ℂ𝕒𝕡.15
En medio de una lluvia torrencial, Samson se dirigió a la casa sin ayuda de ninguno de los dos. El cuerpo de Jungkook descansaba sobre SooHyo, agarrada al cuerno de la silla. Aterrada por la posibilidad de que estuviera muerto, no se atrevía a mirarlo, por lo que no despegaba los ojos del camino que tenían delante.
Cuando al fin el caballo entró en el acceso circular a la finca, SooHyo se dirigió a un mozo que venía de las cuadras.
—¡Está herido de gravedad! —chilló, mientras se bajaba como podía de la montura, El mozo cogió a Jungkook y lo ayudó a bajar. SooHyo se espantó al verlo; el sudor le había dejado el pelo adherido al rostro demacrado. Intentó sonreírle, pero ella dio media vuelta y salió corriendo hacia la casa, buscando a gritos a ChanYeol al tiempo que entraba precipitadamente por la puerta principal. Este y Nam, que se había quedado después de que se fuesen Routier y Southerland, oyeron los gritos, salieron disparados del salón y se reunieron con ella a medio pasillo.
—¡Es Jungkook! —gritó SooHyo. —¡Está herido! Nos han disparado y él…
Nam ya avanzaba a toda prisa por el pasillo, ordenándole a ChanYeol que llamara a un medico de inmediato.
El secretario arrastró a SooHyo, aturdida, al salón, donde tiró frenéticamente de la campana varias veces. Jones apareció casi de inmediato y, al ver a SooHyo, calada hasta los huesos y con un gesto de horror en el semblante, le bramó a un criado que fuese a buscar a Jessica.
Ella escapó del fornido mayordomo y corrió al vestíbulo a tiempo para ver a Nam entrando con Jungkook a rastras mientras ChanYeol corría a ayudarlos a subir la escalera.
Conmocionada, vio cómo subían poco a poco los peldaños de mármol, cargando con el cuerpo desmadejado de Jungkook. Hasta que no la agarró SooHyo por el codo, SooHyo no permitió que se la llevaran a su cuarto.
Nam le había asegurado que Jungkook no estaba en peligro de muerte. Jessica la había convencido para que se diese un baño y se cambiase y, salvo por esa pequeña distracción, no había hecho más que pasearse nerviosa por su salón, donde el amigo de Jungkook la había encerrado mientras el médico le curaba la herida. Al oír que se cerraba una puerta al final del pasillo, salió corriendo y abordó al médico cuando éste se dirigía a la escalera.
—¿Cómo está? ¿Está bien? —preguntó desesperada.
El anciano doctor la miró por encima de sus gafas redondas.
—Doctor Stephens, le presento a la marquesa de Darfield —masculló Nam.
—¿Cuándo se ha casado Darfield? —quiso saber.
—Hace unas semanas —murmuró el lord, incómodo.
El médico examinó ceñudo a SooHyo de la cabeza a los pies, luego le miró con desdén las manos que ella retorcía nerviosa.
—Deje de hacer pucheros, joven —le ordenó con aspereza. —Lo he cosido y estará como nuevo por la mañana.
—¿Está usted seguro?
—¡Pues claro que lo estoy! —espetó el anciano.
—Gracias, doctor —suspiró SooHyo, visiblemente aliviada, y se metió en su salón.
—¿Cómo demonios se ha casado Darfield? —volvió a preguntarle el médico a Nam. —Yo no me he enterado de nada.
—Es una historia muy larga, doctor. Prefiero que se la cuente el propio lord Darfield —añadió mientras lo acompañaba a la salida.
Nam regresó de inmediato al dormitorio principal y entró despacio, ignorando la mirada feroz que Jungkook le dedicó desde la cama, donde yacía incorporado recostado sobre una montaña de almohadas.
—No bromeaba, Nam. No me voy a quedar aquí como un viejo enfermo —bramó.
