ℂ𝕒𝕡.35
Jungkook se sirvió otro whisky y continuó paseando nervioso de un lado a otro. A Galen Carrey no lo había inquietado en absoluto que le negara lo que reclamaba. Era evidente que lo esperaba y, curiosamente, no había defendido su postura, como Jungkook había previsto. Cuando este le había exigido que le dijera qué había ocurrido con el señor Strait y por que Routier había sido unas de las últimas personas que lo había visto, el joven no había respondido. Había guardado silencio durante toda la entrevista y, al final, se había interesado por SooHyo.
Jungkook había conseguido contenerse y, en lugar de partirle el cuello, le había dicho a aquel sinvergüenza que no tardaría en pudrirse en el infierno.
Encogiéndose de hombros, se había marchado.
El marqués salió de su ensimismamiento al oír que llamaban a la puerta.
—Adelante —gruñó.
Entró la doncella, con el cejo muy fruncido.
—¿Qué ocurre, Jessica? —inquirió Jungkook, suspirando impaciente.
Inusitadamente, esta alzó la barbilla.
—Tengo algo que contarle, milord —dijo, y se aclaró la garganta, nerviosa.
Jungkook volvió a suspirar, pasándose la mano por el pelo.
—¿De qué se trata?
—Llevo trabajando para usted desde que era niña, milord, y nunca he creído ni una palabra de lo que decían de usted, jamás —empezó.
Jungkook puso los ojos en blanco; no le sorprendería en absoluto que el servicio comentase su disputa con SooHyo.
—Te perdono el desliz...
—Sigo sin creerlo —añadió. Jungkook no prosiguió y arqueó una ceja, inquisitivo. —No, señor, no. Ni siquiera después de lo de las muñecas y de que mi señora asegure que usted piensa que su primo es un estafador.
—¿Lo de las muñecas? —preguntó Jungkook, frunciendo el cejo.
La criada alzó la barbilla un poco más.
—Le he contado lo de las muñecas y se ha vuelto como loca y ha empezado a gritar que usted sabía que era mentira y que no entendía por qué no se lo había dicho y que el señor Carrey había mentido y que el señor Strait estaba implicado...
—¡Jessica, tranquilízate! —le dijo el aristócrata con mucha más calma de la que sentía y le hizo una seña para que se sentara al otro lado del escritorio.
La muchacha titubeó un instante, luego tomó asiento, muy rígida. Jungkook esperó a que se recolocara las faldas y descansara las manos, muy recatada, en el regazo.
—A ver, empieza por el principio —le pidió, y escuchó perplejo y en silencio el relato del reciente encuentro de Jessica con SooHyo. ¡Aquella condenada muñeca! Al final se había acordado de ella.
—Sé que ella no volverá a dirigirme la palabra, milord, pero lo he estado pensando y no me parecía bien, porque yo lo he visto con lady Darfield y es más que evidente que usted la ama y lleva unos días muy alicaído y, cuando milady ha dicho que usted lo sabía, bueno, no se me ha ocurrido otra explicación. También ella se daría cuenta, si no fuese tan emotiva. No puede pensar con claridad, está muy nerviosa. Supongo que debería agradecer que al menos no haya ido corriendo a plantarle cara al señor Carrey y se haya limitado a enviarle una nota, porque temía por su propia... seguridad —murmuró la doncella furiosa.
—¿Plantarle cara a Carrey? —repitió Jungkook confundido.— Jessica, ¿tiene la marquesa algo que temer de él? ¿Por qué le preocupa su seguridad? —inquirió, ignorando por un momento el hecho de que SooHyo obviamente sabía que Galen era un estafador.
—No se lo puedo decir —respondió ella en voz baja.
Jungkook frunció el cejo y se apoyó en el escritorio. No estaba de humor para los remilgos de una criada.
—¿Por qué no? Me has contado todo lo demás —le preguntó sereno.
Ésta desvió la mirada y fingió estudiar el estampado del brazo de la silla.
—¿Jessica? —la instó Jungkook, esforzándose por controlar su paciencia.
—No me corresponde a mí contárselo —murmuró.
—Jessica. —no se lo pedía, se lo ordenaba. Esta se sonrojó.
—¡No volverá a dirigirme la palabra!
—Si es algo relativo al bienestar de lady Darfield, debes decírmelo —le comunicó al límite de su paciencia.
—¡Es que no es ella misma! Últimamente está muy sensible porque está embarazada —espetó la chica sin darse cuenta de lo que había dicho. Se percató de inmediato y abrió mucho los ojos, horrorizada.
—¿Cómo has dicho? —le preguntó Jungkook, pasmado.
Jessica gimoteó desesperada. Jungkook cubrió la distancia que los separaba y la cogió por los
codos, poniéndola de pie bruscamente.
—¿Está embarazada? —inquirió con voz amenazante.
Aterrada, Jessica no pudo más que asentir con la cabeza. Él la soltó despacio. Notó que una intensa emoción reemplazaba inmediatamente a las otras. Se volvió de pronto hacia el escritorio y buscó apoyo en el, calculando mentalmente las semanas. Estaba embarazada de él. Era suyo, tenía que serlo, no podía haber sido de otro modo. Todo aquello lo superaba. Una emoción intensa y tumultuosa se apoderó de él.
¡Cielo santo!, estaba embarazada de él.
—Has hecho lo correcto, Jessica —espetó, ignorando su lloriqueo.— Eso es todo —Apoyó los brazos en el escritorio y descansó sobre ellos.
—Milord...
—¡Vete! —le gritó. Oyó a Sarah escabullirse y cerrar la puerta al salir.
Le costaba asimilarlo. Un hijo. Su hijo. La sola idea tenía un efecto poderoso en él que le costaba comprender. O digerir. Lo invadió una curiosa sensación de orgullo.
Y de amor.
Nunca la había querido más que en aquel preciso instante. Resolvería su problema después,
pero, de momento, SooHyo era lo único que le importaba, y las consecuencias le daban igual. Se levantó del escritorio y cruzó el despacho, abriendo la puerta con tanto brío que chocó con la pared.
—¡Jones! —bramó mientras se dirigía a su dormitorio.
Estaba deseando abrazarla, acariciarle el vientre y sentir la vida que llevaba en su interior, la criatura de los dos. Quería estrecharla entre sus brazos y demostrarle lo que jamás podría expresar con palabras.
Pero SooHyo ya había salido esa noche en compañía de la regordeta lady Paddington.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro