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I + L I Z E T H - I

Estoy escribiendo esto porque no tengo otra forma de expresar lo ocurrido. He estado atemorizada durante este apagón. y a pesar de que apenas han pasado 15 minutos, esto se siente como una eternidad. Lo que les voy a contar no está relacionado con este corte de luz, si no sobre las andanzas de una joven soñadora, o más bien, de una maniaca fantasiosa. mi amiga Lizeth, la cual ahora la recuerdo con un escalofrío inquietante.

Todo esto comenzó hacia unos cuatro o cinco meses atrás, la verdad no se en que mes estamos, pero durante julio, mi en aquel entonces más querida amiga Lizeth acababa de enterarse que su prometido Nata había sido asesinado por una taxista, de la cual no se ha hablado. Ella había pedido un auxilio a mi actual novio Santiago Ortega, quien es el presidente municipal del Estado de México. no obstante, no pudo hacer nada, ya que, citándolo, estaba fuera de su control.

Ella estaba pidiendo casi de rodillas justicia por su amado, solo recibiendo la confusión del que era su única esperanza. Encolerizada y sollozando salió del despacho de Santiago y se postró en mis rodillas, cuando yo estaba en un banco afuera de su oficina.

Tras eso, le pedí que fuéramos a su casa. pero decía que no tenía en donde vivir, puesto a que la casa de Nata no había sido puesta a disposición de Lizeth. Con mucha lastima y aprecio a mi mejor amiga, le pedí que se fuera a vivir conmigo. A lo que ella, con esos brillantes ojos verdes, llenos de lágrimas, me preguntó si era en serio mi propuesta, yo asintiendo con la cabeza le dije que sí.

Ella me dio las gracias, abrazándome fuertemente y riendo conmigo. Era muy relajante para mí ver a Lizeth así. Después solo me dijo que empezaría a empacar e iría conmigo hacia mi casa. solo le dije que sí, que sería paciente.

Y así, después de unos días ella se mudó en donde yo vivía, con algunas cosas como lo eran documentos, peluches, pinturas y también, algo que me pareció extraño, un juego de cristalería de laboratorio. yo pensaba que, por su trabajo como maestra, el cual había recuperado en esos días tras estar muchísimo tiempo sin trabajar, requería esos útiles. por lo que no le presté importancia alguna.

Después de unos días, Lizeth vivía conmigo, y puedo decir que en aquel momento era algo tranquilizador. porque ella siempre tenía alguna ocurrencia y siempre me hacía reír. y yo no puedo negar que también tenía sus cosas, digámosle, misteriosas. Ella se había establecido en el sótano de mi casa, pues, según ella, necesitaba bastante espacio, cosa que no contradije puesto a que era un lugar ridículamente grande.

Puesto a que, durante la madrugada, escuchaba pasos en toda la casa, junto a ello sonidos de cristalería y mucho alboroto. pero pensaba que igual eran solo prácticas de su trabajo.

Durante una semana todo corrió como debía ser.

El sábado, por la mañana, ella me dijo que iba a salir durante casi todo el día, por lo que tendría la casa sola para mí. cuando Lizeth se fue yo llamé a Santiago y le invité a cenar y a otra cosa. A lo que él accedió, y cuando llegó estuvimos viendo películas, o al menos viendo cachos, debido a que era interrumpido por llamadas telefónicas cada cinco minutos. pero esto no arruinó nuestra cita. platicamos, comimos chilaquiles y me llevó a la cama. fue un momento encantador, no obstante, cuando volteé a ver hacia la puerta que daba hacía afuera de mi recamara, por un segundo, vI unos ojos verdes en la oscuridad.

Esto me inquietó y le pedí a Santiago que se quitara de mí, y vistiéndome rápidamente fui hacia donde había visto los ojos.

No había nada.

Esto me pareció algo muy curioso, pero lo deje pasar. ya siendo casi las 10 de la noche, Santiago me dijo que se tenía que ir, y yo solo le deseé buena suerte y nos dimos un largo beso.

Saliendo por la puerta yo me despedí de él.

La verdad estaba algo ebria, por lo que solo me senté en el sillón y al poco rato me quedé dormida.

Cuando me desperté, no fue por mero instinto, si no por un alboroto.

Este venía del sótano de la casa, por lo que toqué varias veces la puerta que daba con este, preguntando por Lizeth, pero no recibí respuesta.

Seguía escuchando cristales cayendo al suelo, y yo, en un intento desesperado, choqué contra la puerta, la cual, para mi fortuna o infortunio se abrió, y yo caí por las escaleras que daban hacia el piso de abajo, escuchaba todavía como chocaban la cristalería, y cuando alcé la vista, vi a Lizeth, peleando con algo que tenía en su espalda, forcejeando y pidiéndome que se lo quitara, con una mirada de desesperación en su rostro. Lo que estaba en su espalda parecía ser un animal, pero agarraba con fuerza a Lizeth.

