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CAPITULO 1: Comienzo

Seguro pensarán por el título que esta historia es la historia de un abogado sobre sus casos. Porque sí, la mayoría de las historias sobre abogados que existen solo hablan de los casos que ellos suelen tratar. Pero no, esta historia no se trata de cómo resuelvo la vida de los demás, se trata de cómo resuelvo mi vida. Esta no es una historia de amor, aunque si hay un par de ojos que me vuelven loco y otro par que me hace perder la compostura de vez en cuando, pero no son de una chica.

Soy Marcos López: un auténtico hijo de puta con las mujeres. ¿Mi pasatiempo favorito? Jugar con ellas, saber cuál es su tipo de chico ideal y convertirme en él para luego decirles romperles el corazón con la típica frase de "No eres tú, soy yo". Aunque, claro, eso era antes de que llegara otra chica, pero no fue exactamente a mi vida.

¿Confundidos? Yo también, porque ni yo mismo logro entender lo que tengo por vida. Sin embargo, lo que sí entiendo es que desde que una bola de pelos apareció en mi vida quise cambiarla, desde que cumplí 18 años decidí cambiarla por él. Y sí, es un chico y no, tampoco soy gay. Supongo que quedó claro cuando dije que me gustaba jugar con las mujeres.

Mejor empecemos por el hombre que soy, así que debemos irnos al momento donde creo que por fin soy el hombre que deseo ser. Y justo ese es el momento en el que estoy encadenado en una habitación bebiendo de mi propia orina, mientras era torturado por un psicópata.

No es precisamente mi mejor momento, pero al menos sí era el hombre que quería ser. Así que..., ¿empezamos?

***

—Te ves horrible, Adam.

Su voz me sonaba algo distorsionada, no sabía si era por la cantidad de sangre que había perdido o por lo que me habían hecho tomar. ¿También había escuchado bien el nombre?

—Ayúdame, por favor.

Fruncí el ceño al escuchar su risa estremecerme. ¿Por qué no se quedaba quieta? No era momento para que estuviera bailando, pero su risa era chillona.

—¿De verdad crees que lo haré? ¿Por qué te ayudaría a escapar con esa mujer? La muy desgraciada me golpeó en cuanto me reconoció, ¿puedes creerlo? —Comienzo a reír por lo graciosa que su voz, me recordaba a la película de las ardillas—. ¿Te causa gracia? No recuerdo que te gustaran las mujeres tan... especiales. —En definitiva, esa chica lo era—. ¿Qué te sucede?

—Quiero bailar como tú.

Reí al sentir que tomó mi rostro y me observó a los ojos. Si no me hubiera estado doliendo tanto el cuerpo, quizás sí hubiera bailado con ella, no era una mujer fea.

—Miguel se pasó un poco con lo que te dio, ¿no?

—¿Quién te dijo que puedes reír? —Sonrió viendo al hombre entrar—. Sofía, ¿por qué no me pasas el alcohol? —Eso lo entendía, mi espalda ardía por los latigazos que me había estado dando—. Tendrás motivos para gritar.

—No te vas a salir con la tuya. ¿Qué ganas con esto? Solo acepta que no te quiere.

Ese imbécil se estaba duplicado, no podía enfocar mi vista y todo se veía borroso, tenía que liberarme de alguna forma, no podía seguir perdiendo el tiempo.

—Me parece que ya lo hice. Adivina quién aceptó cenar conmigo. —La mujer le entregó el alcohol, cosa que me hizo temblar a ver su sonrisa—. Luego la encerraré y la volveré a hacer mía, ¿qué piensas de eso?

—Pienso en que al menos deberías tener un moretón, porque Greys no es de las que se deja dominar tan sencillamente —grité al sentir cómo me lanzaba alcohol en mis heridas.

—Parece que la tortura no te quita el humor. —Me tomó del rostro—. No te vayas a dormir porque esto apenas comienza.

Todo me daba vueltas y no podía mantener abiertos mis ojos durante mucho tiempo. No podía más, pero tenía que ayudarla a salir de ahí.

