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ℂ𝕒𝕡.5


ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝕕𝕖𝕕𝕚𝕔𝕒𝕕𝕠 𝕒...: JeonPJK

Tras un viaje largo y agotador, el coche se detuvo al fin delante de la mansión georgiana de arenisca rosa. SooHyo supuso que tenía tres plantas; era al menos tan grande como la casa más espléndida que había visto en su vida. 

Sin embargo, en aquel momento, las dimensiones de la vivienda le interesaron mucho menos que la perspectiva de ver a Jungkook. Después de tantos años, tanta emoción, tanta ilusión, se puso nerviososísima mientras esperaba que lord Hunt la ayudara a bajar del coche.

Se sintió decepcionada cuando se abrió la puerta principal y un hombre joven salió corriendo a la nieve. A su espalda, otro hombre joven de porte severo esperaba junto a la puerta, retorciéndose inquieto las manos enguantadas de blanco. El más sereno miró a SooHyo sin verla realmente y luego se volvió hacia Nam.

—Lord Hunt, ¡no me digas que no ha podido encontrarla! —dijo muy seco.

—No seas imbécil, ChanYeol, esta es la señorita Kang—le gruñó Nam.

ChanYeol se volvió de pronto hacia SooHyo y se le quedó mirando perplejo.

—¿S-señorita Kang? —tartamudeó. Después, recobrándose inmediatamente, hizo una reverencia y dijo la mansión con el brazo.— Si es tan amable, señorita Kang... —murmuró.

—¿Debo deducir por su reacción que esperaba una mujer bicéfalo? —rió SooHyo, tensa.

—¡Por supuesto que no! —bramó ChanYeol y le dijo de nuevo la puerta.

SooHyo se deslizó ligera por la nieve hasta el vehículo. En el interior, el caballero de negro le hizo una gran reverencia.

—Bienvenida a Blessing Park, señorita Kang —sentencia.— Soy Jones, el mayordomo. ¿Me permite su capa?

—¿Está lord Darfield en casa? — ella preguntó mientras se quitaba la prenda, ignorando la mirada de perplejidad del joven mayordomo.

—El marqués está en casa y la espera en su estudio.

Entendía que no hubiera ido a buscarla a Portsmouth, pero al menos podría haber salido a recibirla a la puerta. ChanYeol y el tal Jones la miraron con cautela, como si esperasen que hiciera algo raro, salir corriendo, por ejemplo, la idea se le pasó por la cabeza, pero, en su lugar, respiró hondo para disipar cualquier duda.

—¿Cómo se va al estudio? — Preguntó a nadie en particular.

ChanYeol dio un paso adelante, dijo a la derecha y empezó a caminar briosa por un largo pasillo de gruesa moqueta azul y paredes forradas de seda.

—El marqués la aguarda, señorita Kang. La esperábamos hace una hora —anunció.

Dobló la esquina y tomó otro largo pasillo, acelerando aún más el paso, hasta que llegó a una puerta de nogal de doble hoja y se detuvo, lo miró un instante antes de abrirla de par en par. Luego le hizo un gesto con la cabeza a alguien de dentro, ya SooHyo se le hizo un nudo en la garganta. Consternada, se percató de que le temblaban las manos. Miró histérica a ChanYeol.

—¿Está ahí dentro? —susurró, avergonzada del estremecimiento de su voz.

—Sí, señorita — respondió él, haciéndose a un lado.

SooHyo se quedó paralizada, mirando fijamente la puerta. Después de tantos años, le alegraba reunirse con él, pero la idea de que quizás él no fuera de su gusto, o que lo encontrara falto de talento, o incluso soso, empezó a darle vueltas en la cabeza. Miró desamparada a ChanYeol, luego a Jones.

—Creo q-que n-no... —empezó. El señor se acercó de inmediato y le ofreció su brazo y una sonrisa compasiva. —Estoy algo nerviosa, supongo. El viaje ha sido muy largo..., casi podría decirse que ha durado toda una vida, y yo... —No se dio cuenta de que le apretaba el brazo con fuerza.

Jones sacó los dedos que le atenazaban.

—Es muy natural que esté un poco inquieta —le dijo con serenidad.

Quizá tuviera razón. A lo mejor podría quedarse a la puerta del estudio todo el día hasta que se calmara. Qué estupidez. Jungkook ya había esperado bastante, y ella también. Sonriendo con valentía, SooHyo respiró hondo y alzó la barbilla. Se armó de valor y cruzó la puerta del estudio mientras ChanYeol, Nam y Jones se apelotonaban a su espalda, sin pasar del umbral.

Él, estaba apoyado en un enorme escritorio, con el peso del cuerpo desplazado sobre una cadera y los brazos cruzados sobre su estómago plano, examinándolo. Su pelo negrísimo era ondulado y recio, y le llegaba más allá del cuello de la camisa. Los pantalones le abrazaban los musculosos muslos hasta perderse en sus botas de húsar. 

Entrecerró los ojos mientras la miraba y SooHyo, sin darse cuenta, gimió de puro gozo. Lo había reconocido de inmediato. Puede que fuera algo más alto y corpulento y tuviera la piel dorada por el sol, pero era idéntico al Jungkook que ella grababa.

Sólo que más guapo. Guapísimo. Mucho. Realmente bello, en efecto.

Una fuerza invisible la impulsó hacia él, con los ojos clavados en su mirada feroz.

—¡Jungkook! —exclamó mientras se acercaba, sorprendida de la voz de pito que le había salido y olvidando por completo sus modales.

Él arqueó una ceja.

—¿Jungkook? —repitió incrédulo. SooHyo caminó despacio, asimilando hasta el último detalle de él, desde su forma de fruncir el cejo hasta el modo en que sellaba sus apetecibles labios hasta convertirlos en una línea casi imperceptible, pasando por su afilada mandíbula, tensa en aquel instante.

Era magnifico.

Y no se alegró de verla.

SooHyo se detuvo y escudriñó aquel rostro inmutable. No, inquieto era más acertado. Probablemente lo estuviese malinterpretando. Quizá también Jungkook estaba nervioso.

—¿Esperabas a otra persona? —bromeó con una risita tonta, deseando de inmediato no haberlo hecho y sonriendo expectante.

Jungkook no respondió inmediatamente, sino que la acabó con descaro, cada vez más ceñudo. SooHyo se sonrojó por tan intenso escrutinio e intentó en vano disuadirlo con una sonrisa. El hombre que tenía delante de pronto parecía enfadado y algo decepcionado.

—Digamos que sí —respondió al fin con una frialdad que SooHyo tomó de inmediato por indiferencia.

Su peor temor, que él no la encontró de su agrado, parecía parecer realidad.

-¿Oh yes? —inquirió algo confusa.

La pequeña semilla de la duda que había logrado aplastar de forma tan admirable empezaba a crecer sin control. En teoría, Jungkook tenía que estar diciendo lo mucho que la apreciaba y lo interminable que había sido su espera. En cambio, parecía que no sólo no la quería, sino que ¡ni siquiera le gustaba!

—¿Ocurre algo? —se obligó a preguntar a pesar de lo mucho que le temblaba la voz.

—Estoy algo sorprendido. No te pareces en nada a la Kang SooHyo que yo recordaba — respondió él sin más.

Al caer en la cuenta de que posiblemente no la recuerde, a SooHyo se le pusieron los ojos como platos. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que Jungkook no la recordara. Rió aliviada.

—Vaya, pensé que me reconocerías como yo a ti! A lo mejor mi retratista no era tan bueno como el tuyo.

—¿Cómo dices? — Jungkook preguntó con frialdad.

—Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? Sé que la espera ha debido de ser insoportable para ti; para mí lo ha sido —confesó SooHyo, y sonrió de oreja a oreja, «como una tonta», pensó, al tiempo que buscaba algún indicio de afecto en Jungkook.

Jungkook despidió con secuencia a los demás, se irguió despacio y rodeó el escritorio para sentarse. Ella no se movió de donde estaba y se lo quedó mirando como si hubiera visto una aparición. 

Muy a su pesar, Jungkook reconoció para sus adentros que SooHyo era aún más hermosa de lo que había pensado al verla cruzar el umbral. 

De hecho, era preciosa, lo que no hacía sino aumentar su malestar. En cierto le pareció con la niña malcriado que había sido, pero la transformación de su recuerdo en la mujer que tenía delante era más de lo que su cerebro era capaz de asimilar. 

