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Los nervios me atacaron, tuve unas leves náuseas mientras Alex y yo caminábamos al consultorio de la psicóloga. Ahora le corresponde a mi amado hacerme sentir mejor. Su mirada no se apartaba de mí. Mis manos temblaban de inquietud y me sentí atrapado al ver tantos pasillos blancos, parecía que dábamos vueltas en círculos, me inquieté mucho. Me siento muy mal, voy a llorar.

—O-Oye...—sollocé mientras una lágrima se deslizó por mi mejilla que no tardé en secar. No sé porqué me puse nervioso, hace rato dije palabras de aliento con total seguridad, ahora me siento aterrado. Suelo ser valiente, pero en ciertas ocasiones soy fácil de quebrar. El menor se preocupó apenas vió mi expresión.

—Tranquilo—musitó Alex acariciando mi mejilla, me gusta sentir sus suaves y algo pequeñas manos en mi cara—. No llores, mi pelirrojo, tú mismo me calmaste hace rato. Vamos, no hay nada que temer, solo charlaremos con ella... mi príncipe...—tomó mis mejillas con sus manos y movió sus dedos logrando tranquilizarme—te amo, recuérdalo siempre que te suceda algo, recuerda que estaré para ti siempre. Eres tú el que siempre me relaja, ahora me toca hacerte sentir mejor. Cualquier cosa que suceda la podremos superar juntos. Es algo infantil decir que estaremos juntos para siempre. Pero... hasta el tiempo que sea posible... prometo cuidarte. No necesariamente debes ser tú quien siempre cuide de mí. Iker... no soltaré tu mano

Sin más que decir, él se acercó a mí y rozó tímidamente sus labios con los míos. Derramé otras lágrimas debido a lo conmovido que estuve, él besó delicadamente cada lágrima mía, borrando así todos mis miedos convirtiéndolos en confianza y fortaleza.

—Entremos—dije. Golpeé la puerta tres veces y segundos después oí una voz femenina diciendo "Pase" desde adentro del consultorio. Abrí la puerta e ingresamos. Adentro había una sala algo particular a las que he visto. No era todo blanco como lo imaginé. Las paredes eran de color rojo sangre, el techo era azul claro. Había un escritorio blanco en un lado de la habitación, al otro estaba una cama de esas típicas de los psicólogos. Junto al escritorio había una mujer como de la edad de mi mamá sentada en una silla negra con ruedas. También había una ventana abierta en la pared que daba hacia afuera del edificio.

—Bienvenidos, supongo que tú eres Iker Martínez y él es Alexander Castillo—dijo apenas nos vió señalandonos con su bolígrafo—. Iker, eres igualito a tu mamá. El cabello rojo te delató totalmente. Tomen asiento.

Me dirigí hacia la cama individual blanca que estaba ligeramente inclinada mientras Alex me seguía muy de cerca. Me senté tranquilamente en el cómodo colchón y el menor se colocó a mi lado.

La señorita frente a nosotros era de cabellos castaños oscuro cortos, usaba unos lentes negros, su piel es de un tono más oscuro que la de Alexander, usaba una bata de laboratorio, debajo de esta traía una camisa negra con unas palabras de color blanco que no pude leer, usaba unos pantalones algo holgados de color beige. Sus ojos eran cafés. Es una mujer hermosa, parece muy dulce y amable.

—Bueno, normalmente atiendo a todos mis pacientes uno por uno, pero hoy habrá una gran excepción con ustedes. Isabel me habló mucho de la personalidad de ambos así que decidí hacerles sus sesiones juntos. Tengo entendido que es su primera vez frente a un psicólogo—mencionó la mayor leyendo unos papeles que tenía en su escritorio—. Bueno, primero que nada, me llamo Sandra Reyes, no usen formalidades conmigo, no me gustan cosas como que me llamen por el apellido o que me digan "señora", díganme Sandra o como les apetezca. Conocí a Isabel en la universidad, yo fuí quien la apoyó cuando ella estaba embarazada y cuando el padre de Iker padre no quería hacerse cargo de tu mamá. También te estuve cuidando mucho cuando eras recién nacido, Iker, eras un bebé muy inquieto.

Alex me miró confundido e intrigado, yo jamás le hablé a él de mi padre, jamás le conté de mi pasado, solo le hablé de mi presente.

