Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ℂ𝕒𝕡.29

Galen Carrey echó un vistazo a su reloj de bolsillo por tercera vez, luego alzó la vista y miró a través de la densa niebla que había empezado a caer sobre los muelles. No vio la figura que se le acercaba por la derecha y retrocedió sobresaltado al detectar de pronto, por el rabillo del ojo, la puma incandescente de un puro encendido.

—Dios, Routier, me ha asustado —murmuró irritable y, nervioso, se enderezó el corbatín.

Routier ignoró el comentario.

—¿A qué demonios esperas?

—Le dije que le daría unos días —replicó Galen.

Asqueado, el hombre tiró el puro a los adoquines y lo apagó con el tacón de la bota.

Con los brazos en jarras, miró furioso al joven.

—Mira, Carrey. Desde el momento en que te encontré llorando borracho, he tomado las medidas necesarias para que recuperes la herencia que te corresponde legítimamente. Ideé el plan. Traté con Strait. Te conseguí esos condenados efectos personales para que los usaras. Lo estoy haciendo todo por ti. ¿Qué demonios te pasa? ¡Apenas has movido un dedo y ahora te plantas!

—¡No me planto! —protestó Galen enérgicamente. —No podemos precipitarnos, Routier. Ya sabe que él sospecha de mí. Tenemos que darle tiempo para que llegue a la conclusión de que Kang lo estafó.

—Perfecto ¡Y mientras tú le das tiempo, él está peinando Londres en busca de Strait! ¿Tienes idea de lo que eso podría significar? ¡Debes exigírselo!

—¿Exigírselo? ¿Acaso cree que porque se lo exija me lo va a dar? ¡Por favor, Routier, debería saber mejor que nadie que las amenazas no lo afectan!

—Han de afectarlo. Tienes los documentos como prueba, y una demanda judicial le supondría un escándalo. No se puede permitir uno ahora, y apuesto lo que sea a que hará lo que tenga que hacer por evitar que su preciosa marquesita sea el blanco de las especulaciones de la aristocracia londinense —señaló con toda naturalidad.

Al oírlo hablar así de SooHyo, Galen se irguió y lo miró furioso.

—¡No pienso perjudicarla más de lo que ya la he perjudicado, Routier! —replicó indignado.

Éste le dedicó una sonrisa perversa y se inclinó hasta situar su cara a sólo unos centímetros de la de Carrey.

—Entonces, haz lo que te digo. Galen. Mira, el capitán te agravió. Debería haberte dejado algo. Como único pariente varón, ¡merecías heredar todo su patrimonio! ¿Acaso trabajaste como un esclavo tantos años en su barco para que luego se deshiciera de ti como de la basura? ¡No! Pero ¡he tenido que convencerte yo para que luches por lo que le pertenece legítimamente! Ahora lo tiene Darfield y él lo sabe. ¿Te vas a acobardar? ¿Vas a dejar que se salga con la suya?

El joven negó con la cabeza poco convencido.

Routier se relajó un poco.

—Pues deja de perder el tiempo y exige lo que le pertenece. Ya consolarás a tu hermosa primita después.

Galen no respondió y lo miró con una mezcla de aprensión y antipatía. Routier tenía razón; merecía su parte de la herencia de SooHyo. Había sido el único pariente varón vivo del anciano, hijo de su primo segundo, y había servido fielmente al capitán durante varios años. A pesar de las discusiones que pudieran haber tenido, merecía algo. Routier lo había ayudado a entenderlo cuando se habían conocido, de casualidad, en Calais el verano anterior.

Pero él nunca había pretendido hacerle daño a SooHyo. Siempre le había tenido mucho cariño a la muchacha, más aún después de ver en qué belleza se había convertido. A Routier le daba igual arruinarla, porque sus razones iban más allá de la parte de la fortuna que se le había prometido. Casi escupía veneno en cuanto le mencionaban a Darfield, y Galen temía que se sirviera despiadadamente de su prima para llegar hasta el marqués y arruinarlo.

—Si te parece que no vas a poder con la tarea, Carrey, devuélveme las cinco mil libras que me debes y si te he visto, no me acuerdo —declaró Routier, interrumpiendo sus pensamientos.

El joven entrecerró los ojos.

—No tengo cinco mil libras, señor, y lo sabe muy bien.

El hombre sonrió satisfecho.

—Entonces más vale que vayas a ver a Darfield, ¿no te parece?

Lo primero que hizo Jungkook fue trasladar todas sus cosas a un dormitorio lo más lejos posible de aquellos ojos violeta que lo perseguían. Lo segundo, evitarla a toda costa, rechazando la única petición de ella de verlo y llevando un horario inusual para no toparse con ella. Lo tercero, beber. Mucho. Pero no lo suficiente para decidir si ella era culpable o inocente.

Jungkook esperó tres días, alternando inquieto entre la bebida y las noches en vela. Por la mañana apareció, por fin, Galen Carrey; Jungkook estaba repantigado en un butacón en su despacho, mirando fijamente el montón de vestidos por el que había pagado una fortuna y el estuche de terciopelo donde se guardaban las joyas de amatista que le había regalado a SooHyo. Ella se lo había devuelto todo aquella mañana con una escueta nota en la que decía que todo aquello era suyo.

No lo afligían los vestidos y las joyas, sino el estuche del violín que se encontraba cerca de los vestidos. Le había devuelto el instrumento junto con el resto de los objetos que según ella le pertenecían. Pero aquel violín formaba parte de ella, y le resultaba imposible imaginarla sin él, igual que le resultaba imposible no sentir hondas punzadas de culpa y de furia cuando miraba aquel estuche.

Cuando le anunciaron a Galen Carrey, la rabia de Jungkook dio lugar a una furia contenida. No se levantó del asiento.

—Creí que tardaría menos en salir de debajo de la piedra donde se esconde, señor Carrey —señaló Jungkook con sequedad.

—Sé que todo este asunto lo disgusta, milord, y he querido darle tiempo para que ordenase sus ideas —respondió Galen. muy amable.

—Prescinda de los tópicos conmigo. ¿Qué quiere?

La leve sonrisa socarrona del joven casi paso inadvertida.

—Por el bien de los dos, iré al grano. A pesar de lo desagradable que resulta, entenderá mi deseo de recaudar lo que me corresponde legítimamente.

—Eso sí que es ir al grano, sin duda. Pero no se equivoque, Carrey, yo no tengo nada que le corresponda.

Este entrecerró los ojos y desplazó parte del paso del cuerpo a una sola pierna.

—Lamento contrariarlo, milord, pero el testamento que he traído lo dice claramente. Tiene usted mi herencia y le pido respetuosamente que me la devuelva de una vez.

«Menudo bastardo mentiroso», pensó Jungkook indignado.

—No estará intentando sacarme de mala manera una suma considerable, ¿verdad?

—Es una verdadera pena que el capitán SooHyo decidiese proceder así, pero yo no tengo culpa de eso. Tampoco debe culpar a mi prima. Ella no tenía ni idea del cambio.

Jungkook esbozó una sonrisa de suficiencia, Carrey no había tardado en exculpar a SooHyo.

—¿Ah, no? —inquirió con sarcasmo. —Me parece a mí que si alguien no estaba al tanto del cambio fue el propio SooHyo. Seguramente le sorprenderá mucho saber que el capitán dejó dicho que se le abonara una pequeña fortuna a su tía Nan tan pronto como la embarcaran para Inglaterra. También le sorprenderá saber que a sus socios y acreedores no se les habría pagado si ella no hubiese venido aquí y se hubiese casado conmigo. E imagino que también lo dejará perplejo saber que jamás se mencionara que ningún primo distante fuese a heredar su fortuna —señaló con una sonrisa desdeñosa.

En los labios del joven se dibujó la burla.

—Creo que en los documentos que le entregué se estipula claramente que todas esas cosas debían suceder. Lo único que cambia es el beneficiario de la herencia. En el testamento que le he entregado, se menciona a un primo, señor.

—¡Qué oportuno! Aparece usted después de que el patrimonio del capitán se liquidara por el matrimonio —señaló el marqués.

Carrey frunció el cejo. Hizo una pausa para sacarse un pequeño pañuelo blanco de la manga y se dio unos toques en las comisuras de los labios antes de responder.

—El momento de mi aparición no tiene nada que ver con la liquidación legítima del patrimonio del capitán, sino con el cambio de parecer del anciano en su lecho de muerte, milord, se lo aseguro.

—Aja —asintió Jungkook. —Me pregunto qué haría cambiar de parecer a Kang. No le apuntarían a la cabeza con una pistola, ¿verdad?

Galen se cruzó de brazos y miró furioso a Jungkook.

—¡Me ofende usted, señor! los moribundos cambian de opinión constantemente.

Jungkook casi rió.