Bien, se suponía que me llamaba Marcos y no Adam —como me había llamado esa mujer—, creí que no era mi mejor momento y, sí, dolía, más de lo que quizá pensaban. Es lo que uno hace por amor, ¿no? Ese hombre..., quería desesperarlo más de lo que aparentaba, pero ¿qué se podía hacer cuando, no habías comido, ni bebido y te golpearon como si fueras un saco de boxeo? Eso sin agregar que mi cerebro no estaba funcionado quizás por la falta de sangre o por lo que me hubieran dado.

El punto era que seguro no estaba enterados de lo que estaba pasando y ni de qué diablos estaba haciendo encadenado por una mujer cuando había dicho que no era una historia de romance. Pues..., les tenía noticias esa chica ni siquiera era mía, tampoco el amor de mi vida. Ella era una gran amiga y por eso quería salvarla aunque mi capacidad mental en ese momento estuviera por debajo del treinta por ciento.

Pero mejor nos vamos más atrás de la historia y ya nos actualizamos de cómo diablos terminé en ese sitio con un tipo más loco que una cabra. Empecemos desde que usaba pañales. ¿Qué? ¿Muy atrás? Si según mi madre era súper tierno a esa edad.

Mejor empecemos en orden. Si quieren conocerme, tendrán que pasar por cada una de mis facetas antes de tener un doctorado en derecho penal. Solo así podrán entender cómo fue que terminé siendo un excelente abogado y hermano.

Todo empezaba en esa horrible casa que no se caía en pedazos gracias a mi madre.

***

—¡Mamá, ya estoy en casa! —Entré dejando mi mochila favorita sobre el mueble de la sala para dirigirme a la cocina—. ¿Mamá?

Mi madre veía unos papeles y podía ver sus lágrimas deslizarse por sus mejillas.

—Marcos, cariño. —Vi que se limpiaba las lágrimas rápidamente, pero yo ya las había notado, se acercó a mí limpiando el resto de polvo que tenía en la cara por tanto jugar con mis amigos del colegio—. ¿Ya comiste?

—No, ¿por qué llorabas? ¿Papa te volvió a pegar? —Vi su sonrisa y me abrazó—. Mamá, no llores, por favor, hablaré con él para que no lo haga.

—Está bien cariño, ya no lo hago. —Me alejó para sonreírme, me vi reflejando en sus ojos azules, los míos eran iguales a los de ella, por eso sabía que estaba triste en ese momento, los míos se veían así cuando lo estaba—. ¿Qué quieres comer?

—No tengo hambre, pero podrías comprarme un helado, hoy un amigo se fue a comprar uno, era de chocolate, ¿puedes? —me sonrió, nunca me decía cuando estaba triste y muy pocas veces la veía feliz de verdad.

—Claro, cariño. Iré a cambiarme, ¿por qué no te lavas la cara? —Asentí y una vez la vi salir de la cocina, corrí a tomar los papeles que tenían tan triste a mi madre.

"Su préstamo ha sido denegado". Eso decía en la hoja. Tomé la otra y leí. "Fue negado su solitud de traslado". ¿Mi madre se quería ir lejos de mí? ¿Me quería dejar? Sabía que no era feliz pero no que me odiaba.

—Cariño, ¿dónde estás? —Lavé mi rostro rápidamente y salí a la sala para encontrarme con ella. Me sonrió— Ahí estas, aun sigues mojado, ven aquí.

Me acerqué a ella cuando de su cartera un trapo seco. Me lo pasó por la cara, quitando todo rastro de humedad.

—Mami, ¿tú me quieres?

—Por supuesto que sí, Marcos, ¿Por qué no lo haría?

—Pero te quieres mudar e irte lejos, ¿verdad? Dejarnos a mi papá y a mí.

—Por supuesto que no te dejaría, jamás permitiría que te arrebataran de mi lado, si yo te adoro—me aseguró. No le creía—. Hey, Marcos, nunca permitiría que te hicieran daño y mucho menos que te alejen de mi vida, ¿me crees?

Asentí débilmente cuando sentí que me rodeó con sus brazos, los abrazos de mi madre eran los mejores

Uno de niño se cree todo y cuando digo todo es todo. Te pueden decir hasta que existen los superhéroes y tú te lo crees, y entonces piensas que algún día conocerás al Capitán América. Y ni hablar cuando proviene de tus padres, las personas que se supone que jamás te mentirán.

Por eso con solo siete años le creí a mi madre que en verdad nunca permitiría que me alejaran de su lado, me creí que seríamos siempre la familia feliz: mi papa, ella y yo. Sabía que tenían problemas, pero también sabía que mi padre amaba a mi madre como si fuera la única mujer en el mundo.

Me gustaba pensar que lo que sucedía en mi casa era normal, incluso cuando mi madre le sonreía a otro hombre que no era mi padre. También pensaba que todos teníamos problemas en casa, como la falta de comida o las peleas de los padres. Incluso llegué a pensar que la vez que vi a mi padre golpear a mi madre era uno más de estos problemas ya que no quería estar lejos de ninguno de los dos porque en verdad los amaba a ambos.

Mi madre me consentía en todo lo que podía. Claro, porque había veces en las que no teníamos ni para comer y terminamos yendo a ese lugar donde estaba ese hombre que le sonreía, pero aun así mi madre me ayudaba y cuidaba. Mi padre, aunque trabajaba mucho, siempre entraba a mi habitación a conversar conmigo y preguntar cómo iba la escuela, me decía que las cosas mejorarían, lloraba mucho igual que mi madre y se lamentaba por ser la persona que era.

Hasta que un día, todo cambió.

Me explicó que estaba enfermo y yo lo entendía. En ese momento estaba por cumplir nueve años. Me dijo que lo último que quería era perdernos a mi madre y mí. Luego de una vez en la que le partió el labio, papá dejó de pegarle y, para lo mismo, empezó a desaparecer por muchas noches, y yo entendí que lo hacía para no lastimarla.

Mi padre se quería ir un lugar al que llamaban "Alcohólicos Anónimos", era un lugar para las personas que beben en exceso y no pueden parar. No entendía mucho del tema, pero como me había dicho que era por mi bien y el de mama, le creí. Sin embargo, semanas antes de que se fuera, paso algo que jamás pude olvidar. En ese momento, tan solo pude sentir odio hacia mi padre.

El tipo que solía sonreírle a mi madre en el lugar donde nos regalaban comida se llamaba Arturo. Era un abogado y la mano derecha de un gran empresario. No me agradaba y nunca lo había hecho, pero me daba mucha comida, por eso nunca hice nada en su contra. Solo lo soportaba porque hacía sonreír a mi madre. A pesar de que sabía que no estaba muy bien, no le conté a mi padre por miedo a que pasara algo.

Según yo, era muy inteligente para tener ocho años en ese momento. Aunque la escuela me aburría a horrores y casi no hacía nada, era de esa clase de alumno que mientras menos prestaba atención más aprendía.

El punto fue que en ese momento tomé una buena decisión para para mi edad. Aunque solo retrasé lo inevitable, porque una tarde ese hombre Arturo deicidió ir a mi casa a ver a mamá ya papa siempre llegaba tarde; jamás lo había visto de día en la casa. No obstante, justo ese día cuando estaba haciendo mis deberes en mi habitación, escuché unos ruidos en la sala.

***

—¿Papá? —Golpes y ruidos de cosas cayendo al suelo se oyeron, salí y pude ver a mi padre tomar de la mano a mi madre—. ¡Papa, no, detente! —Mi padre parecía haber bebido, mi madre lloraba—. Por favor. —Corrí hacia él tomándolo de los pies puesto que no era muy alto y él me observó—. No le hagas daño, lo prometiste.

—Marcos —susurró.

Sentí que tocó la cabeza y las lágrimas correr por mis mejillas.

—Aléjate del niño ahora, Estiven.

Ese hombre, Arturo, me alejó de mi padre. Mi padre nunca me haría daño, ¿por qué me alejaba de él?

—¡Suéltame, quiero a mi papa! —grité. Intenté zafarme de su agarre, pero me lanzó a los brazos de mi madre—. Mamá él no te hará daño, nunca lo haría, me lo prometió.

—Estaremos bien cariño —me aseguró.

Sentí cómo me cubría con sus brazos mientras escuchaba la voz de ese hombre.

