El incidente
El universo es un vasto conjunto de entidades físicas, como planetas, estrellas y asteroides, cada uno sujeto a las leyes físicas de masa, peso y volumen. Sin embargo, ¿qué sucedería si te dijera que una de las leyes más fundamentales de la naturaleza, conocida como "Medium", aún no ha sido completamente explorada? Esta ley se encarga de materializar y desvanecer la energía con el contacto de un espíritu.
Esta ley ha sido ocultada por las principales naciones del mundo para evitar que caiga en manos equivocadas, ya que aquellos que la poseen tienen una alta probabilidad de enloquecer por su poder. Por lo tanto, son pocos los seres humanos capaces de manipularla, lo cual la convierte en una ley excepcionalmente rara.
Lugar del accidente: Yaracuy, municipio Bruzual capital chivacoa, cerca de la "Montaña Sorte"/ Dia 10 de abril del 2024/ Hora: 5:55 pm.
Los últimos rayos de sol se desvanecen en esta parte del mundo mientras un suceso horrendo se despliega ante nuestros ojos: la colisión de un vehículo antiguo de los años 70, aplastado contra los matorrales en la ladera de una gran montaña. En medio de la escena, un chico de aproximadamente 13 años despierta tras el accidente, luchando por reunir las últimas fuerzas que le quedan para salir por la puerta del copiloto. Su cabello está salpicado de vidrios, su rostro manchado con un líquido espeso que emana de una herida. Una voz grita en la distancia:
—¿Qué has hecho, Daniel? ¡Dime qué has hecho!
El conductor del vehículo, con un corte profundo en el cuello, intenta detener la hemorragia con desesperación. El chico corre hacia él, vociferando:
—Papá, ¿estás bien? ¡Respóndeme, papá, por favor!
El padre, con voz tenue y herida sangrante, llama a su hijo:
—Ven, ven, ven.
El chico llega hasta la puerta del conductor y al ver a su padre a través del vidrio astillado, le dice con determinación:
—Papá, tranquilo, te sacaré de aquí. Solo necesito jalar esta manija.
En un momento de shock, el chico se da cuenta de un detalle crucial: su mano derecha ya no está con él. Su reacción fue alarmante y desgarradora, mientras este dolor agonizante al fin llegaba a su cerebro, este pudo canalizar ese dolor en un grito agonizante.
—¡Aaaaaaaaaaaawwwwwwwww!
Gritó el chico mientras lloraba del inconmensurable dolor que sentía. Su padre veía como su joven hijo de tan solo 13 años lloraba de dolor frente a sus ojos en ese apestoso y destruido vehículo. Este no podía exclamar ninguna palabra mientras seguía sujetando su cuello, aún drenando la sangre. El chico, gritando del dolor, observó nuevamente a su padre y le dijo con determinación:
—Qué importante mi mano si no te tengo a ti.
Entonces se levantó del suelo para tomar la manija con su otra mano y abrir la puerta del asiento del piloto, solo para ver cómo su padre cae al suelo de forma violenta. Este corre a ponerse al lado de su papá mientras que el señor no tenía ningún ápice de estar vivo en el suelo.
Una semana después del accidente, lugar: hospital general Tiburcio Garrido Capital Chivacoa./ Dia 17 de abril del 2024 / hora 3:09 pm
El joven se encuentra en una bulliciosa área llena de camillas y pacientes. Su rostro pálido y ojeras evidencian los días sin dormir. Observa con tristeza el lugar donde solía estar su mano derecha, levantando su brazo y murmurando para sí mismo:
—Papá, lamento haberle hablado así a mamá. No volverá a suceder.
Entra entonces una joven de unos 20 años con tacones que resuenan en la sala. Se dirige a la camilla del chico con evidente molestia y le pregunta:
—¿Puedes darme una razón lógica por la que hiciste llorar a mamá?
El chico, con la mirada perdida y desanimado, responde:
—Le dije que no usaría una prótesis para la mano.
La chica lo mira fijamente y le cuestiona de nuevo:
—¿Y por qué no usarías una prótesis?
El chico responde con tristeza:
—Significa vender la casa, las prótesis son muy caras y además no las necesito. No es como si un pedazo de plástico fuera a hacerme feliz.
La chica, visiblemente molesta, le responde con una bofetada y le reprocha:
—No tienes derecho a gritarle así a mamá. Ella perdió a su esposo y su hijo se niega a utilizar una prótesis.
El chico, con el corazón palpitando con fuerza, levanta la voz y grita con la intensidad de alguien que ha sufrido demasiado:
—¿Y QUIÉN DE LOS DOS SE QUEDÓ SIN MANO Y VIO A PAPÁ MORIR EN EL ACCIDENTE? ¡FUI YO!
En ese preciso instante, irrumpe en la sala una enfermera de aproximadamente 50 años, con la mirada cansada y la voz cargada de agotamiento, les lanza una mirada dura y les dice con firmeza:
—Llevo 35 horas de guardia sin descanso y no me van a pagar. Señorita, le pido encarecidamente que se retire ¡¡¡AHORA!!!
