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El día transcurrió normal, como si el suceso de la mañana no hubiera ocurrido, o por lo menos eso aparenté, me sentí muy culpable porque Alex tenga que seguir sufriendo, odio verlo así, siento mi alma destrozarse, ni quiero imaginar lo mal que se siente él. Apenas el timbre de la escuela anunció la finalización de las clases, me apresuré en salir, sin embargo, Lily me retuvo.

—Oye, guapo pelirrojo—me llamó ella. Mis otros amigos y mis compañeros de clase abandonaban el aula dejándonos a Lily y a mi solos.

—¿Sucede algo?—insinué colgando mi mochila en mi hombro—. Tengo algo de prisa—agregué algo desesperado, no quiero dejar a Alex esperando.

—No, no pasa nada, solo que... ignora el incidente de la mañana, y quería decirte que te tengo mucho cariño, eres muy especial y muy importante para mí—dijo ella, sonaba muy dulce y seductora, los tonos de voz que emplea Lily describen perfectamente sus sentimientos, o tal vez es que yo soy muy perspicaz. Es difícil que yo me enoje con alguien, por eso decidí actuar natural ahora mismo. Me reí un poco ante su confesión—. ¿Que?, lo digo en serio, no te burles.

—No me burlo—aclaré entre sonrisas. Siempre me parecen hilarantes las palabras que me dice Lily, tal vez sea por sus expresiones, o quizás sea por su tono coqueto. Inconcientemente termino sonriendo y riendo—. Solo tengo un ataque de risa—me excusé mordiendo mi labio inferior para tratar de contener mi risa.

—Bueno, solo eso quería decirte. Y que te deseo lo mejor en el futuro—sonrió amablemente, le devolví el gesto—. Nos vemos mañana—dijo mientras yo caminaba a la puerta del aula, me detuve en el umbral de la misma, me dí vuelta hacia ella y me despedí con la mano.

Caminé por los pasillos a paso acelerado, la escuela ya estaba un tanto vacía como era de esperarse, busqué con la mirada aquella melena azabache, fue entonces cuando me topé con una camisa celeste, me resulta muy conocida esta camisa...

Un minuto...

Seguí el rastro de ropa tirada en el piso recogiendola hasta llegar a ver una escena que me estrujo el corazón de una manera increíblemente dolorosa.

Alex estaba sentado en el suelo tratando de ordenar todas sus cosas en su bolso con desgana. ¿Por qué le hacen esto?, no pudieron dejarlo tranquilo y seguir su rumbo.

Rápidamente me acerqué a él con todas las prendas suyas que había recogido, él me miró con sus ojos miel cristalinos por lágrimas. Su cara angelical estaba sangrando nuevamente.

—Mi niño—murmuré cuando él me sonrió, no me importó que las palabras que usé puedan delatarme un poco, mi prioridad es el bienestar de este lindo azabache—, ¿que pasó?, ¿dónde te golpearon?, ¿puedes levantarte?.

Ví como parte de su pantalón y algunas áreas de su camisa estaban teñidas de sangre. Alexander se quejaba de dolor, pero lo disimulaba muy bien. Recogí todas sus cosas en su bolso, colgué su mochila en mi otro hombro y lo cargué estilo nupcial. Yo suelo ejercitarme, no soy muy fuerte que digamos, pero sí lo suficiente como para cargar las mochilas y de paso a él.

Lo difícil era soportar su forcejeo, pues él no quería que lo cargara y supongo le molestaba la cercanía, pero le hice caso omiso a su oposición y acto seguido empecé a correr a mi casa teniendo cuidado de que nada ni nadie se cayera. Quiero llegar pronto, tal vez mi mamá esté y le pueda sanar las heridas, fuí un idiota al no prestarle atención al profesor de educación física cuando enseñó sobre los primeros auxilios.

—Bájame—murmuró con la voz quebrado haciendo que la opresión en mi pecho creciera.

—Tranquilo, solo no quiero que tus heridas empeoren—le susurré al oído. Pasado unos segundos se aferró a mi pecho con fuerza.

Comprendí algo cuando sentí humedecerse levemente mi camisa: Alexander probablemente no lloró cuando le hicieron daño ni nada, apuesto lo que sea a que él se puso así cuando el me vió.

Alexander no suele derramar lágrimas cuando lo lastiman, se le desata el llanto cuando ve a alguien preocuparse por él. Es como si yo lo conociera de toda la vida, también porque la mayoría de las personas son un libro abierto ante mis ojos. Metería las manos al fuego por Alex.

Por suerte, llegamos rápidamente a mi casa e instantáneamente comencé a llamar a mi madre, la cual apareció para recibirnos con una expresión de preocupación pintada en su rostro. Ella fue rápido por el botiquín de primeros auxilios para empezar a curar las heridas del azabache.

Cuando por fin detallé aquella carita angelical lastimada, pude ver que uno de sus ojos estaba hinchado, tenía ojeras, tenía un par de moretones y cortadas en las mejillas, en la frente tenía rasguños y eso, su labio superior estaba roto y su nariz sangraba levemente.

Acaricié suavemente su mejilla ganándome un quejido de dolor de su parte. Quise llorar por él y que así no cargara con tanto él solo.

Mi madre se encargó de limpiar las heridas y tratarlas. Mientras ella se ocupaba de eso, decidí subir a mi habitación con ambas mochilas, tomé toda su ropa y la guardé con la mía excepto por la ropa interior que la guardé en un cajón distinto al mío. Agarré sus cuadernos y los acomodé, primero les arranqué la portada a cada cuaderno con mis propias manos para después anexarles dibujos míos que tenía por ahí, dejando así algunos dibujos o pinturas realizados por mí como portada para sus cuadernos. A su diario lo dejé tal y como estaba, pues no recibió tanto impacto como los otros.

Mientras revisaba las hojas verificando que no estuvieran dobladas o rotas, terminé leyendo una página.

‘‘Aquellos días en los que mantenía una rutina monótona y tortuosa seguía preguntándome: ¿de verdad hay una luz al final del túnel?, quiero creer que sí y que sucederá algo que cambie mi vida, pero ya han pasado tantos años que la llama de la esperanza se extinguió convirtiéndose en ceniza de dolor.

Anhelo profundamente que nadie nunca sufra algo como lo que me sucede, lastimosamente sé que no es así y que hay millones personas viviendo vidas incluso peor que esta. No conozco ni sé cómo es una vida ordinaria, una en dónde los padres sean amorosos y comprensivos, ¿es cierto que los padres deben dar amor?, ¿en serio alguien podrá notarme?. No sé nada, mi mundo solo gira en torno al dolor y al martirio.

Todos los días suceden cosas buenas y cosas malas. Mientras alguien nace, otro muere. Se repite el proceso que ha transcurrido a lo largo de todos estos miles de años. ¿Hay algo diferente?, ¿algún día cambiará ese patrón de desgracia que forma mi vida?. Estar mucho tiempo estando solo es malo, te hace analizar mucho las cosas

No sé nunca si algo será distinto, le tengo miedo al cambio, no lo negaré.

Las nubes grises no me dejan ver la belleza del cielo o la calidez del sol. Cuando salgo de casa y siento el brillo de la luz solar, pienso en la libertad que deseo y jamás he obtenido’’.

Mi corazón se terminó de estrujar y empecé a llorar. Ya no sé qué hacer por él, quiero hacerlo todo, pero no sé cómo. Lo quiero demasiado y no quiero que siga sufriendo.

Tocaron la puerta de mi habitación y al darme vuelta, me encontré con aquella mirada dulce como la miel. Su cara estaba llena de curitas y vendas, pero la belleza en su rostro y la suavidad de su piel no se habían esfumado.

—Perdóname, leí un poco—dije secando mis lágrimas con el dorso de mi mano. No quería que me viera llorar y se sintiera responsable de ello.

Le extendí el libro, pero él no lo tomó y de hecho negó con la cabeza—... Conservalo tú—habló el azabache. Últimamente ha podido comunicarse oralmente mucho mejor que cuando lo conocí.

Decir que hace un par de días lo conocí no sonaría creíble.

—No, es tuyo—me rehusé a quedarme con algo de tanto valor sentimental de alguien tan importante para mí como lo es Alexander. Él sonrió.

—Léelo si quieres—dijo aproximándose a mí y tomando mis manos.

—No—volví a negar. No creo que yo tenga la suficiente dicha como para leerlo—. No te esfuerces por permitirme que yo lo lea. Puedo esperar.

Volvió a sonreír, tomó el cuaderno, buscó una página en específico, y al encontrarla me la mostró.

‘‘Quisiera tener la suficiente confianza en alguien como para mostrarle este cuaderno donde escribo mis cosas. No hay nadie que sea tan cercano a mi como para poder mostrarle esto sin dudar. Algún día encontraré esa persona.

¿Cómo reconoceré a esa persona?, lo sabré cuando la vea. Sentiré una calidez al verlo, sonreiré de solo mirarlo, no me aburrirá, tratará de no hacerme llorar y me cuidará siempre. Tendrá el privilegio de leer estas palabras y de oír mi voz. Estoy 100% seguro de que esa persona rechazará el cuaderno al principio. Soy algo así entre un adivino y un profeta.

Así que, persona de mi confianza que lee esto. Cuida de mí. Estoy roto. De verdad que no me molesta que leas lo que hay en este cuaderno’’.

Leer aquello me hizo sentir extraño, me alegró y me deprimió al mismo tiempo, este chico me enamora cada vez más. Lo amo en serio.

Alex dejó el cuaderno en mi escritorio, tomó su mochila, se despidió de mí y se fué a su casa, pues no había pedido permiso para quedarse más tiempo así que era lo mejor, puesto que si tardaba más o iba a pedir permiso para venir, lo golpearían los padres.

Mi madre estaba en la sala leyendo un libro. Por mi, me quedé sentado en la cama de mi habitación con la mente en blanco. Todos esto sucede muy rápido que no pienso bien mis acciones y termino haciendo algunos actos imprudentes, aunque hasta ahora no me arrepiento de ninguna decisión que he tomado.

Bastó solo una mirada dulce como la miel, pude ver aquellas alas cortadas y heridas en su espalda. Él deseaba emprender vuelo, pero había sido un pobre ave enjaulada a la que todos ignoraban. Como si cada día le crecieran las alas y se las cortaran, por algo lograron matar su esperanza.

Quiero saber qué opina de mi.

Me levanté rápido de mi cama y tomé su diario contemplando la portada. Necesito averiguarlo. Solo será un pequeño vistazo, espero no se enoje, en serio quiero saber su opinión sobre mí. Abrí el cuaderno para quedar en la mitad, justo el lugar por donde se ubicaban sus escritos más recientes.

‘‘Aquel pelirrojo, hablo de mi vecino, es bastante peculiar en su actitud, me parece que entrega la confianza a cualquier persona de forma sencilla y honesta. Lo envidio de cierta forma, no le cuesta confíar en las personas.

Sus dibujos son hermosos, tiene un talento único para dibujar que me impresiona bastante, nunca había conocido a alguien tan talentoso como él.

Su cabello rojo denota una calidez bastante dulce, él es la alegría de un hogar, peculiar color para tal peculiar persona. Sus pecas son tan tiernas que te hacen sonreír con solo mirarlas. Aquella mirada... es justo como si pudiera ver el cielo que las nubes grises habían cubierto. Su piel hace un contraste perfecto con su personalidad. Su cuerpo tan fuerte y tan hábil en comparación al mío me hace admirarlo bastante. Es una persona perfecta a mis ojos. Me notó y me ayudó, pero hay algo más que me atrae de él, no lo sé, me llama la atención, no solo porque me haya ayudado. Quisiera estar por siempre con él, aunque no sea posible, solo quiero permanecer su lado’’.

No quise leer más, mi corazón iba a estallar de emoción y felicidad. El cuaderno tiene varias hojas resaltadas, las quise mirar, pero pienso que por ahora es mejor no invadir su privacidad ni divagar tan fácilmente por su alma.

Miré por la ventana hacia la habitación del azabache, quien dormía plácidamente en la comodidad de su cama. Supongo que para él las cosas en su hogar estuvieron más calmadas hoy por lo que ahora está durmiendo. No entiendo quien le hace bullying en la escuela, todos los chicos ahí son indiferentes con los compañeros y, por lo tanto, es raro ver a dos personas cercanas ya que nadie es sociable. Fuí el único que se hizo "popular" y tengo algunos amigo.

Ese preciado cuaderno lo dejé en mi escritorio junto al resto de mis dibujos y libros. Se me vino una idea a la cabeza para un dibujo, así que rápidamente tomé mi lápiz de color naranja y una hoja. Me senté en la silla hacia mi escritorio y me dediqué a dibujar directamente con el color, dibujé y coloree a pulso, tampoco es que sea muy complicado de hacerlo. En mi mente se veía sencillo, pero no quedé conforme al resultado de mis trazos, decidí rehacerlo y rehacerlo hasta que por fin lo había logrado. Lo hice. Lo dibujé. Lo expresé.

Un fénix.

Este dibujo va dedicado especialmente al chico de hermosa mirada miel y cara angelical. Haré que renazca de sus cenizas, que pueda superar aquel pasado que lo encadena, que viva feliz sin algún gramo de dolor y sufrimiento. Será mi trabajo mantener viva su sonrisa.

Porque él es un fénix que estoy seguro que volverá a volar.

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