Capítulo 20
DIARIO DE MARLENE FRANCESTE
5 de setiembre de 1605
Me pasé maquinando miles de teorías distintas. Pensé en armar un plan para ir por el cuerpo de Anna a esa cabaña misteriosa, por lo que intenté imaginar la secuencia lógica de pasos para conseguirlo. Lo primero: averiguar la locación.
Me obligué a indagar en el diario de Anna si se mencionaba el sitio, pues hasta el momento desconocía la totalidad de los datos. Comprendía que era muy posible que Cómalo supiera dónde se ubicaba, aunque desconfiaba de él. No me encajaba del todo la coincidencia en sus acciones, me provocaba una duda sobre fiarme del mozo.
Registré, con prisa, lo que quedaba del confesionario. No restaba demasiado contenido que me desvelara los enigmas del pueblo. Las pistas fueron inexistentes, no existía ningún rastro de ellas. Comencé a considerar la posibilidad de que quizá Retya o María conocieran el lugar. Pero no deseaba apresurarme a hablar con ellas y tampoco con el moreno.
La furia que recorría mis venas era inducida por la reacción de sentirme impotente e inútil. Nunca poseí razones para acusar a Cómalo, a pesar de eso lo hice. Además, Thelma me comentó que mis averiguaciones sobre el túnel eran erróneas. Entendí que si el 17 de julio me hubiesen obligado a disculparme por alguna equivocación cometida, no acataría la orden. No obstante, han ocurrido varios asuntos en este periodo de tiempo que me forzaron a madurar más.
Cómalo significa demasiado para mí, por eso es difícil no poder acudir a él.
Me tragué el orgullo, fui tras él caminando con los ligeros tacones que me puse y tocando mi cabello oscuro en forma de persistente nerviosismo. Continué por la amplia cocina: no estaba. Decidí ir a visitar la parte trasera del terreno, guardando la esperanza. Él se situaba frente a las plantaciones, sumergía sus desgastadas manos en el mugroso barro y se agachaba con esa camisa blanca de botones abiertos que despertaba mis deseos más pecaminosos.
No había besado a Cómalo y eso me pesaba.
Me observó, por unos segundos, antes de bajar sus artísticos ojos a mis toscos zapatos, supongo que regresó a la formalidad de jefatura y sirviente que, de a pocos, fuimos perdiendo. Me aproximé para romper el hielo grueso que nos separaba como una gran pared gélida. Era mi responsabilidad hacerlo, pues yo lo causé.
—Cómalo, ¿me permitiría una plática? —comenté con voz aireada.
Me encontraba muy nerviosa, temí que las palabras dichas anteriormente hubiesen sido inolvidables. En ocasiones no medía lo grotesco de mis vocablos cuando me invadía la ira, un rasgo detestable.
Esperé con paciencia, el silencio parecía no querer desaparecer. Me atreví a tocarle el hombro derecho con mi pulgar. Percibí mis dedos adquiriendo polvo, a la vez que lo removían de su existencia. Su cuerpo se estremeció a mi tacto.
—Claro, señorita, debo acceder según las normas de la casa. ¿Se le ofrece algo? Disculpe si soy insolente. —Su tono era ajeno al aceitoso moreno cómplice de mis investigaciones, su semblante permanecía intacto, carente de emoción.
—¿De ahora en adelante sólo de esta manera será nuestra relación? —quebré mis cuerdas, balanceando entre tonos agudos y graves.
—Usted no confía en mí, ¿qué espera que haga? —cuestionó con desespero—. Le he entregado todo, incluso traicioné a mi propio hermano. No le conté nada a nadie, aunque crea que así sucedió.
—Lo sé —interrumpí—. A eso deseo llegar, quiero brindar una disculpa por lo recitado. Jamás debí dudar de la veracidad de sus palabras. Cómalo, usted, tiene un lugar muy especial en mi corazón, me sería imposible perderlo. Y de la mano de esto, ansío pedirle que se refiera a mí como Marlene.
Era algo inesperado; sin embargo, nos otorgaría confianza. Luego de haber trapeado el suelo con lo que me expresó, necesitaba recuperar su convicción y alma. Por lo que, propuse lo que desafiaba las leyes jefatura-sirviente de la actualidad. Mi interés radicó en demostrarle mi indiferencia para romper las reglas, si se trataba de él. De esa forma revertiría las palabras espetadas.
