2. El secuestro
Capítulo dedicado a Pikachiquisilvolover Gracias por siempre seguir fielmente todas mis publicaciones c:
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2. El secuestro
—Vas a estar bien, gato —repite otra vez mi secuestrador.
¿Cómo si ahora soy un prisionero?
Estoy encerrado en una diminuta jaula en la que ni siquiera puedo moverme.
—En unos minutos llegamos —dice.
¿A dónde? ¡LIBÉRAME!
Intento aruñar la jaula pero no consigo salir. ¡Humano, basta ya! ¡Libérame!
Mi humana no ha despertado y tengo que volver a casa. Lo único que hicieron por nosotros fue cubrirla con una manta y a mí me alejaron de casa.
Ahora estoy secuestrado.
¡Oh, destino cruel!
¿Qué será de mi humana cuando despierte y yo no esté cerca?
"No te alejes demasiado, Shakespeare. Me preocupo demasiado", suele quejarse.
Y no sé cómo volver a casa.
—Meow —explico al humano—. Meow.
—Aww, ¿estás contento, gato?
¿Perdón? Lo que quise decir fue: Tú, inútil, regrésame ya.
—Ya estamos aquí —responde, sonriente y la máquina infernal en la que estamos se detiene.
Él abre su puerta y sale de la bestia. Después me saca a mí.
Miro un buzón. Césped. Una casa. Otra máquina infernal aparcada. Dos humanos... ¿Dos humanos comiéndose entre sí?
—Elisa, ¿está Vivian? —pregunta él.
La canibal libera a su víctima y dice:
—Adentro, supongo. No la he visto salir.
Su actitud es peor que la mía y eso ya es mucho decir.
—Y contrólate, ¿quieres? —responde él con enfado.
Pero los otros no hacen caso y continúan comiéndose entre sí.
Pongo atención al ambiente.
Aquí hay ruido, demasiado ruido. Voces. Personas. ¡Niños!
¡Y no me gustan los niños!
Él camina hacia una puerta con mi prisión en sus manos.
—¡Vivian! —llama—. ¡VIVIAN!
Abre y entramos a la casa...
—¡Vivian! —sigue llamando.
Espero que "Vivian" sea el mandato para que me traigan comida.
Esta casa es diferente a la mía. Es más grande. Hay más luz. Más ruido... Niños.
Ay no.
De nuevo aruño mi jaula.
De una puerta sale otra humana exhibiendo una sonrisa de oreja a oreja.
—No te esperaba, Nelsón —saluda, emocionada. Trae en sus manos una bandeja repleta de galletas—. Oh, cielos, ¿qué es eso? —pregunta, al verme.
Mi nombre es Shakespeare. Ahora dame galletas.
—Un gato. Se quedó sin dueño y recordé que Ana te pidió uno.
¿Sin dueño? ¿Acaso está cegado? Yo ya tengo una humana a mi servicio.
—No sé si Richard vaya a estar de acuerdo...
—Oh, vamos, Vivi, tú eres la señora de la casa.
El humano sigue a Vivian hasta llegar a... Oh, mi lugar favorito: la cocina. Él coloca mi prisión sobre el desayunador, y ella, frente a esta, la galleta repleta de galletas. El olor me tortura.
—Ya conoces a Richard.
—Pero no es para él, es para Ana.
—Y no me estás preguntando, pero últimamente hemos tenido muchos problemas.
Ella sirve café para los dos.
¿Y mi comida? No pruebo bocado desde hace cinco horas. Pronto moriré de inanición.
—¿Qué tipo de problemas?
—Lidiamos con dos adolescentes. Eso es más que suficiente, ¿no?.
Ella frota sus sienes. Mi humana hace eso cuando siente ganas de arrancarse la cabeza. No obstante, si las comparamos, esta tiene el cabello dorado y su aspecto no luce deteriorado. Si cansado, pero no deteriorado.
—Te creo —ríe Nelsón. Desde mi posición solo puedo ver su pecho y sus manos—. Al llegar prácticamente vi a Elisa comiéndose a un tipo. Ese novio suyo...
—Ella le dice "Perico".
—Y no quiero saber por qué —Él alza los brazos. Parece enojado—. Pero, Dios, iba a tragárselo.
¡Pero al menos ella está comiendo! No sé de pericos, pero una vez perseguí a una canario.
—Y eso no es lo peor —Vivian parece angustiada. Tal vez ya se dio cuenta de que necesito comer—. También tengo problemas Kev.
—¿Qué le pasa?
Nelsón y Vivian se hallan sentados uno frente al otro compartiendo galletas y café... ignorándome.
—Es un altanero.
—Tal vez si...
—Ya lo intenté. Ya lo intenté todo.
Ella finalmente se decide a sacarme de mi encierro.
—Te lo digo en serio —dice, quitando el seguro de mi prisión— disfruta a tus hijos ahora que están pequeños.
—Pero todavía tienes a Ana.
Ella me hala de mi collar y me sostiene entre sus manos. Ahora estamos cara a cara.
¡Aliméntame!
—Y Ana se porta tan bien —sonríe, viéndome—. Creo que si merece quedarse con esta hermosura.
