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Chapter 7

Domingo 30, 1939

La semana había pasado como agua de río en su cause y aún se podía palpar la tensión en los aires del majestuoso palacio. Madre, por su parte se veía sumamente irritada, pues lo sucedido no le había causado ni una pizca de gracia, no obstante, ella se esforzaba en obviar su atención con relación a ese tema y enfocar su mente para discutir con los duques de Valentinois la planificación de la boda Real. Sí, tal y como había escuchado, el tan ansiado acontecimiento se iba a llevar a cabo el día de ¿mañana?

« ¡Esto debía ser una broma!»

No quise esperar más y disgustada, me dirijí en dirección a su despacho para pedirle explicaciones sobre el tan inesperado cambio de fecha. Me sentía indignada respecto a la falta de comunicación que había entre Leonor y yo, puesto que ella ni siquiera se molestó en avisarme sobre la postergación de dicho evento.

Irrumpí violentamente lo que ella se encontraba haciendo con tanto esmero, e inmediatamente, sartas de sandeces salieron de mi boca. Momentos después de haber enunciado dichas majaderías, su mano entró en contacto con mi piel dejándome una hinchazón insoportable y un escandaloso color carmesí en mi rostro.

Lo que yo decida a tí no te incumbe, sabías perfectamente que esta boda se iba a efectuar tarde o temprano, pero veo que has estado tan ocupada con tu amiguito el soldado que has olvidado tus obligaciones como futura monarca.

─ ¿De qué estas hablando madre? Yo ni siquiera...─ Mis ojos se abrieron sorpresivamente ante el argumento que madre había utilizado para atacarme.

─ ¿Crees que no me he dado cuenta de tus encuentros con Sebastien? Por favor, Elena, todos en este palacio te han visto con él, y no precisamente en los pasillos, sino también en tu habitación haciendo Dios quien sabe que. ─ Dijo ferozmente.

─Madre, déjame aclarar tan semejante calumnia acerca de mi relación con Sebastien. ─ Pronuncié tratando de que mis enunciados se escucharan lo más natural posible para que ella no se diera cuenta de que le estaba mintiendo. Hice una breve pausa y, proseguí.

─ Él solo está cumpliendo con su trabajo, nada más y en ningún momento lo he invitado a mis aposentos. Quien haya tenido el atrevimiento de sacar esas absurdas conclusiones está equivocado, y tú puedes corroborar eso al preguntarle directamente.

Ella se detuvo un momento para meditar lo que había mencionado y enseguida respondió.

─ Voy a creer en ti esta vez Elena, pero no quiero llegar a enterarme de que entre él y tú existe algo más que no sea asuntos meramente de trabajo. Si intentas desobedecer a mis órdenes y hacer lo que te plazca, tomaré cartas sobre el asunto.

Estaba dispuesta a regresar a sus labores. Sin embargo, dió la media vuelta para darme una última reprimenda.

─ ¡Ah! y con respecto a tu actitud tan infantil y grosera; que no se vuelva a repetir ¿Entendiste?─Inquirió con desdén mientras mantenía su mirada clavada en la mía, arqueando levemente la ceja izquierda.

─Sí madre, no volverá a ocurrir. Te lo prometo. ─ Solté entre dientes, sumamente iracunda y me marché del lugar farfullando internamente.

«Sí claro, como si eso fuera a ocurrir. ¡Ja, que insulsa!»











Lunes 31, 1939

Contemplaba mi reflejo ante el enorme espejo ovalado de cuerpo completo situado en mi habitación; llevaba puesto el vestido de novia de Concettina y a mi lado se encontraba Lilian, mi asistente de peinado. Al terminar, colocó el velo de encaje, de modo que el manto cubriera mi rostro completamente.

El chofer de la familia, esperaba por madre y por mí al salir de palacio para llevarnos a la ceremonia minutos antes de que diera comienzo.

El evento, el cuál se llevaría a cabo en la catedral Winchester, era desconocido para la prensa. Nadie que no fuese invitado a este tenía conocimiento al respecto, puesto que madre quería mantener mi identidad fuera de los ojos del público hasta que dar mi discurso.
Los privilegiados a presenciar dicha celebración, por ende, eran pocos. Tan solo algunos allegados de madre y el resto eran pertenecientes a nuestra familia; primos, tíos, parientes políticos, parientes lejanos, abuelos y bisabuelos por ambas partes.

Los enormes corredores del colosal edificio gótico fueron adornados con pilares de rosas blancas y una inmensa alfombra color rojo sangre que daba un bonito contraste junto a estos. Al fondo del pasillo, el altar a juego con los hermosos arreglos florales y bajo este, se encontraban el padre y Maximilien.

Debido a la ausencia de mi difunto padre, tío Philippe fue quien se encargó de entregarme en el altar.

─ Queridos hermanos, estamos aquí reunidos ante Dios nuestro señor para unir a este hombre y a esta mujer en sagrado matrimonio instituido por Dios en los tiempos de inocencia del hombre simbolizando la mística unión entre Cristo y su iglesia.

─ A la vista de Dios y todos los testigos presentes, yo les invito a declarar si hubiera alguna causa o motivo que pueda impedir esta unión.─ En este preciso instante me hubiese encantado que Sebastien saliera de la nada para impedirlo; sin embargo no apareció.

─ En vista de que no hay nadie que impida esta unión podemos continuar.

El padre prosiguió con el protocolo hasta llegar a la parte que más me inquietaba

─Si su intención es la de tomarse el uno al otro, como esposo y esposa, por favor, manifiéstenlo, uniendo sus manos y usted caballero, tome el anillo y repita mis palabras

─Yo, Maximilien Alexandre Isidore Robespierre recibo a María Elena Mountbatten-Wessex como mi legítima esposa, para tener y cuidar por el resto de mi vida, en lo mejor o peor, en la riqueza y la pobreza, en salud y enfermedad, para amar y proteger hasta que la muerte nos separe, de acuerdo a las ordenanzas de Dios, te prometo mi fidelidad.

─Señorita Elena, tome el anillo y repita mis palabras.

Con mis manos temblorosas, tomé el círculo de oro que posaba sobre uno de los cojines del paje.

Tragué saliva, y con la voz entrecortada pronuncié.

─Yo, María Elena Mountbatten Wessex recibo a Maximilien Alexandre Isidore Robespierre como mi legítimo esposo, para tener y cuidar por el resto de mi vida, en lo mejor o peor, en la riqueza y la pobreza, en salud y enfermedad, para ...

La ansiedad se había apoderado de mi cuerpo; mis manos temblaban y por consiguiente, mis piernas también. Mis lágrimas amenazaban asomarse violentamente para deslizarse por mis mejillas mientras que la tristeza y el cólera producto de ese maldito momento de amargura, oprimían mi pecho.

No quería continuar, sin embargo, mis recursos para evitar que esto prosiguiera se habían agotado. Estaba completamente encarcelada y lo único que me quedaba era seguir con está farsa, por lo que decidí terminar de una vez por todas.

Pasé nuevamente otro poco de saliva y respiré profundamente para calmar mis emociones. Luego, fingí seguridad al pronunciar las últimas palabras

─ Para amar y proteger hasta que la muerte nos separe, de acuerdo a las ordenanzas de Dios, te prometo mi fidelidad.

─ Por el poder que me confiere la ley y la santa iglesia, yo los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

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