—Eso que dice no enmienda llamarme «empleado inservible» o «rata de calle» —declaró con tristeza—. Sé que no era su intención, aun así, comprenda que fue lastimero.
—No me lo repita, el recuerdo de nuestra discusión me atormenta. Sin embargo, le he venido a pedir perdón, junto a ofrecerle mi ánima, a través de una solicitud. —Abrí mis luceros, alcé mis cejas y remojé mis labios.
—Srta. Franceste, eso es un gran atrevimiento, confiar en mí llevará tiempo y esfuerzo, ¿está dispuesta? Si es de esa forma, yo seré capaz de olvidar sus insultos —murmuró, más en ofrecimiento que en duda.
Sus palabras eran inevitables, profundas y reflexivas. No obstante, me encontraba preparada para ejecutarlo. Fue un error de mi parte creer que podía saltar, de repente, sin pensármelo demasiado. De igual manera, se lo afirmé a Cómalo y este me miró el espíritu entero. Después se sentó en una de las bancas del patio entre los jardines.
—No ambiciono un incidente igual, por tal, le regalaré un pequeño trozo de verdad que jamás he comentado a ningún ser. —Respiró hondo, llenando sus pulmones de un aire tenso.
»Jorge era mayor que yo; el hijo del patrón. Por lo que, se suponía que yo no advertía el derecho de acercarme a ellos. Los años transcurrieron y supe de mi padre, quien era el Sr. Decalle. El destino nos juntó. Acaté los mandatos de mi hermano con tal de que me mantuviera a su lado, perpetuando una falsa ilusión de que algún día nos convirtiéramos en una familia. Sin dudar, las demás sirvientas me recordaban mi jerarquía en esta casa, a fin de evitarme decepciones.
Coloqué mi mano en su lisa espalda y di un par de palmadas. Sus ojos descendían con un exhalo de nostalgia, donde revoloteaban de izquierda a derecha, como buscando un recuerdo que solo existe en la memoria de las imaginaciones, la que romantizaba a todos en su terreno.
»Aunque no tuve una familia biológica, María y su esposo me cuidaron, incluso dándome su apellido: Cachi. Jorge creció conmigo, como un hermano mayor atormentado por su propia gente. Los señores Decalle se unían por el mismo diablo, por lo que se odiaban a morir. Ninguno se marchó y su hijo pagó las consecuencias. Me di cuenta que su madre lo castigaba de manera cruel por el mínimo fallo. En un breve tiempo, se descubrió que Jorge comenzó a salir más a menudo con un joven llamado Amadeo. La desaprobación de Rosario Decalle fue inmediata y voraz, no puedo imaginar qué acaeció el día que se dio a conocer el deseo de su retoño por los semejantes a él.
»El padre del Sr. Decalle le perdonaba muchas cosas, empero nunca superó que Jorge hubiese matado a su propia madre.
—¡Qué dice!, ¿y su padre no lo acusó? La justicia es la que designa la pena de esos sujetos perversos —reclamé con indignación.
—No. Retya y yo nos encargamos del asunto. Al principio Jorge se despedazó, torturado por la memoria de su madre y el pecado cometido. Se refugió en su fe, lo que lo guio al diablo con sotana: el sacerdote Celestino, quien lo convenció de que asesinar personas era correcto. ¡Una mentira completa! Aquello no derivó en el joven volviendo a su dogma, sino que idolatrase al padre. —Poseía un tono de enfado, como si por el hecho de recitarlo sintiera resentimiento, sus cuencas húmedas tenían unas diminutas pupilas, indicando que eso no era placentero de rememorar.
—Cómalo, ¿por qué un sacerdote habría de entrometerse en la vida de los pueblerinos? No tiene sentido. —Era la verdad, no me sonaba demasiado que un hombre común anduviera chismorreando en cada casa y causando desastres.
—M-Marlene, aquí en Uril los sinsentidos abundan, aunque le puedo comentar sobre ese sacerdote. Resulta que el varón se fija en todas las familias de Uril, he escuchado que tiene esta idea de ser el salvador de la humanidad, el enviado para expiar nuestros pecados y enseñarnos el verdadero camino. Imposible, ¿se supone que alabe a un hombre que todo lo ve y puede? No. Menos después de ver cómo el fanatismo de los Decalle los lideró a la locura. Marlene, el pueblo está lleno de problemas por ese demonio —dijo con vigor. Su rostro marcaba la firmeza de sus declaraciones.
