Querido diario:

Crecí en un entorno donde todo debía ser perfecto y estar fríamente calculado: nada podía salir de los paradigmas que eran esperados o impuestos por mi madre.

En mi primer día de clases, me recordó quien era yo en mi vieja escuela, lo que ella esperaba de mí.

Porque de alguna forma mi mamá estaba obsesionada con el personaje que yo había creado en la escuela y el cual muchos amaban.

Como así también lo odiaban.

No le conté la verdad de lo que pasó en mi primer día, aún cuando no fue del todo malo. Solo le dije lo que ella quería escuchar: seguía siendo yo.

O lo que ella creía que era yo.

En mi caso, no tengo idea de quién soy.

Por otro lado, mi primera semana de clases en este nuevo instituto fue tan abrumadora como el primer día. Josephine es hiperactiva, es como estar con niño de seis que tiene energía como para diez personas.

Me agradó. Durante las 5 horas que pasamos el primer día.

Estar constantemente con ella es desgastante, no para de hablar ni un segundo, es metida, quiere caerle bien a todo el mundo, incluidas las profesoras, presume de sus notas (no muy buenas, aceptables), pero, sobre todo, es falsa. En el momento que alguien se daba la vuelta tras decirle un cumplido, inmediatamente estaba hablando mal de esa persona.

Hay algo bueno en ella, lo único quizás, y es que lo sabe todo de todos. Si le preguntas por una persona x te va a decir su bibliografía completa, sin omitir ni un detalle.

Me di cuenta, también, que no tiene realmente amigos, sino personas que se conforman y, sobre todo, soportan su presencia.

Es parecida a mi mamá.

No me agrada, pero si debo hacerlo, voy a jugar su misma carta.