A continuación, sin mi autorización ella frota su nariz contra mi nariz. ¿Por qué les gusta hacer eso?
Oye, ¿segura de que no tienes gérmenes?
—Hermosura —repite.
—Mmm mi nombre es Shakespeare —intento aclararle.
Porque soy "Shakespeare", no "Hermosura".
—Tiene una forma graciosa de maullar —ríe.
—Creo que está feliz de estar aquí.
La experiencia que he acumulado este año me ha enseñado que los humanos son lentos de entendimiento. Tenemos que tener paciencia con ellos.
—¡¿Qué es eso, mamá?! —escucho que grita sorprendida una diminuta y chillona voz—. ¡WOW!
Mi piel se eriza.
—¡Mira lo que te trajo el tío Nelson! —celebra Vivian mirando sobre mi cabeza.
¿Qué hay detrás? ¿A quién le está hablando?
¡Aliméntame!
A L I M É N T A ME
Y me coloca de tal forma que ahora puedo ver a una humana diminuta correr hacia mí.
—¡Un gatito! —exclama y me atrapa de las manos de lo que llama "Mamá".
—Gatote —dice Nelsón—. Míralo que gordo está. Por cierto, Vivi, el veterinario dice que hay que ponerlo a dieta.
¿Qué es "dieta"?
—¡Parece un peluche, mamá!
Lo que llaman "Ana" es efusiva, ruidosa y parlanchina. Además de que me sostiene entre sus delgados brazos como si temiera que fuera a romperme.
—Gato, te presento a tu nueva dueña: Ana —dice Nelsón.
La humana diminuta salta. ¡Precaución, que yo tengo invaluable valor!
—¡Gracias, tío! ¿Seguro de que es un gato?
Apenas termina de decir eso, me coloca hocico hacia abajo y enseguida levanta mi hermosa cola de tal manera que...
¡Oye! ¡Esta es una violación a mis derechos constitucionales!
—Es gato, amor —dice Nelsón—. Antes de traerlo aquí lo lleve al veterinario.
Así que "veterinario" se le llama a esa cámara de tortura a la que fui expuesto antes de venir.
—Dice que la raza del gato es Británico de pelo corto o British blue.
Al menos eso se oye elegante.
—Y les repito que tienen que ponerlo a dieta.
Ana me abraza y me saliva. Sí, ya entendí que estás feliz.
—¿Tiene nombre? —pregunta, tomando una galleta que me da a mi.
No estás tan mal después de todo...
—Bueno...
Y sí, tengo un nombre. Es Shakespeare, como el del gran dramaturgo, poeta y actor también conocido como El Bardo.
—No me lo dijeron.
—Entonces lo llamaré... ¡Skipy! —festeja Ana.
¿Skipy?
¡¿SKIPY?!
A ti te llaman "Ana" ¿Te gustaría que lo cambiara a "Banana"? ¡Mi nombre es Shakespeare, como el gran autor de... !
—Está maullando, mamá —exclama ella, feliz.
—Sí, amor, seguro que su nuevo nombre le ha encantado.
Estos humanos...
Esa noche:
Ahora estoy en manos de un nuevo carcelero. Le llaman "Ana" y dice tener siete años. Rodeó mi cuello con un lazo, me perfumó y finalmente, como primera muestra de benevolencia, me alimentó.
Una ración. He comido una sola ración de alimento desde que me entregaron a este nuevo carcelero. Pensé en guardar alimento por si no obtenía nada más hoy, pero me hallaba demasiado hambriento. Ahora a resolver lo de dónde dormiré.
Ana se pasea por su habitación acomodándolo todo.
—Estos son mis juguetes, Skipy —explica, como si me importara—. Este conejo es el "Señor bigotes", esta jirafa es "Larga", esta rana es...
Ya me dio sueño...
—No, tú no vas a dormir sobre mis muñecas.
Me despierta y acomoda sobre una cama diminuta.
D I M I N U T A.
—Era del gato de Elisa, pero ahora será para ti —explica.
¿Y por qué yo tengo que usar cosas del gato de Elisa?
—Él desapareció...
Y escuchar eso es tan consolador.
Ana se viste con lo que llama pijama, apaga la luz y dice que es hora de dormir.
Yo tengo hambre y no me siento cómodo. ¿Cómo puede hablar de dormir?
—¡No debiste aceptar al gato! —escucho gritar a alguien al otro lado de la puerta.
¿Acaban de recibir a otro gato?
—Ana se lo pidió a Nelsón.
Esa voz es la de la humana que...
—¡No lo quiero aquí, Vivian!
—Pero Ana está...
—No más gatos.
Él tiene razón. Ninguno más que yo.
—Pero, Richard...
Si me voy a quedar aquí, debo ser el único.
—Mañana, sin falta.
Escucho que Ana baja de su cama y en seguida se recuesta junto a la mía. Ah, no, fuiste clara en que en que cada quien utilizara su propia cama...
Agua sale de sus ojos.
Oye, no...
Me abraza.
—No tengas miedo, Skipy —dice, hipando—. No voy a permitir que te alejen de mí.
"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos"
—William Shakespeare.
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