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Capitulo 1 : La Isla

Capitulo 1 : La isla

Martes 22 de febrero de 2011

Hola... bueno mi papá quiere que escriba en una especie de “diario intimo” todo lo que me pasa y siento. No estoy muy segura por qué o para qué quiere que haga esto pero aun así lo intentaré.

Mi nombre es Raquel Dólope, soy hija de un psiquiatra muy conocido por que trabaja en “La isla”, allí se encuentran  los mejores del país – debe de ser porque esta lleno de locos- bueno, como decía, en la Isla aparte de vivir estos amables médicos que ayudan a las personas también están – bueno prácticamente esta invadido de ellos- las pobres almas en pena de miles de seres humanos con problemas mentales...”

—¿Qué es lo que escribes, hija? — preguntó mi papá interrumpiendo mi concentración. Se encontraba parado frente a mi con su pantalón de vestir marrón y su camisa inmaculadamente blanca.

—Nada. Lo que tu me pediste —lo miré casi sin ganas —. Ya sabes, todo lo que pienso.

—Hija...—suspiró y sentó a mi lado —. No te lo tomes todo a chiste, es muy importante para mi saber que es lo que sientes...

—Ya lo se — ¿Se creía que era uno de sus pacientes? Estaba muy equivocado —. Pero el hecho de que venga a la isla no significa que este loca — tras escuchar mis palabras abrió los ojos sorprendido —. Ni que me tengas que tratar como si lo estuviera.

—Pero... — intentó hablar.

—Y no digas que no es lo que haces porque yo sé que lo estas haciendo en este preciso momento.

—No lo hago, Raquel... — se puso de pie.

—¡Si lo haces! Inconscientemente lo haces, pero estas tan acostumbrado a tratar con locos que ni te das cuenta —lo volví a interrumpir parándome también.

—¡Bravo! Estoy frente a toda una mini-Freud —dijo sarcásticamente y yo le regale una de mis más adorables sonrisas burlonas. Me retiré dejándolo con las palabras en la boca.

Hay veces en que no lo entiendo –casi siempre- primero dice que quiere saber que es lo que siento y cuando se lo digo se me enoja.

N E G A C I Ó N : No reconocer una realidad dolorosa o amenazadora. Significa oponerse a reconocer la existencia de experiencias desagradables, de las que se está consciente, para protegerse, es un engaño a sí mismo.”

Caminaba por el pasillo del ferri. A los lados  solo se veía agua, todavía faltaba unas horas para llegar a La Isla. La razón por la que estaba aquí, es decir, por la que me dirigía a La Isla era que mi papá de un momento a otro se acordó de que tenía una hermosa hija a la que había abandonado desde ya 4 años en la casa de su cuñada, mi tía. Hay veces en que me pregunto si mi destino desde un principio fue estar allí.

 Mi papá piensa que soy tonta o ingenua, que no me doy cuenta de lo que piensa de mi, cree que estoy loca. Y se que eso le molesta, YO le molesto, y siempre le moleste...a él y a mamá. Solo fui una carga pesada, muy pesada para ellos.

 Caminé distraída por unos minutos recorriendo el ferri, sin darme cuenta llegué a donde se encontraba nuestro auto, un Chevrolet Camaro del 2006 con la pintura amarilla desgastada. Abrí la puerta y me acosté en el asiento del pasajero.

Me debí quedar dormida, ya que lo siguiente que recuerdo es la imagen de mi papá despertándome diciéndome que ya habíamos llegado. El ferri había atracado en el puerto. Me levante y acomode un poco mi pelo largo que llegaba casi a la cintura, lo recogí en una coleta para que no pensaran que yo era una loca, ya que había quedado todo revuelto. Agarré mi bolso y seguí a mi papá hasta la proa del barco donde estaba todo listo para desembarcar.

Por fin había llegado a “La Isla” la famosa isla, había escuchado miles de historias sobre ella y las cosas que pasaban ahí. Historias de fantasmas, de las almas de los internos ya caídos por la loquera, de lo que hacían los internos y lo que hacían con ellos. Prácticamente mitos. Es decir, yo no lo sé con exactitud, pero trato de imaginar que solo son rumores para aparentar algo que no es.

Se veía un faro a lo lejos y más allá una especie de bosque, ya debían de ser como las seis de la tarde y debo decir,  con toda la sinceridad del mundo, que se veía algo aterrador... se notaba también en el aire. Quizás yo estoy loca -bueno esa no es la palabra correcta en esta situación- quizás yo este imaginándomelo, o es el efecto que da el olor a remedios que bajan del ferri.

Cajas y cajas de remedios, medicinas y demás cosas que se necesitan para sobrevivir en éste lugar . Pero el olor al remedio me estaba haciendo mal. Odio ese olor, es algo que no puedo aguantar. Repugnante, en una palabra.

Mi papá me había dicho que el ferri solo pasa por aquí una vez al mes, y es la única salida del lugar.

Encerrada, atrapada, prisionera...” Eso es lo que me venía a la mente mientras subímos al auto y nos dirigimos al centro clínico.

— Prisión —susurré mientras miraba por la ventana del acompañante.

— ¿Cómo, hija? —me preguntó mi papá que estaba manejando.

—Si querías “conocerme” y “estar conmigo” ¿No era mejor que tomases unas vacaciones — dije mirándolo seria —. O no me hubieses dejado sola desde el comienzo —eso ultimo lo susurré lo suficientemente fuerte como para que lo escuchara y miré nuevamente a la ventana.

—Hija, sabes que no puedo dejar a los pacientes —decía mientras estacionaba.

—¿Entonces por qué me trajiste? No creo que ahora tengas tiempo de estar conmigo ya que no puedes dejar a los pacientes — agarré mi bolso —. ¡Si querías que estuviese encerrada me hubieses mandado a Alcatraz!

—¡Raquel! —exclamó sorprendido —. Desde cuando te volviste tan...

—¿Grande? Te perdiste toda mi vida, papá... es obvio que estoy mayor.

—Pero no lo suficiente para contestar a tu padre de esa manera.

—Mira, papá —dije mientras abría la puerta del auto —. Si piensas que con todo esto vas a solucionar todo lo que causaste en el pasado... estas equivocado — dicho eso me baje del auto.

—¡Hija! —gritó mientras bajaba —. No quiero discutir contigo... por favor espérame adentro – dijo señalando con la mano detrás de mi.

Pude ver, al voltear me, el lugar que me esperaba. Parecía una vieja estancia. Grande y de lejos veías que hacía mucho no la arreglaban ni pintaban, las paredes estaban como hierro oxidado por la lluvia. Desgastadas. Ya no quedaba nada de lo que años atrás quizás había sido un blanco en aquélla superficie.
Una gran escalera hecha con piedras en la entrada. Una puerta grande, de esas típicas de hospital. Irónico sabiendo donde estaba.

Mismo día:

Ya llegue aquí, a la famosa Isla. Y creo que las chicas del colegio se equivocaban totalmente con respecto a este lugar... es mucho peor.

Tan solo con pisar el primer escalón de lo que simula ser un centro clínico se siente un aire diferente, como si con el solo hecho de estar aquí estuvieras L O C A. Yo por suerte no lo estoy.”

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