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Capitulo 12: Extraño

Capitulo 12: Extraño.

Miércoles 13 de Abril de 2011:

Otro día aquí dentro. Otra noche más.
Fui a ver a Tres hoy, pero no lo encontré. ”

Jueves 14 de Abril de 2011:

Extraño cosas. Sí, cosas como la música...”

–¿Qué haces? –volteo a ver quién me hablo.

Hoy luego de escaparme de mi ración de sopa y de no encontrar al abuelo para otras de sus historias, me dirigí al frente del hospital. Viendo el camino que hace tan solo tres meses nos condujo a mi padre y a mi a este lugar.

Estaba sentada en la escalera, ya no encontraba nada que hacer. Me encontraba aburrida con todas y cada una de sus letras.

–Nada ¿ Y tú? –le pregunto al pelirrojo que se sentó a mi lado.

–Suelo venir aquí muchas veces...– apoyó los codos en el escalón llevando todo su peso hacia atrás –. Es como mi lugar aquí, me relaja...

–Comprendo eso –murmuré mirando el cielo gris –. Parece que va a llover.

–Espero que no. Nunca puedo dormir cuando llueve.

–¿Miedo a las tormentas? –bromeé, golpeando su costado con mi codo.

–No –una media sonrisa se formó en sus labios –. Pero la chica del cuarto enfrente al mio parece ser que si, la ultima vez estuvo gritando toda la noche hasta que unos enfermeros la sedaron.

–Oh.

–Si, “Oh”.

Nos mantuvimos en silencio durante unos minutos, hasta que siento como él se acomoda bien en su lugar. Su brazo rozando al mio. ¡Demasiado cerca! grito en mi mente. Suelta un suspiro.

–¿Sabes? Lo que más extraño de allá... – apunta con el dedo el camino que da al muelle –...es la música. Mucho más en los días de lluvia.

Quise preguntar por qué lo habían encerrado, pero me mordí la lengua atrapando las palabras en mi boca.

–Yo también la extraño –concordé –. Pero en los días de lluvia, me gusta escuchar como el agua choca con el techo –cierro los ojos y trato de recordar como se sentía el ruido de la lluvia cayendo y chocando con las chapas del techo de tía Ellen–. El calor de la cama, las gotas chocando la ventana mientras cierras los ojos y te duermes con el bello sonido provocado por la naturaleza.

De repente caigo en la cuenta de que seguramente estoy sonando como una completa estúpida delante de Henrry. Y abro los ojos sintiendo mis mejillas arder.

–Lo siento –noto su mirada quemando en mi cara –. Me siento como una tonta diciendo esto...

–No te preocupes –apoya su mano en mi hombro interrumpiéndome. Su gran mano. Un escalofrío hace que se me ponga la piel de gallina –. Me gusta lo... er poética que te pones aveces.

–Es este lugar... te hace pensar más de lo necesario.

–Lo sé –suspira –. Es mucho silencio algunas veces. Mucha paz y tu cabeza no tiene otra cosa que hacer más que gritar.

–Ya. Ahora entiendo porque nunca me despegaba de los auriculares – me mira con una media sonrisa.

–Adivino... muchos problemas.

–Exacto.

–Es un medio para escapar de ellos ¿Verdad? – me mira. ¡Dios! ¿Por qué no había notado antes los ojos de Henrry? Eran verdes pero, a su vez, también dorados. Eran extraños una mezcla exquisita para cualquier pintor. Inclinó la cabeza para un lado y comprendí que me había quedado mirándolo más de lo debidamente normal, así que hice lo primero que se me vino a la mente: asentí. Ni siquiera recordaba la pregunta ya, pero esperé que eso me sacara del embarazoso momento–. Yo hacía exactamente lo mismo, por eso es que la extraño.

–¿Eh?.

–A la música. La extraño.
 
“... extraño a mi tía, extraño la libertad.”

 
Esa tarde-noche de jueves caminé hacía el faro. Ya había aprendido el camino de memoria y lo podría recorrer hasta dormida. Quizás eso fue lo que paso, me quede dormida, pues volví a ver la luz. Esa mujer llamándome simplemente apareció frente a mi estirando su delgada mano, llamándome.

El frío había inundado todo el camino al igual que una espesa niebla. Un pajarito perdido voló de entre medio de un par de árboles provocándome un susto de muerte. Y ahí fue cuando la vi. Fue extraño y aterrador... pero su luz calentó el lugar aunque sus ojos eran hielo en la noche cercana. Me llamaba con su calor y luz. Atemorizándone con su aspecto. Algo dentro de mi se rompió o simplemente fueron mis rodillas al chocar el suelo, pues no me había dado cuenta cuando comenzaron a flaquear mis piernas. Estaba llorando viendo esos ojos helados y sintiendo el calor en mi cuerpo. Se acercó más a mi pero no escuché sus pasos. Caí de lado en la hierba del bosque y vi su vestido blando acercarse. Todo poco a poco se volvía negro y de repente pasó. Sentí una escalofriante sensación cuando el vestido de la mujer me atravesó como si yo no existiera. Pero existía, porque veía el faro y el sol ocultarse. Existía, porque no estaba tan loca para no hacerlo ¿Verdad? Existía antes de cerrar lo ojos y pensar: Extraño.

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