II + DIAS MACABROS - II
No me importa que me tomen como una demente, como una maniaca y como una enferma mental, pero lo que ocurrió después de aquella noche, es quizá, algo digno de un relato de terror puro.
El día jueves había llegado, y con ello un nuevo evento que marcó mi memoria. Lizeth me dijo que iría a trabajar, debido a que ya había pasado el día de descanso que tuvo y además tenía que trabajar doble turno; matutino y vespertino. Esto, debido a que el día miércoles había faltado al trabajo; cabe aclarar que ella solo hace el turno matutino, el resto del tiempo y la causa del porque casi siempre llega tarde es por cuestiones personales, según tengo entendido.
Sin embargo, y debido a que el turno de la tarde, como maestra, terminaba a las 8:00 pm, fui yo quien esperó en casa a Lizeth, quien, al llegar y sentarse en la sala, me dijo.
-El turno de la tarde es un desastre, no hay más que simples niños drogadictos y niñas perversas. Estoy agotada... pero no debo de dejar de lado nuestro objetivo de hoy ¿Me entiendes Siomara?
-No del todo amiga – Dije de forma diplomática, tirando a hipócrita.
-Bueno - Continuó - Creo que recuerdas que tenemos un cadáver que reclamar, ¿No es así?
-Ah - Fingí estar sorprendida – A eso te refieres ¿Verdad?
-Si, mi pequeña Siomara.
-Bien – Le dije - ¿Qué vamos a hacer?
-Este es el plan – Me dijo - ¿A qué horas el hospital está menos vigilado?
-Desde la 1:00 am.
-Perfecto. Con tan solo una hora nos será suficiente para llevar a cabo el experimento
-Pero - pregunté - ¿No vas a trabajar mañana?
- ¿Acaso dije que no iría a trabajar?
-No.
-Entonces no necesitas preocuparte por mí.
-Si, pero yo también voy mañana a trabajar.
-Tu tranquila Siomara. Mientras yo viva aquí, tendrás tu despertador personal – Me dijo acariciando mi cabello tras levantarse y acercarse a mí - Por lo que, tenemos un total de... ¿Qué horas son?
-Son las nueve
-Bien – Me dijo nerviosamente – es tiempo suficiente para llevar las sustancias correctas y estudiarlas... ¿Me harías el honor de acompañarme en ello?
- ¿Por qué?
-Porque eres la que mejor conoce todo lo que he hecho aquí, así que vamos, no es como que te pueda controlar – Se puso la mano en la boca, como si hubiera dicho algo malo – Oh espera, claro que puedo.
Empezó a reírse de forma burlona y yo solo pude hacer caso omiso de sus peticiones, aunque en esta ocasión, solo me ocuparía como su espectadora.
Sucedió lo siguiente, durante las horas antes de nuestra partida a la madrugada. Ella, ya estando en el sótano junto conmigo, empezó a experimentar con diversos químicos y algunos órganos, con el fin de crear más de sus sueros o reactivos coloridos. Hasta ese punto, no sabía de estaban compuestos, hasta que logré ver las sustancias que le daban poder a aquellas sustancias; la sangre, que, por diversos compuestos químicos, se podía adherir a cualquier tipo de organismo, y con las sustancias y órganos en ella, podía adaptarse como un parasito a todo tipo de sangre, y la otra cosa, aun mas importante, era el uso de limadura de Gretchenio, que según me contaba Lizeth, fue un metal descubierto por una mujer, Olivia Lidenbrook, y que era uno de los más increíbles elementos jamás creados, debido a lo fácil que era mezclarlo con componentes biológicos; en este caso, la sangre, que cabe remarcar que era de los oficiales.
Tras mezclar todas estas sustancias, me explicó que todo eso debía juntarse con un órgano para dar un efecto diferente.
La coloración de la sustancia era de un blanco brillante, pero, separando la misma en cuatro partes, en varios frascos, Lizeth metió en cada uno un órgano triturado de los oficiales; en el primero metió uno de los dos corazones, dándole una coloración rojiza, como el que había usado para controlar a la rata y a mí. En el segundo, colocó uno de los dos hígados de los oficiales, con sumo trabajo debido al tamaño, y esta tomó una coloración azulada, que era el que usó para cellar sus heridas. El tercero, metiendo las varias glándulas de uno de los oficiales, tomó una coloración amarillenta, que me dijo Lizeth era un suero encargado de la generación de nuevos órganos y capacidades físicas. Y el último de los frascos, hizo una combinación de todos los órganos anteriormente mencionados, triturados, y los echó a la mezcla, haciendo que su color cambiara a verde; su reactivo revivificador.
Mientras hacía esto, a cada cinco minutos, me preguntaba qué horas eran, hasta que, cuando acabó con el ultimo suero, le dije que faltaban 30 minutos para la 1:00 de la mañana. Esto no le pudo parecer más que excelente a mi amiga Lizeth, quien me dijo que preparara una mochila, unas jeringas y que llevase algún cuchillo si se llegaba a aparecer algún intruso. Cosa que hice; tomé mi mochila más grande y también preparé jeringas, con sus respectivas agujas en un paquete esterilizado, también llevé un cuchillo de carnicero por si las cosas se ponían, como decía Lizeth, en nuestra contra.
Si no me falla el recuerdo, salimos a las 12:45 de la madrugada, y para evitar testigos, salimos a pie, corriendo, caminando o simplemente trotando.
Era necesario, no solo reducir costos, si no también reducir el número de personas que nos pudieran inculpar de simplemente "crear vida nueva" decía la maniaca egocéntrica de Lizeth.
Tras un largo recorrido en una noche con las nubes moradas o café, debido a lo nublado del cielo, con luces amarillas, ladridos de perros y edificios completamente apagados, llegamos al hospital.
Ahora, había un problema... ¿Cómo íbamos a entrar? Porque yo no tenía llaves y no me pondría a romper cristales.
Bueno, no yo. Pero Lizeth sí.
Ella, tan rápido como no escuchó nada, dio un puñetazo a la primera ventana que encontró, y abriéndola por completo, me dijo que entráramos. Le hice caso y ambas pasamos por esa ventana rota.
Ya estábamos adentro del hospital, y al parecer no había ningún tipo de vigilancia.
Caminamos por varios pasillos de este lugar, viendo que no hubiera ningún tipo de contratiempo, hasta que nos topamos con una puerta con rejas. Allí no supe que hacer y Lizeth tampoco, por lo que, como pudimos, empezamos a empujar la puerta hasta que pudiéramos perturbar la forma de esta. Sin tener resultado alguno, empezamos chocando contra la puerta, causando así una serie de estruendosos sonidos.
Tardamos casi media hora en hacer que algo de la puerta cambiara, logramos quebrar el seguro que tenía esta, y así pudimos entrar. El que era un lugar hermoso en el día, ahora era un lugar horriblemente sórdido.
Algo que no logro entender es por qué dicen que los cementerios son los que guardan las almas, los lugares aterradores, cuando en realidad los hospitales son el fin de la vida para muchas personas; más de las que se puede imaginar.
En fin. Ya estando completamente adentro y sin ningún tipo de contratiempo, pasamos por todos los pasillos, hasta llegar a la morgue del hospital, que, para nuestra sorpresa, estaba cerrada con candado.
Algo que Lizeth vio como humor y algo de gracia, diciéndome:
-No entiendo por qué razón cierran este lugar. Los vivos no quieren entrar - Echó una risita – Y los muertos no pueden salir.
Yo me reí con ella, obviamente para evitarme problemas, y decidimos hacer lo mismo que hicimos con la reja, empujamos bruscamente, varias veces, haciendo mucho ruido, hasta que, para nuestra sorpresa, y debido a las degradantes instalaciones, las puertas de la morgue se cayeron; al parecer, las bisagras estaban oxidadas.
Esto no le pareció si no perfecto a Liz, quien por fin había entrado a su festín personal; de cuanta parte se pudiese llevar.
Vio varios ejemplares que estaban hace unos días, más algunos que habían llegado, buscando y encontrando nuevas oportunidades, pero el cadáver estrella, de Angelet Bonilla, era su objetivo primordial.
Mientras veía varios cuerpos, olvide mencionar, y es necesario para entender el humor crudo que tiene Liz fue que, mientras veía cadáveres, hacia chistes como:
- "Aquí hay una albóndiga... pasada de cocción" Se refería a un cadáver de un hombre gordo con quemaduras.
- "Mira este, se nota que comía aire" Un cadáver de una mujer con anorexia.
Y el ultimo que recuerdo bien fue "Mira Siomara, este es desmontable"
Un cadáver de un niño, descuartizado e irreconocible.