—Sí, mi mamá me habló de ti—respondí jugando con mis dedos. Mis nervios habían vuelto.

—Ya veo... bueno, iniciemos contigo, Iker. Dime, ¿que cosas recuerdas de tu padre?—dijo ella tomando la taza de café de su escritorio y bebiendo un sorbo del líquido que contenía.

Bajé la mirada, odio recordar ciertas cosas del pasado, me resulta doloroso recordar todo lo que sucedió a lo largo de mi infancia. Empecé a jugar con mis dedos hasta que Alex colocó sus manos sobre las mías dándome confianza para relatar todos mis recuerdos de cuando era niño

—Recuerdo...—hablé—que a mi papá solo le interesaba un dinero que le darían por tenerme, quería simplemente que yo heredara su empresa y un dinero solo para él quitarmelo. Y me gritaba cuando yo me iba a jugar, se ponía muy exigente conmigo, me prohibió divertirme y esas cosas. Había veces que me dejaba sin comer y me hacía... ciertas maldades. Él sabía que si me hacía algo, mi madre sufriría, él gustoso me lastimaba a propósito. Recuerdo... que él llevaba varias mujeres a la casa y ellas me quemaron con sus cigarrillos un par de veces. También tengo... imágenes borrosas de como fue el juicio dónde mis padres se pelearon por mi custodia. Creo que fue... algo bueno que yo creciera sin un padre. Mi madre me enseñó sobre el respeto, la tolerancia y el amor. Y... recuerdo muchas otras cosas... pero prefiero no decirlas.

—Cuando tu padre, llevaba mujeres al lugar donde vivían, ¿qué pensabas de ello?, ¿qué era lo primero que venía a tu mente?—inquirió ella haciendo gestos con sus manos de acuerdo a sus palabras. Unos escalofríos recorrieron mi cuerpo entero al recordar varias cosas, Alex me abrazó por la cintura para animarme.

—Solo pensaba en mi madre. Desde que nací y ví sus hermosos ojos, solo he pensado en su bienestar y en su alegría. Es la única persona que ha estado apoyándome desde el día uno. Ella y Alex son lo único que necesito en mi vida—afirmé sonriendo. Por alguna razón, recordar el tema y hablarlo no me dolió tanto como creí que lo haría.

—Es bueno eso—dijo la psicóloga—. Que aprecies a tu madre y que sepas que no es necesario tener a un padre a tu lado, en especial si dicho sujeto solo te lastimaba sin compasión, es bueno que comprendas que tú mamá es lo único que necesitas en tu vida. Bueno, ¿cómo se conocieron Alex y tú?

Miré a Alex antes de responder, él me sonrió y apretó mi mano, quiere responder la pregunta.

—Tengo un diario—confesó Alex sin apartar su vista de mí, otra vez está hablando con alguien además de mí, era emocionante verlo hablar—. Una vez, por obra del destino y de la flojera de cierto pelirrojo que llegó tarde a la escuela, nuestros caminos se cruzaron. Yo había perdido mi diario y él lo había encontrado, quedó intrigado por conocerme y de a poco... comprendió mi situación

Alex cerró los ojos unos segundos, una lágrima se deslizó por su suave mejilla, poco a poco su piel dejaba de ser tan pálida, al igual que dejó de ser tan escuálido, personalmente me encargué de que comiera sano y durmiera a la hora que corresponde, su aspecto ha mejorado.

—Yo me había rendido en la vida—siguió Alex—, dejé de luchar por sobrevivir y permití que hicieran de todo conmigo, no valía la pena cuidarme, él empezó a esforzarse por hacerme feliz y de a poco... recuperé todas mis energías, todas mis ganas de seguir adelante, toda mi felicidad. Estaré eternamente agradecido con Iker por enseñarme a vivir.

Ya no era una lágrima deslizándose por la mejilla del menor, eran varias que iban en aumento. Alex había recostado su frente de la mía mientras cerraba sus ojos. Unir de esa forma nuestras frentes era una especie de calmante para cuando uno de los dos lloraba. Miré a la psicóloga quien anotaba unas cosas en su libreta.

