17. La historia de Gilmour
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Capítulo dedicado a VioletaECalvillo. ¡Gracias por tu apoyo!
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17. La historia de Gilmour
Horas después, de madrugada, nos encontramos en un pequeño parque situado en medio de la manzana, lo rodean árboles y bancas desperdigadas en cada esquina. Visité este lugar durante mi segundo día de secuestro, cuando una máquina infernal estuvo a punto de golpear a Banana, ella suele venir a jugar aquí.
De pie sobre un castillo de madera, Agatha, Americano, Sir Lancelot, Guzmán, Almirante, Teniente devastación y yo esperamos a que otras «mascotas» vengan. Para aclarar, así les llama Americano; no yo. Los gatos no somos «mascotas», por el contrario tenemos humanos a nuestro servicio. Que él hable por los perros.
—Bienvenidos a otra reunión —saluda Americano.
Perros, gatos, pájaros, reptiles y roedores vienen uno tras otro aprovechando que los humanos duermen.
—Compañeros —los saluda Almirante sentado con solemnidad al pie del castillo.
—Hola, Almirante —le saluda de regreso Tony Tormenta, un pez betta cuya pecera viene instalada sobre una patineta. Un perro de nombre Renato tira de ella. Esta noche es de ver para creer.
Miro el cielo al escuchar una canción entonada con un silbido. Americano saluda a un loro de nombre Caracol y este se sitúa sobre un árbol. A este le siguen otras especies de pájaros. Pronto somos un centenar de «mascotas» reunidas:
Keysi, una Poodle de avanza edad que parte del camino lo recorrió en dos patas, al nomás llegar se echa a tomar una siesta.
Una gata, de nombre Smoky, parece venir lista para la guerra, pues trae sobre su cabeza una lata que utiliza como casco.
¿Enfrentaremos ya a Chifus?
Lo pregunto porque un dálmata también llega anunciando que «el fin está cerca».
—¡Atención! —ladra a todos Americano para que detengan la cháchara y lo miren. Si un humano visitara en medio de la noche el parque esto le parecía extraño, muy extraño.
—¿Recuerdan que les platiqué que a mi humana la terminó su novio? —cuenta un Yorkshire Terrier de nombre «Cosita» llamando la atención de todos e interrumpiendo a Americano—. Ahora se la pasa rogándole que vuelvan.
Oigo risas. ¡Qué va! Carcajadas.
—Mi humana fue la que terminó con su novio —cuenta Musi, una chihuahua—. Ahora se la pasa poniendo música. Al menos olvida que la hago tropezar con mi correa.
De nuevo las carcajadas.
—Yo acabo de descubrir que mi humano se pone la ropa de su esposa —platica ahora una lagartija—; y vamos, en mi sincera opinión le queda mejor que a ella.
Otra vez hay mascotas destornillándose de la risa.
Es el turno del pez Tony Tormenta para hablar:
—Yo suelo quedarme quieto, muy quieto, para hacer creer a mi humana que me morí.
—Y esperen a que les platique cómo va la dieta para perder de peso de mi humana —comienza un gato color blanco de nombre Snow conteniendo la risa.
—No, hoy no vamos a reírnos de los humanos —le aclara Americano a él y a todos. En respuesta, se escuchan gemidos de lamentación.
—¡Pero yo iba a contar lo que hace mi humana con el poster de una banda! —ladra alto un Toy Spaniel.
Alrededor del castillo continúan las quejas.
—Hoy hablaremos de Chifus —añade Americano, y ahora hay silencio. Hasta el «cri, cri» de los grillos se detuvo—. Chifus como peligro para el vecindario.
—Quedamos en fingir que no existe —dice Luna, una perra Cocker color negro que también espera impaciente su turno para reírse de los humanos. Muchos le secundan.
Americano, por el contrario, mueve su cabeza con negativa.
—No podemos. Los humanos nos necesitan.
—¿Y qué han hecho los humanos por nosotros? —pregunta un Pit bull dirigiéndose a todos.
—Sí, ¿qué? —Pronto hay más preguntándose lo mismo.
—Nos dan agua, comida... atención —La voz de Americano titubea.
—Es gracioso que seas precisamente tú el que dice eso, Americano —ríe el Pit bull—. ¿Cuántas veces te pateó tu humano hoy?
Los ojos de Americano se tornan tristes y al instante miro a Agatha, y ella a mí, recordando nuestra conversación de horas antes.
—Los humanos merecen lo que les hará Chifus —reclama otro perro.
—No ¡Merecen algo peor! —maúlla con fuerza un gato.
—¡Sí, mucho peor!
—¡Humanos deshumanos!
—¡Que acaben con ellos!
Americano mira con desesperación su derecha. Parece esperar algo.
—¡Me mantienen encerrado! —ladra un perro.
—¡Olvidan darme agua! —gruñe un cerdo.
—¡Me alejaron de mi mamá! —se queja también un Pug que después cae hacia un lado—. No otra vez —agrega.
—¡A mí también me alejaron de mi mamá!
—¡Y a mí!
—¡A MÍ TAMBIÉN!
—Eso no es nada. A mí me cortaron las orejas! —continúa con su queja el Pit bull.
—Y te utilizan para pelear —le recuerda un Golden retriever.
—¿A ti no? —pregunta el Pit bull con sorpresa.
—No, compañero.
—No —Niega con la cabeza un caniche.
Las respuestas negativas siguen:
—A mí ni me ponen atención.
—Ni a mí.
—A mí tampoco.
El Pit bull, mientras, se echa en el suelo viéndose triste. Aunque pronto su tristeza es reemplazada por el enojo.
—A mí una vez me dejaron todo el día bajo la lluvia —ladra otro perro.
—¿Un día? —le contesta otro—. Yo perdí la cuenta de cuántos han sido ya. También me dejan bajo el sol.
—¡LOS HUMANOS MERECEN TODO LO MALO QUE LES PASE! —maúlla erizando con enojo su pelaje una gata.
Americano, sin saber qué hacer, continúa moviendo con negativa su cabeza. Quiere decir algo, lo intenta, pero alguien se le adelanta:
—Así es —La voz es profunda. Primera vez que habla en lo que va de la reunión.
Los que dan la cara al castillo de madera se giran para ver de quien se trata. No obstante, yo que estoy de frente, no puedo verle. Solo cuando dos filas de mascotas se echan hacia atrás para dejarle pasar miro quien es.
Chifus.
—Vino —musita un perro.
Al hámster lo acompañan un grupo de ratas. Hasta donde sé sus únicas aliadas.
—¿Cómo salió?
Eso nos preguntamos todos.
—Es jueves, hoy limpian su jaula —Nos recuerda Luna.
Chifus y su ejército pronto se halla de pie en medio del grupo. Como es su costumbre, lleva puesto un casco color negro compuesto de dos piezas, respira como si se sofocara y su ojo derecho tiembla. Es... terrorífico.
Voltea hacia la derecha y las mascotas que se hallan de ese lado caminan hacia atrás aterrorizadas. Lo mismo sucede cuando mira hacia la izquierda. El Pit bull, un Dóberman y una Rothweiler de nombre «Chiquita» corren a esconderse detrás de una caja de arena.
La Poodle de nombre Keysi despierta solo para contar:
—Se dice que cuando pronuncias su nombre las puertas del infierno se abren —Chifus levanta hacia el cielo sus patas y ríe de forma histérica—. Chi-Fus. Un resoplido sale de tu hocico al decir «Fus»
—Chi-Fus —repetimos todos para comprobarlo y sí, mis patas tiemblan al sentir estar delante del inframundo al decir «Fus».
El hámster esta vez se dirige a Americano:
—Repito: Así es —dice, retomando su discurso. En todo momento hace alarde de su voz grave—. Los humanos merecen todo lo malo que les pase. Son crueles, egoístas... Nos miran como algo que en algún momento desecharán.
