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Chapter 17 (II)

El silencio había puesto una barrera entre ambos durante el largo trayecto a Londres. Sebastien, mantenía su mirada al frente y sus manos al volante sin siquiera descuidar el camino. Y yo, me limité a admirar el panorama a medida que nos adentrábamos a la ciudad.

-Y... ¿Has visitado la capital con anterioridad?─La voz del pelinegro y su repentino interés por entablar conversación logró romper dicha barrera, y del mismo modo, sacarme del ensimismamiento.

-¿Perdón? ─Volteé a ver en su dirección y parpadeé varias veces confusa. Él contempló mi reacción de reojo y ante esta, aclaró su garganta para reformular la pregunta. ─¿Si has estado previamente en Londres?

Me detuve un minuto para meditar lo que diría. A continuación, tomé una profunda bocanada de aire y luego respondí

─Un par de veces, pero nunca he tenido oportunidad de dar un paseo por ella.

-¿Qué? ─Sus ojos se abrieron asombrados por lo que había escuchado

─Pero, ¿cómo es posible eso?

Me encogí de hombros y bajé la vista hacia mis manos, las cuáles jugueteaban entre sí con nerviosismo.

-Elena, no tienes por qué mentir.

-¡Y no lo hago! ─Mis palabras denotaban indignación, no obstante, mi subconsciente me recriminaba lo contrario.

-Elena... ─Su tono se había vuelto más grave de lo común.

-¡Está bien me has atrapado! ─Expresé a modo de rendición mientras levantaba mis brazos exageradamente. Al notar mi gesto, él no pudo contener una leve risita burlona.

-¿Qué te parece tan gracioso? ─ Fruncí el ceño aparentando molestia.

-Que seas tan pésima actriz.

-¡Oye! ─Golpeé levemente su brazo, ofendida por su comentario.

─Si fuera "tan pésima actriz", aún me hallaría dentro de esa horrible prisión a la que le suelen llamar palacio.

-Buen punto. ─Entrecerró sus ojos y frotó su barbilla con los dedos, poco convencido por mi argumento.

-Aún así, considero que eres pésima actuando. -Soltó deliberadamente.

-Y tú, eres insoportable. ─Me crucé de brazos y retorné mi vista hacia el cristal, dándole la espalda.

El resto del viaje mantuvimos nuestras bocas cerradas; en medio de la tranquilidad se podía apreciar el sonido del viento colándose por la ventanilla y el preticor impregnado en el ambiente tras la ligera llovizna de hace unos instantes. Esta combinación agradable me arrulló hasta caer profundamente dormida.

...

-¿Lenita? -Tocó mi hombro delicadamente. ─Despierta preciosa.

El rostro de Sebastien observándome detenidamente fue lo primero que mis ojos lograron captar. Luego, adormilada balbuceé.

─¿Ya llegamos?

Él asintió con la cabeza y una sonrisa dibujada en sus labios. Seguidamente salió del auto para abrirme la puerta y ofrecerme su mano para incorporárme.

A unas pocas cuadras se situaba un pequeño restaurante. Pese a que el lugar tenía un aspecto modesto, parecía ser decente y los platillos que ofrecían no eran la excepción.

─Reconozco que no es el mejor sitio de la zona; sin embargo, era el más cercano a esta y supuse que tendrías hambre. Por eso... ─Lo interrumpí.

-No será el mejor ¡Pero venden papas a la francesa!-Arrastré al pelinegro hasta la entrada del establecimiento, buscamos una mesa y nos dispusimos a tomar asiento.

-Buenas tardes, mi nombre es Marion y estaré a sus servicio. ─Extendió los menús sobre la superficie de madera. ─ Regresaré cuando estén listos para ordenar.

-¡Muchas gracias! ─Ambos dijimos al unísono.

-Sebastien iré al tocador. Si la mesera vuelve, pídeme un pescado frito con papas. ─Me puse en pie y me dirigí a este.

Era una ventaja que estuvieran vacíos. Lavé mis manos escrupulosamente y aproveché a retocar mi maquillaje; atisbé una vez más mi reflejo en el espejo e inmediatamente abandoné la sala.

A lo lejos, pude vislumbrar a Sebastien en compañía de la camarera. Por su postura tan sugestiva y su manía de jugar su cabello repetidas veces, podría deducir que se encontraba coqueteando con él.
Respiré hondo para tratar de apaciguar mis celos y retomé mi lugar. Después, deslicé mi mano por la mesa para tomar la de mi acompañante.

-¿Me he perdido de algo cariño?

Sebastien tardó en reaccionar, pues le había sorprendido mi repentina actitud. La joven por consiguiente, no podía comprender lo que estaba sucediendo.

-Yo... Traeré sus bebidas en un momento.

Mientras esperábamos por estas, Sebastien y yo sostuvimos una amena charla.

-¿Pastillas para dormir? ¿En realidad hiciste eso? ─Inquirió estupefacto.

-¡Así es! ─ Afirmé airosamente.

- De hecho, fue más fácil de lo que parece.

─¡Aquí tienen! ─ La camarera interrumpió nuestra conversación, y enseguida, colocó las tazas en sus respectivos puntos.

─Té para la señorita y café, para el apuesto caballero. ¡Qué lo disfruten!

Le dedicó una risita a Sebastien y él le devolvió la misma. Intenté disimular mi disgusto, no obstante, este se vió reflejado en mis nudillos, los cuáles habían agarrado un tono blanquecino debido a la presión que ejercía sobre estos.─Tranquila Elena ─Mi subconsciente me dictaba con reiteración hasta distensar los músculos y recuperar la serenidad.
Sorbí un poco de aquella infusión, dejando que la sustancia caliente recorriera por mi garganta.

-¿Todo bien? Te noto cortante.

-¡Tonterías tuyas! ─Hice un ademán para restarle importancia a su frase.

-¿De verdad? ─Enarcó una ceja. ─ Hace unos segundos te ví molesta.

-Seguramente lo imaginaste querido.

-Mmm... Si claro. ─ Bebió un poco de café.

Esperamos cinco minutos y nuestra comida todavía no llegaba. Sin previo aviso, me levanté de la mesa y fui en dirección a la recepción para reclamar.

-¡Carajo! ─Me paralicé por unos instantes al distinguir al mismísimo Sir Collingwood de entre el cúmulo de gente a su alrededor. Giré sobre mis talones en dirección contraria para advertirle a Sebastien.

-¡Tenemos que irnos! ─Con mucho esfuerzo alcancé a manifestar.

-Pero... ¿Por qué? ─El joven pelinegro parecía desconcertado. ─¿Qué ocurre?

-No hay tiempo para explicaciones ¡Tenemos que salir de aquí!

-¡Está bien! Solo quédate aquí y no te muevas. Iré a pagar la cuenta.

-¡Sebastien por favor apresúrate! ─ Mencioné para mis adentros mientras caminaba de un lado a otro sin saber que hacer.

-Toma, te traje tu abrigo.─La voz de Sebastien me sacó de este trance mental.

-¡Gracias!Se lo arrebaté y a toda prisa me coloqué este antes de abandonar el establecimiento.


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