Éste se instalo en un sillón de suave ante y estiro las piernas en el escabel a juego, cruzándolas a la altura de los tobillos.
—Has perdido mucha sangre. Lo menos que puedes hacer es quedarte en cama hasta mañana y reponer ese líquido oscuro que corre por tus venas. Si no lo haces, le darás un susto de muerte al servicio. Algunos ya piensan que no eres muy humano.
Darfield gruñó irritado.
—Ahora que estamos solos, ¿qué demonios ha pasado? —preguntó Nam.
Jungkook suspiró hondo y meneó la cabeza.
—Sólo sé que alguien nos ha disparado. Ella estaba al descubierto, en medio del prado, y yo junto a un roble solitario. Maldita sea, estábamos al descubierto, así que la he tirado al suelo. He debido de clavarme alguna piedra puntiaguda en el pecho.
—¿Crees que eran cazadores furtivos?
Su amigo negó en seguida con la cabeza.
—No. Estábamos en un prado.... no es que haya mucha caza por allí. Podría haber sido un intruso, pero no lo creo. Estábamos en pleno centro de la finca.
Hunt se hallaba visiblemente asustado.
—Pero ¿quién demonios ha podido querer hacerte daño?
—No sé si el tiro iba para mí o para SooHyo. Estoy seguro de que Kang se granjeó unos cuantos enemigos en vida, pero no se me ocurre qué podría ganar nadie con la muerte de ella.
—Seguramente el viejo añadió algún codicilo extraño a su condenado testamento —murmuró Nam indignado.
—Puede, pero eso ya no tiene ningún sentido ahora que ella está casada. Su fortuna me
pertenece; de hecho, la he depositado en un fideicomiso.
—No todo el mundo sabe que se ha casado, ni que está aquí —especuló Nam. —Si alguien
estuviese tras su dinero y la creyera la hija huérfana y única superviviente de la fortuna de Kang, sería lógico que intentaran atentar contra su vida. Si hay deudas de por medio que se contemplen en el testamento, imagino que sería más fácil cobrarlas si no hay herederos vivos.— el marqués movió el brazo e hizo una mueca de dolor.
—Si eso es cierto, debo hacer público mi matrimonio con ella. ¿Podrías enviar un comunicado al Times?
—Claro, pero sigue sin tener sentido. ¿Quién más aparte de tu servicio sabía que iba a montar hoy? No es probable que alguien merodeara por todo Blessing Park y casualmente haya estado esta tarde allí. Quienquiera que fuese debía saber que andabas por allí.
Jungkook frunció el cejo mientras reflexionaba sobre el comentario de su amigo.
—SooHyo no sabe montar. Me la he llevado en esa yegua vieja. Desdemona. Si alguien la hubiese seguido, podrían haber rodeado la zona y habernos adelantado para sorprendernos. Hemos tardado más de una hora en recorrer unas millas. No obstante, no creo que haya sido nadie del servicio: todos la adoran.
—Entonces, ¿quién? —inquirió Sam, perplejo.
—Además de los habitantes del pueblo, mis abogados, tú y Southerland, sólo hay una persona más que sabe que ella está aquí...
Nam entrecerró los ojos y asintió con la cabeza.
—Routier. Me sorprendió encontrármelo con Southerland en Pemberheath.
—Pura casualidad, me ha asegurado Alex. Routier venía aquí a por su parte de la liquidación de las propiedades de Kang.
—¿En serio? —Nam frunció el cejo y juntó las palmas de las manos.
Malcolm Routier era un sinvergüenza sin escrúpulos y un desagradable hombre de negocios. Hacía tiempo, Jungkook y Nam le habían usurpado sus supuestas rutas comerciales.
Había sido demasiado fácil.
Routier no había luchado por ellas, lo que les hizo sospechar que el dinero del individuo procedía de la piratería y no del comercio legítimo, como todo el mundo creía. Cuando
Jungkook lo había amenazado con desvelar su maquinación, él había hecho todo lo posible por avergonzarlo divulgando sucios rumores sobre el Diablo de Darfield.