—¿Puedo leer el diario?, digo si no les importa, sucede que dicho objeto podría ayudarme a comprender mejor las cosas—la voz de la psicóloga nos resultaba muy amena a tal punto de calmar al de ojos miel y sequé con mi pulgar la humedad de su cara.

—El diario de Alex... es algo muy importante para nosotros—admití. Sandra estaba atenta a las acciones del menor, el cual había recostado su cabeza de mi pecho para relajarse—. Ese diario es algo vital para nuestra relación y para nosotros, incluir a alguien más sería desubicado y le quitaría lo especial a ese pequeño cuaderno.

—Mmmm... entiendo, descuida, solo era una idea—comentó ella con una honesta sonrisa—. Alex, ¿cómo era tu día a día cuando vivías con tus padres?.

—Doloroso—respondió el azabache, sus lágrimas habían cesado un poco, pero aún tenía húmeda su cara—. Prefiero no tocar el tema de mi infancia, odio... recordar aquellos momentos, es bastante complicado... podré decirlo algún día... tendré que decirlo... pero ahora... prefiero olvidar el tema, los sentimientos me siguen desgarrando por dentro y me consumen de mala forma. Siento... que soy incapaz de ser feliz y que la felicidad de igual forma es momentánea, yo no sabía como era vivir rodeado de felicidad y abundancia.

—Te enseñaré a como ser feliz si es necesario—aseguré manteniendo mi contacto visual con él.

—Es increíble—habló Sandra—. Ver un romance tan dulce y sincero en unos adolescentes es increíble. Hay gente que piensa que cuando dos adolescentes están juntos solo es por las hormonas y dicen que solo es un romance efímero. Pero yo no. Al contrario. Opino que el amor verdadero, así como a veces llega muy tarde en un punto crítico de tu vida, puede tocar a tu puerta muy temprano, amor es amor—dijo ella

Mi mamá me había dicho que Sandra era una persona de mente abierta y que siempre la había apoyado con sus cosas. Por un segundo llegué a pensar que mi mamá y Sandra se gustaban y llevaban un pequeño romance, pero no era así, mi madre me aclaró que Sandra es casada y tiene un niño de 6 años.

Además, mi madre está perdidamente enamorada de alguien más. Admito que anhelaba tener a Sandra como madrastra y también me hubiera gustado tener un hermanito menor para jugar, pero bueno, así resultaron las cosas y no obligaré a mi madre a estar con alguien que no ama.

—Señorita Sandra, gracias por su comprensión—dije—. Soportar a mi madre debió haber sido difícil.

—Que va, tu madre es un amor, es mi mejor amiga por siempre—admitió jugando con un mechón de su cabello. Escribió algo más en su libreta y bebió otro sorbo de café.

—Tengo la mejor suegra—musitó el azabache con sus mejillas rojas provocando que las mías se tornaran de dicho color.

¡Acaba de llamar "suegra" a mi madre!, significa que se está tomando las cosas en serio, me alegra que sea así aunque igual no debo marcarle presión todavía. Prefiero que se tome su tiempo para procesar todo y conocerme mejor, aún considero que la relación sería muy prematura.

—Bueno, chicos, terminemos la sesión aquí, pensaré en dinámicas para las próximas sesiones y tendremos muchas charlas—articuló Sandra colocándose de pie y cerrando su libreta—. La pequeña charla de hoy fue un buen progreso, ya tengo una idea de cómo son, de sus personalidades y de sus traumas. Los ayudaré y apoyaré así que cuenten conmigo para lo que sea.

Me puse de pie y Alex imitó mi acción, ambos nos acercamos a la psicóloga y estrechamos ordenadamente su mano.

—¡Hasta luego, señorita Sandra!—exclamé abriendo la puerta de la habitación. Alex se despidió con la mano mientras salía.

—¡Adiós, pequeños!—respondió ella mientras yo también salía y posteriormente cerraba la puerta.

Alex suspiró y recostó su cabeza en mi hombro—Fue duro hablar y eso...—balbuceó el menor rodeando mi cintura con sus brazos

—Lo hiciste bien, Alex, fuiste valiente al hacer eso. Lo hiciste muy bien, mi niño.

Poco a poco, la luz ha logrado eliminar parte de la oscuridad. Aún falta un largo camino por superar, pero hemos progresado, asimismo no le tengo miedo al futuro.

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