Retya entró corriendo, con sus pies ligeros sobre la tierra, dejando pequeñas huellas a su paso. Su delantal beige, con rastros de polvo, se movía con el viento, encima, sus rizos oscuros iban de un lado a otro. Me parecía una gran coincidencia que Cómalo fuera un escéptico, era como si las estrellas se alinearan para mí.
—¡Cómalo! El señor lo requiere con urgencia —gritó desesperada, deteniéndose a unos pocos metros de ambos y salpicando barro a mis piernas.
—Retya —dijo Cómalo—, ocupo un asunto antes de ir con el Sr. Decalle.
—Buenos días, Srta. Franceste —La morena me examinó y luego volteó hacia Cómalo—. ¿Qué?
—La Srta. Franceste y yo tenemos sospechas de que el padre Celestino ha estado molestando a las familias de Uril, ella insiste en que usted charle con las demás sirvientas para entender si ha sucedido algún acto. Quisiéramos saber si nos podrían auxiliar con unos requerimientos. —Con su pulgar tocó su mandíbula, en forma de pensamiento—. Una cosa más, Retya, si no le dice nada al Sr. Decalle sobre todo esto, la remuneraré yo mismo.
—«Usteés» no se imaginan los chismes de las otras sirvientas, reuniré los testimonios —saltó un par de veces con emoción.
Retya se fue, con rapidez, volviendo a sus labores. Me sorprendió lo que salió de la boca de Cómalo, también terminó llegando a los oídos de la sirvienta. Se notaba por las palabras del chico que la rizaba lograba lo imposible por dinero.
—¿Qué acaba de decir, Cómalo? —cuestioné alarmada, pues no fui tomada en consideración.
—Piénselo, si el padre es el problema, es mejor si hacemos que los demás lo echen —propuso con entusiasmo, en sus retinas se evidenciaba lo que parecía la idea del milenio.
—No somos justicieros.
—Marlene, el pueblo se pudre por ese sacerdote, tal vez ahora que ha llegado una mujer como usted: fuerte, valiente, una líder por naturaleza, caigan en cuenta. Sin ese hombre, la amenaza de Jorge se disminuye. —Era inevitable no caer en ese dulce tono de voz.
No sabía si decirle que consideraban matarlo en caso de algún inconveniente, eso lastimaría a Cómalo, le destrozaría el corazón y no ansíaba volver a ser la responsable de sus tristezas.
—Está bien, aunque hay que tener cuidado. —Suspiré con preocupación.
Me despedí de Cómalo y él se dirigió con Jorge. Había emociones en la situación que me hacía sentir que iba a pasar algo malo en poco tiempo, después de todo, íbamos a cometer una hazaña gigante, desmantelando el sistema religioso de una zona. No creía si tenía la fuerza para ayudar, hace unos meses juraría que seguiría siendo la Marlene que permanecía con la boca callada y anhelos de libertad, ahora que los tenía, no sabía qué hacer. Era como si fuera más fácil volver a mi comodidad, en lugar de enfrentar la realidad.
Pasé a la casa mirando las paredes y los minúsculos adornos sobre las mesas de madera clara, se unía a antigüedades familiares que casi poseían nombre y apellido. Entré a la habitación y revisé lo restante del diario, sonaba a un par de confusiones. Restaba una página por leer, luego de eso: la contraportada. En esta pequeña parte decía que Anna escapó, mientras que Jorge se ausentó un día.
Por poco se me olvidaba que aún tenía los diarios de Anna referentes a toda su vida, los escondió, habrá sido por la desesperación. Encontré algunos fragmentos que no hicieron más que sacarme lágrimas.
