Capitulo 7
La casa donde viven Naaja y su familia tiene dos plantas, una buhardilla y, en comparación con mi cabaña, es casi un palacio. Hakbeom me da un empujoncito suave en la espalda cuando me quedo parado en el umbral de la puerta de entrada. Las paredes de madera y piedra grisácea están repletas de pequeñas fotografías que forman una especie de mosaico. Intento fijarme en los rostros que las protagonizan, pero antes de que consiga deducir quién es quién, Sialuk me recibe con un abrazo inmenso que por poco me deja sin respiración.
- No sabía si vendrías. Yo aposté por que lo harías, pero babushka tenía sus dudas. Me alegra que estés aquí. Sonríe como si de verdad mi presencia fuese todo un acontecimiento para ella. Estoy tan abrumado que no sé ni qué decir.
- Te he traído algunos libros.- alzo la bolsa que llevo en la mano - Todavía no he podido terminarlos todos, pero...
- ¡No tengas prisa! Ven, voy a presentarte a mamá ya un par de amigas de babushka y luego te enseñaré mi biblioteca; Puedes llevarte más novelas, si te apetece.
Me dejo arrastrar por Sialuk hasta una cocina inmensa donde cinco mujeres se mueven entre los fogones. Huele a vainilla, a compota de manzana y pescado; Hay tantos aromas en un sitio tan pequeño que cuesta clasificarlos. Naaja sonríe cálidamente en cuanto me ve y los demás imitan su gesto como si las sonrisas fueronsen algo contagioso en esta familia tan inexplicablemente alegre. Yo termino haciendo lo mismo, para evitar ser la nota discordante en la plácida escena.
Sialuk me presenta a su madre, una mujer que es casi calcada a ella, ya las otras tres señoras que siguen con sus labores culinarias; a dos de ellas las veo a menudo en el bar, a media tarde, cuando se sientan a merendar y cuchichean mientras tejen horribles jerséis de lana.
Me acerco a Naaja al concluir las presentaciones y le tiendo la cajita llena de bayas, arándanos y frutos silvestres que he ido recolectando a lo largo de la semana cada vez que acompañaba a John a pasear a los perros. No tenía nada que regalarle y él me aseguró que eso le haría ilusión porque los usa para la repostería y diferentes ungüentos.
Sus ojos oscuros se iluminan cuando descubre lo que hay dentro.
- ¡Oh, Siqiniq, justo lo que necesitaba! Gracias, Namjoon. Ha sido muy considerado por tu parte. Eres bienvenido a mi casa, espero que disfrutes de la comida y la compañía. Confío en que nos pide cualquier cosa que necesites.
Asiento con la cabeza, confuso ante tanta amabilidad. Las demás mujeres vuelven a sonreír a la vez antes de regresar a lo suyo. Sialuk insiste en que subamos a su habitación. La sigo escaleras arriba; las tablas de madera crujen en cada peldaño, pero el sonido resulta agradable.
La habitación de Sialuk es sencilla, con muebles de diferentes estilos, como si los hubiera ido heredando. Al lado del escritorio hay una inmensa estantería repleta de libros perfectamente alineados. Me acerco para poder leer los títulos escritos en el lomo.
- Coge los que quieras.
Me giro hacia ella con curiosidad. Se ha sentado en el borde de su cama y le está quitando el envoltorio a un caramelo de menta.
- ¿Nunca te han dicho que eres demasiado bondadosa?
- Babushka siempre dice que es mejor que te conozcan por tus virtudes que por tus defectos. Aunque todos los tenemos, claro, no es algo malo. Pienso que deberíamos comprometernos a dar lo mejor de nosotros mismos. ¿Por qué fruncir el ceño cuando puedes sonreír?
