ℂ𝕒𝕡.30
Sorpraaaiiisssss :p
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Galen maldijo en voz baja mientras avanzaba a grandes zancadas por el pasillo. Routier era un completo imbécil si pensaba que Darfield cedería. Aquel diablo no aceptaría las demandas de nadie, estaba convencido. Cuando se dirigía brioso al vestíbulo, lo sobresaltó la puerta de la biblioteca, que se abría en aquel momento. SooHyo apareció en el umbral y se lo quedó mirando obnubilada.
Parecía un espectro, ojerosa, con la mirada apagada. Había perdido su chispa innata. El pelo le caía sin gracia por la espalda, sujeto con un cordel de cuero a la altura de la nuca. Llevaba un vestido marrón, liso, sin forma, y un libro encuadernado en piel abrazado contra el pecho.
—¡Dios mío! —no pudo evitar exclamar.
—Me han prohibido que te vea —dijo inmutable.
El joven miró por encima de su hombro y se metió de prisa en la biblioteca. no hizo ademán alguno de moverse y tuvo que rodearla para entrar. La biblioteca estaba sumida en una oscuridad agobiante; Galen fue directo a las ventanas, para abrir las dos después de correr las cortinas y subir las persianas. Deslumbrada, ella guiñó los ojos y se volvió para evitar la intensa luz solar que entraba en la habitación.
—Jungkook se enfadará si te encuentra aquí —anunció, serena.
—¡Por favor, SooHyo, mírate! —exclamó Galen.
Su prima se encogió de hombros y se acercó a un butacón, muy despacio, como si llevase encima un peso enorme. Dejó el libro en la mesa sin ningún cuidado, luego se desplomó en la silla desmadejada, como una muñeca de trapo.
—¿Qué te ha hecho? —le preguntó él muy alarmado.
SooHyo no lo miró, ni se movió un solo milímetro. De pronto desesperado, Galen cruzó la estancia de dos zancadas furiosas y la cogió por el codo, enderezándola con una fuerza que lo sorprendió. Ella no emitió ningún sonido; se volvió hacia él con la mirada perdida.
—¿Qué te ha hecho? ¿No te da de comer? —bramó, consternado por tan absoluta apatía.
SooHyo bajó la vista.
—¿Qué importa?
Galen se inclinó sobre ella, le cogió la barbilla y la obligó a levantar la cabeza para poder mirarla bien a los ojos.
—Importa.
Los ojos violeta de la joven brillaron un instante, luego volvieron a apagarse. Conmovido y angustiado por la desolación que vio en ellos, Galen se irguió despacio y se pasó una mano por el pelo. El monstruo de Darfield le había partido el alma. Pero aún le dolió más, mucho más, darse cuenta de que todo aquello era obra suya. Se apoderó de él un sentimiento de culpa, que haría cualquier cosa por sofocar.
—¡Maldita sea, no sé qué te ha hecho, pero no puedes seguir así! —ella no respondió, lo ignoró por completo. Galen respiró hondo. —Jamás te creí una cobarde, SooHyo.
Esta se miró el regazo, inmutable.
—No soy una cobarde.
—Pues te comportas como si lo fueras —la interrumpió él. Con los brazos en jarras, la miró con desdén.— Te acusa de delitos horribles que no has cometido, ¿y respondes así?
Ella hizo una mueca y, levantándose de la silla, se dirigió sin fuerzas a los ventanales.
—¿Cómo debo comportarme? ¿Debo fingir que todo es igual que hace cuatro días? —inquirió, dándole la espalda.
—Deberías comportarte como la persona inocente que eres —espetó él.
SooHyo se agarrotó.
—¿Y qué me propones, que me ponga mis mejores galas y me pasee por la ciudad como si todo fuera normal? —preguntó furiosa.
—Te propongo precisamente eso —contestó su primo enfático, desatando por completo el odio que senda hacia Darfield.
Desde la ventana, ella lo miró escéptica por encima del hombro.
—No estás en tu sano juicio —dijo.
La silueta de SooHyo recortada por la luz del sol resultaba tan conmovedora como cualquier obra de arte que Galen hubiera visto. Su piel clara, ensombrecida por la luz, resaltaba su tormento, el tormento nacido de un corazón roto, el sentimiento de culpa le dolió como una puñalada profunda.
—¿Te ha pegado? —preguntó en voz baja, furioso.
SooHyo soltó una carcajada amarga.
—No
—No voy a tolerarlo. ¡No toleraré que te intimide así! —dijo Galen con voz ronca, acercándose a ella. SooHyo se esforzaba por contener las lágrimas, y todo su cuerpo temblaba del esfuerzo. El joven le puso la mano en el hombro.
SooHyo sollozó y perdió el control. Brotó de su interior un torrente de lágrimas que la hizo desmoronarse. Galen la sujetó y la abrazó, luego, cogiéndola por la nuca, le apoyó la cabeza en su pecho mientras los sollozos sacudían su cuerpo frágil. Ella se aferró desamparada a las solapas de su chaqueta y lloró como si se le hubiese partido el corazón. El la estrechó, protector, en sus brazos, tragando saliva para deshacerse el nudo de angustia que se le había formado en la garganta, hasta que al fin cesó el llanto y ella le soltó las solapas.
—SooHyo, pequeña —le susurró. —lo siento mucho. Nunca pretendí hacerte daño, debes creerme.
A ella le cayó una lágrima por la mejilla y tragó saliva.
—Tú no me has hecho daño, Galen. Fue papá. Pero no te preocupes... Me alegra saber con qué clase de hombre me he casado —murmuro sin mucho convencimiento. —Ni una más. No voy a derramar ni una sola lágrima más por él —hipó.
—Bien —declaró su primo tranquilizador.
—No, lo digo en serio. ¡Ni siquiera se ha molestado en creerme! No te conoce, pero da por hecho que eres malo Además, ¡ni te imaginas la rapidez con que decidió que yo le había mentido! Me merezco un poco de consideración, ¿no te parece? —inquirió mirándole el corbatín.
—Por supuesto —coincidió él.
—¡Me ofende! ¡Jamás le he dado ningún motivo para que dude de mí!
—Sé que no, pequeña —confirmó Galen, alentado por la paulatina recuperación del ánimo de su prima.
SooHyo se apartó de él de pronto y se limpió la nariz con el dorso de la mano.
—¿Por qué voy a tener que quedarme encerrada en esta condenada casa? ¡No he hecho nada malo!
—Si te quedas encerrada en casa, consumiéndote, pensará que tienes algo que esconder —la animó él.
—No tengo nada que ocultar —saltó SooHyo ceñuda, pero su enfado pronto se transformó en desazón. —Pero ¿qué hago? —inquinó con tristeza.
La condujo a un butacón.
—Tú no has hecho nada malo, independientemente de lo que él crea. A mi juicio, deberías seguir adelante. Déjalo que cargue él con el peso de su desconfianza —le sugirió con seguridad.
—¿A qué te refieres?
—Me refiero a que deberías salir y presentarte en sociedad como te corresponde.
La joven meditó aquello, aún con el cejo fruncido.
—¿Salir? —preguntó titubeante. —No puedo salir sola, ¿no?
—Yo te acompañaré —dijo él, alzando la barbilla.
El solo pensamiento espantó a SooHyo, que negó enérgicamente con la cabeza.
—No creo que sea buena idea... N-no... no se me permite verte.
—¡Por Dios, SooHyo!, ¿vas a dejar que te controle así? ¿Le vas a permitir que te prohíba relacionarte con tu propia familia? ¿Te dice acaso cuándo puedes comer o dormir? ¿Estás presa aquí? —inquirió Galen.
Ella entrecerró los ojos, que produjeron un fugaz destello violeta.
—¡No, no soy su prisionera! —Se recostó en los cojines y estudio con detenimiento el estampado del brazo del butacón.
Galen miró nervioso a la puerta. Darfield lo mataría si lo encontraba allí. Se volvió hacia su prima y se puso en cuclillas junto a su asiento.
—SooHyo, tengo que irme antes de que nos descubra. Harrison Green organiza uno de sus infames jolgorios esta noche —le propuso impetuoso. —Te veo en el parque a las ocho en punto. ¿Vendrás?
Ella no levantó la vista del brazo del butacón durante un buen rato, pero, despacio, poco convencida, asintió con la cabeza.
—Iré —murmuró. —Nos vemos allí. No puede tenerme presa... ¡ni el ejército del rey me detendrá! —Con aquella aseveración poco categórica, alzó la vista y sonrió trémula a su primo.
Harrison Green era el sobrino sin título de un duque muy influyente que se había ganado la fama entre los aristócratas londinenses de organizar los jolgorios más indecentes de toda la ciudad. El gentío allí presente aquella noche daba fe de la inmensa popularidad de sus juergas.
SooHyo fue consciente de las miradas de que Galen y ella eran objeto mientras se abrían paso entre la multitud. Al echar un vistazo a su alrededor, empezó a hacérsele un nudo en el estómago. Temblaba de pensar lo que Jungkook le haría si la encontraba allí con su primo. Aunque vivían en la misma casa (o eso pensaba ella), no lo había visto desde la disputa del salón, pero sabía que la Peste Negra salía todas las noches.
—¡Lady Darfield! —Aquella voz chillona pertenecía a lady Delacorte, que se abría paso sin ceremonias entre la multitud tirando de su esposo. —¡Cuánto me alegro de verla! Esperábamos que asistiera a nuestra pequeña reunión de anoche —dijo al llegar hasta ella.
SooHyo abrió mucho los ojos al caer en la cuenta de que había olvidado la invitación.
—Lo siento mucho, lady Delacorte! ¡Discúlpeme por ser tan grosera! —exclamó verdaderamente horrorizada por su metedura de pata.
Lady Delacorte arqueó una de sus cejas pintadas.
—¡Por favor, querida, no hay necesidad de disculparse! Lord Darfield nos explicó la situación muy claramente —sonrió la mujer.
Se quedó pasmada. Confiaba en que no la hubiese ridiculizado en pública. No habría sido capaz.
—¿La situación? —preguntó tímidamente.
—Mi esposa se refiere a que lord Darfield nos contó que lamentablemente había descubierto que usted de pronto que era alérgica al marisco —le explicó lord Delacorte, besándole cortésmente la mano.
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Hola.
Traigo 2 noticias: una buena y una mala.
La mala es que:
Hubo un error.
Y me dusculpare más adelante, ya luego se darán cuenta del error y de mi modo de disculpa.
/Si se dan cuenta, déjenlo en los comentarios, estaré complacida de leerlos/ 🥺🛐
La buena es:
Mi modo de disculparme 😔🙌
El error no es tan grave pero sigue siendo error.
Se les ama. Voten, comenten y tenganme paciencia 🙏
Nos leemos 🥺✨
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