18. D I E C I O C H O
06 de noviembre de 2020
Un golpe tras otro, mi mente no podía evocar nada más que no fuera el rostro del jodido viejo decrépito. Estocada tras estocada, mis manos golpeaban con tanta fuerza el saco de boxeo que mis nudillos comenzaban a sangrar, pero eso realmente no me importaba justo ahora. Sus palabras, sus actos, el jodido vídeo, realmente quisiera despedazarle a golpes aunque no tuviera la fuerza ni el tamaño para hacerlo. El encierro, el jodido encierro y lo que era peor la boda, la maldita boda adelantada de manera súbita y a la que yo jodidamente no podía negarme ¿Por qué? Me tenía en sus manos, él me tenía en sus malditas manos y yo no podía hacer absolutamente nada para que eso cambiara.
Poder.
Por primera vez en vida era consciente del poder y el control que él manejaba. Por primera vez en mi vida fui absolutamente consciente de que él siempre movió los hilos, que fue nuestro titiritero en las sombras y que todo lo hizo para llevarnos a este jodido momento.
Odio.
Rencor.
Eran demasiados los sentimientos que experimentaba, muchos los pensamientos que pasaban por mi cabeza.
Muerte.
Su muerte sería la única salida definitiva para esta situación.
Sin tan solo... él estaba enfermo, tenía esclerosis multiple, un pequeño accidente haría que todo quedara como culpa de la bendita enfermedad y eso era algo que llevaba pensando más tiempo del que me gustaría admitir.
— ¡Suficiente! —la voz de Leslie sonaba tan lejana— Kiki para ya.
Debe existir una manera, algo que indetectable en una autopsia, una manera X en la que todo parezca culpa de la enfermedad, pero que lo haga sufrir, que sufra cada maldito segundo y que se arrepienta de las consecuencias de sus actos, que sepa que cada acción tiene una reacción de igual magnitud o fuerza pero en sentido contrario, que lo haga ser consciente de que ha destruido mi vida, que le tengo asco y odio infinito y que justo así es el sufrimiento que le quiero y voy a procesar: infinito.
— ¡KIKI!
Sentí como unos brazos me rodeaban desde la cintura y me separaban del saco de boxeo, por mucho que mi cuerpo intentaba conectar con él con golpes de mis puños y piernas el impacto no llegó y finalmente me vi obligada a sentarme en una silla, Ian sostienia mis muñecas contra los apoya-brazos de la silla impidiendo que me levantara por mucho que pataleaba.
— Estate quieta ya, Kaylee —se queja Cynthia—, llevas horas así, explícanos que pasó.
— Kay —las manos de Ian fueron sustituidas por las de Riven y mis ojos no tardaron en enfocar los suyos—, mírame, respira, cuenta hasta diez, relájate y cuéntanos.
Odié a mi cuerpo por hacerle más caso a él que a mí, pero cerré los ojos y me concentré en mi respiración únicamente, tal y como me lo había pedido conté hasta el diez, andaba por el seis cuando pude ser consciente de que sus manos en mis muñecas se habían trasladado a mis muslos y los acariciaban suavemente de arriba a abajo. Tardé más tiempo después de llegar a diez en abrir los ojos, necesitaba estar plenamente calmada y las caricias de Riven sin duda estaban logrando eso, hacían que me sintiera bien, a salvo, que me olvidara del resto del mundo, del viejo decrépito. Por un momento desee que fuéramos los únicos en esta habitación, que fuéramos las únicas personas en el mundo, pero eso era imposible salvo que sobreviviéramos a una explosión nuclear lo que era alto improbable.
Cuando abrí los ojos fui capaz de enfocar la habitación en la que estábamos, se trataba del gimnasio de la casa del viejo decrépito, donde me habían obligado a permanecer, allí estaban todos mis hermanos, menos Jackson y Audrey, lógicamente, también estaban Jordyn y Riven.
— ¿Vas a contarnos? —cuestionó Cole.
Inhalé profundamente antes de empezar a hablar.
— Kira lleva meses acostándose con el viejo decrépito... con Roger —comencé—, desde... esa absurda "ceremonia" en la que él firmó la sentencia de muerte de todos, digo el compromiso.
Suspiré y les conté todo, como había pensando que Kira había enloquecido, nuestras discusiones, también les conté lo de la enfermedad de Roger y del embarazo de Kira, las caras de Nate y Leslie no fueron precisamente de felicidad al saber que Roger se revolcaba con mi madre porque eso significaba que la suya tenía unos cuernos más grandes que los de un venado adulto, pero escucharon atentamente todo lo que tenía por decir hasta que llegué a la parte del vídeo y como había salido disparada a amenazarle.
— Cuando llegué aquí él estaba reunido pero eso no fue algo que me importara mucho cuando entré a su despacho y le dije todos los insultos habidos y por haber desde "hijo de puta". Roger solamente se arregló el traje y se disculpó con los presentes por la conducta de su hija antes de agarrarme por el brazo y llevarme lejos de ese lugar —cerré los ojos y tomé una pausa, el resto de la historia no era precisamente grata de contar teniendo en cuenta las cosas que incluía—, en cuanto la puerta de su despacho se cerró y estuvimos solos yo le aventé el pendrive a la cara y le reclamé lo que le había hecho a Ki... a mi madre. Lejos de todo aquello que pudiera esperar Roger sonrió, su sonrisa fue tan sádica, me dieron ganas de vomitar, pero su siguiente movimiento no lo vi venir...