En un momento oportuno, Lizeth pudo tomar a esa bestia y la lanzó hacía la pared, la cual estaba oculta en las tinieblas. Vi a Lizeth, y noté que estaba sin su característica gabardina negra y solo traía un suéter sin mangas y con la espalda descubierta. Al ver su espalda, vi que estaba sangrando, por unas enormes rajaduras.

Le dije que estaba sangrando, pero ella me respondió "luego", mientras tomaba una escoba y se ponía en posición de ataque.

Cuando vio un movimiento rápido, golpeó el lugar de donde venía aquella perturbación, fallando. Luego siguió buscando entre sus cosas, en la oscura habitación. Pasó así durante unos minutos, hasta que, de las tinieblas, una bola de pelo se abalanzó hacia ella, en frente. Sin embargo, Lizeth fue más fuerte que ese animal, y agarrándolo como si fuera una piedra, lo estrelló contra la pared. Esto no lo mató, simplemente lo aturdió.

Lizeth, cansada, tomó a ese animal, que para mi sorpresa era una enorme rata, y lo puso en su escritorio, uno muy viejo y con algo de moho, donde hacía experimentos. Tomándolo por todo el cuerpo, mientras esta se retorcía, tomó una caja que tenía a lado y sacó un bisturí, y empezó a cortar las extremidades de la rata. No quise ver por el asco que esa escena me causaba, pero aun así pude escuchar los chillidos de sufrimiento de ese animal. Por mera curiosidad vi, y era algo increíblemente mórbido, la rata sin patas, aun se retorcía allí, mientras que sus patas, como si de una ilusión macabra se tratase, se movían como gusanos. Entonces escuche a Lizeth decir, "Ya no puedo con esto", y tomó a la rata por la cola y chocó su cuerpo contra la pared, haciendo que esta, explotara; por más raro que sonara eso, para que se entienda mejor, al chocar, la rata se destruyó por completo, viseras, huesos y algo de piel salieron volando, pero casi todo quedó pegado en la pared.

Yo estaba impactada por todo ello, pero Lizeth lo debía estar aún más, o al menos eso pensaba yo. Al voltear vi el rostro de Lizeth, y este estaba con varios rasguños, algunos trozos de cristal y trozos de la rata que hacia un momento había quedado irreconocible. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue que no se veía asustada, al contrario, tenía una mirada muy tranquila para la situación que había pasado. Ella solo me vio y me dijo:

-Gracias Sio.

- ¿E-estas bien? -Dije de forma nerviosa.

-Maravilloso - Dijo Lizeth, limpiándose la cara con su suéter - ¿Por qué?

- ¿Por qué? - Dije con un tono molesto y nervioso a la vez - ¡Acabas de matar a una rata estampándola contra la pared!

- Ah - Dijo Lizeth con un tono que expresaba frialdad – Bueno, no le tomes importancia, ¿Sí?

No dije absolutamente nada y solo dejé que Lizeth siguiera en sus cosas, pero me detuvo antes de acercarme a las escaleras.

- Espera – Me dijo ella – Quiero mostrarte algo.

- ¿Qué cosa? - Pregunté de forma nerviosa.

- Ya verás - Dijo Lizeth mientras, tomándome del brazo, me llevó hacia la zona en tinieblas de aquel cuarto.

Estando allí, mi nariz empezó a detectar un severo olor, uno muy extraño, era un hedor a carne podrida con algo metálico. Le pregunté con más nervios que era lo que me quería mostrar, pero solo me dijo que sea paciente. Lizeth me dejó frente a la oscuridad absoluta, mientras ella se metía en ella.

De un momento a otro ella encendió una luz que estaba allí, y pude ver la razón de aquel extraño olor; Era... no sé cómo describirlo.

Parecía tener la forma de un perro, pero este no tenía pelaje y parecía que alguien le hubiera quitado la carne, con un corte perfecto, sin ojos y bañado en lo que parecía ser sangre con coágulos.

Al verlo, las náuseas me invadieron, pero sobre todo el asombro. Sin embargo, Lizeth me dijo que solo viera esto, y ella me dejaría en paz. Así que me guardé mis ganas de vomitar y vi como Lizeth, de un pequeño refrigerador, donde había muchas sustancias de varios colores, sacaba una de color verdoso.

Extrayendo una porción de ese liquido con una jeringa, se dispuso a inyectarlo en aquella especie de perro sin piel. Colocando e insertando la jeringa en el centro de la frente de aquel animal, e inoculando aquel líquido, Lizeth sacó la jeringa y me miró a los ojos, con un aire de gracia.

Entonces, viendo al animal, vi cómo empezó, de forma lenta, a moverse, o más bien, a convulsionar. No fue sino hasta unos cuantos segundos después que empezó a chillar, y al mismo instante empezó a ladrar de forma brusca. Sin embargo, no podía pararse. Después de ello, Lizeth, tomó su bisturí y con él, haciendo algo de esfuerzo, empezó a cortar el cuello del perro sin piel. Esto me dejaba un hueco en el pecho y en el estómago viendo como este chillaba del dolor. Y Lizeth, poniendo su cuchillo en el centro del sangriento cuello, aplastó el bisturí y solo pude escuchar cómo se rompía el cuello de aquel animal. Y, aun así, no había muerto.