—Ya no le harás más daño. ¿Cómo puedes atreverte a tocarla?

—Es mi esposa, son mi familia y no tienes el derecho de reprocharme nada, ¡lárgate de aquí!

—Una familia a la que no te cansas de agredir —reclamó—. No voy a permitir que sigas con esto. Elizabeth no te ama, ¿por qué no le das el divorcio?

—Nunca voy a permitir que la alejen de mi lado.

Mi madre se tensó.

—Lástima, porque ya es tarde. Ella y Marcos se irán conmigo.

—No. —Apreté los puños cuando noté cómo mi madre se alejaba de mí. Me volteé y con pavor vi cómo mi padre lanzaba una botella contra Arturo y mi madre se interponía. Le terminó golpeando a ella en la cabeza—. ¡Elizabeth!

—¡Mamá! —Corrí hacia ella y vi que estaba en el suelo, de su cabeza salía sangre—. ¡Haz algo, papa, por favor!

—Creo que ya hizo demasiado.

Observé a mi madre y luego a mi padre, quien solo lloraba a su lado, no quería perderla.

—¡Mami, despierta, por favor!

Mi padre la tomó, sosteniéndola de la cabeza. Me dolía verla así, lo último que quería era perderla. Todo era culpa de ese hombre, que si no hubiera venido, todo habría estado bien.

Creí perder a mi madre ese día, pero gracias a Arturo la llevaron lo más rápido posible a una clínica donde la trataron. Al final, solo era una contusión, pero el médico había dicho que le habían quedado secuelas. No entendí mucho más a allá de que mi madre no podía alterarse mucho o impresionarse demasiado o, de lo contrario, podía causarle problemas.

Odiaba demasiado a ese hombre. No me dejó ver a mi padre ni siquiera cuando mi madre despertó. Sin embargo, siempre lo llamaba en secreto a pesar de que no atendía. Años después me enteré de que esto era porque, al ver lo que le había hecho a mi madre, se había asustado y se había entregado a la policía. Por supuesto que lo metieron entre rejas.

Arturo hizo todo lo posible para que no nos relacionara con mi padre, así que la ayudó a conseguir el divorcio y luego se casó con ella. Lo aborrecía. Por su culpa mi familia se había caído a pedazos, por su culpa mi padre estaba en prisión y por su culpa no podía verlo. Mi madre no me hablaba de él; es más, Arturo me había prohibido siquiera mencionarlo.

A pesar de que ahora estábamos más cómodos, no entendía por qué mi madre se había casado con ese hombre. Todo iba mejor, pero no era feliz, en lo absoluto. Sobre todo porque ese hombre tenía un hijo: Santiago. Él era un chico al que no le gustaban los estudios igual que a mí. Aunque, claro, eso era antes de que se llevara bien con mi madre, porque al principio la odiaba, pero luego las cosas cambiaron y ella le empezó dar más atención que a mí. ¿Y a mí? Parecía no quererme en lo absoluto.

Después de que se casó, comenzó a no prestarme atención más que para regañarme. Mi comportamiento cambió mucho después de que cumplí los nueve años. No quería esa nueva familia, su nuevo esposo me veía como una basura, su hijo no hacía otra cosa que culparme de todo y verme como si fuera un estorbo. Y, sobre todo, lo que más me dolía era que mi propia madre no me hablaba más que lo necesario.

Por eso me gustaba molestar a Santiago, porque lo odiaba por el simple hecho de que se creía más inteligente que yo solo porque a mí no me gustaban los estudios. ¿Para qué? Si igual las personas te terminaban pisoteando como lo hacían él y Arturo.

Recuerdo una vez que por una extraña razón del universo yo estaba en mi habitación haciendo mis actividades. Más bien, tan solo lo hacía para demostrarle al imbécil de Santiago que sí le ponía empeño y que lo superaba fácil cuando él se la pasaba estudiando y yo en una sola semana aprobaba todas las asignaturas.

A esa edad, no usaba mi inteligencia para nada productivo. Esperen, ¿dije que no lo usaba para nada productivo? Al menos las bromas que le gastaba a ese hombre eran bastante productivas para mí. Me gustaba verlo enfurecer y ese día fue una de las veces que lo vi molesto, era sencillo hacerlo rabiar.

