4. C U A T R O
05 De Septiembre, 2020
— ¿Quieres más té, Lee? —pregunta Hayley y yo asiento, luego veo como echa el té invisible en mi tacita de plástico.
— Yo hornee una tarta de queso con el horno que me regalaste —chilla emocionada Gabi y yo sonreí inmediatamente— ¿Quieres probarla?
Asiento y luego siento un carrito chocar contra mis zapatos, bajo la vista para ver a Marcel sonreírme y seguir jugando con Ethan.
Ahora mismo estoy en el hospital de Ian, en el piso de oncología pediátrica donde ayudo como voluntaria los fines de semana. Adoro a estos niños y adoro pasar tiempo con ellos. A pesar de estar sufriendo tanto siempre tienen una sonrisa para regalarte. Son pequeños mucho más valientes que mucha gente grande, pequeños que luchan una batalla que no merecen luchar y me gusta contribuir todo lo que pueda en hacer su dolor más llevadero.
— ¡Lee! —giró mi rostro hasta localizar el grito e inmediatamente sonrió levantándome de la silla de plástico para ir a abrazar a la pequeña de la que no sabía hace tiempo.
Blaire Hampton es una niña de nueve años con cáncer de páncreas que hace poco le anunciaron, para alivio de su familia, estaba en remisión. Ahora la pequeña está mucho mejor, tiene un lindo cabello rojizo y lacio que le llega hasta la barbilla y su piel tiene color, sus mejillas precosas están sonrojadas y su cuerpo ya no se ve huesudo, está en su peso perfecto.
Cuando alzo a Blaire en mis brazos y ella aferra sus manos a mi cuello carraspeo para llamar la atención de los demás, me gusta cuando los pequeños con remisión vienen a hacerse exámenes porque le traen esperanza a los demás, si ellos pudieron, los demás también pueden.
Sin embargo, mi alegría se esfuma cuando la mamá de Blaire entra por la puerta de la sala, sus ojos están rojos y sus mejillas húmedas, siento que el alma se me cae a los pies e inmediatamente bajo a Blaire y beso su mejilla indicándole que juegue con los demás, veo como ella se va dando brincos hacia Hayley y Gabi y yo camino hacia su madre.
— ¿Cómo está ella? —preguntó.
Graciela, la madre de Blaire, baja la mirada y cuando la sube veo sus ojos llenos de lágrimas otra vez.
— El lunes empieza su tratamiento —es toda la respuesta que me da.
Miro hacia Blaire que finge tomar té junto a Hayley y Gabi, el brillo inocente en sus ojos y la sonrisa en sus labios y una vez más el alma se me cae a los pies.
Quiero pensar que solo se le dio esta batalla para hacerla más fuerte, que Dios no la mandaría a una guerra que no pudiera ganar, pero a veces se me hace bastante difícil pensar que la vida es justa, que son guerras para hacerlos fuertes, porque desgraciadamente, ni siquiera la mitad de estos niños conseguirá ganarla.
•°•°•°•
En ocasiones siento que los seres humanos somos masoquista, es la única explicación que encuentro para estar leyendo por tercera vez El Deseo Prohibido de Doug, un libro que siempre me hace llorar y que me hizo darme cuenta de que quería ser oncóloga pediátrica.
— Kaylee Elizabeth —mamá entra en mi habitación, que use mi nombre entero ¿debería decirme que está enfadada por algo?
»Quiero hablar contigo hace días, pero pareces tener la agenda más apretada de Gia, así que ahora que estás aquí vas a escucharme.
Solo para que quede constancia, no he hecho nada malo. Y para aclarar, Gia es la mujer del viejo decrépito, mi madrastra, mamá de Leslie y Jonathan, y también la primera dama.
— No es un buen momento.
— ¿Qué es eso de que haz tenido mucho sexo y yo no sabía nada? Kaylee Elizabeth no cometas los mismos errores que yo, sé que tienes tu futuro garantizado siendo quien eres, pero tienes metas que solo conseguirás estudiando, no dejes de que un hombre tronche tu futuro Kaylee Elizabeth.
»Tienes que estudiar, hija mía, porque el día de mañana ese hombre se va a ir y un título universitario es lo único que va a quedarse ahí para siempre. El día de mañana todo se va, la belleza, la juventud, el amor, el dinero, ¡La vida se va Kaylee Elizabeth! pero tu título es tuyo y nadie puede quitartelo, ni siquiera la muerte, porque hasta muerta seguirás siendo universitaria.
— Mamá.
— ¿¡Qué?! —contesté histérica, como mismo había estado cuando dio todo su discurso.
— Solo quería fastidiar al viejito decrépito con el que me tuviste.
— Es tu padre, Kaylee.
— Y si parece mi abuelo es tu culpa —me encogí de hombros—, lo que quiero decir es que te relajes, tengo bien claro lo que quiero y si tenía alguna duda después de ir hoy al hospital se me aclaró, quiero ser médico y hacer todo lo posible porque esos niños ganen en la guerra que están luchando y no pienso permitir que nadie me distraiga de mi objetivo.
»Si lo que te preocupa es lo que le dije al viejo decrépito ese, quédate tranquila porque yo soy virgen, y no tengo intensiones de dejar de serlo por ahora, tolero muy mal el dolor y no pienso someterme al menos ahora por voluntad propia por mucho placer que venga después.
»Ahora, si me disculpas, Harry y Dexter están a punto de hacer las pases con Doug y quiero leerlo.
— Haz leído ese libro mil veces.
— No son suficientes. Chu, chu, déjame leer.
Ella puso los ojos en blanco, pero salió de la habitación con una sonrisa, la llamé y ella se asomó a la puerta.
— Te amo.
— Y yo a ti, Kay.
•°•°•°•
— Así que mi pequeña hermanita tiene una cita —comentó Leslie con burla.
— No es una cita —aclaré.
— Cierra los ojos —ordenó y obedecí—, si no es una cita ¿por qué estás aquí arreglándote?
— Es una fiesta, Les. Nunca había ido a una fiesta como algo más que la hija de Roger Ryder, no sé cómo se actúa en una fiesta, necesito el consejo de mi amada hermana mayor.
— Solo te puedo decir que no te emborraches.
— No bebo —le recordé.
— Bien, si te emborracharas sería todo un escándalo.
— Lo sé, es mejor tener lejos al viejo decrépito.
— Kaylee Elizabeth, es nuestro padre.
— Arriesgándome a sonar como Jackson, voy a decir que es tú padre y el de Ian, que son los únicos a los que le hace caso.
— A ti te hace caso.
— Ahora que quiere venderme a cambio de unos hoteles y unos casinos.
— No hables así, Kiki.
— ¿Tú estás feliz con tu futuro matrimonio, Les?
Leslie suspiró y soltó la brocha con la que pintaba mis ojos, luego tomó un labial y lo pasó por mis labios.
— Haz así —dijo, indicándome como mover los labios para esparcir bien la pintura— y respondiendo a tu pregunta te diré que Cameron es un hombre encantador y muy bien educado.
— Pura mierda. Yo no pienso casarme, mamá dijo que iba a hablar con el viejo decrépito de ese asunto en estos días.
— Kay, por quincuagésima vez, se dice papá.
— Les, por tropecienta vez, ese viejo no es mi padre.
Leslie puso los ojos en blanco y acomodó mi cabello, luego puso unos cuantos pasadores bien ubicados, de forma que solo se vieran las pequeñas piedras en las puntas y pareciera que tenía diamantes en el cabello que ella había ondeado.
— Estás lista.
Asentí y me miré en el espejo, Leslie había delineado mis ojos con negro, eso resaltaba muchísimo el verde en ellos, había sonrojado solo un poco mis mejillas y aplicado un labial rosa pálido a mis labios. También me había dejado un enterizo verde militar con un, algo indecente, escote pero que se veía increíble, y unos zapatos de tacón negros.
En general me encantaba mi imagen.
— Estás hermosa —comentó mi hermana lo que yo ya había notado.
— Gracias, por decir que estoy hermosa, por ponerme hermosa y también por distraer a los guardaespaldas para que no me sigan.
— ¿Cuando hablamos de eso?
— ¿No te lo dije? Oops, ya para la próxima te informo.
— ¡Kaylee Elizabeth!
— ¿Si, Leslie Alejandra? —pregunté inocentemente, eso hizo que mi hermana riera.
— Primera y última vez —acabó por ceder.