Entre chistes y carcajadas, Lizeth encontró a Angelet, en su cama mortuoria, con una bolsa negra a la mitad de su torso. Idéntico a como la vimos la primera vez, Lizeth quitó la bolsa de plástico, dejando todo el cuerpo sin ella, mostrando que la mitad de casi todo su cuerpo, exceptuando la zona genital y la pierna izquierda, estaban completamente quemadas, sacó una grabadora de audio, con un caset, y empezó a hablarle a esta.
-Prueba en humanos Numero 1 - Empezó a relatar – Es la 1:23 de la mañana, en el hospital de Sinaí en Ecatepec.
Después de una breve pausa, continuó relatando.
-Durante años, el ser humano ha buscado, de forma exuberante, la forma de tener una nueva vida. De conservar lo aprendido en una nueva existencia y poder ser mejor que el anterior "yo", pero lo cierto es que, para desgracia de todos, la muerte no nos deja guardar nada; nos vamos vacíos... ¡Sin embargo!, mientras sigamos con vida, podemos buscar formas de extender nuestra existencia y mejorar con el paso de los años, todo ser humano quiere más de lo que hay, siempre querrá más. Y como buen ser humano que soy, puedo asegurarles que, en mis infinitas investigaciones, he logrado encontrar, si no la cura a la muerte, al menos la creación de vida nueva. Esta es mi primera prueba en un cadáver, de una mujer llamada Angelet Bonilla, que murió por heridas de bala en la cabeza, en el torso y con anteriores quemaduras de tercer grado por ácido. No soy la única en esta búsqueda por la nueva vida, si no que me acompaña mi amiga y compañera de estudio, Siomara Pacheco, quien se encargará de inocular el reactivo L-Z3.
Lizeth, detuvo la grabación y me pidió que buscase en el lugar una segueta, que es una cierra de mano. Buscándola, se la pasé y me dijo que le ayudara sosteniendo y estirando el pecho de Angelet, debido a que abriría la zona del esternón; el centro y donde se encontraba el corazón de Angelet. Yo le hice caso y siendo más práctica, estirando los senos de Angelet, Lizeth empezó a cortar la piel, luego el musculo y al final, ejerciendo más fuerza, partió el esternón de Angelet, dejando abierta la zona del pecho. Después, con algo de maña, Lizeth abrió aún más la caja torácica, dejando expuestos los pulmones y el corazón, luego, tomando su grabadora, empezó a hablar.
- Siomara – Me dijo, volteando y viéndome - ¿Podrías tomar una jeringa, llenarla con el reactivo e inyectarlo en el cadáver?
Cosa que hice. Saqué el reactivo del frasco, tomé una jeringa, le puse la aguja, y la llené con aquel extraño suero de color verde fosforescente. Pero cuando se la mostré a Lizeth, esta me dijo:
- ¡Alto! Olvidamos algo antes.
Lizeth volvió a tomar su grabadora y empezó a narrar, con sumo nerviosismo.
-Olvidamos algo importante, antes de inocular el reactivo L-Z3, primero debemos inyectar el suero L-Z2.
Lizeth me pidió que sacara el suero de azul fluorescente, cosa que hice y cuando estaba afuera, me dijo que llenara otra jeringa, acción que volví a hacer. Ahora con dos jeringas llenas de esas extrañas sustancias, empezó a grabar, de nuevo.
-Bien, después de aquel contratiempo corto, Siomara inoculará el suero L-Z2 para curar las heridas presentes en el cadáver – Me dio una señal, con un ademan de manos, para que inyectara el líquido azul, cuando lo hice, me dictó que fuera en el corazón, debido a que así, el líquido correría por todo el cuerpo – Bien - Continuó - Después de haber inoculado el suero L-Z2, ahora toca inyectar el reactivo L-Z3 – Con el mismo ademan de manos, me indicó que inoculara el reactivo, cosa que hice y el corazón brilló, en un tono azulado y verdoso.
Lizeth detuvo la grabación y me dijo que tomara el tiempo. En total fueron unos 17 segundos los que habían pasado desde que inocule el suero azul.
Tras un minuto entero, no vimos ningún resultado. Allí convencí a Lizeth de que el suero no servía en cadáveres, y mucho menos en humanos muertos.
Pero, ya saben cómo dicen "La curiosidad mató al gato" y también "más vale maña que fuerza", por lo que, volvió a grabar en su cinta.
-Al parecer, la dosis usada en animales, no es suficiente para los humanos, tendremos que hacer una segunda inoculación - Cortó la grabación y me dijo que volviera a llenar las jeringas con el suero, lo hice y los volví a inyectar.
Sin ninguna reacción.
