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4. Eso estuvo cerca

Capítulo dedicado a LuciaSilvaContreras :)

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4. Eso estuvo cerca

—Y ella es Lucy, y ella es Kim.

Entrecierro mis bellos ojos mientras continuo escuchando a Ana terminar de presentarme a sus muñecas:

—Y esas son todas, Skipy —concluye, por fin.

Siento que puedo respirar tranquilo.

—En la noche te presento a mis peluches —me amenaza.

Miro de la estantería repleta de muñecas hacia la de peluches ¡Es el doble de grande!

Pero, "Si todo el año fuese fiesta, divertirse sería más aburrido que trabajar.", diría el maestro Shakespeare.

Lo que me recuerda...
Humana, es hora de comer. ¿Qué esperas para alimentarme?

—Meow. Meow...

—No, Skipy —dice ella—. Ya te dije que hasta más tarde te presentaré a mis peluches.

¡Ay!

—Ahora tengo que bajar a comer
—añade.

¿Comer?

—¡MEOW! ¡MEOOOOW!

—Que insistente eres, Skipy —ríe—. Pero está bien, empecemos con los peluches...

Y tranquilamente se sienta a mi lado. Oh, no. Ana coge primero a un conejo:

—Este es el señor Bigotes —empieza— y este castor es Crispin...

¿Por qué yo?

Y a Bigotes ya me lo habías presentado. 

—No pongas esa cara, Skipy —dice, melosa—. A ti te quiero tanto como a ellos.

Después me abraza. No. NO. Basta. ¡Niña, no soy tu peluche! Basta...

—No seas tan uraño, Skipy —me regaña, pero todavía está sonriendo. Yo intento escapar de sus pequeños brazos—. Nadie quiere a los enojones.

¡ANAAA! —escucho que la llaman.

Y por fin me suelta. Menos mal.

¡VEN A COMER YA!

—¡Voy, mami! —dice y se pone de pie.

Al mismo tiempo, mi estómago me recuerda que yo tampoco he comido desde hace tres largas horas. Qué tortura, divina Verona.

—¡MEOW! ¡MEEEOW!

—Que después seguimos con los peluches, Skipy —me recuerda Ana.

Te tengo que tener tanta paciencia, niña.

La veo caminar hacia su puerta. ¿Cuánto tardará en regresar y alimentarme?

Pero no sale de inmediato. Ana se vuelve y dice:

—Mejor te llevaré conmigo para presentarte a todos. ¿Quieres ir a la cocina?

No pongo resistencia, porque mejor que te den comida, es que te pongan donde hay comida.

Salimos de la habitación y Ana baja las escaleras corriendo.

Despacio, niña, que soy edición limitada.

De igual forma atravesamos la sala, el comedor y por fin llegamos hasta la cocina.

—Buenos días —saluda Ana a todos.

—Hola, cielo —la saluda mamá.

—¿Qué rayos es eso? —pregunta la humana que come humanos, mirándome con desagrado.

—Es un gato —responde Ana, acariciando mi cabeza. Yo ronroneo—. Se llama Skipy.

Ahora que no estoy dentro de la jaula, puedo ver la cocina con mayor claridad. Es más grande que la de mi anciana y hay más comida. Hay mucha comida sobre la mesa. Pero a la vez hay cuatro humanos alrededor de ella, custodiándola.

—Aquí comemos todos los días, Skipy —me explica Ana—. Sólo en fechas especiales ocupamos la mesa que está en el salón de a la par.

—Deja de explicarle todo al gato, amor —le aconseja mamá con humor. Los demás en la mesa nos ignoran—, ellos no entienden nada.

¿Con que perro me está confundiendo? Señora, los gatos somos de una estirpe mejor evolucionada.

—Y ya ven a sentarte —termina mamá y Ana, obediente, me coloca sobre el piso de la cocina.

Perfecto. Ronroneo e intento buscar migajas de comida que cayó sobre el piso. ¡Mi estómago pide paté o croquetas, o lo que sea!

Y pescando comida del piso, ¡cuán bajo he caído! 

—¿Por qué está tan gordo? —pregunta otro de los carceleros que veo por primera vez. Sus ojos apenas se ven debido a su largo cabello y lo llaman "Kev".

—Tu tío dijo que su anterior dueña padecía de alzheimer —responde mamá— y continuamente olvidaba que ya le había dado de comer.

¿Están hablando de mi anciana?

Me instalo a un lado de la mesa y paciente observo a los cinco humanos sentados alrededor de esta. Primero está papá, que ignora a todos mientras lee su periódico. Le sigue la humana come humanos, a quien Ana llama Elisa. Después esta Kev. Y por último Ana y mamá.

—¿No pueden dejar un rato esos teléfonos mientras comemos? —regaña mamá a Elisa y a Kev.

Ellos esbozan una mueca de fastidio.

—Estoy platicando con Joshua —responde Elisa, sin despejar sus ojos molestos del aparato.

Mamá espira ruidosamente y se vuelve a mirar a Kev:

—Kev, por favor —le insiste— y quítate esos auriculares. Estamos en la mesa.

Kev la reta al subirle el volumen a su estridente música.

Es algo que suena tipo: RAÑAÑAN RONMAUMAU. Algo así como un gato muy enojado.

—¡Te vas a quedar sordo! —insiste mamá, pero Kev la vuelve a ignorar—. ¡Hasta aquí se escucha eso!

Yo sólo espero a ver quién de todos deja caer la primera salchicha.

—¡Haz algo! —le discute mamá a papá.

