El diablo vende armas
Hace poco, nuestra ciudad fue testigo de un hecho de sangre. Unos delincuentes, con armamento pesado, irrumpieron en una joyería local.
Momentos después, la policía llegó y se armó una balacera que dejó un saldo mortal de un policía, llanto y desolación.
Recientemente, ocurrió un enfrentamiento entre insurgentes que, con armas en mano, se que enfrentaron a la policía: se armó un zafarrancho violento.
El diario de Eddie
El arma no necesita ningún consentimiento válido.
No le importa causar una herida o dejar a alguien inválido.
Las armas nunca engordan, siempre tienen hambre.
Siguen planes macabros para provocar un baño de sangre.
Solo cumplen la orden de un asesino o de un coronel.
El arma a su paso va sembrando muerte por doquier.
El arma cargada asegura su objetivo de muerte.
A menos que seas inmortal, morir es algo inminente.
Las armas se venden por millones, aunque la situación sea cruda,
aunque miles de inocentes mueran de hambruna.
A las armas no les preocupa si se pierde o se gana.
Solo ponen su granito porque están a favor de la degradación humana.
Donde haya conflicto, las armas siempre están presentes.
Y ante la carnicería, ellas se tornan indiferentes.
Sin importar cuantas víctimas alcance sin razón,
el arma continúa porque no tiene compasión.
Las armas, atentas, oyen el llamado de la venganza.
Siguiendo protocolos estas van a consumar la matanza.
Mejor renunciar a la violencia y llegar a un convenio,
y así evitar acabar en un cementerio.
Pero existen más municiones que buenas personas.
El arma no tiene piedad, jamás perdona.
El arma es inmune a los enfrentamientos.
Con una bala es capaz de rebatir cualquier argumento.
Aunque el país sucumba ante una profunda debacle,
las armas van a aportar con una masacre.
Una bala no discrimina entre razas, sexos, creyentes o ateos.
Va sumisa ante la codicia del hombre a provocar un tiroteo.
Existe poca cultura y muchos casquillos.
En algún lugar, un vándalo hace una fogata con unos libros.
Antes de desencadenar cualquier lance mortal,
mejor dejen las armas y comiencen a dialogar.
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