Lizeth, esperando unos dos minutos a algún cambio, solo recibió una decepcione enorme al ver que su trabajo no había servido para nada.
-Experimento fallido, hora 1:30 am - Cortó la grabación y nos dispusimos a regresar por dónde venimos, yo estaba aliviada de que esto no había ido a más y Lizeth estaba más que enfurecida, pero algo empezó a sonar.
- ¿Escuchaste eso? - Me dijo nerviosa Lizeth, tomando su cinta y volviendo a grabar - Prueba en humanos Numero 1. Es la 1:32 de la mañana, en el hospital de Sinaí en Ecatepec. Escuchamos el latido de un corazón, mis sospechas eran ciertas, solo se necesitaba una dosis más grande, el cadáver ha mostrado signos. ¡Está viva!
Yo no podía creerlo. Un cadáver con vida. Algo que se podía percibir como perturbador, en realidad era algo maravilloso. Pero había algo muy extraño en aquel hallazgo.
Esa piel seguía estando grisácea, las venas estaban remarcadas en el rostro, con un líquido entre azul y verde. Y aún más notorio...
Las heridas no habían sanado. Y la parte quemada empezó a mostrar un tono más rojizo, y a su vez morado.
Repentinamente el cadáver abrió los ojos, los cuales brillaban en un verde, tan potente, que iluminaba casi toda la habitación. Lizeth no podría estar más que feliz, pues, acababa de lograr lo que la medicina solo podría soñar.
De repente su boca se abrió, dejando expuesto un trozo de sus muelas, por la abertura del lado izquierdo, por culpa del ácido, y como si hubiera visto algo horrible, se levantó bruscamente y empezó a gritar.
Lizeth y yo nos hicimos para atrás, evitando que atacara, o hiciera algo, a alguna de nosotras.
Se movía violentamente, estando de pie, y agitaba las manos a todos los lados, como si quisiera tomar algo de forma impaciente. Tras ello, tomó una de las camas, con uno de los cadáveres en ella, la levantó con suma fuerza, y la lanzó hacia nosotras.
Para nuestro alivio, no logró llegar hasta nuestros pies, así que, rápidamente, fuimos para tratar de detenerla, tomándola por los brazos y por la cabeza.
Nuestra fortuna se estaba deshaciendo, grano por grano, cuando ella, levantándonos y estampándonos contra la pared, vimos como nada la detenía, incluso notamos que una melena rubia había caído al suelo oscuro de la habitación en penumbras.
- ¡Basta! - Le gritó Lizeth.
Tan rápido como Lizeth dijo eso, el cadáver viviente, completamente frenético, empezó a voltear.
Estábamos asustadas, eso incluía a Lizeth, y no comprendíamos lo que iba a pasar.
Ya estando con el rostro viéndonos, vimos, con el brillo absurdo de los ojos verdosos, un rostro demacrado, con los dientes amarillos con un líquido rojo, lengua morada, con medio cráneo afuera, muelas expuestas, y piel carcomida y llena de ampollas por una mitad, y completamente demente, lleno de venas y con un cabello y piel grisácea de la otra mitad.
-Me escuchó - Dijo Lizeth emocionada...
Hasta que corrió rápidamente hacia ella, gritando.
Corrió hasta llegar con Lizeth, tomándola por el cuello del suéter, y forcejeando con ella. Escuchamos como esa cosa, que hacía unos momentos era un cadáver, ahora estaba atacándonos como una bestia inmoral y completamente enajenada por una locura artificial.
- ¿Que ocurre? - Le pregunté asustada a Lizeth, mientras ella estaba siendo atacada por Angelet.
-Creo... creo que no previne esto... - Me dijo tratando de quitarse al cadáver viviente.
Lizeth, con fuerza, algo sobre humana, empezó a empujar a Angelet, quien también respondía con rasguños de sus uñas derechas, las cuales estaban muy afiladas y agrietadas. El rostro de Lizeth sangraba de color rojizo con azul y algo verdoso, una mezcolanza peculiar. Ambas estaban forcejeando y yo solo veía aterrada el duelo de dos criaturas inhumanas.
Toda esa pelea entre Lizeth y Angelet siguió su curso, hasta que, de un momento a otro, pude notar como Lizeth estaba en el suelo, completamente inconsciente. Ahora yo estaba atrapada con aquella criatura.
Me estaba alejando lentamente hacia una esquina de la morgue, viendo como lentamente aquella mujer hecha añicos se acercaba, como un perro viendo un pajaro muerto para merendar.
De repente escuché una voz familiar.
- ¿Quién está allí? - Dijo una voz masculina.
Esa voz yo la reconocía. Era el guardia del hospital, cosa que me parecía rara, debido a que normalmente a la una de la madrugada se retiraba. Su nombre era Ponchito, era un hombre de baja estatura, robusto y de carácter ligero.
Yo me sentía mejor, puesto a que no era la única persona consciente allí, dije varias veces, o más bien grité, que me encontraba en ese lugar. Rápidamente Ponchito corrió hacia los pasillos de afuera, entrando así, al cementerio de metal y frialdad que era la morgue.
Cuando entró, vio todo, a Lizeth en el suelo, un cuerpo en el suelo, yo completamente afligida y como cereza del pastel, al cadáver viviente con ojos verdosos y brillantes, que lo veía con suma demencia.
Tan pronto como vio a Angelet, Ponchito sacó su arma personal y empezó a dispararle a ella, sin embargo, ningún tiro lograba hacer algún cambio, más allá de que de esas heridas por balas salió un líquido verde azulado.
Rápidamente, cuando a Ponchito se le acabaron las balas, y sin efecto alguno, Angelet se abalanzó hacia él, sacándolo de la morgue y embistiéndolo contra la pared, rápidamente fui a ver que sucedía con Ponchito, quien estaba siendo atacado por aquella criatura.
Ya estando afuera de la morgue, vía como ponchito estaba con un rostro de miedo absoluto y también como la sangre fluía por su rostro, debido al golpe contra la pared.
Yo desesperada empecé a golpear en la espalda a Angelet, quien rápidamente, con un movimiento de codo, me dio un golpe que me lanzó hacia atrás, causando que me golpeara contra el suelo. Vi cómo, de la nada, le arrancó la nariz a Ponchito, haciendo que este gritara de dolor y me dejara a mí con un miedo, horror y asco indescriptibles. Rápidamente, como si de un duelo entre demonios, Lizeth corrió hacia Angelet, y estando por la espalda la calmó tomándola por el cuello.
Angelet se estaba forcejeando en el brazo de Lizeth, pero esta era más fuerte, y la retuvo de forma efectiva durante unos minutos, hasta que se relajó, quedando tendida en el suelo.
Estando inconsciente, mas no dejando de respirar y con el corazón latiendo, vimos como las heridas provocadas por la abertura del pecho estaban cerrándose. También como sus venas, lentamente, dejaban de marcarse, y como su piel tomaba una coloración más normal.
- ¿Ves? Funciona – Me dijo Lizeth, con completa tranquilidad y emoción.
Vimos como los ojos cambiaron a un tono menos fluorescente, sin cambiar el tono verdoso. Ella estaba tratando, como mucho trabajo, de levantarse y empezar a caminar; sus piernas temblaban y se cubría el pecho con sus brazos, como si tuviera frio.
Lizeth fue hacia ella, dándole su gabardina para cubrirla; que cabe remarcar que era sumamente larga y muy afelpada por dentro.
Con Angelet consciente, Lizeth empezó a hablar con ella, esperando alguna respuesta. Pero, como es de esperarse, y considerando que llevaba muerta allí un buen tiempo, dadas sus condiciones antes de ser revivida, la voz no era fuerte, más bien eran susurros, los cuales eran claros a pesar de que también tartamudeaba:
- ¿Y bien Angelet? - Preguntó Liz - ¿Cómo te sientes?
-¿D.. Don...Donde E... ¿Estoy? - Decía, con sumo trabajo y en susurro Angelet.
-Ignora esto Angy. Todo está bien, solo dormiste mucho.
-Pero mi ropa – Angelet vio su cuerpo, lleno de heridas de balas y con quemaduras - ¡Mi cuerpo! - Dijo exaltada- ¿Qué le pasó a mi cuerpo?
-Está bien Angelet, solo necesitas acompañarnos y sabrás todo lo que necesitas – Le dijo Lizeth acariciando su cabeza, sin cabello y con el cráneo de fuera – Calma, todo está bien.
Angelet, con las piernas temblando, y caminando nerviosa con Lizeth, caminaron por donde habíamos entrado.
Todo ello fue lo mínimo. Rápidamente fui a ver como estaba Ponchito, quien se encontraba en el suelo con sangre en la frente, y teniéndolo entre mis brazos, lo empecé a agitar, a mover y a cachetear para que reaccionara.
Pero ya era tarde. El impacto fue más fuerte de lo que pensé.
Estaba muerto.
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