- Tienes razón.- acepto - Ojalá todos pensasen como tú. No soy precisamente un ejemplo de nada, sino más bien lo contrario, pero hay que ser valiente para tirar la toalla, aunque no lo parezca, y yo soy demasiado cobarde incluso para rendirme. Me da miedo el vacío. El silencio. Lo opaco. Y la nada. Ese tipo de cosas. Siempre procuro evitarlo. De hecho, Jungkook lleva dos días sin hablarme, solo porque intentó saber por qué es tan poco comunicativo. Así que, bueno, en esencia no ha cambiado nada entre nosotros, ahora que lo pienso.
Sialuk escucha con atención, como si absorbiese cada palabra que digo. Es inteligente. Lo veo en sus ojos. El tipo de chica que hubiera calado a Hyoseob a la primera de cambio; no se habría dejado manipular.
-Jungkook es diferente.
- Sí. Eso está claro.- suspiro y deslizo el dedo por el borde de una hilera de libros hasta que me decidió a sacar uno de color rosa - ¿De qué trata? Me gusta el título.
- Esa novela habla del amor, del dolor y las segundas oportunidades. Llévatela si te apetece leerla, te gustará.- se pone en pie y coge otros dos libros que están apilados sobre el escritorio - John no ha querido venir, ¿verdad?
- ¿John?- arrugo la nariz - Ni siquiera sabía que estuviese invitado.
Sialuk saca una bolsa de tela púrpura y mete dentro de los libros.
- Él siempre es bienvenido en esta casa, pero es un hombre taciturno, muy encerrado en sí mismo, y no es fácil convencerlo porque a testarudo no le gana nadie.- sonríe con afecto - No te asustes si Naaja te hace un par de preguntas indiscretas sobre la amistad que ha surgido entre ustedes. En el fondo, no deja de ser una vieja chismosa.
Me encojo de hombros.
- No veo qué podría interesarle.
-Porque es algo insólito.
- ¿En qué sentido?
- John vive aislado, por y para sus perros, y tan solo se relaciona con el resto del pueblo porque vende leña y los dulces que hacemos son su perdición; Si no, pasaríamos semanas sin verlo. Es un buen hombre, pero ha tenido una vida dura.
Estudio a Sialuk unos segundos sopesando si sus palabras son ciertas o está exagerando. Conmigo, John se porta bien; Es cierto que no resulta transparente, más bien nebuloso, pero ni siquiera roza la brutal oscuridad que envuelve a Jungkook.
- Es un tipo interesante. Y los perros también. Ya sabes, buena compañía, de la que no te falla nunca.- bromeo - ¿Puedes creer que la semana pasada, cuando Jungkook fingio que me atacaba, Caos se lanzó a por él? A eso lo llamo fidelidad.-sonrío.
Sialuk deja la bolsa con los libros sobre la cama y me mira seria.
- ¿Jungkook estuvo allí? ¿Con los perros?
- Chicos.- Hakbeom abre la puerta que estaba entornada - La comida ya está lista. Será mejor que bajen antes de que Naaja comience a quejarse.
Ambos lo seguimos de inmediato. Se escucha algo más de barullo en el comedor y, cuando entramos, la mayoría de los invitados ya están sentados a la mesa. Jungkook también está. Tiene la mirada fija en las llamas que chisporrotean en la chimenea encendida, como si estuviese viendo algo concreto entre las lenguas de fuego que se alzan sobre los troncos de madera y crepitan. No sé si debo saludarlo, teniendo en cuenta que no me habla. Es decir, que antes asentía con la cabeza cuando parloteaba durante nuestro habitual paseo nocturno, y ahora ya ni eso.
- Querida familia, les presento a Namjoon.- Naaja me agarra por sorpresa al tirar de mí y obligarme a permanecer en mitad de la estancia - Sé que muchos ya lo conocen, porque trabaja en Lemmini, pero otros aún no habían tenido la oportunidad. Confío en que lo tratarán como a uno de los nuestros. Ve, Siqiniq, siéntate ahí.- aunque hay tres sillas todavía sin ocupar, ella señala la única que está al lado de Jungkook y, dado que todos los presentes me están mirando, me acomodo allí sin rechistar. ¿Qué puedo decir? Ni siquiera sé qué narices significa siqiniq y me siento un poco aturdido entre tantos desconocidos - Muchas gracias a todos por haber venido.- prosigue Naaja - Para mí no existe mejor regalo que su compañía; no todo el mundo tiene la suerte de alcanzar los noventa y un años rodeado de buenos amigos. Espero que disfruten de la comida.