—Nunca había oído hablar de uno que cambiase de parecer tan drásticamente en su lecho de muerte, Carrey. Además, qué extraño, tenía entendido por las cartas del señor Strait que, cuando se acercaba su fin, Kang insistió bastante en que se liquidase su patrimonio. Según el abogado, el objetivo era que se hiciese antes de su muerte.

Galen parpadeó al oír hablar del señor Strait y, sin darse cuenta, cambió de postura.

—¿Cómo dio con los efectos personales de SooHyo?

El joven miró el montón de vestidos de SooHyo.

—Me los entregaron con el segundo testamento.

—¿Quién se los entregó? —preguntó Darfield en seguida.

—Un mensajero —mintió Galen.

—¿Y la muñeca?

—La muñeca perteneció a SooHyo cuando era pequeña. El capitán albergaba la esperanza de que ella pudiera regalársela a sus hijos —le explicó con paciencia.

Jungkook se levantó despacio. Se acercó a su escritorio, apoyó una cadera en la esquina, se cruzó de brazos y miró descaradamente a su interlocutor.

—¿De verdad espera que crea que Kang habría forzado este enlace si hubiese tenido intención de dejarle a usted su patrimonio? ¿Qué motivo podría haber tenido yo para casarme con su hija sin una dote?

Galen echó la cabeza hacia atrás con indiferencia.

—Su dote, milord, era la cancelación de las deudas sustanciales que usted tenía. ¿Acaso pensaba que, además, iba a compensarlo? —bufó con sarcasmo.

Jungkook se irritó, y el incremento constante de su rabia hizo que empezara a latirle una vena del cuello.

—Le diré lo que pienso, Carrey —señaló con una voz peligrosamente grave. —Creo que usted y su pequeña maquinaron este engaño. Creo que los dos decidieron que se quedarían con las riquezas de Kang. Creo que los dos, con la ayuda de un abogado impostor, falsificaron un testamento con el fin de obligarme a soltar el dinero, alimentando la suposición de que, una vez casados, yo no me divorciaría de ella para evitar el escándalo, y ella continuaría viviendo en la abundancia cuando usted presentara su reclamación. Eso, dando por supuesto, claro, que usted no lograra matarme.

El joven, perplejo, apretó mucho los labios

—Usted puede interpretarlo como quiera, Darfield, pero sepa que llevaré esto a los tribunales si es necesario. Le sugiero que, antes de despacharme tan alegremente, me devuelva lo que me pertenece. ¡Es más sencillo para todos y suscitará menos chismorreos sobre usted y la marquesa que una larga disputa judicial!

El aristócrata rió impertinente.

—Me subestima mucho, Carrey. No me asusta lo más mínimo el escándalo, ni me preocupa en absoluto divorciarme de la hija del capitán. Y me quedaré la condenada fortuna de Kang por el tiempo que me ha robado y los problemas que me ha ocasionado.

El rostro de Galen se tornó púrpura.

—Esto podría arruinarlo —susurró furioso, golpeándose el muslo con los guantes para dar mayor énfasis.

—Lo dudo seriamente —replicó Jungkook. —Y yo que usted me lo pensaría dos veces antes de amenazarme, señor. Es usted un charlatán que merece que lo cuelguen y le aseguro que me encargaré de que así sea.

Carrey palideció

—Medite lo que le digo, Darfield. El testamento no se ha ejecutado totalmente y, si me veo obligado a resolver esto en los tribunales, no se pagará a los acreedores de Kang, y eso, amigo mío, caerá sobre su cabeza —le replicó.

—Salga de mi casa —gruñó Jungkook.

—¡Es usted un imbécil, Darfield! —Dio media vuelta bruscamente y casi chocó con una silla. Se dirigió airado a la puerta y la abrió de golpe, luego se detuvo para mirar por encima del hombro.— Será la deshonra de su familia. Otra vez.

—Oh, no lo creo —dijo el marqués muy sereno. —Antes me encargaré de que lo cuelguen, se lo aseguro.

Galen frunció los labios; pareció que iba a decir algo más, pero, pensándolo bien, salió garboso de la habitación. Jungkook se dirigió despacio a la puerta, la cerró y volvió al montón de vestidos. Se acercó uno azul a la cara e inhaló su aroma, luego lo dejó caer y se dirigió al aparador y a la docena de botellas que allí había.

○○○

°Nota: si quieren maratón comentarios para ellos, reto: 29 comentarios.

💜Hasta entonces personita hermosas💜
🐰🐰
💜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro