Me complazco sumamente en saludarles una vez más. La verdad, creo que todos saben que no pensaba hacer nada más después de la primera parte, pero al final me animé a hacer esto.

No quiero llevarme doscientas hojas aquí, así que, les explicaré brevemente la razón de este libro corto.

Creo firmemente que todos hemos notado que, ahora, tanto aquí en esta dulce y naranja plataforma como alrededor de todo el mundo, el pensamiento tan escalofriante y triste del suicidio ha ido creciendo y, lo que es aún peor, las personas ahora no sólo lo piensan, sino que lo ponen por obra.

Entonces, sin más rodeos, el motivo de dicha historia es abrir los ojos de las personas que están retomando esta idea, dando así, por medio de estas palabras, un poco de esperanza, razón por la que hago un enorme énfasis en que, al quitarnos la vida, estamos echando a la basura nuestro propio esfuerzo de años y le restamos valor a todo el camino que hemos recorrido.

Si tu escuela, trabajo, universidad u otras personas son un infierno en vida, te pregunto, ¿Crees que algo tan sagrado como tu vida cuesta idiotas? ¿Crees que estas personas merecen una vida? Porque si es así, me alegro en informarte que no, que estás equivocado y que tu vida vale más de lo que unas personas con un espacio donde debe ir el coraón podrían valer.

Por último, deseo agradecerles desde lo más profundo de mi corazón a quienes lo han leído y me han brindado su opinión. Una parte de mi corazón habita en cada uno de ustedes.

Si eres ateo: lo único que puede quitarte la vida, es el tiempo; y si eres creyente, debes saber que el único que puede darle fin a tu vida, es Dios.

Cuídense muchísimo, y les suplico que, si conocen a alguien con pensamientos suicidas, depresión o algo parecido, le animen a seguir adelante. Aún les pido que presten atención a quienes dicen que están bien todo el tiempo, demuéstrenles a las personas que les importan que es así. Y a ustedes les digo que no decaigan.