La chica, con un andar furioso que resuena en el suelo, abandona la sala, dejando tras de sí una estela de tensión palpable. El chico, exhausto, deja escapar un suspiro que parece llevar consigo la descarga de la ira que lo embargaba. En ese momento, un hombre de la camilla de al lado de aproximadamente unos 40 años de edad de color de piel negro se dirige a él y con una voz amable le pregunta:
—Hey chamo, ¿te importaría si te pregunto algo?
Sin siquiera girar la cabeza para mirarlo, el chico responde con un deje de resignación en sus palabras:
—Claro... lo que quieras.
El hombre, en un intento por romper el hielo, le pregunta con interés:
—¿Conoces la ley de la atracción?
El chico, aún sin darle mucha importancia, responde con un tono apagado:
—Aja.
El hombre, decidido a conectar con él, insiste:
—Oye, escúchame, esto es importante. Me llamo Andrés, ¿y tú, cómo te llamas?
El chico, sin levantar la mirada, contesta de manera monótona:
—Daniel... Me llamo Daniel, como mi papá.
El hombre, con una mirada comprensiva, le pregunta con delicadeza:
—¿Qué te pasa, chico? ¿Por qué estás tan abatido? Recuerda que siempre hay una luz al final del túnel. Yo también perdí a mi papá cuando tenia tu edad.
La sorpresa se refleja en los ojos de Daniel, quien le pregunta con cierto resentimiento:
—¿Y cómo sabes que perdí a mi papá?
El hombre, con calma y paciencia, le revela:
—Llevo un mes en este hospital, y mi camilla no se ha separado de la tuya desde que llegaste hace una semana, debes estar muy distraído si no me has visto en todo este tiempo.
Daniel, sintiéndose avergonzado, le responde con pesar:
—Lo siento... es difícil ver cómo todo se desmorona tan rápido. Especialmente, ver cómo mi familia vende hasta la última posesión para pagar los gastos del hospital.
El hombre asiente con empatía y le dice:
—He escuchado que tu tío está donando sangre sin descanso para mantenerte aquí. Ojalá mi familia hiciera lo mismo.
Daniel, con un destello de generosidad en su mirada, le ofrece:
—Si quieres, te la regalo.
El hombre, con gratitud en sus ojos, le responde:
—Bueno, ahora que estamos en confianza, dime, ¿has oído hablar de la ley de la atracción?
La sorpresa se refleja en el rostro de Daniel al escucharlo, y asombrado pregunta:
—¿Es como cuando deseas algo y se cumple?
El hombre, con una sonrisa esperanzadora, le explica:
—No, no exactamente. Se trata de manifestar tus deseos a través de la fe. Llevo años orando por esta operación de columna, y mira, estoy a punto de entrar a cirugía.
Daniel, con un atisbo de esperanza en sus ojos, comenta:
—¿Y yo? ¿Podría atraer más problemas?
El hombre, con una mano reconfortante en el hombro de Daniel, le asegura:
—Tranquilo, sé que es duro. Pero al salir de esta cirugía, tú y yo encontraremos la manera de sacar adelante nuestras vidas.
Ambos sonríen en un gesto de complicidad y amistad, cuando una enfermera interrumpe el momento para informar:
—Señor Andrés está listo para su cirugía.
El hombre le responde afirmativamente.
—Claro que sí.
Luego lo llevan para entrar a la sala de cirugía montado en su misma camilla. Durante todo el recorrido, sigue sonriendo a Daniel de manera alegre y gentil. Finalmente, sale de aquella gran habitación y el chico sigue observando detalladamente el lugar donde antes habia una mano, pensando para sí mismo:
—Tal vez si empiezo a manifestar, mi mano vuelva a aparecer.
Daniel cierra los ojos y se concentra fervientemente en su tarea, repitiendo en su mente una y otra vez:
—Vuelve,vuelve,vuelve, ¡VUELVE!
Estas palabras salen de forma inconsciente con toda su fuerza, llamando la atención de todos a su alrededor. Al abrir los ojos, se da cuenta de que lo observan con rechazo y sin ninguna empatía, por lo que, avergonzado, se cubre con una manta simulando que nada ocurrió.
Finalmente, se queda dormido. Al despertar, busca a aquel hombre con la mirada con el cual había hablado, pero no logra encontrarlo. En ese momento, ve pasar a una enfermera y le pregunta:
—Disculpe, ¿sabe qué pasó con el hombre que entró a cirugía? , creo que se llama Andres.
La mujer lo observa y continúa caminando sin dar respuestas. Daniel insiste y le pregunta de nuevo:
—Disculpe, ¿podría decirme cómo está él?
La mujer sigue caminando hacia la salida de la sala, evitando responder. Daniel se detiene frente a ella y con molestia, le pregunta:
—No me gusta insultar a mis mayores, pero usted es grosera. ¿Qué le sucedió al señor que entró a cirugía?
Finalmente, la mujer responde de manera calmada, agachándose para demostrar un poco de compasión:
—El hombre murió en el quirófano, su cuerpo no resistió la cirugía. Lo siento, pero debo seguir trabajando.
Con estas palabras, la mujer se marcha, dejando a Daniel con un dolor emocional abrumador. Después de escuchar la noticia, permanece inmóvil en ese mismo lugar por un largo tiempo.
Fin de este capítulo 1
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