Y luego, de pura casualidad, había tenido la singular fortuna de enamorarse de la hermana de Jungkook, Somi. Este, como es lógico, había rechazado su propuesta de matrimonio. Humillado, Routier había jurado en círculos privados que hundiría a Jungkook, una amenaza de la que el marqués se había reído abiertamente.
—¿En qué piensas? —preguntó Jungkook.
Nam siguió de mala gana.
—¿Podría ser que ella mintiese? Quiero decir, ¿no podría ser que ella estuviese involucrada en algo? A fin de cuentas, no la conoces, de verdad no.
Aquella insinuación tensó el pecho de Jungkook.
—¡No! Por supuesto que no. En primer lugar, la he investigado a fondo; en segundo, si me
hubiera mentido, lo sabría.— su amigo lo miró receloso.— Nam, esa mujer no puede ocultar nada. Si la miras a los ojos, descubrirás que es completamente transparente —insistió. —No podría ocultar un acuerdo ilícito con Routier. Le
enviaré una nota a mi abogado por la mañana y le pediré que lo investiguen —señaló, recostándose con cuidado sobre las almohadas, con una mueca de dolor. —Entretanto, no quiero perderla de vista —añadió, bostezando.— ¿Qué demonios te parece tan divertido? —replicó Jungkook, cuyo mal humor empeoraba por minutos por el embotamiento que le producía la pequeña dosis de láudano que le había administrado el doctor Stephens.
—No hace mucho no querías volver a verla en tu vida. Ahora no quieres perderla de vista —observó Nam, contento.
Jungkook le lanzó una mirada de odio.
—Gracias por tan astuta observación, Hunt. Tengo la obligación de protegerla, ¿o es que has olvidado que ahora lleva mi apellido?
—¿Cómo iba a olvidar semejante dato? —rió Nam.
—Confío en que ya te hayas divertido bastante.
—Bueno, bueno... —rió Nam de nuevo. —Te dejo en paz.
Se marcho de la habitación, riendo por lo bajo mientras salía por la puerta. Jungkook frunció mucho el cejo. No le gustaba nada que Nam lo calara tan pronto, nada en absoluto.
Al poco, lo despertó el crujido de la puerta que se abría despacio. Se incorporó bruscamente y sintió una punzada de dolor que lo hizo jadear. El resplandor de un candelabro se filtró silenciosamente en su cuarto, y se relajó, suponiendo que se trataba de Jones o de su asistente personal, Damon.
Sin embargo, para su sorpresa, fue SooHyo la que pasó por la puerta detrás de la luz. Con un candelabro en una mano y el violín y el arco en la otra, avanzó un par de pasos y miró hacia la cama con los ojos entrecerrados.
—¿Estás despierto? —le susurró contenta al darse cuenta de que la miraba.
—Ahora sí —respondió él con sequedad. Ella cerró la puerta con el pie y cruzó la estancia hasta situarse a su lado, con el candelabro en alto. Se inclinó hacia adelante y le inspeccionó la cara.
—Nam dice que no es una herida de bala lo que tienes, sólo «un corte profundo». Yo estaba convencida de que había sido un disparo. Esos cazadores no debieron de ver que estabas detrás del árbol —señaló SooHyo.
Jungkook no dijo nada a eso; una sombra de duda se le pasó por la cabeza. «...no la conoces, de verdad no», le resonó la voz de Nam.
—El médico ha dicho que estarás bien, aunque te duela un poco —anunció.
Jungkook esbozó una sonrisa lenta.
—¿Has venido a cuidarme para que me ponga bueno?
La risa de ella sonó melodiosa.
—No creo que quieras que yo te cuide. Puedo asistir el parto de una vaca, pero, cuando se trata de humanos, soy un desastre. Pregúntale a Bang —dijo, luego sonrió contenta.