Él baja lentamente su periódico:

—Son adolescentes, Vivian —dice—. Si los obligas a hacer algo, menos podrás con ellos.

—Sí, menos —ríe Elisa.

—No seas abusiva —la regaña mamá.

Elisa entorna sus ojos y continua ocupada con su teléfono.

—Ayer jugué a que Lucy y Kim son princesas de Encantia —intenta contar Ana, pero nadie le pone atención. Hasta mamá ya prendió el televisor que está sobre la nevera para no tener que ver con nada—. Ellas son mis muñecas favoritas.

—Si, amor —dice mamá, sin dejar de ver el televisor. Justo pasan una noticia que le interesa—. Dios, parece que entrará una tormenta tropical.

—¿Qué es una tormenta tropical? —pregunta Ana, mirando en redondo a todos.

Pero mamá sigue pendiente del televisor, papá de su periódico y Elisa y Kev de los aparatos que sostienen en sus manos.

Oh, vaya. Al parecer no soy el único que ignora a Ana.

Sin apartar la sonrisa de su rostro, Ana elige mejor poner atención a su comida. Pronto la veo colocar una salchicha en su tenedor.

Corro hasta llegar a sus pies y, ronroneando, froto mi hermoso pelaje contra sus medias.
Dame de comer...
Dame de comer...
DAME DE COMER...

Escucho que Ana ríe y después saca su cabeza por debajo de la mesa:

—Shhh —musita, colocando su dedo índice sobre su nariz y su boca. No quiere que diga nada.

Oye, humana, yo ni hablo.

A continuación, me arroja la primera salchicha. Me la como de inmediato.
Eso es. Vas bien. Vas bien.

                            . . .

Todos se levantan de la mesa antes de que Ana termine de comer.

—Pasaré la tarde con Joshua —anuncia Elisa y se marcha.

Mamá gruñe y murmura algo sobre "estar harta de regañarla".

Kev también se apresura a salir de la cocina.

—¡No pases tanto tiempo frente a la computadora! —lo amenaza mamá, pero él no dice nada.

Molesta, mamá practicamente deja caer la torre de platos sobre el fregadero.

—A mi nadie me hace caso —se queja.

—Yo también tengo que salir —anuncia papá con un suspiro. Se pone de pie y deja caer su periódico sobre la mesa—. Regresaré antes de la cena.

—¿A dónde vas? —le pregunta mamá sin dejar de ver los platos que lava.

—El doctor Solares me llamó. Necesita que vaya al hospital un par de horas —dice papá y, sin decir más, también sale con prisa de la cocina.

Mamá gruñe otra cosa que no comprendo.

—Mami, ¿puedo ir a jugar al parque? —le pregunta Ana, todavía sentada en la mesa.

—Pregúntale a tu padre —gruñe mamá, dejando caer con fuerza más platos y vasos sobre el fregadero.

Mi anciana era más cuidadosa al lavarlos.

Ana salta de su silla y corre a buscarme.

—Vamos, Skipy —dice y los dos seguimos a papá hasta llegar a la máquina infernal que tiene estacionada frente a la casa.

—¡Papi! —lo llama Ana, antes de que él suba a la máquina. Él sostiene un teléfono junto a su oreja—. ¡Papi! —le llama de nuevo Ana.

—Si, mi amor, ya voy. Sí. Sí... Ponte linda, ¿quieres? —lo escuchamos decir.

¿Cómo?

Ana lo mira con sus ojos muy abiertos:

—¿Estás hablando con mamá? —le pregunta

Al darse cuenta de que Ana está cerca, papá se apresura a colocar una mano sobre su teléfono, a modo de esconderlo.

—Eh... —Se ve nervioso—. ¿Qué... qué quieres, linda?

Y está sudando.

—¿Puedo ir a jugar al parque? —le pregunta Ana, señalando un lugar al otro lado de la calle.

—Eh... sí. Por supuesto —dice papá, limpiando el sudor de su frente—. Anda, ve... Pero no tardes.

Ana asiente obediente y vemos a papá subir a la máquina infernal. Entre balbuceos, él retoma la plática que tenía antes de que nosotros lo interrumpiéramos.

Una vez se marcha papá, Ana, cargando conmigo, corre hacia el parque.

Ella no lo hace, pero yo, activando mi instinto protector, miro hacia ambos lados de la calle.

Se apróxima otra máquina infernal...
Ana, detente.
Ana, deja de correr y mira hacia ambos lados antes de intentar cruzar.
¡Ana!
¡Ana, detente!
¡ANAAAAAAAA!

Con mi corazón a punto de saltar de mi pecho, saco mis garras y presiono con estas el escuálido brazo de Ana. Ella grita, pero se detiene.

—BIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIP —se queja la máquina infernal.

Ana la mira asustada.

—¡Casi te atropello, niña! —la regaña quien está a bordo—. ¡Mira hacia ambos lados antes de cruzar!

Lo que dije. Ana asiente y la máquina se marcha.

—Eso estuvo cerca, Skipy —me dice.

Yo estoy temblando.

Mira, niña, que a ti no te quieran en tu casa no quiere decir que conmigo es lo mismo.

¡Y mi nombre es Shakespeare, no Skipy!

Ana suspira mirando hacia ambos lados de la calle y, una vez verifica que no hay peligro, continua corriendo hacia el parque.


"Antes que nada ser verídico para contigo mismo. Y así, tan cierto como que la noche sigue al día, hallarás que no puedes mentir a nadie."

-William Shakespeare

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