***

—¡Oye imbécil! —Levanté la vista de mi cuaderno para ver al molesto niño—. ¿Por qué pierdes tu tiempo en los estudios? Deberías dedicarte a seguir siendo un inútil. ¿Por qué no acompañas a tu padre?

Santiago no sabía todo lo que había pasado con mi padre, Arturo se había encargado de cerrar todo eso.

—Seguro te encantaría, estarías solo con mi madre. ¿Por qué no te vas con la tuya? —le pregunté con burla—. Cierto, que no puedes.

Él había empezado primero, por lo que no lo consideraba trampa aunque fuera algo cruel. Además, estaba acostumbrado a que en la escuela me hicieran esos o peores comentarios. No estudiaba en la misma escuela de Santiago. ¿Por qué? No sabía, pero seguía en la misma escuela y todos se enteraron de lo que había pasado con mi padre y me molestaban por eso.

—Terminarás igual que tu padre, el mío me conto que era un bueno para nada y por eso terminó así, siendo un don nadie igual que tu.

Dejo el cuaderno para verlo.

—Me gustaría ser un hombre que lucha por reparar sus errores, pero, ¿sabes qué es una pena? Convertirse en el hombre que uno más desprecia y una basura como lo es tu padre. ¿Debo tenerte lastima? Mi madre siempre me dice que debo ser compasivo con los niños más vulnerables que yo. —Me acerqué—. Sé que odias a tu padre tanto como yo por lo que le hizo a tu madre y me quieres quitar a la mía, pero entiéndelo, ¡ella nunca será tu madre!

Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos.

La historia de Santiago me la contó mi madre antes de que fuera a conocerlo. Yo saqué mis propias conclusiones, aunque ella me hubiera dicho que Arturo se había arrepentido, que las segundas oportunidades existían y que tenía que ser compresible con ese niño. Pero, ¿por qué me importaría cuando odiaba a ambos?

Por culpa de su padre había perdido al mío y también la atención de mi madre, desde que había llegado no había hecho otra cosa que despreciarme y echarme en cara que solo era un estorbo en esa casa. Si hubiera podido irme, lo habría hecho, pero quería irme con mi madre y estaba seguro de que ella no vendría.

Lo de su padre era obvio. Él no recibía al suyo como yo al mío y no lo observaba igual. Además, el señor Arturo Torres era la persona más fría que había conocido, no sabía cómo mi madre se había podido enamorar de él. Siempre me decía que cuando estaban solos era otra cosa, pensé que solo era por miedo, pero no vi nada que pareciera. De hecho, ella parecía feliz con él y por eso no dije más nada sobre él.

—¿Qué tiene de malo ser abogado? Así puedo hacer lo que quiera.

—¿Lo que quieras? Creo que ser abogado no es uno de ellos, solo estás necesitado del cariño de un padre que no te quiere. No por nada tu madre está muerta.

—Eres una persona cruel.

Sonreí al ver sus lágrimas.

—¡Marcos! —Salí corriendo escaleras abajo al escuchar la voz de Arturo retumbar en toda la casa, seguro había descubierto mi travesura, había conseguido un escondite en el patio de la casa—. Elizabeth, ¿dónde diablos está?

Reí al escucharlo lejos y salí al patio subiendo a un árbol, me quedé quiero unos minutos.

—Cariño, seguro no quiso hacerlo.

Esa era mi madre, quien había salido al patio.

—¿Por qué lo defiendes? Es un pequeño demonio, es idéntico a su padre, ¿no lo ves? ¿Por qué no lo enviamos a un internado?

—Marcos se queda conmigo —respondió.

Sonreí porque, a pesar de todo, mi madre me quería y siempre me defendía.

—Lo sé, amor, pero lo enviaré a un lugar en el que le enseñen a comportarse.

—Está pasando por una etapa difícil, seguro no es nada grave.

—Puede serlo, desde que se mudaron, esconde mis papeles, los quema y raya. ¿Sabe dónde diablos encontré mi computador?

—Esas veces dijo que fueron un accidente.

—Claro que mi computadora estuviera en el horno llena de harina es un accidente.

Reí recordando aquella vez, orgulloso de mí mismo. Había sido toda una obra de arte.

—Quizás pensó que te gustaría más. —Observé cómo se acercaban al árbol—Hablaré con él, no te preocupes.

—No lo harás, yo mismo hablare con él, verá quién es Arturo Torres.

—Solo es un niño, no te voy a permitir que le toques un solo cabello

—No lo haré, Elizabeth, nunca le he levantado la mano a Santiago, ¿crees que empezaré a hacerlo con Marcos? Sé que lo de su padre es difícil, pero hace llorar a Santiago y gasta bromas, va mal en los estudios...

—No tuvo una buena figura paterna ¿Por qué no lo intentas?

—Soy un desastre como padre lo sé—veo a mi madre observarlo— ¿Qué?

—Santiago es un buen niño, no creo que seas malo como padre y serás uno fantástico en un futuro, podemos hacerlo juntos— ¿De que hablaba mi madre?

— ¿De qué hablas Elizabeth? —Veo que toma la mano de ese hombre y colocársela en su vientre, niego porque ya entendía esas cosas, me lo habían explicado muy bien clases— ¿Cuánto? —Escucho un ruido extraño y cuando me doy cuenta estoy frente a ambos, la rama donde estaba montado se habia roto—Tu y yo tenemos que hablar

—Marcos ¿estás bien cariño? —asiento pero podía sentir mis lágrimas que luchaban por salir, me dolía todo el cuerpo, no era un árbol muy alto pero si tenía varios rapones—Iré por un botiquín, Arturo cuida de el

—Está bien cariño—veo con miedo como mi madre se va dejándome solo— ¿Vez lo que provocas? Solo le traes problemas ¿Por qué no te fuiste con tu apestoso padre? Al final son tal para cual, ambos no sirven de nada

—Eso no es cierto, mi madre me quiere pero tú la manipulaste para que dejara a mi padre, ella lo quería

—Claro lo quería ver muerto y tú solo arruinas su perfecta felicidad, no eres más que una basura en su mundo, ella es feliz conmigo, puedes seguir haciendo todas las estúpidas travesuras que se crucen por tu infantil cabeza pero eso no hará que deje a Elizabeth, así algún día se dará cuenta de lo inservible que eres y te deje

—Ella nunca me alejaría de su lado—siento mis lágrimas deslizarse por mis mejillas

— ¿Crees que no? ahora tendrá a otro niño ¿Para quién crees que será toda la atención? Pronto se olvidara de tu existencia y te voy a poder enviar lejos donde ni siquiera se acuerde de ti—niego—Si logre convencerla que se casara conmigo ¿Crees que no la convenceré para que te envié lejos?

—Es mentira, no lo hará—sabía que podía hacerlo, mi madre no me quería cerca

—Eres la copia exacta de ese hombre, solo las haces sufrir, odia verte y le repugna tenerte cerca pero está atrapada contigo porque eres su único hijo pero ahora que tendrá otro ¿Crees que le importes?

—Eso no es verdad—niego—ella me quiere

—Marcos, ya voy, no llores bebe—corro hacia ella a pesar de mi dolor y la abrazo

—No me vas a dejar ¿Verdad? —siento como me abraza, ese era mi lugar favorito en todo el mundo y no iba a perderlo

—Nunca cariño pero ya deja de molestar a Santiago el pobre está llorando—me aleja para limpiarme las lágrimas—Espero que aprendas con el cómo ser un buen hermano porque ¿Qué crees? Tendrás el tuyo propio

—No lo quiero—la vea con furia—Lo odio, tú te olvidaras de mí y me enviaras lejos—niego porque no quería a ese niño—No quiero que lo tengas

—Dios Marcos ¿De dónde sacas eso? Te seguiré queriendo como siempre

—Sé que me odias por eso lo prestas más atención a Santiago que a mí, no es mi culpa mama ¿Por qué no podemos ser como antes? —Intento detener mis lágrimas pero me es imposible— ¿Por qué tuviste que irte con él? Quiero a papa de vuelta

—Tu padre no va a volver porque está enfermo

—Mentira, él dijo que se curaría por nosotros pero tú lo despreciaste como lo haces conmigo, me odias porque no me fui con el, ahora esta encerrado en ese lugar por tu culpa

—Marcos, yo te quiero ¿Cómo podría odiarte? —veo sus lágrimas pero no me importaban, la odiaba en ese momento quería que sufriera como yo

—Me quieres lejos por eso tendrás ese niño, hace te olvidaras de mí, te hare un favor ¡Te odio! —salgo corriendo del lugar y escucho los gritos de mi madre luego a Arturo me detengo y veo a mi madre en el suelo, siento como comienzo a temblar y los recuerdos de ese día vienen a mi mente, mi madre sangrando y como casi la pierdo, no quería hacerlo—¿Mama? ¡Mama! —corro hacia ella por miedo a perderla, ya había perdido a mi padre, no quería que sucediera lo mismo con mi madre

Que cambio de hecho ¿no? apuesto a que odia a Arturo como yo, es un hombre despreciable y yo también pero entiendan un poco solo tenía 9 años y medio ¿Por qué creería que pasaría eso?

Siempre fui hijo único y para los que no saben cómo se siente pues es algo grandioso al principio al menos si lo ve con buenos ojos porque no tienes nadie con quien jugar o salir de fiesta, echar chiste y por quien luchar

Mi hermano representa una parte importante de mi vida y por mi berrinche de ese día casi lo pierdo por eso decidí guardarme todo para no preocupar a mi madre, los insultos de Santiago, los de mis compañeros y los de su esposo hasta deje de mencionar a mi padre solo por ella

Podía vivir con eso pero no sin ella aunque ese día la odie a horrores pero ese odio se fue una vez que la vi en suelo desmayada, todo por mi culpa, si algo le reconocía a Arturo era que la cuidaba y se preocupa mucho por ella

Durante el embarazo de mi madre estuvo pendiente de cada detalle hasta si hacia algo en la casa más de lo necesario porque por mi culpa el embarazo se complicó aun odia a lo que sea que estuviera dentro de ella, en esa época porque las cosas no habían cambiado mucho cuando ella salió del hospital

Con el tiempo por una extraña razón me prestaba más atención, no sabía que había cambiado pero incluso le gustaba dormir conmigo, yo la ignoraba y la obedecía en todo lo que me decía incluso había dejado de gastarle bromas a Arturo, no porque me agradara porque ese tipo ni que me compre un bufe de abogados completo me agrada, si no por ella

Una de las noches que mi madre quiso dormir conmigo, ella no me acompañaba realmente pero si se quedaba conmigo hasta que me quedara dormido pero esa noche me conto algo que no imagine que me haría

***

—Marcos te voy mostrar algo pero es un secreto ¿Vale?

— ¿Secreto? Ósea que no lo sabe Santiago ni Arturo

—Sí y no pueden hacerlo, sé que pronto será tu cumpleaños prometo que tu fiesta será increíble, la celebraremos por todo lo alto—asiento aunque no quería nada parecido—Pero quería darte un regalo pero solo puede ser hoy

— ¿Hoy? ¿De qué se trata? Me gustaría solo salir tu y yo ¿Podemos?

—Claro que lo haremos pero... —escucho que suspira y me muestra un celular—Ten, tu padre te llamara hoy, solo puede hacerlo hoy—la veo con lagrima en los ojos y escucho sonar el teléfono, no podía creerlo después de tanto tiempo por fin podría escuchar su voz otra vez 

Notas de la autora:

Bienvenidos al diario de un abogado, 

Primero que nada  gracias a la @EditorialSalem y a @DarkDevil_23 por editar  parte del capítulo 1, gracias por el apoyo.

Para comenzar , espero que se metan en la historia porque tiene contenido fuerte, si son sensibles les recomiendo no seguir leyendo pero si decides continuar les aseguró que la disfrutaran

Es mi primera historia fuera de mi area de confort que es el romance porque solo hay un protagonista que es Marcos y todo lo que ha vivido

Estare subiendo asi como voy subiendo mis demas historias, espero y la disfruten, no esta de mas que me dejen sus comentarios sobre la historia

NOS LEEMOS

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