** «Querido diario:
Me e perdido en los dias porque solo se que es verano, Marlene es la mejor ermana del mundo ella es tan bonita buena y amable y increíble. Hoy anduve buscandola por todas partes para poder quedarme a su lado o así aunque ella solo me quita de sus brazos diciendo que me vaya eso me hace sentir triste pero la quiero de igual manera así que la perdono porque es buena ermana. En las noches me pone la ropa me cambia cuando voy a jugar»
** «Querido diario:
Marlene es una mamá maravillosa, le digo asi porque es la que me cuida mucho tiempo enveces. Hoy hise que se enojara y yo no quería sino es que me cai por accidente en u charco y me moje toda la ropa»
** «Querido diario:
Hoy aprendí que tengo que ser una dama o algo asi y que debo caminar como Marlene con la cabeza mirando al techo aunque la señora que quiere enseñarme es muy cruel y fea. Siempre anda regañandome y diciendo que tengo que pensar con quien me voy a casar si es que estoi muy joven todavia»
** «Querido diario:
E llorado toda la tarde porque Marlene me dijo que yo era lo peor que le había pasado, que era una niña fea malcreada. Así que me dolio mucho y me vine a llorar y a dormir tenprano yo no quiero haserle nada malo solo espero que me quiera como yo la quiero»
** «Querido diario:
El maestro dice que he mejorado con la escritura, espero que no me este mintiendo. Poco a poco he ido avanzando pero Marlene parece estar enojada conmigo ya no puedo hacer nada sin que se enoje conmigo me grite y me mande a dormir temprano. Asi que me siento desesperada con ella es como si no me quisiera»
** «Querido diario:
Si Marlene quiere proponer una guerra entre nosotras, estoy más que dispuesta a hacer lo mismo. Me he hartado de años y años con ese odio injustificado que me tiene, así que llegó la hora de defenderme yo también».
Me conmovía, interpretarlo era más que desgarrador, la manera en la que traté a Anna siendo una niña era imperdonable. Nunca me detuve a juzgar el daño o si la afectaría bastante que yo no le dijera por qué albergaba ese horrible sentimiento reprimido. Ahora veo el paisaje completo, donde soy la villana cruel de su historia, en el que me aparece remordimiento. Si tan sólo pudiera decirle a la Marlene, de ese tiempo, que estas letras estarían escritas y que las leería sin reconocerse, tal vez enmendaría mucho.
No sé qué me pasaba por la cabeza en esos instantes, quizá envidia por Anna, de que fuera la más hermosa, de que la trataran bien por su belleza, de que se comprometiera con alguien, de que la cuidara toda su vida y ni siquiera fuera mi hermana de sangre. Pero si hay algo que he comprendido con esta situación, es que lo biológico no evita la maldad. Jorge acordó matar a Cómalo, el hermano menor que le dedicó su vida entera.
Me encontraba entre lágrimas incesantes, recostada sobre la suave cama, dejando mis sentimentalismos salir, hasta que la sirvienta llegó a mí con un papel que vi por el rabillo del ojo.
—Srta. Franceste, ¿se encuentra bien? —cuestionó Retya con aflicción, bajando sus cejas y ofreciendo una sonrisa invertida.
—Sí, sí. No se preocupe, ¿qué trae en las manos? —pregunté curiosa, ladeé mi cabeza para atisbarlo.
—Es una carta del Dr. Vaneshi, junto a un libro —susurró con el tono más silencioso, me los dio en las manos y se fue a otra parte de la morada—. Recuerde siempre de quién es la culpa de lo que sucede.
Se trataba de un sobre blanco con una estampa de cera roja. Cada elemento poseía una temperatura cálida, lo me dejaba ver que era reciente. Además, se hallaba milimétricamente fabricado, de seguro por su personalidad.
CARTA DEL DR. LAMBERT VANESHI DE LA ESCUELA DE DANSFO HACIA LA SRTA. MARLENE FRANCESTE GULIARTE DEL PETRO
«Querida Srta. Franceste:
Esta carta es en respuesta a la suya, lamento mucho tardar en responder, estuve bastante ocupado. Me ha tocado el corazón y con el aniversario de muerte de mi hija, no me he sentido peor. Me dispongo a ayudarle, con tal de derrocar a la plaga de este pueblo.
Puede traerme a Anna en el momento que lo requiera o si requiere mi compañía para alcanzarla. Por añadidura, evitamos que otra persona inocente se escape a las garras de lo profano. Agrego los diarios, discúlpeme desde el fondo del alma por sellarme los labios
Lambert Vaneshi
5 de setiembre».
**Faltas ortográficas a propósito.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro