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ℂ𝕒𝕡.42

Maratón 3/¿?
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—Está estupendamente, Darfield. Parece que ha recuperado por completo la memoria, y la herida ha cicatrizado muy bien. —El doctor Stephens y Jungkook hablaban en el balcón de Blessing Park que daba a los jardines. Debajo estaba SooHyo, sentada en un banco de hierro forjado, leyendo, rodeada de rosales y con Harry a sus pies. Su llamativo sombrero de jardinera le impedía verlos. —Me complace ver que ha ganado algo de peso —prosiguió el médico.

—Los pastelitos de la cocinera —replicó Jungkook.

Su acompañante rió.

—Pero aún está algo triste. Me quedaría más tranquilo si la viera un poco más animada. Si es el aborto lo que la entristece, deberías hacerte cargo del asunto, Darfield —lo reprendió Stephens.

Ojalá pudiese acercarse a ella lo bastante para hacerse cargo del asunto.

—No creo que sea eso, Joseph —suspiró Jungkook, abatido.

El médico miró a Jungkook por encima de las gafas.

—¿Estás seguro? —inquirió arrastrando las palabras

Jungkook ignoró la pregunta mordaz del facultativo. No era ningún secreto en Blessing Park que los Darfield vivían separados y Jungkook ya no podía escudarse en la convalecencia de su esposa. Lo cierto era que SooHyo tenía muy buen aspecto. Había recuperado el color y, aunque aún estaba un poco delgada, su salud iba camino de restablecerse por completo.

Sin embargo, su corazón no se había curado. En las seis semanas que habían pasado desde que había recordado el accidente y los acontecimientos que lo habían rodeado, Jungkook había intentado hablar con ella del asunto, pero SooHyo lo evitaba con pobres excusas. Él había hecho todo lo que podía, incluso enviarle ramos de rosas como ofrenda de paz, aunque eso lo enemistara para siempre con Bang. No sabía si le habían gustado.

Ella se negaba una y otra vez a pasear con él, cenar con él, estar con él... Qué paradoja: hacía tan sólo cuatro meses Jungkook habría agradecido su indiferencia. Pero eso era antes de que se enamorara de ella, y nada de lo que le había pasado antes, ni la guerra, ni la traición de su padre, nada le dolía tanto como su indiferencia.

En su fuero interno, sabía por qué estaba tan dolida, la joven creía que había sido injusto con ella, que no había confiado en ella cuando debía haberlo hecho. Hasta cierto punto, lo entendía. Debía haberla creído. Pero también lo enfurecía, y eso le impedía entenderlo. Él la amaba. Sin embargo, ella le había mentido. Por Galen. Con todo lo que le había hecho aquel bastardo, aún le preguntaba a Jessica por él, dónde estaba, si estaba bien, si había intentado verla. Lo enfurecía y no podía digerirlo, pero estaba dispuesto a olvidarlo todo. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera por recuperarla.

Por lo visto, SooHyo no.

Las seis semanas de su recuperación habían sido una agonía para él. La echaba muchísimo de menos, echaba de menos sus conversaciones las noches tranquilas que un día habían pasado juntos. Echaba de menos el sonido de su violín y su risa ligera y cantarina. Echaba de menos su sonrisa luminosa. La necesitaba demasiado; cuando ella estaba cerca, él se ponía como una piedra de puro deseo. Durante días que le habían parecido interminables, se había sentido atraído hacia donde ella estuviera. Ya no podía estar lejos de SooHyo, como tampoco podía dejar de torturarse mirándola y pensando en internarse en lo más hondo de su ser.

—¿Crees que soportaría la tensión de una sorpresa en estos momentos? —le preguntó Jungkook al doctor Stephens.

—Por supuesto. ¿Qué se te ha ocurrido?

—Una visita de su familia. ChanYeol volverá, cualquier día de éstos, de América cargado con una tía y dos primas.

—Le sentará estupendamente, pero no dejes que se exceda, ¿de acuerdo?

El marqués asintió con la cabeza. Claro que él no iba a saber si se excedía, porque apenas conseguía sacarle algún monosílabo de cuando en cuando. Según Jessica, SooHyo estaba bien. Al menos aparentemente, estaba sana y llena de energía, pensó con tristeza mientras la miraba desde el balcón, y tragó saliva para deshacerse el nudo de la garganta.

