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9. Caperucita terrorista

¡Aclaración! A quienes les «sorprende» que Skipy sea poético y sepa de historia, no olviden que creció escuchando a Shakespeare :) Su anciana lo amaba. Es normal que lo cite, compare y/o haga referencias. Es parte de su encanto  ♥ 

Dedicado a Priss503. Gracias por tu apoyo en el grupo de Facebook y en los comentarios :) 

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9. Caperucita terrorista

Banana lleva cinco minutos de pie bajo la alacena pensando cómo bajar una caja de galletas. Mamá le autorizó tomar cinco, pero como ella está ocupada en el teléfono, es la niña quien debe bajarlas.

—Están muy arriba, Skipy —lamenta.

«Sabía que no eres buena cazando», me quejo siendo yo quien con sacrificio salta del piso, se apoya en un cajón y llega hasta la parte superior de la alacena. «¡Demasiado esfuerzo en menos de un minuto, cielo sagrado!» Más no puedo empujar la caja hacia Ana por tener esta en frente un frasco con pepinillos. Es Ana quien debe bajar las galletas.

—Al menos lo intentaste, Skipy —suspira yendo a la mesa por una silla que después acomoda frente a la alacena; sube y, ya de pie sobre esta, estira sus brazos hasta que sus dedos consiguen rozar la caja.

Pero aún no la alcanza.

Decidida a no rendirse, banana se coloca de puntillas y llega por fin al objetivo. Lentamente atrae la caja de galletas hacia ella. «Eso es» Me paro en dos patas relamiendo mi hocico. No obstante, para lograr hacer caer la caja, debe hacer un último esfuerzo y, sin medir el peligro, camina hasta el borde de la silla.

«Niña, te vas a caer», le advierto.

—Sí, ya casi la tengo, Skipy —dice al escuchar mi maullido.

«Oh, buen Lear, clemencia »

Corro hacia la puerta para ver qué hace mamá, aún está colgada del móvil repitiendo «¿Estás segura de que era él?» Molesto, regreso con Ana. La silla comienza a tambalearse hacia adelante. Banana caerá de una silla que tiene casi su altura.

«Bien, se lo buscó», decido y me siento a ver.

—Prometo que te gustarán, Skipy —dice ahora, justo cuando la silla termina de ceder.

Salto hasta posicionarme junto a la silla y banana, dando un grito, cae sobre mí.

—Que blandito eres, Skipy —ríe, al volver a ponerse de pie.

«Y tú te ves más liviana de lejos»

—¿Qué pasó? —pregunta mamá, asomándose a la puerta. «Será mejor que guardéis silencio, distraída mujer»

—Este... —Ana señala la parte superior de la alacena.

—Solo no hagan mucho ruido —la interrumpe mamá devolviendo su atención al móvil—. Tengo el correo electrónico de ella —le escuchamos decir antes de volver a perderle de vista. Suena molesta.

Y como yo no consigo despegarme del piso, Ana me toma junto con la caja de galletas y subimos a su habitación.

...

—Jamal continúa molesto por lo de la bandera —informa mamá a Kev que levanta sus hombros con indiferencia—. ¡Kev!

—Fue hace dos años.

—Pero no te has disculpado.

—Ni lo haré —Mamá ve con enojo a Kev—. ¿Qué? Míralo así a él. Es ridículo que siga molesto por eso.

—Skipy quiere galantear con Agatha y Jamal no le dejará.

Kev se vuelve hacia mí:

—No te conviene esa gata. Confía en mí.

«¿Cómo?» Muevo mi cabeza con duda. Es la hora de la cena y los humanos, como es su costumbre, aprovechan este momento para discutir.

—No he visto a Perico, Elisa —dice papá sentado en la cabecera de la mesa. Mamá ha estado lanzándole miradas de enojo pero él, ocupado con su móvil, no parece percatarse de ello.

—Ya no salgo con él —contesta Elisa, indiferente—. Lo cambié por Piero.

—¿Piero?

—«Yo pretendo que haya poesía en mi vida, y aventura, y amor —Elisa adopta una actitud teatral que impresiona a todos—. No la artística impostura del amor, sino el amor que es capaz de derrumbar la vida, impetuoso, ingobernable como un ciclón en el corazón ante el que nada se puede, ya te arruine o te embelese. Yo debo sentir ese amor.»

«¿Eso es Shakespeare?», me pregunto sintiendo saltar mi pecho.

—Que poética —felicita mamá a Elisa.

—Lo escuché en Shakespeare apasionado. Una película —aclara.

«Una película» Suspiro con decepción. «Ya se me hacía extraño que tú sepas de tan importante dramaturgo, niña».

