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ℂ𝕒𝕡.19


SooHyo era completamente ajena a aquellas dudas.

Para ella, las semanas que pasaba con Jungkook eran una autentica delicia, la fantasía que había alimentado durante tantos años, y más, mucho más.

Era increíblemente tierno y atento, y no sabía estar en la misma habitación que ella sin tocarla de alguna forma íntima.

La complacía secretamente el modo en que accedía impasible a todos sus caprichos. A menudo se preguntaba quién habría podido creer a aquel hombre guapo y magnánimo, el Diablo de Darfield, olvidando que ella misma lo había llamado así en una ocasión , cambiaría tan de repente.

Además, era muy bondadoso, aunque él lo negara.

Era inusualmente considerado con sus múltiples criados y se aseguraba de que no les faltara de nada. Los chavales que vivían en sus tierras lo adoraban.

Más de una vez, SooHyo se lo había encontrado en el césped, con la chaqueta tirada de cualquier manera sobre los arbustos y con el corbatín desabrochado mientras les enseñaba a pintar o jugaba con ellos a la pelota.

Le encantaba estar con él, pasear por los montes de suave pendiente, vagar por los magníficos jardines de Bang o ir en coche a Pemberheath.

Hasta se acostumbró a Harry, a pesar de su asqueroso aspecto.

Un día, él había entrado en su cuarto y la había encontrado sentada en el sofá de seda verde con el perro acurrucado a su lado. SooHyo, sobresaltada, había intentado esconder al animal bajo sus faldas, pero la ruidosa e inquieta cola de Harry lo había delatado.

Jungkook había fruncido el cejo y le había indicado con el dedo que se aproximara. Ella lo había hecho a regañadientes, convencida de que iba a sermonearla merecidamente, pero Jungkook la había sorprendido diciendo:

—Señora mía, ¿cómo esperas que compita con eso? —Ella había reído con ganas y lo había besado apasionadamente y, a los pocos minutos, Jungkook se la había llevado a su cuarto, disculpándose con el perro por darle con la puerta en las narices.

Sus noches, por supuesto, eran pura dicha, un mundo de deleite sensual que ella jamás había pensado que existiera.

Él la hacía sentirse hermosa, elogiando su cuerpo y el modo en que reaccionaba a sus estímulos. Siempre le daba el máximo placer, y a ella le encantaba probar cosas nuevas con él.

No le había costado mucho empezar a experimentar; lo tocaba en sitios distintos o se movía de formas diferentes, y la reacción de Jungkook era siempre de absoluto placer y gratitud.

Cuando hacía el amor, ella le decía que lo amaba, y él le susurraba «Lo sé, mi vida», o se limitaba a sonreír.

Pero él nunca se lo decía.

SooHyo sabía que él no la amaba; nunca la había amado. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo e iba intensificándose la magia que había entre ellos, se preguntaba cómo era posible que no sintiera siquiera un poco de afecto por ella.

Le daba la sensación de que Jungkook se contenía, de que no se lo enseñaba todo, pero ¿cómo era posible que no sintiera la potencia de aquellas emociones cuando sus cuerpos se unían o la intensidad de la ternura que una simple caricia podía conllevar? ¿Cómo era posible que no compartiese con ella la sensación de que eran una sola persona?

Por mucha curiosidad que sintiera, no iba a preguntárselo. Próximo a concluir el plazo acordado de tres meses, SooHyo había decidido que no le importaba que él no la amase, porque ella lo amaba demasiado para vivir sin él.

Al despertar una mañana, ajena al calendario, SooHyo descubrió que Jungkook se había ido y le había dejado una rosa roja en la almohada. Se incorporó, riendo mientras se llevaba los fragantes pétalos a la cara.

Seguramente Bang tiraría la pala y alzaría sus robustas manos al aire, derrotado, cuando se enterara de que Jungkook estaba arrebatando flores de sus jardines.

Se levantó y se dirigió despacio a su cuarto, se lavó, se peinó, y se puso una falda negra lisa y una blusa azul claro. Se hizo una trenza y se caló su ridículo sombrero de jardinería. Luego se encaminó a los jardines y al invernadero pasando por la perrera. Vio que Bang ya estaba trabajando con Park y Cho, recortando los setos.

—¡SooHyo!

Esta se volvió e hizo un pequeño aspaviento de sorpresa. Su primo estaba allí, a la sombra de una pérgola, y, aunque le pareció muy raro, le hacía demasiada ilusión verlo para pararse a pensarlo.

—¡Galen! —sonrió, corriendo hacia él. —¡No te esperaba! Pero ¡cuánto me alegro de que hayas venido! No sé dónde está Jungkook, pero estoy segura de que querrá conocerte. Espera aquí, que voy a por un criado…

—No —intervino el joven en seguida, luego sonrió mientras la abrazaba y la besaba con cariño en la mejilla. —No puedo quedarme mucho, pequeña, pero quería verte. ¿Cómo estás? ¿Estás bien?

—¡Perfectamente! ¿Por qué no pasas dentro un rato? Me gustaría mucho que conocieras a
Jungkook.

Galen la soltó y, al mirar por encima del hombro de SooHyo hacia la entrada de la finca, sus ojos se oscurecieron.

—No puedo, de verdad. Me esperan en Dellwood esta tarde. SooHyo, necesito pedirte algo. —Desplazó el peso de su cuerpo a la otra pierna, ocultándose aún más en la pérgola.

—¿Sí?

—Como ya te expliqué, espero noticias importantes, noticias que me permitirán volver a la mar en la posición que me corresponde, como capitán de un buque mercante.

SooHyo sonrió y, sin pensarlo, le tocó el brazo.

—¡Eso es estupendo! ¿Es algún encargo de algún tipo?

—No, es..., bueno, en realidad, no puedo hablar de ello. Aún no se han firmado los acuerdos definitivos —señaló, y la miró esperanzado. Lo notaba muy nervioso y se preguntó qué clase de negocio estaría haciendo que requería tanto secreto, le pasó por la cabeza un recuerdo fugaz de Galen y su padre, en la cabina del capitán, discutiendo acaloradamente sobre la irresponsabilidad del chico.— Sé que debe sonar raro, pero he puesto mucha ilusión en todo esto y prefiero no decir nada hasta que esté seguro de que va a salir bien. No quiero tentar a la suerte. —Rió sin ganas.

SooHyo abrió la boca para decirle que le daría lo que tuviese, pero él se apresuró a hablar:

—Ni te imaginas lo que me avergüenza tener que venir a pedirle dinero a mi primita. La culpa es mía y sólo mía, pero no preví estas demoras, te lo juro, y en cuanto todo se arregle, te lo devolveré con intereses —le rogó con vehemencia.

A SooHyo le importaban un comino los intereses, o que se lo devolviera.

—¡Galen! Todo lo que tengo es tuyo. Tendré que preguntarle a Jungkook...

—¡No! —Volvió a mirar a la espalda de SooHyo y le cogió la mano, sosteniéndola entre las suyas enguantadas y arrastrándola al abrigo de la pérgola.— SooHyo, escúchame. Prométeme que me guardarás el secreto, sólo por un tiempo. Me moriría de vergüenza si tuvieras que pedirle dinero a tu esposo para mí. Me consideraría un deudor y, dado que soy tu primo, no diría mucho de ti. No quiero que piense mal de ti por culpa de un pariente pobre. Sólo necesito un poco, para pasar las próximas semanas. Te dará una pensión, ¿no?

SooHyo arrugó la frente. Galen tenía razón: Jungkook le había dejado muy claro que no se responsabilizaría de ningún pariente. Cierto que la relación entre ellos había mejorado mucho desde entonces, pero no se sentía tan segura como para arriesgarse a disgustarlo.

No tenía ni idea de cómo reaccionaría a la petición de Galen, sobre todo desconociendo los antecedentes. Sí, su primo estaba en lo cierto. Jungkook lo recibiría mejor cuando ya hubiese conseguido su puesto. Pero ella no tenía más dinero que las mil libras que le había ganado a Jungkook jugando al billar. Aparte de eso, ya le había dado al joven todo lo que tenía aquella tarde en Pemberheath.

—Yo no recibo ninguna pensión, pero tengo mil libras.

—Ay, pequeña, tu confianza y tu generosidad significan mucho para mí. Me da mucha
vergüenza tener que pedírtelo a ti, pero...

—Galen, tú siempre puedes recurrir a mí —gimoteó SooHyo, compasiva. —¡Eres mi primo!

El joven iba a seguir hablando, pero algo llamó su atención a la espalda de SooHyo, y la soltó de inmediato y echó a andar. SooHyo se volvió; Cho, el simplón, se dirigía a ellos, con un gesto curioso. Galen en seguida le tendió la mano, adelantándose para saludar al viejo grumete.

—¡Cho MinHo, sinvergüenza!, ¿cómo estás? —rió.

El hombre escudriñó a Galen, confundido.

—Cho, ¿recuerdas a mi primo Galen Carrey? —SooHyo sonrió. —Iba en el Dancing Maiden el verano que viajamos a África, ¿te acuerdas?

El rostro marchito de Bailey empezó a dar muestras de reconocerlo.

—¿Señor Carrey? —dijo despacio.

Galen sonrió, mostrando sus dientes perfectos.

—He venido a saludar a mi primita. SooHyo, cielo, ¿crees que podrías ir a por lo que hemos hablado? —inquirió con dulzura. —Tengo un poco de prisa por llegar a Dellwood.

—¡Claro! Vuelvo en seguida —señaló, y se dirigió a la casa.

Jungkook se acercó despacio al ventanal y echó un vistazo a los jardines, con el pensamiento en las noticias que había recibido de Calais sobre un cargamento de Oriente.

Vió a SooHyo y sonrió cariñoso.

Estaba a punto de volverse cuando detectó movimiento cerca de la pérgola. Se volvió lentamente hacia la ventana y vio a un hombre abrazar y besar a SooHyo, lo sorprendió ver que el hombre la soltaba y empezaba a hablar con vehemencia.

Cuando ella alargó la mano para tocarlo, él la arrastró hacia las sombras.

Jungkook se quedó paralizado; detectó más movimiento, y sus ojos se desviaron hacia Cho, que avanzaba con una determinación que a él se le antojó extraña. El ex grumete rodeó el camino y fue directo hacía la pérgola.

El desconocido reapareció, con una sonrisa de oreja a oreja, y le tendió la mano. Había algo en aquel intercambio que no le daba buena espina, y, mientras lo meditaba, SooHyo desapareció de la vista, camino de la casa.

Se apartó de la ventana y se acercó despacio a su escritorio. Probablemente fuese alguien de Pemberheath. Cho parecía conocerlo. No podía ser más que un saludo amistoso, teniendo en cuenta que podía haberlo visto todo Blessing Park.

Le preguntaría a SooHyo más tarde, pero no era algo por lo que debiera preocuparse. Se sentó y, mientras examinaba una escritura de venta, procuró quitarse la duda de la cabeza.

Una hora después, Jungkook se levantó para coger un libro de cuentas, y vio a SooHyo por la ventana, cruzando el césped a toda prisa con una azalea gigante en las manos y su sombrero de paja aleteándole furioso por la cara. No pudo evitar sonreír; seguro que aquella azalea era para su despacho.

Volvió al escritorio y apoyó la cadera en el canto, los brazos cruzados desenfadadamente. Equipado con su traje de montar (pantalones de ante, camisa blanca de algodón y botas altas resplandecientes), Jungkook tenía intención de llevarse a su esposa de picnic aquel día. Se cumplían los tres meses que habían acordado y ella le daría su respuesta.

Se dibujó una sonrisa en sus labios al pensar en cómo le arrancaría dicha respuesta.

El revuelo del pasillo anuncio la llegada de SooHyo, que irrumpió en el despacho cargada con la maceta y Harry pisándole los talones.

—¡Jungkook! ¡Pensé que habías salido! —dijo sorprendida.

—Te estaba esperando.

Ella sonrió muy complacida.

—¿No quieres dejar eso en algún sitio?

—¿El qué? ¡Ah! —exclamó, acordándose de pronto de la planta.

Echó un vistazo alrededor y finalmente decidió que quedaría muy bien delante de la puerta que daba al balcón. Le costó colocarla, pero Jungkook ni siquiera hizo ademán de ayudarla, prefería verla mover el trasero por el peso de la planta. Se incorporó y se sacudió las manos.

—¿Es una de las tuyas? —le preguntó admirando la planta.

—Sí, señor. Bang está muy picajoso con sus rosas esta mañana. ¿Te gusta? Bang decía
que no crecería jamás, porque la planté cuando hacía demasiado frío. Yo le dije que se equivocaba, que no necesitaba más que un poco de amor y atención.

—¿Con eso basta? —preguntó él en voz baja.

SooHyo asintió enérgicamente con la cabeza.

—Eso pienso yo. Ese viejo marinero es mucho más práctico. Para él las plantas no necesitan más que agua y sol.— Jungkook sonrió enigmático.

—Tengo una sorpresa para ti, cariño. La cocinera nos está preparando una cesta. Me gustaría llevarte a dar un paseo en coche.

—¿En serio? ¿Y adónde vamos? —sonrió, visiblemente complacida.

—Al mar. Hay una cala que quiero enseñarte.

—¡Ay, qué maravilla! Echo mucho de menos el mar, ¿tú no? —preguntó, dispuesta a marcharse ya. Curiosamente él añoraba el mar. Desde que ella había entrado en su vida, ya no. —Tengo que cambiarme...

—No, ve cómo estás —dijo él con voz ronca.

SooHyo lo miró extrañada por encima del hombro y sus ojos violeta chispearon.

—Al menos, deja que me cambie de sombrero. ¿Me esperas, Jungkook? No tardo nada —le dijo mientras salía por la puerta.

Él se retiró del escritorio y se acercó a la azalea.

«Si, SooHyo, te espero. Creo que te esperaré siempre» , respondió para sus adentros.

Brillaba el sol, pero el aire aún era frío. Mientras Jungkook les tiraba unos chelines a los lacayos y les señalaba la taberna más próxima, SooHyo se adelantó corriendo y bajó sin problemas el montecillo densamente arbolado que conducía a la cala.

Cuando su esposo apareció entre los matorrales, ella ya estaba en la playita con los pies separados y los brazos en jarras.

—Jeon Jungkook, ¿cómo has podido ocultarme este lugar? —inquirió.

El rió y dejó en el suelo la cesta que llevaba.

—Lo cierto, cariño, es que no venía aquí desde que era un chaval.

Echó un vistazo a la calita en la que había pasado muchas tardes de verano cuando era niño. Las tardes en que Somi y él escapaban de las borracheras de su padre. Se acercó a un árbol que sobresalía del límite del bosquecillo y comprobó el tronco. Pasando los dedos por la suave corteza, encontró lo que buscaba: las iniciales S. J.

—¿De quién son? —preguntó SooHyo.

—De Somi —respondió él acariciando las iniciales.

—¿La echas de menos?

Jungkook se encogió de hombros.

—De vez en cuando, pero nunca se ha ido mucho tiempo. Acaba de tener un hijo, el segundo. Recibí una carta suya hace sólo unos días, regañándome por no haberle hablado de ti hasta ahora —dijo alejándose del árbol.

—¿Sabe de mi? —preguntó SooHyo, sorprendida.

—Pues claro. ¿Cómo no iba a hablarle a mi hermana de mi boda? —Le pasó un brazo por el hombro y la atrajo hacia sí para conducirla a la planta.

—¿Le has dicho por qué?

—¿Por qué?

«A veces —pensó SooHyo—Jungkook es un poco lento.»

—¿Le has dicho que te has casado por la fuerza?

Jungkook le apretó los hombros.

—Le he dicho que me he casado, pero no he querido aburrirla con los detalles —la tranquilizó.

—Ni dejarla pasmada con ellos —murmuró la joven entre dientes.

Él le pellizcó cariñoso la mejilla y prefirió ignorar su comentario. Cogió la cesta, hurgó en el interior y sacó una manta, que extendió en la arena.

—Voy a coger un poco de leña. No te vayas por ahí —le dijo, y se adentró en el bosque. Cuando volvió cargado con una brazada de leña. SooHyo ya había extendido el pequeño festín que la cocinera había preparado. Antes de regresar al bosquecillo a por más leña, le dijo de broma que le dejara algo. Al volver por segunda vez, le sorprendió encontrar un pequeño fuego. SooHyo estaba sentada junto a él, abrazándose las rodillas.


《<•>》

Jum... :(

Desde esta aparición de Galen todo se comienza a poner feo.

Sufro esta historia como si la hubiera vivido.

La amo tanto ....
Por eso decidí subirla a la plataforma Wattpad.

Porque solo estaba entre mis documentos como PDF satisfaciendo mi lectura y sentí la necesidad de que más personas la conocieran.
Y para compartir esta maravillosa obra de
Julia London.

Espero que la amen tanto como yo y aprecien mi buen obra...

Se les ama SandyShingus.

BoraHae♡.

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