—Nunca podré agradecértelo lo suficiente, Joseph. Estaba convencido de que la había perdido. Si no llega a ser por ti...

—En serio, Darfield, es mi deber como médico —dijo Stephens azorado, con las mejillas sonrosadas. —Bueno, creo que debería ir marchándome. Volveré la semana que viene. Trátala bien, muchacho —le dijo y, con un gesto brusco de cabeza, se dispuso a salir.

Jungkook lo acompañó a la puerta y volvió al balcón. El jardinero se había sentado junto a SooHyo y le estaba contando algún relato entretenido, agitando sus enormes puños al sol matinal. SooHyo reía. Dios, ¿algún día volvería a dedicarle a él aquella sonrisa deslumbrante? Se apoyó en el muro de piedra y vio a Bang señalar el invernadero.

SooHyo dejó el libro en el banco y caminó despacio junto a él, balanceando suavemente las caderas bajo los pliegues de la falda mientras paseaban desenfadadamente por los jardines. Al verla detenerse para contemplar los nuevos capullos de los rosales, decidió que, si quería volver a pasear con ella por los jardines, iba a tener que hablar con ella, y a ella no le iba a quedar más remedio que escucharlo. No podía seguir evitándolo.

Y él tampoco.

SooHyo se había aficionado a comer y cenar en su salón, pero Jungkook pidió que le comunicaran que, aquella noche, la esperaba en el comedor a las ocho y media. Cuando ella le envió una nota manuscrita muy breve respondiéndole que prefería cenar sola, Jungkook sonrió socarrón y le replicó que no aceptaba un no por respuesta: si no estaba en el comedor a las ocho y media en punto, él mismo iría a buscarla.

Paseó de un lado a otro de la habitación como un animal enjaulado, para nerviosismo de los dos criados apostados junto al aparador. Cuando el reloj de la chimenea dio las ocho y media, miró expectante la puerta de roble. Era boba si pensaba que no iba a cumplir su amenaza. A las ocho y treinta y dos, ella abrió la pesada puerta de roble y entró muy digna en el comedor, se puso en jarras y lo miró furiosa.

—¿Puedo preguntar para qué me has llamado? —espetó. Jungkook contuvo la respiración sin decir nada. Estaba arrebatadora. No se había molestado en peinarse; llevaba el pelo suelto por la espalda. Su vestido dorado oscuro, sin enaguas, le caía hasta el suelo en suaves pliegues.

Lo mejor de todo era que sus ojos violeta brillaban de absoluta indignación.

—Deseo tu compañía, mi amor.

—¿Mi compañía? Eso sí que es raro. ¡Nunca la has querido!

—Eso no es cierto, SooHyo, y lo sabes. Por favor, siéntate. Podemos hablar de esto mientras cenamos —dijo él contento, y aparto la silla.

Ella miró con recelo la silla, luego a él. Él arqueó una ceja inquisitivo. Con un suspiro de exasperación, SooHyo avanzó y se dejó caer en el asiento sin ceremonias, sin darle tiempo a que colocara la silla bajo su cuerpo. Jungkook no pudo evitar sonreír mientras ocupaba su sitio en la presidencia de la mesa. La joven lanzó una mirada feroz al criado cuando le sirvió un cuenco de sopa, con lo que el pobre hombre casi volvió disparado a su sitio.

A Jungkook no le afectaba su furia. De momento, le daba igual lo que hiciera. Estaba tan feliz de tenerla sentada a su derecha, en el sitio que le correspondía, que poco más le importaba. La miró un instante; ella miraba fijamente el cuenco, sin intención aparente de tocarlo. Él se encogió de hombros, indiferente, y empezó a comer.

Por unos momentos, no hubo más sonido que el choque metálico de la cuchara de Jungkook en el recipiente de porcelana fina. SooHyo apartó la sopa bruscamente.

—¿Qué quieres? —preguntó.

—Echo de menos cenar contigo. ¿No te vas a tomar la sopa?

—No tengo nada de hambre.

—¿De verdad? Quizá prefieras una copa.

—¡No! —replicó ella sin dudarlo.

—¿No te apetece una cerveza? Tenemos mucha —dijo él con sequedad.