Lizeth puso la cabeza del perro frente a mí, y solo vi como esta me ladraba. Lizeth la quitó rápidamente de mi cuando estuvo a nada de arrancarme la nariz.

Con miedo, asco y furia, tratando de procesar lo que vi, le pregunté a Lizeth que era todo esto. Y ella, con un aire de grandeza, me dijo:

- Esta es la clave, Siomara.

- ¿Clave de qué? - Le dije aun con más dudas.

- ¡Aja! - Me dijo con un tono emocionado - Allí está, la clave para que haga todo esto es muy simple; hemos intentado buscar la forma de saber que hay después de la muerte, ¿no? - Se detuvo un momento para dejarme responder, a lo que solo pude asentir con la cabeza – Pues bien - Prosiguió - Entonces, si mis notas son correctas, con estas sustancias se puede conseguir eso y aún más cosas. ¿Ahora ves por qué quería que vieras esto?

- No – Dije con miedo - ¿Por qué?

- Porque necesito tu ayuda – Dijo Lizeth.

- ¡¿Mi ayuda?! - Pregunte gritando.

- Si. Tu trabajas en un hospital, y hay una morgue en ella. Quiero probar si esto se puede hacer con personas, si puede funcionar. Eres mi mejor amiga y nadie más puede saberlo. ¿Puedo contar contigo?

- ¡No!

- ¿Por qué?, ¿Estas asustada?

- No solo estoy asustada. Esto es morboso y horrible.

- ¿En serio? - Me preguntó con un tono burlón - En serio que no tienes visión. ¿Por qué no piensas en las maravillas que podemos hacer para los demás, para nosotras?

Allí supe que algo andaba muy mal con Lizeth. No era algo normal lo que ella empezaba a pensar. Creí que ella se había vuelto loca.

No obstante, la mente de Lizeth, desde que estábamos en la preparatoria, era algo misteriosa y a su vez muy inesperada. Sus ideas eran increíbles y cuando las escribía y me las mostraba, era algo único. Por lo que ahora más que nunca, la curiosidad, mezclada con miedo e intriga, me dominaba por completo.

- ¿Acaso ya los has probado contigo? - Le pregunte de forma relajada a Lizeth.

- De hecho – Dijo Lizeth – Quiero mostrarte algo más.

Lizeth sacó de su refrigerador una sustancia, igual a la de color verde, solo que esta era azul, y me dijo que subiéramos.

Yo, de forma un poco alterada, pero no tanto como antes, le hice caso y subí con ella. Ya estando en la sala de estar, ella dejó el frasco con esa sustancia azulada, y me dijo que me sentara. Estaba un poco nerviosa, y sin embargo ella me dijo que me esperara, que había olvidado algo. Corrió rápidamente hacia el sótano, y así como se fue, regresó y vi que tenía unas ligas y una jeringa. Le pregunte que para que era eso, sin embargo, ella solo me respondió solo diciéndome que mirara. Se amarró las ligas en la zona del codo y dejó al descubierto la parte en donde estaba su vena.

- ¿Qué haces? - Dije con nerviosismo.

- Quiero que me mires – Me dejó al descubierto su espalda – Ves que mi espalda tiene aberturas llenas de sangre, tengo rupturas, tengo heridas, ¿no?

Yo solo asentí con la cabeza.

- Bien, entonces mira lo que voy a hacer. Así verás que no hay miedo en lo que tú y yo lograremos con este hallazgo; fíjate bien, querida amiga.

Tomando un poco de ese liquido con una jeringa, Lizeth me dijo, con un ademan de manos, que sostuviera su jeringa, y después, con un tono nervioso pero calmado y casi siendo un susurro me dijo.

- Quiero que me inyectes esto.

- ¿Qué? - Dije con miedo y asombro - ¡No!

- Por favor Siomara, por favor hazlo.

Yo no pude más que hacerle caso, viendo lo que le hizo a ese perro y a esa rata, ¿Qué cosa no me podría hacer a mí? Pero seguía siendo mi amiga y no podía hacerle ningún daño. Dentro de ese dilema, ella tomó mi mano y con tranquilidad y amor me dijo.

- Por favor – Dijo Lizeth – Somos amigas, te lo pide alguien que quiere mostrarte algo, te lo suplico, solo esto y te prometo que te dejaré en paz.

Yo no quería problemas, y lo único que se me ocurrió hacer fue hacer lo que me dijo. Inoculé el líquido azul en su vena, y vi como este, empezando a brillar, mostraba y remarcaba todas las venas de su cuerpo, incluyendo las venas en su rostro. Después de eso, Lizeth dijo que me alejara. Esto me aterró e hice caso. Empezó a jadear y a temblar, y en ese momento se levantó bruscamente y gimió de dolor. 

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