Aquella sonrisa le calentó el corazón; ya empezaba a encontrarse mejor. Si se sentara al borde de la cama...
SooHyo se alejó.
—No creo que el conocimiento de la anatomía de una vaca me sirva de mucho....
—Quizá podrías tocarme un poco —le pidió, mientras se esforzaba por colocarse unas almohadas a la espalda.
—¿Cómo dices? —inquirió ella, luego miró el violín que llevaba en la mano. —¡Ah! He estado tocando para Jessica y la cocinera... Bueno, en realidad, estaba aprendiendo a tocar con ellas. Me están enseñando un baile escocés para que lo toque en la boda del hermano de Jessica. Es uno de nuestros mozos de cuadra, ¿sabes? —claro que lo sabía, pero no dijo nada, se limitó a contemplarla mientras se paseaba por la habitación y examinaba sus pertenencias. —Es el mes que viene. Van a celebrar la boda aquí, ¿lo sabías? Bang dice que el mes que viene es perfecto para organizar una boda en los jardines. Me costó dos meses enteros convencerlo de que podíamos cercar las rosas con alambre para que nadie las toque. ¡Ese hombre vive con el constante temor de que alguien le toque las rosas! ¿No te parece estupendo? ¿Una boda en los jardines? —Suspiró melancólica mientras se inclinaba sobre una cómoda para ver de cerca un pequeño retrato de la hermana de Jungkook. Y prosiguió, al parecer ajena al hecho de que su esposo no le seguía la conversación: —Ya me iba a acostar y, aunque Jones me ha dicho que no se te debía molestar, he pensado que el que pasara a verte no podía hacerte daño. Quería comprobar por mí misma que estás bien. Ese tiro te ha pasado muy cerca, creo. —Interrumpió su inspección de la cómoda de Jungkook y lo miró por el rabillo del ojo. —Siento haberte despertado —añadió en voz baja.
—Yo no.
Ella sonrió feliz.
—Bueno, Jones ha insistido mucho en que debías descansar. Mucho, la verdad, así que supongo que debería irme —declaró mientras se dirigía a la puerta, deteniéndose a mirar algunas de las cosas que había en la repisa de la chimenea.
—¿No vas a tocar para mí? —le preguntó el.
Sorprendida, miró por encima del hombro.
—No creo que quieras oír música ahora. —Rió.
—Al contrario, me encantaría —insistió Jungkook.
—Jones me ha dicho...
—Al diablo con Jones.
Encantada, SooHyo sonrío.
—Muy bien —dijo, dejando el candelabro encima del escritorio, —pero tienes que prometerme que tranquilizarás tú a Jones cuando se entere de esto, ¿Qué toco... algo de Vivaldi?
Él asintió con la cabeza, complacido de que le propusiera a uno de sus compositores favoritos. SooHyo se colocó el violín bajo la barbilla y pulsó una de las cuerdas.
—Quizá suene algo peculiar. Es difícil apreciarlo sin toda la orquesta o al menos con un piano de acompañamiento —señaló mientras tensaba una de las cuerdas y pasaba el arco por todas para afinar el instrumento. —Tendrás que imaginarte el resto. No es tan complicado; yo lo hago siempre. Hazte a la idea de que hay una orquesta a mi espalda, figúratela, y empezarás a oír la música —le dijo convencida. Se volvió, dándole la espalda, y con el arco señaló a la izquierda.— Aquí están los instrumentos de cuerda —añadió con una sonrisa cautivadora por encima del hombro. —Esta noche soy la solista invitada, así que hay muy pocos violines. —Rió emocionada. Luego señaló a la derecha. —Aquí están los chelos, el contrabajo y, por supuesto, una viola que le hace el tenor a mi soprano. —Le guiñó el ojo con aire de complicidad, después señaló la pared con el arco. —Allí están las trompas y ahí la percusión. No los oirás, porque vamos a interpretar un concierto para violín. —Se volvió para mirarlo, le hizo una gran reverencia, se irguió despacio y posó con cuidado el arco en las cuerdas del instrumento. El candelabro producía sombras danzarinas en la pared que SooHyo tenía a su espalda, como si la acompañara de verdad una orquesta. —Maestro, cuando quiera —le dijo, y empezó a tocar.
Las primeras notas dejaron a Jungkook pasmado. Una melodía lenta y fluida inundó la estancia y le produjo un escalofrío. Aquel intenso sonido lo acaloró; los compases que nacían de aquellas cuerdas eran posiblemente las notas musicales más dulces que Jungkook había oído jamás.
Atónito, notó que la música lo transportaba y, mirando a la pared al tiempo que escuchaba aquella sentida interpretación, imaginó a SooHyo en una sala de conciertos con una orquesta a su espalda. Tocaba de maravilla; lo que oía lo admiraba y lo conmovía.
Desvió la mirada despacio de la pared a SooHyo. Ella le sonreía, y él se ruborizó.... ¡se ruborizó! Sin saltarse una sola nota, le preguntó:
—¿Oyes la música?
Jungkook ni siquiera fue consciente de haber llegado a asentir con la cabeza. Cautivado y sorprendido, observó cómo el tempo ascendía y las notas graves y tristes se transformaban en tonos más altos y robustos, ella se alejó de él, aproximándose a los ventanales, donde se instaló bajo la luz de la luna al tiempo que deslizaba el arco por las cuerdas con fiera velocidad y gran elegancia. Su expresión era serena y distante; parecía perdida en el océano musical que generaba.
Al interpretar la última nota apasionada, SooHyo echó la cabeza hacia atrás y extendió los brazos, con el arco en una mano y el violín en la otra, como si estuviese escuchando los últimos acordes de su orquesta imaginaria.
Jungkook se sentía arrobado.
Ella bajó despacio la cabeza y sonrió satisfecha.
—¿Lo has oído?
Jungkook tragó saliva para deshacer el nudo que se le había formado en la garganta.
—Ven aquí —le ordenó con brusquedad.
Ella se le acercó y se arrodilló junto a su cama. El alargó el brazo y le cogió la cara con la mano. Ella lo miró con sus chispeantes ojos violeta y apoyó la cara en la palma de su mano.
—¿Lo has oído? —le susurró.
—Lo he oído —dijo con un hilo de voz y una fuerte punzada en el pecho. Contempló el rostro hermoso de SooHyo, maravillado de que hubiese aprendido a tocar así para él.
Era el regalo más valioso que le habían hecho jamás.
.....
Al cabo de unos días, cuando lord Darfield ya había recobrado su fuerza, Nam, él y un contingente de hombres peinaron miles de acres de Blessing Park para localizar pistas. Sin embargo, su exhaustiva búsqueda no dio frutos, Nam sostenía que no había sido más que una bala perdida de algún cazador en las tierras de los Jeon. A pesar de que la teoría de su amigo no lo convencía, como no había pruebas que respaldaran su propia teoría, más oscura, Jungkook no discutió.
Se aseguró de que SooHyo fuera siempre acompañada, aunque ni ella misma lo supiese y, para que estuviese siempre a salvo, le expuso sus sospechas y recelos. A ella, la teoría de Jungkook le pareció graciosísima, pero, al verlo tan serio, le prometió solemnemente respetar sus deseos y no salir de Blessing Park. Volvió a su salón y le envió una nota a Galen a Portsmouth, explicándole que su esposo le había pedido que no abandonara la mansión, pero que esperaba con ilusión su visita.
◇◇◇
Jermotzo no?
Pues prepárense😎✌
Se viene lo bueno
¿Lo bueno?
Sí , lo bueno.....
♤♤♤
NO LECTORES FANTASMAS.
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