SooHyo frunció el cejo.

—¿Qué quieres? —inquirió ella de nuevo.

Jungkook se echó hacia atrás, juntando las palmas de las manos extendidas.

—Ya te lo he dicho: echo de menos cenar contigo —volvió a confesarle. Ella puso los ojos en blanco y miró a otro lado. —Estás completamente recuperada y lo bastante bien para empezar a comer aquí, ¿no te parece?

—El problema no es mi salud, milord. Prefiero comer sola —repuso con frialdad.

Jungkook no tenía intención de permitir que su nueva costumbre de dirigirse a él como a un desconocido o su repentina aspereza lo disuadieran.

—En cualquier caso, yo no quiero comer solo, la conversación chispeante me facilita la digestión. —El criado le puso un plato delante. —Ah, la ternera tiene muy buen aspecto esta noche —dijo él en un tono desenfadado, y se cortó un trozo.

SooHyo ignoró su plato. Por lo visto, prefería morirse de hambre a comer con él.

—Podías comer algo, SooHyo. Estás muy delgada...

—Estaré perfecta para volver a América dentro de un par de semanas —replicó ella con impertinencia.

—¿En serio? —preguntó Jungkook impasible, luego miró a uno de los lacayos. —Felicitaciones a la cocinera. Esto está verdaderamente delicioso. —se metió otro pedazo en la boca.

SooHyo lo miró ceñudo.

—¿No tienes nada que decir? —quiso saber ella.

—Ya he elogiado la ternera. ¿Qué otra cosa puedo decir?

—¡No me refería a eso!

—Disculpa, ¿a qué te referías exactamente? —preguntó él con calma.

Ella se inclinó hacia adelante y lo miró furiosa.

—Me refería, milord, a que si no tienes nada que decir sobre mi inminente regreso a América.

El se recostó en la silla y miró los candelabros que tenían por encima de sus cabezas, fingiendo contemplar la decoración.

—No, supongo que no —respondió satisfecho al cabo de un rato.

SooHyo suspiró hondo

—¿Qué esperabas? —sonrió.

Ella cogió un tenedor y empezó a mover los guisantes por el plato.

—Esperaba que te mostrases complacido, o furioso... ¡No lo sé! ¡Supongo que imaginaba que al menos lo comentarías!

—No veo la necesidad de comentar algo que no va a suceder —observó.

Ella frunció el cejo.

—¡Debí haberlo hecho hace meses!

—Bueno, entonces no era menos improbable que ahora. ¿Y el postre? —preguntó, haciéndole una seña al criado. —Al menos, come un poco, cariño.

—¡No quiero postre! Y deja de cambiar de tema.

Entonces, Jungkook despachó a los dos criados con un gesto. En cuanto salieron por la puerta, se sirvió un vaso pequeño de oporto y lo sostuvo en ademán de brindis.

—SooHyo, espero que me escuches con el corazón y la mente abiertos —empezó.

El pie que la joven agitaba se detuvo de repente. Eso. Aquélla era la SooHyo a la que él conocía y amaba. No le pasaba ni una sola emoción por el rostro que él fuese incapaz de ver. Ella lo miró por el rabillo del ojo.

—¿Escuchar el qué? —inquirió recelosa.

—Escuchar lo que tengo que contarte sobre Londres, sobre el accidente y las circunstancias que lo rodearon.

—Ya me has contado bastante en los últimos meses. No quiero oír más —le respondió ella, serena. Sonaba tristemente sincera.

Jungkook dejó el oporto en la mesa.

—Te concedo el que ya he hablado bastante del asunto, pero ¿no hay un punto de contacto desde el que podamos conversar?

—¿Un punto de contacto? —rió ella. —¡Qué bueno! Jamás ha habido un punto de contacto entre nosotros —se mofó. —Tú mismo lo dejaste bien claro el día que llegué.

—Así fue. Hasta el día en que me mentiste sobre Galen —dijo Jungkook solemnemente.


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NO SÉ USTEDES PRRO A ELLOS DOS YO LOS AMOOOO
♡♡♡
Hice otro examen 😪 de mates, espero al menos haber aprobado 🥺
Pero... aquí les dejo este cap.
♡Se les ama♡

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