas formas — ¿Marcaste a alguien?
— En ningún momento dije que marque a alguien... — tensó la mandíbula.
— ¿Es ese omega ciego, cierto? — un brillo malicioso se instaló en sus ojos — Esto sí que es bueno...
— No te atrevas a decir una sola palabra, Jessica — la tomó con rapidez del cuello — No marqué a nadie, una cosa muy distinta es que pienses que todo lo que pasa por esa estúpida cabeza.
— ¿Entonces porque te pones de esa forma al hablar de él? — se movió un poco en la silla — Ese omega es muy importante para ti porque si no lo fuese no estarías comportándote de esta forma.
— No digas estupideces — lo soltó de forma brusca — Mejor regresemos a tu fiesta de cumpleaños o no respondo de lo que haga en este momento.
Dicho eso salió de ese lugar con Jessica detrás de él. No quería cometer una locura con esa mujer y que todo lo que ha hecho no sirviese como antes.
— Pensé que te la estabas cogiendo — se burló Thomas, en cuanto Ian llegó a su lado.
— Nunca llegaría a tanto con esa víbora — le dio una pequeña sonrisa a Valeria — Te ves bien, Valeria. Gracias por ser parte de esta locura el día de hoy.
— No es nada — murmuró, de forma tímida — Solo quiero que esto acabe rápido.
— Ya casi es hora y por lo visto todos están esperando a que Jessica de su discurso mal ensayado que Camila le dio — puso los ojos en blanco — Thomas se ha estado comportando raro desde que Jack le dijo lo del embarazo esta mañana.
— Opino igual — Thomas saludó algunas personas — Esta gente me da alergia con sus risas.
— Por Dios, mejor vamos al frente — caminó hacia donde estaba Jessica — Intenta hacer que Thomas cambie de opinión con respecto a Jack por favor.
Thomas fue hacia donde estaba Thomas sin soltar la mano de velería. Thomas rodó los ojos cuando Thomas se puso a su lado junto con la omega que parecía una lapa al pasar tanto tiempo con el morocho.
— No estoy de humor, Thomas — bebió de su vaso de whiskey — No quiero hablar de Jack y sobre que está en cinta.
— No vengo hablar de él Thomas..., pero ya que lo mencionas — fingió pensarlo — Jack está muy bien..., hace unas horas se hizo una ecografía y el bebé está bien..., y según me dijo el doctor puede que todo se adelante — el rostro de Thomas se volvió neutro — Y todo es gracias a la marca que tiene en su hermoso cuello por su alma gemela.
— Jack no es mi maldita alma gemela, Thomas — gruñó, por lo bajo — No quieras decir cosas de las cuales te puedas arrepentir después.
— No lo hare, Thomas. Pero debes de pensar las cosas bien y con la cabeza fría.
— Lo repito, Thomas. Jack no es mi alma gemela y de eso me encargo esta noche cuando marque a Camila como mi alma gemela...
— Eso mataría a Jack y al bebé si la marca — jadeó Valeria, llevándose una mano a la boca — No puede hacerle eso a Jack..., por favor.
— No te metas, niña.
— Tengo que hacerlo, Jack es mi mejor amigo al igual que Ethan. Si marca a otro omega eso desaparearía la marca y afectaría su cuerpo..., el bebé puede morir.
— Por esa razón — le dio una sonrisa sin mostrar los dientes — No me importa.
Jessica interrumpió la conversación que tenía todo el mundo causando que la sonrisa de Ian se hiciera cada vez más grande. Ya casi era hora de darle el último regalo a su esposa por todo lo alto..., y sí que estaba en lo alto el regalo que Ian le iba a dar dentro de poco.
Levantó la copa hacia Thomas y Thomas dándole una alegre señal de que ya casi era hora. Jessica comenzó hablar con el mismo discurso de todos los años de que estaba realmente feliz de estar casado con Ian durante tantos años y que cada vez estaba más cerca de ser la esposa con una marca en su cuello.
Thomas dio una mirada hacia el techo donde se podía ver un líquido rojo, dirigió su mirada hacia donde estaba Ian y solo bastó que este le guiñara el ojo para decirle a uno de sus trabajadores para que apagara la luz.
Todos gritaron de la impresión y la luz volvió en el mismo instante en el que un cuerpo sin vida el cual era del chofer de Ian cayó del techo por arte de magia. Jessica dio varios pasos hacia atrás al ver el cuerpo desnudo de ese hombre frente a sus ojos.
Debía de ser una broma de mal gusto lo que Ian le había hecho este día. Había matado a la única persona que por el momento le había dicho cada uno de los movimientos que Ian hacia cuando se iba con ese omega.
— Feliz cumpleaños, mi amor — movió los labios.
— No pudiste hacerme esto — señaló el cuerpo— Es mi cumpleaños, Ian. Todos deben de estar pendientes a mí y solo a mí.
— Yo no hice nada, Jessica — se hizo el ofendido — Ya mis hombres están trabajando en saber que pasó aquí — dirigió su atención hacia los presentes — Creo que ya es hora de que todos se vayan a sus casas y que disculpen esto que acaba de ocurrir en la fiesta de cumpleaños de mi esposa.
Los invitados comenzaron a salir de la casa presidencial más rápido que como habían entrado.
— Feliz cumpleaños..., y dile a mi hermano que siempre estará millones de pasos delante de él, amor.
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