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Chapter 21 (II), Sebastien's POV

«¿Por qué eres idiota? ¿Por qué no le dijiste nada?»

Mientras que mi subconsciente me recriminaba lo que pude haber hecho cuando estuve frente a Elena, mis piernas intranquilas se movían de un lado a otro por todo el ancho del inmenso salón.

«Al menos pudiste hablar, tal como lo hacen las personas civilizadas y no en la forma en que actuaste ayer»

Me giré al percibir ese sonido que hacían los tacones al chocar contra el piso y encontrarme con la misma joven de cabellera oscura y enormes ojos azules que portaba una taza de té en sus manos.

— Elena regresará en unos minutos y Geoffrey simplemente no puede atenderte, así que todo apunta a que tendremos tiempo de sobra para conocernos apropiadamente.

Dejó la taza sobre la mesita cafetera y, posteriormente, extendió su mano derecha hacía mi.

Soy Abigail Victoria Nicolette Mountbatten - Habsburgo, duquesa de Inverness y prima de la insoportable duquesa de Berkshire. — Mencionó sarcástica.

Estreché su mano e igualmente me presenté.

— Sebastien Salvatore - Gallagher, milady.

Ella al escuchar esto último dejó salir una pequeña risita, mostrando su perfecta dentadura.

— Por favor, solo dime Abigail.

Físicamente era parecida a Elena, inclusive en el color de los ojos. No obstante, su peculiar forma de ser era  distinta a la de su prima; extrovertida y confianzuda.

— Está bien... Abigail. — Sostuve dubitativo.

— Mucho mejor. — Sonrió satisfactoriamente. Después, tomó asiento en uno de los sillones a un costado mío y asió nuevamente su bebida, sin despegar su mirada de mí.

Nunca me había sentido intimidado al ser observado por una mujer. Hasta ahora.

— Y bien... ¿No piensas sentarte? — Tomó un sorbo de su bebida y posteriormente, volvió a colocarla sobre la mesa.

— Prefiero estar así, gracias. — Proferí con incomodidad.

— ¡Vamos, insisto! Prometo no morderte. — Dió varios golpecitos sobre el espacio junto a ella, invitándome.

Ante su insistencia, tuve que asentir y acomodarme en el sillón. Ella por consiguiente, analizaba todos y cada unos de mis gestos con detenimiento.

— Mi querida Elenita no mentía al decir que eres extremadamente atractivo.

Sentí el frío de su tacto rozar con el mío y mi cuerpo reaccionó al instante. Levantándome del asiento.

—Mira no sé que es lo que pretendas hacer, pero no me interesa.

— No te asustes, solo compruebo que tan fiel le eres a mi prima.

— Entonces ya sabes de lo nuestro. — Volví a situarme sobre aquel espacio donde anteriormente estaba sentado.

— Se necesita ser ciego o estúpido para no darse cuenta de lo que hay entre ustedes, par de tortolitos.

Dejé salir una risa, apaciguando el nerviosismo provocado por Abigail.

Ella continuaba bebiendo de aquella infusión mientras que yo seguía dudando si preguntarle sobre Lena o abstenerme.

— Si quieres decir o preguntar algo, ¡adelante! Soy toda tuya.

«Anda, pregúntale sobre ella. Te mueres por saber como está después de la grosería que le hiciste ayer. »

—Y Elena... ¿Cómo ha estado?

— No me lo esperaba tan pronto, pero como me comprometí a responderte lo haré. — Posó la taza vacía sobre la mesa y entrelazó sus manos. Aclaró su garganta y replicó seria.

— Ella, no la había visto tan triste desde el día en que mi tío falleció. He tratado de hacer que lo olvide y se concentre en otra cosa, pero siempre hay algo que le recuerda y vuelve a caer en depresión. — Suspiró acongojada y quedó viendo por unos instantes hacia el suelo. Pensativa. Más tarde, regresó su mirada hacia mi dirección junto con una media sonrisa; frunciendo los labios, sin mostrar sus dientes.

Sentí un vacío horrendo tras escuchar esas palabras junto a un pinchazo de dolor en mi pecho, como si una daga hubiera atravesado este y dado justo en mi corazón.

«Todo esto fue mi culpa. Estaba cegado por la ira que sentía en aquel entonces de solo imaginármela con otros hombres que ni siquiera medí mis palabras. Fui un imbécil, impulsivo... »

— No debería meterme en sus asuntos de pareja, pero me gustaría saber que cojones hiciste para que ella esté así. Y mas te vale que lo hagas sin omitir ni un detalle. — Pronunció directa y asertiva.

— Preferiría no hablar de eso.

— Sebastien... — La morena inquirió frunciendo el ceño y apuntalándome con sus profundos ojos azules.

— Está bien. — Exhalé crispado.

Alzó varias cejas a la expectativa de mi réplica.

—Bueno... La última vez que hablé con Leonor, ella me contó acerca del pasado de Elena.

— ¿Y? No veo que tenga algo de malo eso.

—¿Ah no? ¿Entonces apoyas que tu prima se haya acostado con cada uno de los hombres que ha venido a trabajar para Leonor?

Las orbes de la pelinegra se extendieron como platos, pues mi comentario le había tomado por sorpresa.

— Espera un segundo... — Me detuvo antes de que prosiguiera con mi narrativa y su semblante denotaba confusión.

—¿Qué?  — Clamó estupefacta.

—¿Acaso no lo sabías? — Fruncí el ceño y entrecerré los párpados.

— No imbécil. Me asombra que puedas creer semejante barbaridad.

— ¿Ah?

— Conozco a Lena desde que tengo uso de razón y podría jurar por lo más sagrado que ella nunca sería capaz de hacer esas cosas. Ella siempre ha sido una joven tranquila, muy diferente a mí por supuesto y digamos que prefería enfrascarse en sus libros antes de crear un vínculo amoroso con alguien.

— Entonces... —Me rasqué la cabeza, confundido. ¿Nada de eso, ese cierto?

— ¡En absoluto!

—¿Ni siquiera ese tal Tomas?

Nuevamente, la sorpresa avistó el rostro de la duquesa, y su boca se entreabrió al oír tal nombre.

—¿Tomas? ¿Tomás Alekseyév? — Aseveró.

—Sí. Ella no... ¿Mantuvo un romance con él?

—¡Claro que no!

«¡Maldita sea! Lo eché todo a perder»

— Escucha. En este lugar en la que menos debes de confiar es en Leonor, pues ella hará hasta lo imposible para verte lejos de su hija. Lo mejor es que hagas caso omiso a sus comentarios y antes de que cometas algún tipo de arrebato, trata antes de hablarlo con Elena.
Tómalo como un consejo de amiga. — Me guiñó un ojo y se levantó del sillón.

— Espera, ¿a dónde vas?

—Iré a ver si ella ya terminó de hablar con "su excelencia" . Si es así, te la traeré en un santiamén. ¡Ah! Y espero que ambos arreglen este malentendido lo antes posible, de lo contrario, les lanzaré mis tacones a cada uno para que reaccionen. ¿Está claro?

— Me quedó muy claro, milady. — Pronuncié entre la incontrolable risa por la amenaza de la pelinegra.

Sus pasos se alejaron y la voluptuosa figura se adentró, perdiéndose entre el extenso pasillo de la residencia.

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