Las voces de los invitados se mezclan cuando todos comienzan a hablar entre ellos. Los observa reír y estirar las manos para coger los diferentes cuencos que hay repartidos por toda la mesa; Aquí hay comida para abastecer a todos los ciudadanos de Inovik Lake. Sialuk, su madre y Naaja están sentadas enfrente y, al verlas así, tan juntas, soy aún más consciente del parecido que hay entre ellas: pelo oscuro, a excepción de Naaja, que no oculta sus canas, nariz chata, ojos negros y achinados. , y piel tostada. No llevan ni rastro de maquillaje y me pregunto qué pensarán de la sombra oscura que hay sobre mis párpados.
- Venir.
La voz de Jungkook me estremece. Es como si lo sacudiese todo, y la sonoridad, ronca y profunda, me acariciase de un modo que no sé explicar. Intento mostrarme imperturbable. Sus ojos, de un azul pálido tan bonito que casi duele mirarlos, no se apartan de los míos.
- ¿Piensas hablarme solo para lo que te convenga? - susurro, evitando que nadie más nos escuche - Métete en tus asuntos y finge que no existe, que es básicamente lo que haces siempre.
Si percibe el evidente tono acusatorio que esconden mis palabras, no lo demuestra. Se limita a seguir mirándome unos segundos más, antes de alargar la mano, coger el cuenco más cercano y volcar una cucharada enorme en mi plato de un mejunje raro y blancuzco que huele a pescado y eneldo. Furioso, estoy a punto de abrir la boca para descargar mi indignación, cuando Naaja se inmiscuye.
- ¿Hay algún problema, chicos?
- No le gusta la comida.- resume Jungkook, impeterrito, y después se lleva un trozo a la boca de lo que sea que esté comiendo y sigue a lo suyo como si no acabase de entrometerse en mis asuntos, violando todas las barreras que él mismo ha impuesto entre nosotros durante casi un mes.
- ¿What? ¡No, no es verdad!
- Estás en confianza, Namjoon, no te preocupes. Tenemos la nevera llena, ven conmigo y te prepararé cualquier cosa que te apetezca.- ofrece con dulzura la madre de Sialuk al tiempo que arrastra hacia atrás su silla en ademán de levantarse.
- ¡No es necesario, en serio! Me encanta esta comida.- cojo una cucharada de la extraña mezcla que Jungkook ha depositado sobre mi plato y me lo llevo a la boca. Mastico. En realidad sabe fatal, como si el pescado estuviese medio crudo, pero ignora el intenso aroma y la explosión cítrica y trago mientras todos los comensales me prestan una atención innecesaria - Está riquísimo.- concluyo.
De pronto, Hakbeom se ríe desde el otro extremo de la mesa y, aunque intenta disimular fijando la mirada en su plato y quitando un par de patatas asadas con la punta del tenedor, finalmente emite una carcajada. Bien. O al menos está bien hasta que miro de reojo y veo que Jungkook también sonríe. Me quedo sin aire. No sé cómo puede tener una sonrisa tan cautivadora y no usarla a todas horas. Soy incapaz de apartar la vista de él cuando, mientras más risitas se extienden a lo largo de la mesa, me mira fijamente con un amago de diversión en sus ojos.
- No me ha dejado terminar.- susurra Jungkook, al tiempo que coge una rebanada de pan, la deja sobre mi plato, pone encima un trozo excesivo de carne y añade una cucharada de la mezcla que me he llevado a la boca - Es el aliño.-explica.
Lo fulminó con la mirada.
