ℂ𝕒𝕡.48
A las nueve, los invitados ya estaban sentados a la mesa para cenar.
MinMi y SeuMi se pelearon por sentarse al lado de SooHyo, y al final ganó SeuMi. Cuando MinMi descubrió que debía sentarse junto a Nam, se le pasó el enfado con su hermana. Lee se sentó en la primera silla que encontró, que casualmente era la de la cabecera de la mesa, donde solía sentarse Jungkook, e hizo un comentario sobre la cantidad de tenedores. Éste le perdonó sin problemas la metedura de pata cuando descubrió que se sentaba justo enfrente de su esposa. Lord y lady Haversham, que llevaban ya una hora en Blessing Park, sonreían como bobos. No dejaba de sorprender a Jungkook lo risueños que eran.
Las Lee se habían puesto sus vestidos de noche, todos verdaderamente despampanantes y obviamente diseñados y realizados por MinMi. Las cuatro mujeres estaban preciosas, y Jungkook observó que también Nam pensaba lo mismo.
Sin embargo, ninguna de ellas igualaba a SooHyo, que, enfundada en su vestido azul oscuro, sonreía y reía como llevaba tiempo sin hacerlo. Como siempre, su risa ligera y cantarina resultaba contagiosa, y, cuando el grupo se instaló en torno a la mesa, reían contentos de un comentario que había hecho MinMi.
La cena de cinco platos, con picantones, sopa de cebada silvestre y mazapán, resultó de lo más bulliciosa. Cuando SeuMi y MinMi no discutían por cualquier cuestión insignificante, acribillaban a preguntas a su prima, a las que respondía con gusto lady Haversham. Jungkook y Nam no paraban de mirarse: aquél poniendo los ojos en blanco a menudo, y éste casi sin poder contener la risa por los escandalosos comentarios que se oían en aquella mesa.
—Mi SooHyo estaba completamente fuera de sí cuando llegó el momento de venirse a Inglaterra —dijo Lee aprovechando una pausa de lady Haversham para tomar aire. —Estaba convencida de que Jungkook no la encontraría apropiada, y temía que se hubiese enamorado de otra, pero yo le dije que la estaría esperando impaciente, ¡y mirad si no tenía razón! —les dijo a todos, exultante.
—Ah, sí, estaba tontito con ella, se lo aseguro. En Pemberheath, a todo el mundo le extrañaba mucho que se hubiera casado, pero ¡no había más que mirarlo a la cara para ver cuánto la adoraba! —coincidió lady Haversham, entusiasmada.
Desde el otro lado de la mesa, Jungkook vio sonreír a SooHyo indulgente, entrecerrando sus ojos chispeantes. Al mirarlo, le transmitió su compasión. Una oleada de cariño le invadió el cuerpo entero. La preocupación de ella era innecesaria. Su felicidad era tan importante para él que habría soportado cualquier humillación por verla sonreír.
—Supongo que tu larga espera no sería tan terriblemente larga después de todo, ¿verdad? —quiso saber Lee.
—Él no me esperaba, tía Lee —confesó SooHyo.
—No fue exactamente así, SooHyo. No te estuve esperando en Blessing Park todos esos años, eso es cierto, pero jamás deseé a otra mujer como te deseo a ti —respondió antes de que ella pudiera continuar.
Sorprendida, SooHyo rió levemente.
—Por favor, si apenas me reconociste...
—Debes admitir que habías cambiado mucho en esos doce años.
—¿Ah, sí? Pues yo a ti te encontré igual.
—Pues no era igual. Antes fui lo bastante imbécil para dejarte marchar.
—Oooh, ¡qué bonito! —exclamó SeuMi. —¡Qué suerte tienes, SooHyo!
Ésta se ruborizó un poco y bajó la mirada a su plato de pollo.
—En mi modesta opinión, es él el afortunado —dijo Lee con rotundidad.
—A mí me parece que el afortunado soy yo, señoras ¿En qué otra parte del país podría cenar tan bien acompañado? —dijo Nam con galantería.
—Sólo aquí, sólo aquí —gritó una, y todas empezaron a parlotear a la vez.
Mientras lady Haversham y tía Lee intercambiaban observaciones, MinMi y SeuMi centraron su atención en Hunt. Lord Haversham se enfrascó en su picantón, y SooHyo y Jungkook, separados por la ancha mesa, se miraron en silencio.
Después de la cena, SooHyo tuvo que convencer a su tía de que era correcto que las damas se retiraran mientras los hombres se fumaban un puro y se bebían un oporto. Esta declaró que jamás había oído nada tan descabellado y, contrariada, protestó en voz alta mientras salía del comedor detrás de su sobrina. Se refugiaron en la salita de SooHyo.
Jungkook subió dos veces a reclamarlas y las dos veces las oyó parlotear y reír excitadas cuando rechazaron su invitación. No salió ninguna de ellas de la salita hasta que lord Haversham insistió en que su esposa lo acompañara a casa, la dama abandonó la salita a condición de que se le permitiera volver a primera hora de la mañana.
Tras ayudar a lord Haversham a sacar de allí a su esposa, Nam y Jungkook se retiraron.
Jungkook no podía dormir. Paseó inquieto por su cuarto después de dejar la puerta entreabierta para poder oír la música que provenía ocasionalmente de la habitación del otro extremo del pasillo. De vez en cuando oía la voz autoritaria de tía Lee elevarse por encima de las otras,
inevitablemente seguida de carcajadas. Pensó una decena de excusas para entrar en el santuario femenino, pero las descartó todas por poco creíbles. Al final, convencido de que les sobraba, se instaló delante de la chimenea con un libro.
SooHyo quería estar con su tía y sus primas. Quería tocar para ellas. Quería reír con ellas. Sus ojos exploraron la página del texto en latín que sostenía en las manos, pero, presa de la desesperación, no entendió nada, las sonrisas de la joven, sus risas, su don para la música, todo era para su familia, no para él. La esperanza que había sentido antes no era más que eso, una esperanza.
Debió de dormirse, porque, cuando despertó, el pasillo estaba oscuro y no se oía ningún sonido procedente de la salita. Agarrotado de dormir en la silla, se puso de pie, se estiró y miró el reloj. Eran las dos de la mañana. Se acercó a la puerta con la intención de cerrarla y entonces oyó el murmullo apagado de una conversación en voz baja. Salió al pasillo; de una rendija de la puerta de la salita de SooHyo emanaba un fino haz de luz.
Avanzó sigiloso por el pasillo. Reconoció en seguida la voz cantarina de su esposa y el tono categórico y grave de su tía. Se detuvo a escasa distancia de la puerta, avergonzado de estar escuchando y tratando de escudarse en su supuesta intención de advertirles de lo tarde que era.
—No lo entiendes, tía... Él nunca me ha esperado. Ni siquiera sabía que existía —le explicaba SooHyo pacientemente.
—¡Bobadas! No se casó en todo ese tiempo, ¿no? Piensa, SooHyo. ¿Un soltero tan cotizado, en su tercera década, que no se haya casado nunca? ¿Acaso crees que no ha tenido pretendientes de sobra?
—Por supuesto, pero...
—Nada de peros. Esperaba a la mujer adecuada.
—Tía, un marqués no espera a la mujer adecuada, y menos aún a una a la que recuerda como una niña malcriada. Los marqueses se casan por conveniencia. Y luego tienen amantes.
—¡Te esperaba a ti! Muy bien, quizá no sabía que eras tú precisamente. Puede que en realidad no te recordara. Pero te aseguro, como que estoy aquí sentada, que ese hombre esperaba a la mujer adecuada, y esa mujer eres tú, Kang SooHyo. No te empeñes en otra cosa. Lo que haya ocurrido entre los dos es agua pasada y serás tonta si miras en otra dirección que no sea hacia adelante. Ese hombre te ama, niña, y te lo voy a decir con claridad: ¡no tiene ninguna amante!
—No lo sé...
—¿Tú lo amas? —quiso saber Lee.
Al ver que no respondía en seguida, Jungkook contuvo la respiración y cerní los ojos.
—Siempre lo he amado, tía. Y siempre lo amaré.
Él tragó saliva, ¿la había oído bien? ¿Lo amaba de verdad?
—¿Lo ves? —dijo la mujer. —No quiero oír ni una sola palabra más sobre volver a América, ni sobre que no confía en ti o alguna otra bobada parecida. Tenía motivos para hacer lo que hizo. Además, él te quiere mucho y tú lo quieres a él. Ya es hora de que dejéis de refugiaros en el
pasado.
Se produjo otro silencio largo, roto por la risa ligera de SooHyo.
—Por cierto, en este país, se considera una grosería tutear a un marqués y llamarlo por su nombre de pila.
—¿En serio? Pues dime, ¿cómo quieren los casacas rojas que llame al marido de mi queridísima sobrina?
—Señoría, milord, lord Darfield... —SooHyo volvió a reír.
—Muy bien. Si alguna vez tengo que dirigirme a su Altísima Señoría el Poderoso Marqués delante del rey de Inglaterra, quizá entonces me lo piense. Entretanto, ¡es de la familia y se llama Jungkook!
De vuelta a su cuarto, Jungkook ya no oyó nada más que la risa fácil de SooHyo, y sólo pudo desear que su esposa tuviera a bien escuchar a su tía, que, por lo que había podido comprobar, era una mujer muy sabia.
♡♡♡
🥺akita🥺
Ya todo vuelve a la normalidad.
Se nos está acabando el cuento 😫 no quieroooo.
Okeokeokeey me calmooo
Por cierto, la adivinanza de:
¿cuantos caps quedan?
Aún sigue en pie.
Bien, eso es todo.
Recuerden votar y...
el boto del comentario de la próxima
historiaaaa...
L@s hamo y l@s amo. 😫💜
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