—¡No! —defiende Americano pero nadie hace caso.
—¿A quién ya lo abandonaron una vez? —pregunta Chifus al grupo dando la espalda a Americano—. ¿A quién le han gritado? ¿A quién lo han golpeado? ¿A quién le han dejado sin comer? —A continuación, de nuevo se vuelve lentamente en dirección a Americano—. ¿Tú no te sientes identificado con todo lo que acabo de decir, Americano? —le pregunta.
Americano baja su mirada.
—Reina —Chifus le habla a una Pastor Alemán—, ¿no te arrebataron a tus cachorros con apenas tres meses de nacidos? Los vendieron, Reina.
Un «Oh» se escucha entre el grupo. Reina se encoge con tristeza.
—A ti te tienen de tiro al blanco —le recuerda a un pájaro una de las ratas que acompaña a Chifus. Hacen el trabajo de escuderas.
—A ti te cortaron la cola —le recuerda otra a un Bóxer.
—¿Ven cómo los humanos si merecen lo peor? —insiste Chifus mirándonos a cada uno y esta vez la mayoría parece estar de acuerdo.
—¡Ahógalos en caca! —comienza a bufar una gata negra de nombre Monstrua.
Junto a ella, otra de nombre Pinta, le hace segunda:
—¡Mucha caca!
—¡CACA! ¡CACA! ¡CACA! —Ahora la mayoría lo pide.
—No —dice otra voz profunda a mi derecha.
Las peticiones de «caca» se aplacan.
Busco ver quién es el «nuevo» y pronto un gato amarillo de pelaje atigrado sale de las sombras. Contengo mi respiración al darme cuenta de que la mitad de su rostro está desfigurado.
—Al fin —escucho murmurar a Americano.
—¡Callejero! —empiezan a exclamar algunos con asombro—. ¡Es Callejero!
—Americano me citó —dice Callejero dirigiéndose al grupo, en especial a Chifus—. Como muchos ya saben, antes vagaba por esta calle —camina de lado a lado. Americano lo ve con orgullo—. Tanto que los humanos que cuidan de ustedes me apodaron «Callejero». No tenía un lugar fijo, dormía y comía donde pudiera..., y no me iba mal, desde que nací me acostumbré a ese estilo de vida. Hasta que... Ustedes saben lo que sucedió —continúa Callejero, cada perro, gato, pájaro, roedor o reptil lo escucha atento—. Un grupo de niños me encerró dentro de un cesto de basura y dejaron caer dentro petardos —Callejero hace una pausa para que veamos con atención su rostro—. Quién mejor que yo para hablar sobre los crueles que pueden llegar a ser los humanos. Porque muchos son así desde que son niños.
Chifus avanza dos pasos hacia Callejero, señalándole:
—Y por eso merecen...
—No —repite de forma contundente Callejero—. No he terminado de contar mi historia —agrega—. Como pudo otro niño me sacó del cesto de la basura, y aunque su madre no le permitió quedarme con él, los dos me llevaron a un refugio. Ahí me curaron —Tal como lo hace Chifus, Callejero busca la mirada de cada uno—. No quería ver a nadie, claro está. ¡No quería que me tocaran, me miraran, me hablaran...! Solo quería dejarme morir —Siento mi piel erizarse—. Cualquier cosa hubiera sido mejor que continuar a merced de los humanos... Hasta que llegó él.
—¿Él? —preguntamos.
El gato amarillo de pelaje atigrado continúa con su historia:
—Lo primero que hizo fue darme un nombre: Gilmour. Dejé de ser «nadie». Un «callejero».
Ahora no solo Americano mira con orgullo a Gilmour:
—Me tuvo paciencia —continúa el gato—. No me obligó a salir de mi escondite; esperó y solo cuando estuve listo, solo hasta que volví a confiar, salí y me di cuenta de que no había que temer: él no me lastimaría. Primero lo dejé colocar su mano sobre mi cabeza y ahora cuando está en casa paso las tardes recostado tranquilamente sobre su regazo.
—Gilmour... Me gusta es enombre —opina el loro de nombre Caracol, silbando.
—Y aunque se la pasa llorando por su chica —agrega Gilmour esbozando una mueca de «no todo podía ser bueno»—. A lo que voy es: No todos los humanos son malos —Mira a Chifus—. Y ellos también sufren. Nos necesitamos.
Pienso en Banana y yo acurrucados uno junto al otro cantando con Sofía Primera, los dos levantándonos el ánimo.
—Bravo —Chifus le «aplaude» a Gilmour. Las ratas como buenas escuderas hacen lo mismo—. Deberíamos titular a tu historia «La excepción». Porque mi humana sí me abandonó. La vine a buscar y de aquí también se había marchado —En las palabras de Chifus hay más dolor que enojo—. Y muchos otros aquí del mismo modo tienen historias tristes para contarte.
—Pero estoy seguro de que hay otros aquí que igualmente son felices —Gilmour de nuevo mira a cada uno—. Que no solo hablen los que se quejan —les pide—. También debe haber compañeros agradecidos con los humanos.
—A mí me recogieron de la calle —dice una gata de nombre Scarly. Ella inaugura el momento de las confesiones.
—Mi humana siempre me da galletas —dice la Rothwailer de nombre «Chiquita» saliendo de su escondite tras la caja de arena.
—Yo me perdí una vez y mi humana no paró de buscarme hasta que... hasta que dio conmigo —dice Schnauzer de nombre Kim moviendo su pequeña cola—. Volveré con ella. Ya la extraño —se retira.
Muchos le siguen.
—Mis humanos me permiten comer con ellos —dice el loro de nombre Caracol desde su árbol.
—Bueno, no nos han echado a pesar de que nos comemos las plantas de mamá —dice un conejo de nombre Peter. Creo que viven en la casa continua a la de los Delvecchio—. ¿Cierto, Blue? —pregunta al que está a su lado.
—No. La humana aguanta —ríe.
—¡Yo estoy yendo a terapia por casi acabar con los pollos del vecino! —ladra preocupado Tobby, un Golden Retriever. El grupo de pollos de pie al lado del castillo lo mira con enojo—. ¡Pero lo hacía por ansiedad! —se disculpa con ellos—. ¡Ahora bajo limones de un árbol! ¡Pero mi humano no tiene nada que ver! ¡Nada! ¡Lo juro!
—Mi humana alimenta a otros gatos del vecindario —dice una gata de nombre Yoko—. Por eso muchos la visitan.
Me pregunto dónde vive.
—Mi humano también alimenta a otros perros y gatos —comenta Agatha. Americano y Sir Lancelot le miran agradecidos.
—A mí no me echaron a pesar de no saber quién es el padre de mis cachorros —dice la Cocker Spaniel negra de nombre Luna.
—¿Y quién es? —le pregunta otra.
—Yo tampoco sé —contesta Luna y otra perrita la miro feo—. ¿Qué? ¿Venimos a juzgarme?
Gilmour vuelve a dar su atención a Chifus.
—¿Ves? —le echa en cara y Americano también le mira con agradecimiento.
—¿Y qué tienes para contarnos tú, Sir Lancelot? —Chifus ignora a Gilmour y esta vez se dirige al Pastor inglés—. ¿No te abandonaron hace un año? ¿O eres de los que cree que otra familia lo adoptará?
—¡Contigo lo hicieron! —le echa en cara Americano a Chifus—. ¡Te adoptaron, Chifus!
—Pero yo soy pequeño —contesta Chifus—. Tú y Sir Lancelot, en caso contrario, ya no son cachorros. ¿Quién los querrá en su casa?
Una vez más Agatha intenta salir en defensa de Sir Lancelot y Americano:
—Mi humano...
