15. Q U I N C E (+18)
De camino al palacete donde sería la ceremonia Leslie no parecía como las demás novias, lejos de lo absolutamente maravillosa que lucía, parecía más pensativa que nerviosa y, por su cara, no me parecía que precisamente estuviera pensando en Cam.
— Les —escuché que la llamó Audrey— ¿Estas absolutamente segura de querer hacer esto?
Leslie miró su vestido, acariciando las telas con sus dedos. No mentí al decir que se veía absolutamente maravillosa, el vestido era de un blanco extremadamente puro, el bordado de encaje con forma de las tres flores del buque de la novia —dahlias, peonías y gardenias— comenzaba en su cuello y se extendía en mangas hasta sus muñecas, también tapaba el escote en forma de Y y finalizaba en el corpiño con un cinturón de seda blanca. Más abajo, las faldas se ajustaban a sus formas, con cinco capas que empezaban en la seda y acababan en el tul de color blanco con encajes rosados.
— Yo... —comenzó mi hermana, suspiró— sí, estoy absolutamente segura, ¿Podemos entrar ya?
— Todavía —respondió Frida, quien había sido la wedding planner.
— Yo sí voy a entrar —informé.
Abrí la puerta de la limusina y bajé, moví la cabeza para intentar alejarme el cabello de los ojos y entonces lo vi, al otro lado de la calle, apoyado en su Volvo negro, estaba Riven. Suspiré y caminé hasta él.
— ¿Que haces aquí?
— Solo pensé que necesitabas un helado, Kaylee Ryder.
Remarcó muchísimo mi apellido y luego negó con la cabeza restándole importancia. Yo suspiré nuevamente, a ese paso iba a acabar quedándome sin aire.
— ¿Desde hace cuánto lo sabes?
— ¿Ahora sí tengo tu atención? Sube al auto.
— No puedo, si no lo haz notado todavía Leslie va a casarse.
— Bien —asintió— lo que tú digas.
Seguido a eso sus manos se fueron a mi cadera y me levantó echándome sobre su hombro, su mano se fue a mi trasero impidiendo que la falda del vestido se subiera, rodeó el auto, abrió la puerta del copiloto y me sentó dentro, abrochado el cinturón de seguridad. Mis pataleos y gritos fueron en vano porque aparentemente todo el mundo se quedó sordo y nadie acudió a mis gritos de socorro. Intenté abrir la puerta cuando él la cerró y no pude, así que no me quedó más remedio que gruñir y dejarme caer contra el espaldar del asiento, mirándolo mal cuando se subió al auto.
— Abrochate el cinturón, por favor —pidió cuando al encender el auto, este comenzó a pitar.
Volví a gruñirle y me abroché el cinturón antes de volver a cruzarme de brazos y mirar el paisaje a través de la ventana. Cinco hombres siguiéndome a todas partes y hoy que los necesitaba no aparecieron, genial, simplemente genial.
— ¿A donde vamos? —pregunté al ver que nos alejabamos de la ciudad— dijiste que iríamos por un helado.
— Cambié de opinión, si montas una escena en un lugar público me mandarían a Guantánamo por secuestro.
— Así que admites que esto que estás haciendo se llama secuestro.
— Soy tu novio —aseguró.
— ¿Ah sí? ¿Desde cuándo? Tenía entendido que tú y yo teníamos cuando me mandaste a la mierda con un mensaje con código morse adentro cuando podías mandar un mensaje encriptado en el que dijera «tu padre me extorsiona para dejarte pero así mismo te amo y pienso luchar por ti»
— Te amo —fue todo lo que dijo.
Le miré, estaba sonriendo, puse los ojos en blanco y miré otra vez a la calle para ver cómo él doblaba una curva y se adentraba en el bosque, así mismo, mi corazón latía frenéticamente en mi pecho después de haberlo escuchado decir esas dos palabras. El auto dió un bote y poco a poco se detuvo.
— ¿Que pasa?
— Creo que se pinchó un neumático.
— Pero tienes un repuesto, ¿verdad?