El aire de perplejidad había desaparecido y lo había resultado un gesto afable y una chispa de angustia detectable en el modo en que se apretaba el chaleco del traje. «No seas tonto —se dijo. —Esta mujer es la misma mocosa insufrible.»

—Sírvete un té si quieres —declaró con aspereza señalándole impaciente el servicio de plata.

SooHyo frunció el cejo levemente y se sentó despacio al borde del sofá. Parecía no estar segura de si le apetecía un té y miró la tetera con recelo antes de decidirse a servirse una taza. Mientras se echaba dos terrones de azucar. Jungkook se aclaró la garganta:

—SooHyo...

—Soonie —lo corrigió ella cariñosa mientras se servía más azúcar.

Jungkook la miró sin expresión.

—¿Cómo dices?

—Soonie. Para ti siempre seré Soonie. —repitió, y se echó dos terrones en la taza.

—¿No te estás excediendo? —Al ver que SooHyo lo miró sorprendida, le dijo la taza de té y le aclaró: —Te estás excediendo con el azúcar. —No tenía ni la más remota idea de por qué le había dicho aquello; le daba completamente igual cuanto se pusiera azucar en el te.

SooHyo hizo una breve pausa, luego se encogió de hombros, y él miró a la ventana mientras la muchacha quitaba el té. La escuchó sorber con delicadeza antes de acercarse a ella de nuevo

—Tenemos mucho de qué hablar. —Al ver que ella no le respondía, prosiguió sin mirarla siquiera: —Para empezar, debo decir que espero que tu viaje haya sido tranquilo —lo dijo con una cordialidad muy ensayada. La miró por el rabillo del ojo: SooHyo lo miró perpleja. —En lo que respeta a nuestro... aprieto...

—¿Aprieto?

—Nuestro aprieto —Jungkook repitió, escupiendo las palabras como si fueran ácido, —las condiciones impuestas por tu padre me exigen actuar con cierta premura. —Hizo una pausa, de pronto indeciso sobre el modo en que debía proceder.

SooHyo no tenía muy claro lo que estaba sucediendo. Lo vio demasiado resentido y la brusquedad de su tono estaba revolviéndole el estómago. 

Aquello estaba convirtiéndose rápidamente en el peor de sus pesadillas. Nada era como lo había imaginado.

¿Dónde estaba el ramo de rosas que todos aseguraban que iba a regalarle? 

¿Los recuerdos de lo mucho que había esperado? 

Por todos los santos, ¿por qué era tan desagradable? 

Miró el aparador en el que había varias botellas de licores color ámbar. No recordaba haber probado el whisky en su vida, a pesar de que a su tía Lee le chiflaba, pero de repente le apeteció.

—¿Puedo? — preguntó, señalando el aparador.

Los fríos ojos grises de Jungkook la miraron, luego se dirigieron al aparador para a continuación asentir inquieto con la cabeza.

SooHyo casi se levantó de un brinco para abalanzarse sobre las bebidas, y se sirvió una copa de la botella más próxima. Cuando se volvió hacia él, Jungkook miro con recelo el vaso lleno, pero no dijo nada.

La joven volvió rápidamente a su sitio antes de que las rodillas temblorosas la traicionaran. Jungkook la observaba, su mirada penetrante seguía todos sus movimientos.

Se llevó con cuidado el vaso a los labios y sorbió. El líquido le abrasó la garganta y le produjo un ataque instantáneo de tos. Jungkook se levantó sin prisas, rodeó el escritorio y le cogió el vaso de la mano trémula. Lo oyó acercarse al aparador mientras intentaba recobrar la compostura.

—Creo que lo disfrutarás más si tan sólo te humedeces los labios —dijo al tiempo que le pasaba un vaso con uno o dos sorbos muy diluidos en agua.

—Gracias —dijo SooHyo con voz ronca.

Para su asombro, Jungkook sonrió.

Tenía una sonrisa preciosa, de dientes adorables y perfectos, y SooHyo se sorprendió mirándole la boca y aquellos labios rosados y tiernos. Notó que se sonrojaba y desvió la mirada de inmediato.

—Debo confesar que me has sorprendido —Jungkook dijo, algo menos cortante. Se sentó en una silla enfrente de ella, balanceando despreocupadamente un pie sobre la rodilla. Al amparo de su vaso, SooHyo contempló aquellas piernas musculosas tensas bajo el tejido de los pantalones. —Cuando pienso en la niña mal..., la niña que conocí hace doce años, me cuesta creer que seas la misma persona —reconoció bruscamente.

—A mi me extraña eso —dijo SooHyo con la voz algo ronca, recuperándose aún del brebaje abrasador. —Yo no te veo tan distinto a como eras entonces. Algo más corpulento, quizá, y más bronceado, pero, en conjunto, te pareces mucho.

La carcajada de Jungkook sonó grave y profunda.

—Confío en que así sea. —Sonrió leve y brevemente. —Tenía diecinueve años cuando me eché a la mar con tu padre. Tú tenías... ¿cuántos, ocho o nueve?

—Mmm, nueve, creo.

—Nueve. Una malcriada de nueve años con las rodillas plagadas de costras y roña de varias semanas está muy lejos de parecerse a una joven madura de veintiún años.

SooHyo se esforzó por reír discretamente, pero le pareció que sonaba como las hienas del desierto egipcio.

—Te aseguro que no llevaba roña, Jungkook.

Jungkook se mostró sorprendido un instante, pero en seguida recobró su mirada grave.

—Por supuesto que sí. Y siempre llevabas el pelo recogido con un pañuelo de pirata. ¿No te acuerdas? Andabas gritando a todas horas y actuando como si te asediaran constantemente tus piratas imaginarios.

SooHyo alzó la barbilla.

—Me acuerdo de un chico mayor que me mortificaba y que, por cierto, decapitó a la única muñeca que tuve durante toda mi infancia.

—Ah, sí, aquello fue un incidente desafortunado —le concedió con indiferencia.

—Me pareció cruel por tu parte, pero hace tiempo que enterré mi resentimiento.

Jungkook ladeó la cabeza y se le quedó mirando.

—Estupendo, porque también yo enterré ya el resentimiento por la tortura a que me sometió la punta de la espada de madera que llevabas encima a todas horas.

Recordaba la espada. La invadió una oleada de recuerdos muy claros, pero no precisamente como Jungkook los describía, y se ruborizó.

—No sé de qué me hablas —murmuró. —Preferiría no recrearme en el recuerdo de aquel verano. Es obvio que me equivocaba al pensar que me recordarías tan bien como yo a ti —señaló con la intención de evitar el tema de su conducta infantil.

—Discúlpame, pero, como digo, no te pareces en nada a la mocosa que tenía aterrorizada a la tripulación.

SooHyo titubeó. De pronto creyó entenderlo. Se estaba disculpando. ¡Claro! Aquella absurda conversación que estaban teniendo era un intento de disculparse por su abominable proceder hasta el momento. Trataba de decirle que lo había sorprendido y que por eso había reaccionado mal.

¿Qué otra cosa podía explicar tan extraño comportamiento?

Le dedicó una sonrisa de complicidad. Jungkook le respondió con un gesto extraño que en seguida volvió a ser reemplazado por su semblante imperturbable.

—Bueno —dijo, aclarándose la garganta. —Hace doce años firmé un documento por el que me comprometía a contraer matrimonio contigo si no liquidaba la totalidad de mis deudas antes de que falleciera tu padre. Aunque yo creía saldadas aquellas deudas, no hace mucho he sabido que hay cierta controversia al respecto, con lo que ahora nos vemos vinculados por el contrato original.

SooHyo, que no tenía ni idea de qué le estaba contando, lo miró como si le hablara en chino.

¿No le había preguntado lord Hunt también por un acuerdo?

—Permíteme que te sea franco: ese acuerdo no me complace en absoluto, por muy diversas razones. Me gustaría saber si tú tienes algún interés en el enlace.

SooHyo se quedó atónita. Aquella era una pregunta completamente ridícula, teniendo en cuenta que ella había deseado aquel enlace desde niña. Jungkook sabía que a ella le interesaba aquel enlace.

—No entiendo a qué te refieres —le dijo sin más.

—Me refiero a que no tengo intención de obligarte a contraer matrimonio en contra de tu voluntad.

Sonriente, SooHyo exhaló un suspiro de alivio. Debía dejar de extraer conclusiones precipitadas. Jungkook estaba siendo un caballero, eso era todo. Temía que a él hubiese dejado de gustarle y le ofrecía una forma noble de pronunciarse. Era un gesto generoso y digno de admiración.

—No, no, Jungkook —le aseguró. —¡lo estoy deseando!

Jungkook pestañeó. Dos veces.

—Entonces permíteme que vaya al meollo del asunto. Confiaba, ingenuo de mí, en que desearas la libertad de elegir compañero, aunque eso significara perder una fortuna. Dado que el dinero parece ser más importante para ti, permite que te diga que no deseo casarme en este momento de mi vida. No obstante, soy un hombre de palabra. Creo que accederás a unas normas básicas de convivencia que nos facilitarán las cosas.

La admiración de SooHyo se hundió como una piedra en el agua.

—Estoy dispuesto a cumplir mi parte del acuerdo, siempre y cuando tú aceptes algunas condiciones —prosiguió, como si discutieran un aburrido contrato de negocios.

—Condiciones?—dijo SooHyo sin poder respirar.

—Sí, condiciones —sonrió él, burlón. Los ojos de Jungkook se pasearon por su cuerpo, luego le dedicó una mirada que SooHyo sólo supo interpretar como desprecio.

La decepción la hizo pedazos, y la furia y el sentimiento de traición empezaron a crecer en su interior. Dejó con cuidado el vaso de cristal en la mesa y descansó las manos a ambos lados de su regazo.

—Por favor, continúa —dijo SooHyo con frialdad. Si Jungkook advirtió su cambio de tono, se cuidó mucho de demostrarlo.

—Mi responsabilidad es sólo para contigo, no para toda una bandada de parientes y familiares. ¿Lo entiendes?

—¿Qué si lo entiendo? —preguntó SooHyo indignada. — ¡Te aseguro que mis parientes no necesitan tus favores! —El pulso empezaba a latirle en los oídos. ¡No podía creerlo! Sólo la inmensa pena que empezaba a dificultarle la respiración eclipsaba la furia que sentía.

—Muy bien. En cuanto al matrimonio, exijo que se cumplan ciertas condiciones. He decidido que tú vivas en Blessing Park y yo en Brighton —sentenció.

—¿Insinúas que vivamos separados? —preguntó incrédula.

—Serás muy feliz en Southampton, te lo aseguro. Yo, sin embargo, estaré mucho mejor cerca de mis negocios. No veo razón para que vengas conmigo.

—¡No permitiré que me recluyas! —respondió SooHyo, furiosa y dolida.

Jungkook contuvo una sonrisa. Si el destello de furia que detectaba en sus ojos violeta era un indicio de algo, no le costaría lograr que llevaran vidas completamente separadas. De hecho, quizá lograra que se sintiera humillada.

—Espero de ti obediencia absoluta. Si vas a ser mi esposa, yo decidiré lo que más te conviene, y espero que acates mis decisiones en todo. ¿Queda claro?

—¿Y tú sabrás lo que más me conviene desde tu poltrona de Brighton? —SooHyo replicó muy ofendida.— ¡Tu arrogancia es verdaderamente pasmosa! —remató furiosa.

—En cuanto a los gastos de la casa, me encargaré de que se vean cubiertas tus necesidades, compras esporádicas, como la de tu ropa, se harán únicamente bajo mi consentimiento —prosiguió.

A juzgar por el modo en que los delicados dedos de SooHyo se hundían en el cojín a ambos lados de sus rodillas, parecía que estuviese reprimiendo el impulso de agredirlo físicamente abalanzándose sobre su cuello. A él empezaba a divertirlo aquel pequeño teatro, sobre todo porque el furioso rubor de las morenas mejillas de SooHyo lo hacía irresistible.

—Jungkook, ¿debo recordarte que aporto a este... matrimonio una sustanciosa fortuna propia?

Jungkook chasqueó la lengua con una arrogancia que la mujer encontró asfixiante.

—Tu fortuna me pertenece ahora —señaló con una sonrisa socarrona que hizo que SooHyo sintiese ganas de arrancarle los ojos, y, al mismo tiempo, encendió una especie de chispa en su interior.

Despacio, se recostó sobre los cojines bordados del sofá. Veía lo que estaba ocurriendo: por razones que desconocía, Jungkook intentaba amedrentarla para que aceptase un acuerdo absurdo. Tamborileó con fuerza en el brazo del sofá mientras analizaba el posible motivo.

Quizá ya no la amase.

Era perfectamente posible.

Mientras lanzaba miradas asesinas a aquel rostro hermoso, pensó que Jungkook debía haberle comunicado de buenas maneras que ya no la amaba, o que amaba a alguien más. No era tan niña como para no saber aceptarlo, ni tan boba como para creer que un hombre adulto se mantenía casto y puro, o para no poder digerir que lo que sentía por ella hubiese cambiado.

Debía habérselo comunicado de buenas maneras, pero no, se había propuesto humillala hasta satisfacerse.

Pero entonces, ¿por qué no se lo decía sin más?, se preguntó desesperanzada , hasta que cayó en la cuenta.

Era por el dinero.

¿Cómo era aquello que le había dicho la tía Lee?

Que, si la rechazaba, perdería el dote. En aquel momento, todos se habían reído, porque les había parecido de lo más absurdo, pero allí estaba el monstruo, interesado solo en su dinero, no en ella.

Furibunda y dolida como jamás lo había estado, SooHyo estalló.

«Ah, no, Jungkook, no te vas a librar de mí tan fácilmente».

No, antes prefería hacerlo sufrir.

Le sonrió con dulzura y confió en que no detectara el temblor de sus extremidades.

—Para que quede claro, permíteme que te diga que no me agrada casarme en condiciones tan absurdas —le informó. Estuvo a punto de soltar un grito de ira al verlo tan exageradamente complacido. —No me malinterpretes —prosiguió con voz serena. —No te libraría de este matrimonio aunque mi propio padre me lo pidiese, que, por cierto, no es el caso, dado que está enterrado en algún lugar de las Indias. —Sonrió al ver desvanecerse la sonrisa de suficiencia. —Eso es, Jungkook. Ya me tengas en Southampton o en una jaula, ¡no pienso renunciar a ti!

Jungkook palideció ante el inesperado giro de los acontecimientos. Los ojos de SooHyo brillaban como piedras preciosas mientras le sonreía con ternura.

—SooHyo, no digas que no le lo advertí. Te voy a hacer la vida imposible.

—Me da igual.

—No soy de los que atienden los caprichos de sus esposas. No tengo paciencia para los juegos. Harás lo que te diga, cuando te lo diga y como te lo diga. Estoy en mi derecho de exigírtelo, ¿lo entiendes?

SooHyo rió adorablemente.

—Lo entiendo perfectamente. ¡Tus condiciones me importan un comino!

El rostro de Jungkook se ensombreció, y se inclinó hacia adelante y le dedicó una mirada fría como la piedra.

—Escúchame bien, señorita Kang, porque te lo digo muy en serio. Esto no va a ser divertido, en absoluto —le dijo con voz grave y amenazadora.

SooHyo se inclinó hacia adelante también, hasta que sus rostros se encontraban a apenas unos centímetros de distancia, mirándose con idéntico sarcasmo.

—¡Yo también te lo digo muy en serio, señor Darfield! —le susurró acalorada.

Jungkook se le quedó mirando. ¡Cielo santo!, lo estaba desafiando abiertamente.

Por un lado, aunque le costase admitirlo, admiraba su valor. Se levantó y se dirigió despacio a la chimenea, contemplándola como si fuera su presa. SooHyo fingió mirarse despreocupadamente la manga del chaleco. A pesar de su enfado, Jungkook no pudo evitar apreciar lo verdaderamente asombrosa que era.

Alarmado por sus pensamientos, se obligó a interrumpir el escrutinio y decidió endurecer sus condiciones.

—No he terminado aún —anunció como si nada.

Ella sonrió con dulzura.

—Quiero un heredero en cuanto sea razonablemente posible —declaró Jungkook a la vez que, desenfadado, apoyaba un brazo en la repisa de la chimenea.

SooHyo rió irreverente.

—¿Y qué te considera razonable?

—Sabes bien a qué me refiere. Espero que concibas rapido. —Aquella fue una sustentada descarada con la que pretendía que saliera corriendo.

Pero SooHyo se limitó a reír.

—Me parece que eso depende de ti, ¿no crees? ¿Quieres que te dé mi vagina y ya? ¿O prefieres esperar a que estemos casados ​​de verdad? ¿Eso es bastante razonable? ¿Te parece suficientemente rápido?

Jungkook reprimió la risa que le produjo aquel comentario tan descarado acompañado de una sonrisa tentadoramente dulce. 

Se obligó a mirarla, ceñudo.

—Ese lenguaje tan inconveniente no es de mi agrado —replicó con brusquedad.

—No he hecho más que responder a tus exigencias. Obediencia en todo, ¿no es eso lo que querías?

Con pretendida indiferencia, Jungkook se miró las puntas de las botas. Maldita sea, le estaba ganando terreno. Le fastidiaba tener que admitir que había minusvalorado a la niña malcriada, pero aún guardaba un as bajo la manga, uno que despertaba el odio en casi todas las mujeres que conocía. Consultó su reloj de bolsillo fingiéndose preocupado por la hora.

—Debo rematar este asunto en seguida. Me esperan en casa de mi querida amiga lady Davenport este fin de semana y tengo que resolver algunas cosas antes —soltó como si nada, luego la miró de reojo a través de sus largas pestañas.

SooHyo, a quien le parecía que aquella debía ser la estratagema más ridícula y transparente que podía haber imaginado, se esforzó por no reír.

Él titubeó, a la espera de la reacción de la muchacha. Al ver que no reaccionó, continuó:

—Mientras estés en el campo, te prohíbo que hagas nada que me deshonre o que enturbie tu buena reputación... porque supongo que será buena.

SooHyo logró mantener la apariencia de calma, pero apretó los puños. Jungkook volvió un poco la cara para que no lo viera esbozar una sonrisa. Si hubiera podido darse una palmada en la espalda por sus últimas palabras, lo habría hecho.

—¡Me halagas! Aún no tengo una, pero no me cabe la menor duda de que, cuando la tenga, irá ineludiblemente ligada a tu buen nombre. —Mientras levantaba la vista para mirarlo, se dibujó en sus labios una sonrisa picara.

Jungkook arqueó una ceja.

—Me parece que acabas de arrojarme el guante, SooHyo.

—De eso nada ¡has sido tú! Yo me limitó a recogerlo.

La posibilidad de que lo derrotara en su propio juego empezaba a irritarlo. Lo descubierto ceñudo un buen rato. A pesar de su habilidad para jugar, sus ojos violeta revelaron una extraña mezcla de rabia y pena. 

No le extrañaba; ni alguna vez él se habría creído capaz de ser tan bellaco, pero las circunstancias lo habían obligado. Decidió hacer un último intento y, en tres pasos, se situó delante de ella y la miró desde arriba con los brazos en jarras y el gesto más sombrío del que fue capaz.

—No te aconsejo que te enfrentes a mí en esto; tienes todas las de perder. No deseo casarme y, si me veo obligado a hacerlo, me vengaré en tu persona a todas horas. Piensa bien lo que te digo antes de decidirte, SooHyo.

—Haberlo pensado antes de firmar ese estúpido acuerdo o lo que sea —respondió SooHyo con serenidad. Jungkook entrecerró los ojos con manifiesta animosidad. SooHyo se levantó inestable. —Si me disculpa, creo que debo ir a refrescarme. Cualquier cosa será infinitamente más agradable que esta entrevista. —Lo miró a los ojos, retándolo con descaro a que dijese algo más.

La chispa de aquellos ojos violeta llenos de furia lo cautivó, y se sorprendió cogiéndola de pronto por los brazos y arrimándosela al pecho bruscamente.

SooHyo los agitó con violencia, pero él se los retuvo, sin problemas, a la espalda.

Presionó aquel cuerpo esbelto contra la estructura dura y musculosa del suyo; luego deslizó la mirada de los ojos chispeantes a la boca fruncida de miedo.

—No tengo por costumbre asaltar a las mujeres , si es que interpreto bien esa mirada, pero vas a ser mi esposa , así que puedo tocarte cuando me plazca. —El miedo nubló aquellos ojos, y Jungkook sintió pena. Prosiguió, algo más suave: —SooHyo, el testamento de tu padre es muy claro. Si no nos casamos, sus socios no recibirán su parte. Las deudas de mi padre ya no se pueden liquidar. Mi familia perderá el hogar de nuestros antepasados ​​y tú perderás tu dote. Pero yo puedo arreglarlo todo si accede a rescindir el acuerdo para que los dos podamos llevar a cabo la vida que deseamos. Intentaré asignarte una suma razonable para compensarte por la pérdida de tu dote si aceptas poner fin a todo esto ahora mismo.

SooHyo no podía pensar con claridad y se lo quedó mirando sin saber muy bien qué hacer. De pronto lo vio distinto, casi triste. 

¿A qué jugaba? 

Cualesquiera que fueran sus motivos, no estaba dispuesta a atarse a un hombre que no la quería y le guardaba un rencor visible. Se le llenaron los ojos de amargas lágrimas de desilusión; pestañeó y bajó la mirada. Jungkook le pasó un par de dedos por debajo de la barbilla y le levantó el rostro para que lo mirara.

—Creo que te odio —le susurró antes de que Jungkook pudiese hablar.

Una emoción bruta recorrió fugazmente la mirada de Jungkook y, al instante, envolvió aquella boca con la suya. Ocurrió tan de repente y tan bruscamente que SooHyo no pudo reaccionar. 

Jungjook la estrujó contra su cuerpo, apretándola con fuerza contra su pecho y sus muslos. Le batió los labios con la lengua para que se abriese a él. SooHyo se resistió, pero Jungkook la abrazó con más fuerza de la que él creía posible. 

Su cuerpo, magro y fuerte, la quemaba. 

Se revolvió contra él, respirando con dificultad, al tiempo que Jungkook logró introducir la lengua en su boca tierna y dulce.

SooHyo se vió atrapada de inmediato en un abismo entre el miedo y una intensa emoción que no era capaz de asimilar. 

Los labios de Jungkook fueron crueles hasta que las turbias sensaciones que lo invadieron lo obligaron a aflojar.

Humillada y muy dolida, SooHyo notó que una sola lágrima caliente le rodaba por la mejilla y que Jungkook la recogía con una tierna caricia de su pulgar. 

Aquel beso la estaba hipnotizando, alejando de la realidad, encendiendo en ella una llama que nunca antes había sentido. EI asalto a sus sentidos pareció interminable y, cuando al fin él apartó la cabeza, un escalofrío le recorrió la espalda y la hizo temblar con violencia.

Nunca la habían besado, así no

Atónita, SooHyo no supo hacer otra cosa que quedarse mirándole los labios, consciente de un intenso acaloramiento que se propagaba despacio por todo su cuerpo. 

Jungkook sonreía, pícaro, seguro de sí mismo y, cuando la magia del beso empezó a esfumarse, SooHyo empezó a sentirse avergonzada y furiosa. Era lo más cruel que podía haber hecho después de todo lo que le había dicho. 

Se zafó de él, indignada, empujándolo por el pecho y retrocedió tambaleándose.

—Eso ha estado muy mal —espetó.

Jungkook rió y se cruzó de brazos. 

SooHyo, limitándose a mirarlo de reojo, lo dejó y se encaminó airada hacia la puerta. Jungkook se le adelantó, la abrió de golpe y se situó en el umbral, de modo que tenía que rodearlo para salir de la estancia.

SooHyo no pudo resistir la tentación de mirarlo. Jungkook la miró fijamente y la joven supo de pronto que aquellos ojos grises de mirada penetrante vieron más allá de su falsa valentía. Alzó la barbilla unos milímetros.

—Piensa en lo que te he dicho, Soonie —le advirtió un asentimiento como reverencia.

Soohyo le dedicó una mirada asesina y replicó:

—¡Para ti soy SooHyo! —Dicho esto, abandonó garbosa la habitación.

°••°

Y bien.
¿Que les ha parecido?
¿Qué opinan de la actitud de Jungkook?
¿Qué creen que suceda ahora?
¿Creen que SooHyo pueda soportar lo que le espera?

ℙ𝕖𝕣𝕤𝕠𝕟𝕒𝕛𝕖𝕤 𝕕𝕖 𝕖𝕤𝕥𝕖 𝕔𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠:

Lord Hunt , Kim NamJoon (Lord Hunt o Nam): mejor amigo y mano derecha de Jeon Jungkook , Lord Darfield.

Park ChanYeol (ChanYeol): secretario.

Jones: mayordomo.

Esoo es todo...

Nos leemos pronto.

안녕히계세요 진구.💜

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