Cerré los ojos y dejé que me golpeara el recuerdo de ese día.
La bofetada no la había visto venir, pero sí que me había dejado aturdida por unos segundos, la mejilla me palpitaba y podría asegurar cualquier cosa a que tenía la palma de su mano tatuada en ese lugar, creó que incluso me había mareado, al menos estaba aturdida. Me estabilicé como pude, a punto de perder el equilibrio y con una mano en la mejilla le miré. Sentí asco con el simple pensamiento de haber venido de él.
— Eres un cerdo —fueron mis palabras, una vez más Roger sonrió.
— Y tú una niñata malagradecida que resultó ser más inteligente de lo que esperaba teniendo en cuenta que tu madre no lo fue mucho cuando se dejó embarazar en la adolescencia... quizás lo hizo pensando que podía atarme así o sacarme algo.
Que hablara así de Kira hizo que una rabia inexplicable se apoderara de mí y esta vez la bofetada iba en su dirección, tarde me di cuenta de que fue una mala idea porque él sí la vio venir e interceptó mi brazo, impidiendo que lograra mi cometido, su siguiente movimiento fue un empujón que me dejó en el piso. Desde toda su altura Roger me miró.
— Menos mal que fui previsor y tengo algo que mostrarte.
Mi respiración estaba descontrolada, por primera vez tuve miedo. Realmente tuve miedo de... de mi padre.
Roger me pasó una tablet desbloqueada, yo me levanté del suelo y la tomé.
— Hay dos vídeos, puedes ver el que prefieras primero.
Sentía mi corazón martilleándome las costillas cuando estiré el brazo y tomé la tablet con mucho cuidado, evitando siquiera rozarle en el proceso. Él, por su parte, parecía realmente aburrido. Me metí en la galería y abrí el primer vídeo... nuevamente sentí asco, ganas de vomitar, no por el contenido del vídeo, más bien por la acción.
Aquella noche, la de la boda de Leslie, en el bosque, con Riven, cuando tuvimos nuestra primera vez, lo que se supone debió ser un momento especial, uno que él había grabado y ahora usaba contra mí. En el vídeo Riven estaba de espalda a la cámara y eso era todo lo que se veía de él: su espalda; por el contrario y aunque estuviera oscuro el vídeo mostraba muy claramente mi cara y cuerpo, prácticamente me exhibía y acababa en el momento en que nos metimos en el auto.
— A partir de hoy vas a vivir aquí y en dos semanas te vas a casar con Oliver Tipton —comenzó cuando aparté la mirada de la tablet—, de lo contrario me temo que ese vídeo va a salir a la luz y tú quedarás como una cualquiera que folla en el bosque, no te aceptarán en ninguna universidad del mundo y no volverás a ver a tu madre en la vida.
Aún así, a pesar de su mezquindad y amenazas, mi respuesta fue clara.
— Pudrete.
Roger sonrió, como si esa fuera justamente la respuesta que esperaba oír, simplemente me indicó que pusiera el otro vídeo y, sinceramente, después de ver su contenido, hubiera preferido que se tratara de otro vídeo sexual, en principio no lo comprendí, pero cuando lo hice tuve que soltar la tablet e inclinarme frente a la papelera para respirar. Era... algo demasiado rastrero, incluso para él.
— Estoy seguro de que viste Suicide Squad, pues es exactamente lo mismo, lo que viste en el vídeo es como le insertaban una microbomba a tu madre en el cuello, como no hagas lo que te digo —sacó un pequeño mando del bolsillo interior de su chaqueta, un detonador— ¡BOOM! Tendrás una madre sin cabeza.
Las lagrimas en mis ojos no sabía si eran por el esfuerzo de cada arcada o porque acababa de darme cuenta de la realidad: Roger Ryder me tenía en sus manos.
— Te odio —aseguré y fue algo que salió de lo más profundo de mi ser.
— Entonces ¿cuando traes tus cosas aquí, hija mía?
— La impotencia que sentí, simplemente no puedo describirla —continué con mi relato— y la única manera que he encontrado de liberar un poco de esa tensión ha sido contra ese estúpido saco de boxeo. Él... no solo me tiene en sus manos, puede hacer conmigo lo que quiera y no sé como evitarlo.
— Kaylee... —comenzó Ian.
Limpié bruscamente las lagrimas que rodaban por mis mejillas y me levanté de la silla, tenía la respiración agitada y lo que menos quería era continuar hablando del tema, de como perdí mi dignidad y le rogué.
— No quiero casarme.
Mis palabras no tenían importancia para él, solo le importaba su estúpido negocio y dejar en claro que debía quedar embarazada lo antes posible, él me había vendido como si fuera una yegua, había hecho que todos los planes que tenía para un futuro y veía casi en la palma de mis manos se opacaran, que sintiera que se me escapaban de entre los dedos como agua.
Sabía que debía hacer algo, tenía que haber una manera en la que pudiera deshacerme de él sin que Kira corriera peligro, pero ¿cuál? Lo averiguaría.
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