— Eso ya lo vamos viendo —le arrojé un beso y volví a escuchar mi nombre de su voz pero la ignoré.
Leslie distrajo a los guardaespaldas y yo pude escaparme con Jordyn cuando ella llegó.
— Esto es una locura —comentó Jordyn— ¿qué si ese hombre es un psicópata y nos secuestra y tortura y luego desarrollas un síndrome de Estocolmo y no quieres salir, quién nos va a rescatar?
— ¿Por qué tengo que ser yo la del síndrome de Estocolmo, paranoica?
— Es a ti quien te gustan los ojos azules.
— Entonces tú vas a acabar enamorada de Cole porque te gustan los pelirrojos.
— Ed Sheeran le gusta a todo el mundo.
— Cierto... y a ti también te gustan los ojos azules ¿o ya se te olvida que cuando teníamos trece años estuviste enamorada de Ian?
— Oh Dios, no me recuerdes eso. De igual forma, es a ti quien le gusta Riven.
Hablando del rey de Roma...
(kelizadavies) Riven St. John.
¿Ocupada?
De camino a la fiesta.
Pensaba invitarte a un Happy Meal y un capuchino.
Será para la próxima, nos vemos ahora.
— Dee —llamé— ¿qué es un Happy Meal?
•°•°•°•
— ¿No está algo fuerte la música? —grité en el oído de Jordyn.
— Algo —contesté ella sobre la música— ¿Dónde está tu novio?
— ¡Dee!
El lugar estaba a oscuras y de vez en vez salía algo de humo de una máquina, la música electrónica resonaba fortísimo por las paredes y era imposible ver más allá de tu propia nariz.
De repente mi visión se volvió negra y un perfume masculino invadió mi olfato, un pecho duro se pegó a mi espalda y un cálido aliento golpeó mi oreja.
— Si adivinas quien soy te invito a una cheeseburger.
Y ahí estaba yo, sonriendo como tonta, seguramente Jordyn estaba con su cara de «luego dices que no te gusta» pero la verdad es que Riven no me gustaba, solo me gustaba compartir con alguien que me tratase porque le agrado y no por quién es mi padre.
— No lo sé... —murmuré— ¿Eres un extraterrestre?
— Que lista la chica galáctica.
Sus manos dejaron de cubrirme y me volteé para verle, estaba quizás algo achispado porque sus ojos tenían ese brillo en sus ojos y una sonrisa bobalicona decoraba su rostro.
— Hola hermosa —dejó un beso en mi mejilla.
Nuevamente yo sonreí. Su mirada pasó de mi a Jordyn.
»Tú debes de ser Dee.
— Jordyn —fue la seca respuesta de mi mejor amiga.
— Bueno... vamos que te quiero presentar a mi hermana.
Riven tenía una manía muy rara de invadir mi espacio personal, justo en ese momento tomó mi mano comenzó a caminar hacia algún lugar de la casa. Jordyn me siguió de cerca. Lo raro de que Riven tomara mi mano era que no me molestaba o me sentía incómoda, lo más raro era que se sentía bien caminar tomada de la mano con él, sentía un extraño cosquilleo en la mano y... ganas de más contacto.
— Mira hermosa, esta es mi bella hermana Bree —me presentó a una chica de cabello oscuro y ojos azules— Bree, ella es la hermosa y sensual Kay y su amiga Dee.
— ¿Muchos piropos tú con la chica, no? —preguntó la rubia junto a Bree.
— Y ella es mi novia, Debbie.
— ¿La que te hace hablar como extraterrestre?
— ¿Perdona? —cuestionó Debbie— ¿Qué tanto le haz contado a esta, Riven?
— Que mal caracter —susurró Riven en mi oído.
Lo único que a mí se me ocurrió decir fue:
— Feliz cumpleaños.
— Gracias —contestó Bree y sonrió, le extendí la bolsa con el regalo que había traído para ella y Jordyn hizo lo mismo con el de ella.
— Riven, te hice una pregunta —habló Debbie, enfadada.
— Si, si, luego te respondo, vamos Kay, te muestro la casa.
— No se si...
Pero no me dejó terminar de hablar, volvió a tomar mi mano y una vez más, tiró de mi para comenzar el tour por su casa.
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