—Lo llaman Terminator —cuenta a todos Kev volviendo al tema Piero. Ah, es chico con cuerpo de perro en dos patas, cola sucia, falso embutido. ¡Haberlo dicho antes!

—Así le gusta que lo llamen —confirma Elisa.

—Pero no llega ni a RoboCop —ríe Kev y Elisa le mira con odio.

—Skipy y yo armamos un rompecabezas —comenta Ana.

«Tú lo armaste sola, niña. Yo dormí la mayor parte del tiempo». Esas galletas me dejaron tan lleno que ni siquiera pretendo negociar media vida por un pedazo de la milanesa que están dejando a medias sobre sus respectivos platos.

—¿Y tú tarea? —pregunta mamá.

—También la hicimos.

Los siguientes minutos transcurren en silencio. Lo único que se escucha es el sonido de tenedores y cuchillos hasta que papá vuelve a hablar:

—Bien, yo tengo que ir al consultorio —Se pone de pie.

—¿Otra vez? —pregunta mamá con una voz baja... letal.

Papá acomoda su corbata.

—Sí. Tengo una emergencia.

Y aunque mamá intenta decir otra cosa, en el último momento decide que mejor no. Papá se despide de ella dándole un sonoro beso en la mejilla que ella recibe seria.

—¡Pero prometiste que hoy leeríamos Caperucita roja! —le recuerda Ana, triste.

—Te la leerá Kev —contesta papá.

—¿Tengo cara de muñeco de Plaza sésamo? —se queja Kev.

—Sí —contesta papá sacando su billetera y de esta un billete que de inmediato entrega a Kev—. Pero ese no es el punto.

Kev recibe el billete con una sonrisa.

—Blancanieves, Cenicienta, Hansel y Gretel... todos los que quieras, pequeña —dice a Ana.

—Hasta luego, familia —se despide papá.

Lo escuchamos salir de la casa, subir a la máquina infernal e irse. Acto seguido, todavía seria, mamá se levanta de la mesa, saca una botella de la alacena y parte del comedor.

—Estaré en el patio trasero —avisa.

Kev y Elisa se miran.

—Y no comparte —exclama Elisa, dejando caer el tenedor sobre su plato, abandonando la mesa y sacando ella misma otra botella de la alacena—. Arrivederci —se despide.

Después, en lo que Elisa sube las escaleras, Kev saca el móvil del pantalón y, sin dejar de sonreír, sujeta frente a este el billete; escuchamos un chasquido y luego, llevando el aparato a su oreja, también se apresura a salir del comedor.

—No esperábamos un donativo —lo escuchamos reír subiendo con urgencia las escaleras.

Lo único que se escucha ahora en el área del comedor es el tenedor de Ana separando con lentitud los espárragos del brócoli.

—Ya no les contamos de qué era el rompecabezas, Skipy —sonríe triste, sin dejar de ver su plato.

...

Como puede, pues me sostiene entre sus brazos, Ana toca la puerta de la habitación de Kev. «Sí, estoy temblando»

—Adelante —contesta Kev al otro lado y Ana abre.

El chico está recostado sobre piso, dibujando.

—¿Es tu instituto? —le pregunta Ana como si fuera la cosa más maravillosa para ver.

—Un mapa —explica Kev.

—¿Qué significan esas X? —Ana señala cuatro dieses romanos distribuidos sobre el dibujo.

—Planificación, pequeña —le guiña un ojo Kev—. Dime qué quieres.

—Le prometiste a papá que me leerías un cuento.

Kev mira su reloj.

—Cierto.

El chico empuja el dibujo bajo su cama, se pone de pie y nos sigue de vuelta a nuestra habitación.

—Así que Caperucita roja —musita, tomando de las manos de Ana un libro.

—Sí. Aunque solo tiene dibujos —explica Ana subiendo a la cama conmigo en brazos. Mis parpados empiezan a caer y aún no comienza el cuento—. Tendrás que recordar cómo va.

—No hay problema con eso —asegura Kev arropando a Ana para luego tomar asiento en una esquina—. Érase una vez una niña que vivía en una zona de guerra con su mamá —empieza el chico, suavizando su tono—. Los lobos aterrorizaban a su pueblo por el simple hecho de que en sus tierras, casualmente, había petróleo.

—¿Seguro que así va? —pregunta Ana con duda.

Kev lleva una mano a su pecho.

—¿Dudas de mí?

—No. Es que...

—Tú solo escucha —El chico cambia de página—: Un día la mamá de Caperucita, respetada por ser líder de la oposición, llenó una cesta con explosivos y se la entregó a su hijita para, por fin, llevar a cabo la misión «Abuelita». Lo haría vistiendo una capa color rojo, símbolo de toda la sangre que había derramado su pueblo.

—La versión que me cuenta papá asegura que ella llevaba comida —vuelve a interrumpir Ana.

—¿Si tu llevaras explosivos en una cesta te gustaría que la gente lo supiera? —le cuestiona Kev.

—Supongo que no.

—Exacto —Kev se aclara la garganta y continúa pasando las hojas del libro. Yo... digamos que perdí el sueño—: Caperucita cruzó el bosque dando pequeños saltitos hasta que se topó con un enorme lobo. «¿A dónde llevas esa cesta, niña?», le preguntó este. «A la cabaña de mi abuelita», contestó Caperucita conservando la calma, tal como había aprendido en su entrenamiento. «¿Por dónde me recomiendas ir para llegar más rápido?», añadió. Entonces el lobo, considerándose astuto, le señaló el camino largo. Caperucita fingió hacerle caso y le dejó a él ir por el más corto.

En la supuesta cabaña de la abuelita esperaba ya al lobo una anciana miembro de la oposición y voluntaria para misiones suicidas. Por tanto, al llegar el lobo, sin oponer resistencia se dejó comer. De inmediato el lobo mandó a llamar a los suyos para así esperar juntos a Caperucita. Habían devorado a la abuelita, pero era bien sabido por todos que los lobos feroces prefieren la carne de las niñas que no se duermen rápido.

«Banana se apresura a cerrar los ojos.»

»Caperucita llegó a la cabaña cantando, abrió y se apresuró a saludar a la ancianita que descansaba tranquilamente sobre una cama.

—Hola abuelita, soy yo, Caperucita.

—Hola Caperucita, cuánto has crecido mi nietecita —El tono de la anciana era grave.

De ese modo, Caperucita confirmó que algo iba mal. Su abuelita no tenía la voz tan ronca, ni aspecto bestial; por lo que, siguiendo con el teatro, cuestionó:

—Abuelita, que ojos tan grandes tienes.

—Son para verte mejor —dijo el lobo imitando muy mal la voz dulce de una abuelita.

—Abuelita, pero que orejas tan grandes tienes —dijo Caperucita fingiendo no comprender qué iba mal.

—¿Nunca te han dicho que no está bien juzgar a las personas, niña grosera? —Se quejó el lobo.

—¿Cómo? —saltó Caperucita.

—Que... Que son para oírte mejor —corrigió el lobo consciente de que era el menos indicado para dar un discurso sobre lo políticamente correcto.

—Y esa boca —continuó Caperucita removiendo todo dentro de su cesta—. ¡Qué boca tan grande tienes abuelita!

—¡ES PARA COMERTE MEJOOOOOOOR! —gritó el lobo saltando sobre Caperucta, a quien se tragó de un bocado. Lo pensó bien y no estaba dispuesto a compartir el festín con sus demás amigos que esperaban ocultos bajo la cama.

Pero el lobo no contaba con que Caperucita, al momento de ser tragada, llevaba consigo la cesta llena de explosivos; de modo que, la niña, gritando con fuerza «¡Alá!», sacó de esta una granada y ¡KABOM! —Ana y yo saltamos—. Hizo explotar todo... Fin.

—Pero un cazador encuentra la cabaña y la rescata a ella y a su abuelita —comenta Ana.

«Sí, yo también recuerdo ese final»

—Pero ese es un final pancista —asegura Kev cerrando el libro—. Caperucita y la abuelita serán heroínas para su pueblo.

—Oh.

—Y eso es todo por esta noche —Se despide Kev llevando el libro de Ana hasta un anaquel junto con otros—. Mañana te leo Blancanieves y los siete refugiados.

—¿No eran enanitos? —Ana abre mucho sus ojos.

—Llamarlos así es parte de la discriminación que sufren dichos seres en Muy muy lejano —Kev empieza a salir de la habitación—. Y tú —me señala antes—. Hablo en serio, gato. Mucho cuidado con Agatha. Controla esas hormonas.

Sin dar importancia a sus palabras, espero a que Ana se duerma y salgo por la ventana.


«Dad palabra al dolor: el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe»

—William Shakespeare.


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Un caso los Delvecchio. Pero bueno, esto sigue tomando forma D: 

¿Quieren leer Blancanieves y los siete refugiados?  D: Por cierto, esto forma parte de la personalidad de Kev. Kev es un personaje que seguimos conociendo. Algo que me gusta mucho de El diario de Skipy es que cada personaje tendrá su momento para «brillar» :) En el siguiente por ejemplo, le toca a Agatha y sabremos un poco más del vecindario :O 

Seguímos pronto. ¡Gracias por votar! ♥

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