—Los alimenta, sí —Chifus ríe—. Pero no viven con él, querida Agatha.
—¡Pero ayuda!
—¿Cuántos humanos son comparados a nosotros? —pregunta Chifus al grupo—. ¿Han visto los refugios de los que habla Gilmour? ¿Cuántos perros o gatos al final no son adoptados? ¿Cuántos son sacrificados? —La mayoría trastabilla al escuchar eso—. Ese es tu futuro, Sir Lancelot —La atención de Chifus regresa al perro de la casa de enfrente—. Eres enorme, sueltas mucho pelo y eres viejo. Ese es tu futuro —le repite—. Morir solo, atropellado por una maquina infernal o en un refugio. Ese es el futuro de muchos aquí.
—Mis humanos volverán —dice Sir Lancelot, triste.
—No lo harán —insiste Chifus—. Te abandonaron. Así como tampoco tardarán en abandonar a muchos aquí. Porque no todos tenemos la suerte de Gilmour —termina.
—Ni tidis tinimis li siirti di gilmiir —se burla el gato amarillo.
—Él no le tiene miedo a Chifus —le mira con admiración Almirante—. ¿Lo escuchó, Teniente devastación? Deberíamos nombrarlo «coronel».
—Meow —maúlla quedito Teniente devastación.
—Que entre todos haya uno bueno basta para ayudarles —dice Gilmour caminando con seguridad en dirección a Chifus—. Yo no permitiré que le hagas daño a mi humano —le deja en claro.
—Tampoco yo permitiré que hagas daño al mío —dice Americano y aún no puedo creer que defienda a su humano a pesar de que este le golpee.
—Yo tampoco permitiré que hagas daño a mi humano.
Muchos defienden a los suyos.
A Chifus no parece importarle.
—¡Caca! ¡Caca! ¡Caca! —vuelve a bufar la gata negra de nombre Monstrua.
La que está a la par de ella, de nombre «Pinta», también la vuelve a interrumpir:
—Nos construyó una casa —le recuerda a Monstrua. Hablan de su humana.
—¿Media caca? —dice Monstrua ahora.
—¿Y quién nos alimentará si se marcha?
Monstrua parece pensarlo mejor:
—Eh... Chifus, solo deja viva a nuestra humana —pide.
—Oye, yo también necesito que me alimenten —dice el Pitt bull.
—Dejarán vivos a todos —repite Gilmour antes de que alguien más comente lo mismo.
Americano asiente.
—Ahora, antes de que se nos haga más tarde, pasemos al siguiente punto en la agenda —ladra y yo tiemblo. Casi estoy por caerme de lado—. También los cité para presentarles a quien detendrá a Chifus.
Escucho a Elvis al fondo contener una risa.
Mientras; Perros, gatos, pájaros, roedores y reptiles miran hacia todos lados buscando, quizá esperan a Lassie o Rin Tin Tin. Los que ya saben de mí, al igual que Elvis, solo intentan no reír.
—Lo tengo aquí a mi lado —dice Americano colocando una pata sobre mi oreja—. ¡Skipy!
Silencio.
—No, ya en serio —dice Monstrua al cabo de unos segundos.
—Es en serio —asegura Americano—. De Skipy habla la profecía.
Ahora todas las miradas están sobre mí.
Necesito mi caja de arena, Divina Verona.
« Yo juro que vale más ser de baja condición y codearse alegremente con gentes humildes, que no encontrarse muy encumbrado, con una resplandeciente pesadumbre y llevar una dorada tristeza»
—William Shakespeare.
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Espero hayan disfrutado leyéndolo tanto como yo escribiéndolo c:
Ahora les pregunto: ¿Sus mascotas les defenderían de Chifus? Piénsenlo.
Por último, OJO: Si te envié un mensaje informándote que tu mascota resultó ganadora y esta no participó..., no pasa nada ♥ Lo hará en los siguientes capítulos c:
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