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ℂ𝕒𝕡.34

HOLAAAAAA
Estoyyy emochionadaaaa, acabo de descargar en pdf el verdadero libro de El Diablo Enamorado!!!
Estoy feliz!!!
Espero que cuando aprenda inglés pueda comprarme el libro físico!!!
Amooooooo....
°°°

Malhumorada y sintiendo náuseas, volvió a su habitación y se espantó al ver la hora. Había aceptado la invitación de lady Paddington para acompañarla al baile de Wilmington, donde la anciana había declarado que desplumaría a su amiga la señora Clark en venganza por la partida de cartas de hacía dos noches. Lord Southerland tenía razón: aquel grupo de ancianas a las que él llamaba cariñosamente las merodeadoras se había enredado en una partida de loo interminable.

-Si me lo permite, señora, no tiene usted muy buen aspecto -observó Jess al rato, esa misma tarde, mientras le cepillaba el pelo a SooHyo.- ¿No duerme bien?

Dormía bien, pero el embarazo estaba haciendo mella en ella. No tenía náuseas sólo por las mañanas; por las noches se sentía igual de mareada o más.

-Estoy bien -murmuró, pero le dio una arcada en aquel preciso momento que la obligó a ir corriendo al retrete.

Cuando salió, pálida y vacilante, Jessie la miró muy ceñuda, con los brazos en jarras.

-Está usted embarazada, ¿a que sí? -inquirió. SooHyo no pudo ocultárselo a su doncella y asintió despacio con la cabeza. El gesto de ésta cambió de inmediato y, sonriente, corrió hacia SooHyo y la abrazó con fuerza, estrujándola hasta dejarla sin aliento.- ¡Eso es maravilloso, señora! ¡Ay, qué gran noticia! ¡Cuánto me alegro por usted, de verdad! ¡Es justo lo que necesita el milord, si me permite el comentario!

SooHyo recibió sus felicitaciones con una sonrisa forzada.

-Vamos. Lady Paddington me dijo que vendría exactamente a las ocho y media, y que Dios me
ayude si no estoy lista -rió temblorosa.

Jess, siempre alegre, se animó también y, mientras la peinaba, le contaba los chismorreos de la casa. SooHyo asentía con la cabeza y sonreía cuando correspondía, pero no lograba prestar mucha atención. No podía quitarse a Galen de la cabeza, sobre todo el que se negara a localizar al señor Strait.

-Lord Darfield ronda malhumorado la casa y nunca dice una palabra a nadie, salvo «sí», «no»,
«gracias» y «eso es todo» -lo imitó Jessica. SooHyo sonrió débilmente mientras imaginaba a los criados reunidos en las cocinas, imitando el paso rotundo y la voz grave del Diablo de Darfield. Tampoco ella olvidaría nunca el sonido de su voz el día en que se había reencontrado con él, profunda, segura... y fría.- Luego Wilson nos oyó en la cocina ayer, y nos dijo que dejásemos de parlotear, que la verdad de todo aquel asunto era que algunos hombres siempre andaban buscando un modo de sacarle el dinero al marqués...

Antes de que SooHyo pudiera decir nada sobre aquel asombroso comentario, la doncella sonrió y le dio una palmadita en el hombro.

-No son más que chismorreos, señora. Si quiere saber mi opinión, tendría que preocuparles más que el marqués se obsesionara tanto con esas muñecas...

-¿Qué muñecas?

-Las tiene escondidas en el despacho. Esta tarde me ha pedido que las llevara al salón principal. Me ha dado la llave de su escritorio y me ha dicho que mirase en el último cajón. Allí no había nada más que unos gemelos y una muñeca, así que se lo he llevado. Ha sido todo muy extraño, creo yo, porque él ya tenía una muñeca consigo.

SooHyo meneó la cabeza confundida.

-¿Qué quieres decir con que ya tenía una muñeca consigo?

-Pues eso, que, cuando le he llevado lo que me ha pedido, él ya tenía otra en la mano. Era como la que le he llevado, pero distinta -le explicó Jessica con naturalidad, mientras terminaba de peinarla y se acercaba a uno de los armarios.

-¿Distinta? -preguntó SooHyo sin aliento.

La muchacha se encogió de hombros mientras hurgaba en un joyero de nogal pulido en busca de unos pendientes.

-La muñeca de lord Darfield tenía la misma cara que la otra, pero iba vestida de pirata. Ni me imagino qué demonios hacían dos hombres adultos jugando con esas muñecas...

-¡Dios mío! -casi chilló SooHyo, y se levantó como un resorte.

A Jessica, asustada, se le cayeron los pendientes que había seleccionado.

-¿Qué? ¿Qué pasa?

SooHyo no respondió, empezó a pasearse nerviosa por el pequeño salón.

¡Una muñeca pirata!

¡La muñeca pirata!

Una riada de imágenes invadió de pronto su pensamiento. Ella, de pie en un esquife rumbo a tierra, gritándole a su padre por haberla bajado del barco. Su padre, de pie junto a la borda, despidiéndose contento de ella. Y Jungkook, de repente en cubierta con la muñeca en una mano. La muñeca que él mismo había decapitado, ¡vestida de pirata! La muñeca de Galen, se dio cuenta entonces, era una réplica, era falsa...

SooHyo se dejó caer pesadamente en una silla, sin poder creerse sus propios pensamientos.

-¡Él lo sabe, Jessica! ¡Lo sabe! ¡Cielo santo, lo sabe! -gritó SooHyo.

-¿Que sabe qué? -exclamó la doncella alarmada.

-¡Sabe que Galen miente! ¡Ay, Dios, Galen miente, y Jungkook lo sabe porque tiene la muñeca! ¿No lo entiendes? ¡La ha tenido todo este tiempo! ¡Sabe que la otra es falsa! Sabe que Galen me dio una imitación...

Se interrumpió al caer en la cuenta de lo que estaba diciendo. De pronto, todo empezaba a tener sentido, muy a su pesar. La cabeza se le llenó de sospechas sobre su primo. Desde el momento en que se había topado con él en Pemberheath, había evitado encontrarse con Jungkook. Se había mostrado muy misterioso respecto al negocio que tenía entre manos. Luego la había sorprendido con recuerdos de su pasado y un segundo testamento. No quería localizar al señor Strait, el único que podía aclararlo todo. Se enterró la cabeza entre las manos. Algunos detalles que en su momento le habían parecido de lo más inocente, de pronto se convertían en indicios de evasivas, traición y engaño.

-¿Qué ocurre, milady? -gritó la criada alarmada.

-Jessica, de niña tuve una muñeca. ¡Sólo una! Y el verano que pasamos en el barco de papá, ¡Jungkook me la quito y le arrancó la cabeza del cuerpo!

-¡Cielo santo!, ¿que hizo qué?

-Pero luego la arregló -se apresuró a decir -¡y la vistió de pirata, porque yo solía vestirme de pirata! Me la iba a dar, pero nunca pudo hacerlo, porque papá me subió a un barco y me mandó al colegio en compañía del señor Strait.

SooHyo hizo una pausa.

El abogado era además uno de los pocos que podían saber el aspecto que tenía su muñeca. ¿Estaría él también implicado? ¿Acaso todas las personas a las que conocía se proponían estafar a Jungkook? Pero ¿por qué? ¿Cómo?

SooHyo se dio unos golpecitos en el labio con un dedo, mirando obnubilada la alfombra.

-El señor Strait podría estar implicado. Galen, ay, ¿cómo ha podido hacerme esto? Da igual, tendrá que confesar. Tendrá que contárselo todo a Jungkook -susurró SooHyo.

¿Por qué no había recordado todo eso antes? ¿Por qué su esposo no le había dicho que aún tenía la muñeca? ¿Tantas ganas tenia de deshacerse de ella que se había reservado información que podría haberla exonerado?

Se levantó de un brinco y corrió al escritorio, donde sacó en seguida un pergamino.

-Jess, debes llevarle esta nota a mi primo, Galen Carrey -dijo serena mientras escribía.- Jones debería saber dónde se lo puede encontrar.

La doncella retrocedió inconscientemente un paso cuando SooHyo vertió cera de la vela para sellar la misiva en la que le pedía a su primo que se reuniera con ella en el baile de los Wilmington por un asunto de extrema gravedad.

-No sé, señora. El marqués nos ha ordenado que le comuniquemos si usted precisa enviar algún mensaje -dijo Jessica titubeante.

SooHyo le lanzó una mirada acalorada mientras agitaba la misiva en el aire para secar el sello.

-¿Ah, sí? -espetó furiosa.- ¡Me da igual! Te lo suplico, Jess, hazle llegar esto a mi primo. Es importantísimo, y no debes decírselo a lord Darfield.

Una vez seco el sello, se levantó y se acercó a donde estaba la criada, le cogió la mano y le puso la nota en la palma.

-¿No debería contárselo a lord Darfield? -gritó ésta.- Nos dejó muy claro...

-Jess, es imprescindible que yo hable con mi primo en privado ¡Dame tu palabra de que no se lo dirás a lord Darfield!

-Pero, milady, si su primo ha hecho algo malo, ¿no debería saberlo también el marqués? -preguntó Jess, suplicante.

SooHyo se llevó las manos instintivamente al abdomen.

-Te lo suplico, como amiga: hazme ese favor -dijo sin fuerzas, molesta al ver que los ojos se le llenaban de lágrimas.

-No lo entiendes, él no aceptará...

Jess le miró las manos, posadas en el abdomen, luego volvió a mirarla a los ojos empañados.

SooHyo respiró hondo.

-Debo convencer a Galen de que le confiese a Jungkook lo que ha hecho, es mi única esperanza
-murmuró entre lágrimas.

Se dio cuenta de que Jessica debía de pensar que había perdido el juicio por completo; la pobre muchacha no entendía nada de lo que le estaba diciendo. Pero Galen debía confesar. Tenía que contárselo todo a Jungkook para que él supiera que ella no estaba implicada, que nunca lo había estado.

-¡Hazlo, Jessica! -le gritó de pronto, consciente del tono histérico de su voz.

El semblante de la muchacha se deshizo del miedo y se dirigió de prisa a la puerta.

-Sí, milady -murmuró, de pronto ansiosa por escapar de su delirante señora.

Jessica se enorgullecía de ser siempre alegre y siempre obediente. Aquel día no fue distinto, con una excepción: envió a un muchacho a que le entregase una nota al primo de su señora, pero después fue a buscar al marqués. Puede que se estuviera jugando el puesto, pero la mirada enloquecida de lady Darfield la había asustado y debía hacer lo correcto.

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