Riven asintió con la cabeza y se bajó del auto, bajé yo también por su puerta ya que la mía seguía cerrada y me senté en el capó del auto a ver cómo él sacaba cosas del maletero y las dejaba en el suelo, después de eso comenzó a desabrochar los botones de su camisa azul cielo y por más que quise apartar la mirada fue imposible, simplemente me quedé fija observando sus abdominales y pecho, mis dedos cosquilleando por tocarle.
— ¿Tienes que desnudarte para cambiar un neumático?
— ¿Por qué? ¿Te molesta? —cuestionó sonriendo.
— Bastante.
— Pues yo creo que disfrutas muchísimo de la vista.
— Y yo creo que eres un engreído —discutí.
— Un engreído al que amas —aseguró, me reí.
— Te odio —dije, cruzandome de brazos.
— Me amas —volvió a asegurar.
Entrecerré mis ojos para mirarle.
— Te odio.
— ¿Oh, enserio?
Abrió la puerta trasera del auto y le sacar una mochila de la cual sacó algo: un cuaderno pequeño con tapa de terciopelo verde. Oh no, no puede ser, ese no es... ¿Oh sí? Riven lo ojeó y se aclaró la garganta antes de comenzar a leer.
— Querido Diario: hoy conocí a un chico increíble, su nombre es Riven, lo sé, es un nombre peculiar, igual que él...
— Oh Dios mío —gemí y bajé de un salto del capó— ¿Donde encontraste mi diario? ¡Devuélvemelo!
— Admítelo —exigió, levantándolo más—, me amas.
— Está bien —él sonrió y bajó mi diario, entregándomelo— te odio.
Sus manos se fueron a mis hombros y me empujó apricionandome entre su cuerpo y el auto.
— Eso no era lo que tenías que admitir, Kaylee Ryder.
— Pero es la verdad.
— ¿Me odias? —asentí— ¿Entonces por qué no ves a nadie más todavía?
— No se ha presentado la oportunidad —respondí, encogiéndome de hombros.
Nuevamente él sonrió.
— ¿De verdad? —asentí— breugaire beag bòidheach.
Abrí mucho mis ojos, tanto que ardieron, él estaba disfrazado de Harry Hook, yo vi la foto, es imposible que fuera el Hades del bar, pero esas palabras... eso es escoses, y estoy segura que es lo mismo que me dijo aquel hombre en el bar, lo que Derek dijo que significaba linda mentirosa.
— Sé que me entendiste porque tu hermana dijo que su novio te lo tradujo, àlainn.
— No tengo ni la menor idea de que estás diciendo.
— Mira, Kay, puede que no sepas que àlainn significa hermosa, pero sabes tan bien como yo que cuando te besé y te toqué en ese bar me dijiste que tenías novio.
— ¿Preferias que te dijera que era lesbiana? —me quejé—, no quiero nada contigo, Riven, ya no sé ni cómo decírtelo.
Su mano se fue de mi hombro a mi cuello y me obligó a levantar la vista.
— Prefiero que admitas de una vez por todas que me amas.
— Te odio —repetí.
— ¿Insistes con eso? Bien, cada vez que digas que me odias lo interpretaré como un «te amo»
— Eso es ridículo, no tienes quince años.
— Si no lo admites por las buenas, será por las malas.
— ¿Quieres que lo admita?
— Exactamente, dilo.
Suspiré y llevé la mano a mi cuello para quitar su mano de ahí.
— Te odio —volví a decir, sabiendo que lo entendería a su forma y a su manera, le vi sonreír y antes de que pudiera hacer cualquier cosa me alcé en las puntas de mis pies y le besé.
Mis labios atrapan su labio inferior y enseguida una de sus manos viaja a mi nuca y se enreda entre las hebras oscuras de mi cabello mientras que la otra, en mi espalda baja, empuja mi cuerpo contra el suyo haciendo que colisionen las partes correctas de nuestro cuerpo y que un gemido escape de mi garganta y se pierda en la suya, oportunidad que él aprovecha para adentrar su lengua en mi boca.
Un placentero escalofrío me recorre cuando sus manos se van a mi trasero, apretándolo, y sus dientes tiran de mi labio superior con fuerza, siento el sabor metálico de la sangre en mi boca, pero lo olvido enseguida cuando sus manos se van más allá del vestido, trazando el borde de mis bragas.
— Kay---
— Chist, no digas nada —exigí antes de volver a besarle.
Esta vez mis manos no se quedaron quietas y fueron bastante ambiciosas al acariciar cada centímetro de piel desnuda que la cercanía de nuestros cuerpos les permitía. Él llevó sus manos más abajo, a mis muslos, para levantarme y sentarme sobre el capó del auto. Aproveché el momento para llevar mi mano mucho más abajo de su abdomen y soltar el botón de sus jeans.
— Kay —trató de detenerme.
— ¿Tienes un condón?
— Kay... —suspiré.
— ¿Quieres que diga que te amo? Porque no voy a decirlo, Riven. Esta es mi manera de demostrarlo, tu decides que hacer.
— Pueden vernos.
— Ya es de noche, y dudo que haya alguien en medio del bosque.
— Kay no.
— ¿Seguro? —cuestioné llevando mis manos a la cremallera de mi vestido para bajarla.
— Kaylee...
Con suavidad bajé las mangas de mi vestido por mis hombros, llevándome también los tirantes del sujetador blanco de encajes.
— No me hagas esto.
— Solo tengo calor —aseguré dejando el vestido en mi cintura, quedándome en sujetador— no tiene que afectarte, eres el rey del autocontrol.
Le vi cerrar sus ojos e inspirar hondo, pude ver su autocontrol flaquear y sus pupilas extremadamente dilatas cuando abrió los ojos, fue entonces cuando di la estocada final: pasarme la mano por el pecho izquierdo, su vista siguiendo el trayecto de mi mano y quedándose en ese curioso lunar que tanto le había gustado.
Riven volvió a acercarse a mi, sus manos llendose a mi espalda para soltar el broche del sujetador y prenderse enseguida de uno de mis pechos. Él lo mordisqueó duramente haciéndome antes de lamerlo para aliviar el ardor, hizo eso un par de veces antes de pasar al otro, el izquierdo. Lo primero que hizo fue besar ese lunar para después chupar con fuerza a milímetros de distancia, algo que seguramente dejaría marca, entonces le dio la misma atención que había empleado con el otro. Al mismo tiempo sus manos se fueron a mis bragas, colándose debajo de estas para acariciar mi clitoris, sus ojos azules estaban fijos en mi, en cada reacción de mi cuerpo sobre sus movimientos.
Sus manos en mis hombros ejercieron una leve presión que me obligó a acostarme sobre el capó del auto, entonces besó mi cuello, una de mis clavículas y volvió a besar el lunar en mi pecho izquierdo, pero no se quedó ahí, besó mis costillas, mi abdomen y cadera antes de hacer a un lado la tela de mis bragas para besarme justo en el centro de mis piernas, gemí.
Riven besó, lamió, chupó y mordió, sus dedos me penetraron, sus ojos no abandoron los míos en ningún instante.
— ¿Por qué me provocas de esta manera, Kay?
Sus dedos se doblan en mi interior, gimo y me arqueo contra él.
— ¡Respóndeme! —exigió.
— Porque quiero esto —respondí, mi voz increíblemente ronca.
— ¿Que es lo que quieres?
Cómo puedo me apoyo del parabrisas, sus dedos en mi interior moviéndose mucho más duro, amenazando con enloquecerme, él muerde la cara interna de mi muslo y vuelve a mirarme.
— Respóndeme —vuelve a exigir.
— Ah... quiero que me folles
— ¿No decías que me odiabas?
— Por favor, Riven —pedí, sujetándome como podía del capó y el parabrisas.
Sus manos salieron de mi interior y le vi meter la mano dentro de su pantalón y sacar su erección.
— ¿Quieres esto realmente?
— Dijiste que querías que fuera especial —me reí— es de noche, estamos en medio de un bosque e iluminados por la luna, no se me ocurre mejor escenario. Te deseo, Riven.
Su próximo movimiento fue para sacar un condón de su bolsillo trasero, lo miré con una ceja enarcada mientras él se lo ponía y volvía a acercarse a mí. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal haciéndome temblar y erizando cada vello de mi cuerpo cuando él deslizó los nudillos de su mano en una suave caricia por el centro de mi abdomen hasta llegar a la cinturilla de mis bragas para bajarlas.
Realmente va a pasar, estoy a instantes de tener mi primera vez con Riven y me sorprende lo increíblemente cómoda que me siento. Escuchando a Cynthia pensé que ella exageraba al decir que las mejores cosas son aquellas que no se planean o se piensan mucho y al parecer va a ser cierto. Estoy nerviosa, absolutamente sí, pero no incómoda o tensa, es algo que quiero que pase, con quien quiero que pase, mi respiración es errática y el frío aire de la noche mantiene mis pezones erizados, a pesar de eso, la mirada de Riven actúa como fuego sobre mi calentando cada poro de mi cuerpo.
Su brazo envuelve mi cintura desde atrás y tira de mi para tenerme en el borde del capó, abrazo la suya con mis piernas y entonces me tensé cuando lo sentí presionarse en mi entrada. Expulsé aire lo que hizo que él me mirara.
— ¿Quieres que pare? —preguntó, yo negué con mi cabeza.
Siento como poco a poco me voy expandiendo al recibirlo, vuelvo a expulsar aire, arde y siento esa punzada de dolor, cierré mis ojos con fuerza y me aferré al borde del parabrisas. Fue sumamente incómodo y también ardió de una forma poco dolorosa que me hizo morder mi labio inferior. Entonces lentamente él comienza a retroceder antes de volver a entrar, apreté los labios y fijé la mirada en el cielo oscuro sobre nosotros cargado de estrellas y media luna que eran testigos de lo que hacíamos.
— Kaylee —me llamó, le miré—, dime si te está doliendo.
— Un poco —respondí.
Aún con su brazo envolviendo mi cintura él me levantó del capó y nos metió dentro por la puerta del conductor que aún estaba abierta, dejándome a mi sobre él. En las películas que vi una vez parecía fácil moverse estando arriba pero la verdad es que es realmente incómodo y frustrante saber que lo estás haciendo mal.
— Despacio —susurró él llevando sus manos a mis caderas— así...
Sus manos ayudaron a mi cadera a moverse con lentitud y sensualidad, el ardor desapareciendo gradualmente, aunque no por completo, queda un leve escozor ahí latente. Sus manos seguían guiando mis caderas cuando busqué su boca para besarle.
Ahora, eso del orgasmo en la primera vez... no ocurrió, Riven apretó mis caderas con fuerzas, sabía que se estaba conteniendo, que estaba esperándome, así que enterré mis dedos en su nuca, besé su cuello y me imaginé una canción de Mark Anthony en mi cabeza para seguir el ritmo con las caderas sin su ayuda, como si bailara salsa. Riven gruñó cuando alcanzó su liberación y acarició mi espalda a la vez que enterraba la cara en mis pechos.
— Quería hacerte llegar al orgasmo —le escuché susurrar cuando dejó un beso en mi pecho.
— Ya habrá tiempo —susurré en respuesta.
— ¿Quieres repetir? —preguntó, pícaro ahora.
— ¿Tu no? —cuestioné ofendida.
— Quiero estar todo el día dentro de ti, Kay. Pero no aquí, mejor cambio el neumático ese y vamos a otra parte.
Asentí con la cabeza.
— Me pasas mi ropa, por favor —pedí pasándome al asiento del copiloto.
— ¿No eras tan atrevida? ¿Por qué no sales a buscarla?
— ¡Riven!
Él se rió, pero si me pasó mi ropa, me vestí y cuando él cambió el neumático me llevó a mi casa bajo una nueva promesa:
— Pienso enfrentarme a tu padre, Kay. Me enfrentaría a el mundo entero con tal de estar contigo, porque lo vales y porque te amo.
— Sigo diciendo que te odio —bromee tomando mi diario de su mochila.
— Lo seguiré tomando como un «te amo»
— Y yo seguiré repitiendolo; te odio.
***
Nota de autora: Buenas por aquí. Última actualización del 2022 que ¡Ufs! me ha costado, no sé porqué me cuesta tanto escribir primeras veces.
Bueno, capítulo más largo de lo habitual, hablemos de él. La boda de Les y Cam y la luna de miel la tienen Kaylee y Riven jajaja
¿Qué les pareció?
Bichi-besos 😚🐞💋 y feliz año nuevo.
Bea Ryder.
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