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ℂ𝕒𝕡.31

SORPRAISSSSS POR DOOOSSS :P

°°°

SooHyo sintió un gran alivio. Jungkook aún no la había denigrado, al menos no delante de los Delacorte.

—Al marisco. Sí, me temo que si —murmuró.

—¡Ay, qué hombre tan encantador! Nos lo hemos encontrado en el bufet hace un momento... ¡Qué raro!, no nos ha dicho que hubiera venido acompañado.

De modo que estaba allí. Ya no tenía escapatoria; la escasa esperanza que había albergado de no verlo aquella noche se había esfumado incluso antes de que ella pusiera el pie en aquella casa.

—Eh, bueno, es que él no lo sabe... —se obligó a sonreír.

—Lo que mi querida prima quiere decir es que ella pensaba que tendría que esperar en casa mi llegada, señora, pero, como me he adelantada hemos decidido darle una sorpresa al marques —explicó Galen con una reverencia.

—¡Si, eso es! —añadió SooHyo nerviosa. —Les presento a mi primo, Galen Carrey.

—¡Qué divertido, un primo! —trono una voz a su espalda. Un tipo orondo vestido con una chaqueta de satén azul cobalto se acercó tambaleándose al pequeño grupo.

—Lady Darfield, el señor Harrison Green —sentencio lord Delacorte.

Sus pequeños ojos azules se iluminaron, y el anfitrión se pasó torpemente la copa de champán a la mano izquierda para poder saludarlo como es debido. SooHyo apartó con suavidad su mano de los labios gruesos y húmedos de Green.

—Señor Green —dijo tímidamente.

—Lady Darfield, que tremendo placer. Su reputación la precede, ciertamente, pero no le hace justicia —declaró.

SooHyo volvió a sobresaltarse. ¿Qué quería decir aquello? ¿Acaso había oído algo sobre ella?

—¿Cómo dice? —inquirió, esperando que aquel hombre algo ebrio confesara que Jungkook la había acusado de mentirosa.

—Perdóneme, señora. Dicen que es usted una verdadera belleza, pero me parece que eso no se aproxima siquiera...

—Antes de que se aproxime usted mucho, señor, recuerde que es la esposa del marqués de Darfield —lo interrumpió bruscamente Galen.

Green arqueó las cejas fingiéndose ofendido.

—Por supuesto, amigo mío, pero ¿acaso no puede uno manifestar su admiración? —preguntó, haciendo una pausa para contener un eructo de ebriedad. —No es necesario que la proteja, porque le aseguro que ¡Darfield no dejará que me olvide de a quién pertenece!

—Ah, no, está muy orgulloso de su tesoro —coincidió lady Delacorte mientras Green sorbía ruidosamente su champán.

SooHyo se sonrojó poco a poca ¿Cómo iba a vivir aquella farsa? Miró desolada a su primo, que le sonrió tranquilizador.

—Si nos disculpan, he prometido a lady Darfield que la llevaría con su marido en seguida.

—Claro. Ya hablaremos más tarde, querida —señaló lady Delacorte.

—Ay, sí, charlamos después —repitió Green, y salió trotando a por otra copa de champán.

SooHyo se despidió de los Delacorte con un movimiento de cabeza y se dejó llevar agradecida por Galen.

—No te preocupes — susurró él, deteniéndose para coger dos copas de champán. —Debe de haber unas quinientas personas aquí. No tenemos por qué toparnos con él.

SooHyo lo dudaba mucho. Siguió a Galen al salón de baile, preguntándose por qué demonios se arriesgaba de aquel modo a desatar la ira de Jungkook.

Una vez allí, aumentó su ansiedad. Notaba que todo el mundo la miraba. Nerviosa, se apartó de la cara un mechón de pelo e intentó en vano fijar su atención en la copa de champán para no establecer contacto visual con nadie. Se avergonzaba de su vestido y de su peinado; se sentía como en una jaula, expuesta para que la viera toda la aristocracia londinense. ¿En qué estarían pensando? ¿Estarían al tanto de la disputa que Jungkook y ella habían tenido? ¿La miraban con desdén o mera curiosidad?

Tenía la vista puesta en las puntas de sus pies cuando su cerebro registró una conversación cercana. La voz suave de una mujer decía:

—A Jungkook nunca le ha interesado la Temporada. El otoño pasado casi tuve que arrastrarlo a la fiesta de Harrison. —A SooHyo se le agarrotaron todos los músculos de su cuerpo. Habría decenas, probablemente cientos, de Jungkook sólo en Inglaterra, era una coincidencia. —Prefiere, sin duda, la tranquilidad del campo. Así me lo dijo hace unas semanas, en mi finca rural, próxima a Blessing Park.

SooHyo levantó de golpe la cabeza y creyó que se moría. Lady Rebecca Davenport estaba a escasos metros de ella, con otras dos mujeres, enfundada en un resplandeciente vestido amarillo pálido, luciendo una melena dorada de rizos casi cenicientos y mirándola descaradamente, con una sonrisa de superioridad en su hermosísimo rostro.

Perpleja, SooHyo se dio cuenta de que Rebecca había dicho aquello para que ella la oyera, pero aquello no le impactaba tanto como el que Jungkook hubiese estado con ella cuando se había ausentado de Blessing Park. Se le cayó el alma a los pies... ¿Cómo se atrevía a acusarla de traición? La invadió una pena que la hizo temblar. ¡El malévolo marqués jugaba a dos bandas! ¡Se había acostado con aquella hermosa diosa rubia mientras ella soñaba con él! ¡El muy bastardo!

Pasmada, le dio la espalda a la rubia. Que Dios la perdonara, pero le habría gustado arrancarle de un bofetón la sonrisa de suficiencia a aquella mujer.

—Todo esto ha sido una idea espantosa —le susurró a Galen.

—¿Prefieres otra cena a solas en tu cuarto? —replicó éste. —Sonríe. Procura no parecer tan agobiada. —Le cogió el champán de la mano. —Te traeré otra bebida.

Desapareció un momento. SooHyo intentó hacer lo que su primo le había dicho. Con la sonrisa congelada en la boca, se sentía tan terriblemente abochornada y estaba tan absorta en su esfuerzo por parecer normal que no lo oyó acercarse v tuvo que agarrarse a una columna cuando él habló:

—Decididamente, has perdido el juicio, señora mía —sentenció Jungkook con frialdad.

A SooHyo le falló de pronto la determinación y cerró los ojos con fuerza, tratando de reunir fuerzas. Habría querido salir corriendo para no tener que mirar a aquellos ojos grises, pero, atrapada entre él y la pista de baile, no tenía escapatoria. Con todo el valor que fue capaz de reunir, se volvió hacia él. Lo tenía tan cerca que casi chocó con el muro de ladrillo de su pecho.

La envolvió el suave perfume de su colonia masculina, que inhaló sin darse cuenta. Vestido de negro, era, sin duda, el hombre más guapo de todo el salón. Empezaron a temblarle las rodillas y, muy despacio, alzó la mirada por encima del corbatín, de su firme barbilla y de sus labios carmín dispuestos en una línea finísima e implacable, hasta sus ojos. Desde debajo del pelo oscuro que le caía por la frente, la miró con dureza y frialdad. A SooHyo se le revolvió el estómago. No fue capaz de hacer otra cosa que mirarlo en silencio.

El entrecerró los ojos y se acercó un paso más, casi tocándola.

—¿Cómo te atreves a desafiarme? Debería sacarte a rastras de aquí y encerrarte en Blessing Park por desobedecerme —le dijo en un tono dulce que contradecía la insoportable severidad de su rostro.

Jungkook subió el brazo y la atrapó contra la columna. Nada la había preparado para aquello. Se había convencido de que estaba furiosa con él y de que lo despreciaba por su veleidad. La falsa confesión de lady Davenport no había contribuido a que lo apreciase más. No podía negar lo mucho que lo amaba, ni lo mucho que le dolía la tibieza de su mirada. Se esforzó por mantener la barbilla bien alta.

—No puedes tenerme prisionera, Jungkook. No he hecho nada malo —replicó con escasa contundencia y ninguna convicción.

—Discrepo. Me has mentido. Me has desobedecido. Y estás rondando el límite de mi paciencia. —sus ojos destellaban odio puro.

SooHyo no podía soportarlo más, así que se volvió bruscamente. Jungkook se inclinó hacia adelante y le susurró al oído:

—¿Qué pasa, cielo? ¿No me puedes mirar a los ojos?

Ella cruzó los brazos por delante para protegerse y giró un poco la cabeza.

—Prefiero no hacerlo. Lo que veo en ellos me enferma —respondió en voz baja.

—¿Te enferma? —repitió él, irritado.

—Si hubieras querido verme cuando te lo pedí, habría respondido muy a gusto a tus acusaciones infundadas. Quizá, entonces, ni podrías haber resuelto algunas de mis dudas. Pero no creo que éste sea el sitio, Jungkook. Por favor, déjame en paz —le susurró con voz ronca.

—¡Déjala, Darfield! —La voz de Galen hizo añicos la tensión que había entre ellos.

Cargado con un par de copas de champán, miró furioso a Jungkook, que tenso la mandíbula y devolvió su fría mirada a SooHyo, anclando sus ojos en los de ella, atravesándole hasta el alma, acusándola en silencio.

—Eso me propongo —replico mordaz y, lanzándole una mirada feroz al joven, se alejó.

SooHyo respiró hondo. ¿Por qué no habría vuelto a América de inmediato en cuanto se enteró de la mentira de su padre? ¿Por qué había esperado a enamorarse tan perdidamente de él?

Poco a poco empezó a ser consciente de la voz suave de su primo.

—Pequeña, bebe un poco de champán —le decía. —No volverá a molestarte, no se arriesgará a montar una escena aquí. Escucha, voy a la sala de juego. Tendrás menos problemas si no me quedo contigo. Vamos, bebe champán. No dejes que te arruine la noche. Relájate y disfruta.

Ella asintió en silencio, incapaz de hablar, con los ojos clavados en el suelo. Galen le cogió la mano y se la apretó antes de desaparecer entre la multitud. Sola al borde de la pista, estudiada por decenas de ojos, SooHyo libró una dura batalla contra una tempestad de emociones que amenazaba con hundirla.

Al otro lado del salón, Jungkook bebía su champán, contemplando indolente a su esposa. Debía haberla dejado sola, pero no podía negarse la oportunidad de estar cerca de ella, de respirar su dulce aroma. A pesar de lo mucho que recelaba de ella en aquellos momentos, también la echaba muchísimo de menos. Para él era casi un milagro que una mujer pudiera afectarlo así, pero no tenía ni idea de cuánto hasta que la había visto en brazos de Galen. Maldita sea, se la veía muy inste. Y muy delgada. Pero ya la había visto así antes y, al parecer, formaba parte de su interpretación. Lo había desobedecido, se había mofado de sus dudas en su cara presentándose allí con ése. ¡Dios!, lo devoraba la incertidumbre.

Daniel Strickland, un sinvergüenza célebre por su interés en las mujeres casadas, y su éxito con ellas, se acercó a SooHyo pavoneándose y le hizo una reverencia muy galante cogiéndole la mano. Jungkook se tensó. Maldita sea, no sabía lo insufrible que podía resultar ver cómo otros hombres adulaban a su esposa. Se le encogió el pecho de celos al ver a Strickland llevarla a la pista de baile. SooHyo se deslizó con elegancia del brazo del casanova. ¡Cielo santo!, ¿cuánto tardarían sus hombres en encontrar a Strait? El abogado de Kang era el único que podía demostrar la inocencia de SooHyo. O su culpabilidad.

Jungkook siguió plantado junto a la columna, viendo a su esposa bailar con un hombre detrás de otro. Charlaba educada y diplomáticamente con los que se atrevían a acercarse a él a pesar de su gesto malhumorado. Ninguno de ellos permanecía mucho a su lado; obviamente no estaba de humor para parloteos intrascendentes. Al cabo de un rato, las murmuraciones de los invitados de Green sobre él y el modo en que el Diablo de Darfield veía bailar a su esposa eran generalizadas. Si la aristocracia londinense no se había enterado hasta entonces de que habían discutido, seguro que ya lo sabían.

Como no podía soportar que la tocase un solo hombre más, ya había decidido marcharse cuando vio de pronto la figura alta y esbelta de Routier pasar el arco de entrada al salón de baile. El muy ruin, en cuanto divisó a SooHyo, echó un vistazo disimuladamente por todo el salón. Jungkook sospechó que lo buscaba a él, y se ocultó entre las sombras. Tras explorar la estancia durante unos minutos, Routier, con una sonrisa de decidida satisfacción, se dirigió tranquilamente hacia el rincón donde se encontraba SooHyo.

Darfield apuró en silencio la copa de champán que llevaba en la mano desde hacía media hora.

°°°
No sé que verg* le pasa a Wattpad, esto debía estar publicado ayer, y lo hice, pero ahora iba a publicar el 32 y veo que el 31 no está publicado.

Y recién leí un anuncio que a una chica no se le sube la actualización de su historia. O sea, khé!?

Pero bueno. Aquí esta el 31, ahora subiré el 32 a ver que pasa...

Bss.

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