Ya nadie se molesta en ocultar lo divertido que les resulta la situación. Aún tengo el regusto ácido y fuerte del dichoso aliño en la boca. Sialuk le resta importancia con un comentario afable y Naaja pone orden y cambia de tema poco después. Permanezco con la cabeza gacha y les escucho hablar de las próximas carreras de trineos que se celebrarán pronto y los musher que este año están destacando especialmente. Me como en silencio la especie de tostada gigante que Jungkook me ha preparado y no me levanto cuando la comida llega a su fin y gran parte de los invitados se ponen en pie mientras siguen charlando o van a la cocina para servir el café y las pastas. .
Alguien ha puesto un tronco más en la chimenea y hace calor en la estancia. Me enfrento a Jungkook cuando ya nadie parece prestarnos atención.
- Gracias por dejarme en ridículo.
-No era mi intención.
Se concentra en una arruga del mantel color lavanda y desliza el dedo por la minúscula imperfección hasta alisarla. «Qué divertido», pienso con ironía, porque no me explico cómo alguien de veinticinco años puede ser tan reservado, tan hermético. Vuelvo a sentir unas ganas inmensas de zambullirme en su mente para descubrir todos los secretos que esconde. Me pregunto qué le gustará hacer en sus ratos libres, si es que existe algo que le guste hacer, claro. O si es más de dulce que de salado. Seguro que no. Resulta tan frío y distante que no lo imagino ni llevándose a la boca un mísero grano de azúcar. Haría reacción química. Pum. Explosión.
Lástima que mi teoría no se sostenga, porque en cuanto sirven los postres lo veo coger una porción de tarta de queso y comérsela en silencio. Yo me pido un trozo de la de manzana, que está increíble. A mamá le encantaría. No solo sabe hacer buena repostería; También es experta en apreciar y valorar la de los demás. Intento dejar de pensar en ella, y en Matthew y en mi pequeña Ellie, cuando noto el abrazo del desánimo.
Media hora después, saciados tras el café y los numerosos dulces, deciden ocupar el resto de la tarde jugando al Scrabble. Intento disimular el miedo que me invade mientras Hakbeom coloca el tablero sobre la mesa. Un miedo que se incrementa en cuanto proponemos que, al ser muchos, juguemos por parejas. Jungkook, que sigue a mi lado, da por hecho que vamos juntos y coloca en medio la cajita en la que va colocando las fichas que reparte otro de los invitados.
No quiero jugar. Sé que voy a bloquearme y pensará que soy tan tonto que ni siquiera puedo formar una palabra de cuatro letras y, lo peor de todo, es que estará en lo cierto. Odio esto, la presión que siento. Me llevo un dedo a la boca con nerviosismo y mordisqueo la uña del meñique mientras me esfuerzo en idear una buena excusa para no jugar. No se me ocurre nada y ya he hecho bastante el ridículo durante la comida.
Así que Jungkook va a saber que soy medio idiota. Y en teoría, debería darme igual, pero me importa. Me importa mucho. No sé por qué.
Sacamos nosotros. Él observa las fichas unos segundos y luego se inclina hacia mí para susurrarme al oído sin que los demás nos escuchen. Aguanto la respiracion.
- Azucena.- dice muy bajito y me estremezco ante la intensa proximidad y el aroma que desprende - ¿Se te ocurre algo mejor?
Lo miro y susurro que no. Aún siento el cosquilleo de su aliento acariciándome la piel. Todo me resulta raro: la situación, la gente que me rodea, lo familiar ya la vez distante de la escena, las sensaciones que Jungkook despierta en mí...
Me tranquilizo pensando que solo son eso, sensaciones. Como un pellizco. O una patada en la espinilla. En ese caso, sensación de dolor. En este, bueno, no sé qué palabra podría definirlo con exactitud, pero se trata de una mezcla cálida y sobrecogedora, y no tengo claro si es bueno o malo.
-Namjoon...
Reacciona al escuchar de nueva su voz y avisa que los demás ya han jugado. La pareja formada por Hakbeom y Sialuk va ganando después de conseguir colocar la palabra «zarcillo» aprovechándose de la «z» de «azucena» que, además, vale diez puntos. Respiro hondo. Ni siquiera sé qué mierda significa «zarcillo». Repaso nuestras fichas de nuevo intentando pensar en una buena palabra que haga que todos digan «húm, pues no es tan tonto como pensábamos», pero solo se me ocurre estupideces como «dedo» o «dado», que en total serían seis míseros puntos. , casi la mitad de lo que supone una sola letra de los demás.
- No veo nada.- murmullo avergonzado.
- ¿Te parece bien «Dédalo»?
Dado lo poco que aporto, me sorprende que tenga en cuenta mi opinión, pero respiro aliviado de que al fin haya pasado nuestro turno, y luego observe sus dedos largos y elegantes mientras coloca una ficha tras otra hasta formar la palabra. Me encojo en la silla, deseando que el juego termine pronto.
- Dédalo forma parte de la mitología griega.- me dice Jungkook al oído - Hijo de Eupálamo, padre de Ícaro y Yápige. Es famoso por haber construido el laberinto de Creta.
No hay respuesta.
No sé qué debería preocuparme más, si el hecho de que crea que no entiendo la mitad de las palabras que hay formadas sobre el tablero, o que de pronto se muestre inusualmente hablador.
Sigo sin agarrarle la onda.
Hasta para la mismísima Hyoseob resultaría complicado trazar un esquema emocional y psicológico sobre Jungkook. Por regla general, ella buscaba los puntos débiles de la gente; Señalaba a aquella chica de allá acomplejada por tener un culo gordo o se fijaba en ese chico con problemas paternos que va de mujeriego para enmascarar sus múltiples inseguridades. Pero, a primera vista, todavía no sé cuál es el punto débil de Jungkook. Simplemente, se comporta como si vivir fuese una especie de obligación que le han impuesto, pero, desde luego, no parece disfrutar de la experiencia.
Seguimos en segundo lugar cuando vuelve a tocarnos el turno. La pareja anterior formada por dos mujeres, cuyos nombres no recuerdo, han escrito «radio». Me inclino un poco hacia Jungkook mientras inspecciona las fichas.
- ¡Vamos! ¡Nos haremos viejos esperando!- ríe otro de los jugadores.
- Espera.- gruñe Jungkook, y es más una orden que una sugerencia.
El silencio en la estancia se vuelve opresivo. Tamborileo con la pierna en el suelo sin dejar de observar las dichasas fichas y, cuando creo que estoy a punto de sufrir un infarto al corazón, encuentro una bastante decente: «jabón». No es que sea una maravilla, pero la «j» son ocho puntos. Miró y Jungkook.
-Creo que tengo una.
- ¿Cuál?
- «Jabón».
-Es bueno.
Jungkook asiente satisfecho y, acto seguido, forma la palabra en el tablero. Sonrío como un idiota y me siento realizado y liviano como si acabas de quitarme un enorme peso de encima. Pero entonces me fijo en Sialuk y en la forma atenta que tiene de mirarnos, como si estuviese viendo algo muy interesante detrás de nosotros. El problema es que, a nuestra espalda, solo hay una pared. Hakbeom también parece advertir la rareza de su actitud y le da un codazo suave para llamar su atención y susurrarle algo al oído. Todavía sigo intentando deducir por el movimiento de sus labios qué están diciendo, cuando Naaja entra en el salón y me llama.
- Ven conmigo, Namjoon.- obedezco de inmediato y la sigo escaleras arriba; en parte me siento aliviado por dejar de jugar e intentar demostrar a los demás «lo listo que soy». Avanzamos por la mirada el oscuro pasillo hasta una habitación pequeña, con una sola ventana frente a una mesa llena de frasquitos de cristal y cajas de latón - Este es mi pequeño laboratorio.- dice Naaja con una traviesa.
Giro sobre mí mismo sin dejar de contemplar las paredes llenas de estantes que, a su vez, están repletas de tarros con extraños ungüentos y hierbas. Naaja me explica que aquí es donde realiza las cremas y algunas recetas curativas para aliviar el dolor o ayudar a que una herida cicatrice antes.
- Diez, esto es un bálsamo labial. Te vendrá bien ahora que se acerca el frío; puedes ponértelo también en la nariz para evitar las rojeces.- sonríe y me tiende un pequeño tarrito - Pero en realidad te he traído aquí por esto.- se inclina sobre la mesa y acerca un teléfono de aspecto antiguo que estaba oculto tras una caja abierta llena de ramitas de diferentes plantas que está dejando secar - He pensado que querrías hablar con tu familia. Imagino que no estás acostumbrado a vivir tan incomunicado. Aquí puedes llamar tranquilamente y no solo ahora, sino cada vez que lo necesites.
Trago saliva para eliminar el nudo que me atenaza la garganta y le doy las gracias. Naaja me palmea el hombro con cariño antes de salir de la habitación y dejarme a solas, asegurándome que no tenga prisa por bajar junto a los demás. Es curioso que todos los que parecían quererme lejos cuando llegué, ahora sean más hospitalarios que algunos vecinos de San Francisco que conozco desde hace años.
Miro el teléfono con cierto resentimiento, como si el pobre aparato me hubiera hecho algo. Lo cierto es que estoy deseando escuchar sus voces, han pasado ya más de dos semanas desde que llamé a mamá cuando estuvimos en Rainter. Suspiro hondo, armándome de valor, porque creo que ha llegado el momento de confesarles dónde estoy realmente; seguro que se imaginarán que he ido a parar a cualquier casa okupa o que estoy viviendo con un par de desconocidos o algo así. El antiguo Namjoon lo habría hecho sin dudar. Marco el número.
Mamá no lo coge. Tampoco me sorprende. Es la típica mujer muy ocupada, que siempre lleva un bolso enorme donde el móvil tiende a perderse entre múltiples trastos y que, a pesar de apuntarse a mil seminarios, llevar la contabilidad de la empresa de Matthew e ir a clases de yoga tres veces a la semana, tiene tiempo para preparar una cena deliciosa y pasar un buen rato con su familia.
Termino llamando a Matthew, que descuelga al tercer tono.
- ¿Diga?
No reconoce el número, claro.
- Soy yo, Matt.- susurro, porque así es como le llamo cariñosamente desde pequeño cuando sé que he hecho algo muy muy malo. El problema es que ahora ya soy adulto y debería comportarme como tal, pero de pronto me siento nostálgico y solo.
- ¿Nombre? ¿Eres tú? ¡Dios mio! No sabes, no te haces una idea de lo preocupados que hemos estado. Tu móvil no da señal desde hace semanas, ¿puedes saber dónde te has metido?- alza la voz y guarda silencio en cuanto advierte el enfado que esconden sus palabras - Siento haberte gritado, Nam. Yo... nosotros... solo hemos querido hacer siempre lo mejor para ti...
- Perder. No es culpa suya.- trago saliva y parpadeo rápido para evitar llorar al notar que me escuecen los ojos - Toda mi vida era un desastre y necesitaba irme. Ahora estoy bien. No estoy haciendo nada raro ni metiéndome en líos ni...
- ¿Dónde estás, Nam? Si no quieres que tu madre lo sepa, no se lo diré, pero queda conmigo, hablemos. Solo un café. Puedo ayudarte si me dejas intentarlo.
-No podemos vernos.
-Namjoon...
-Porque estoy en Alaska.
Silencio seguido de más silencio.
- ¿Ha dicho «Alaska»? ¡Demonios! ¿Qué se supone que estás haciendo allí? ¿Es una broma? Porque puedo soportar cualquier cosa, pero no más mentiras. Eso no.
-Es la verdad. Fue un impulso.- a pesar de inspirar y espirar siento que me ahogo. El pobre Matthew, él solo cometió el error de enamorarse de una mujer que viajaba con un equipaje pesado y engorroso llamado «Namjoon». Claro que, cuando me conocí, yo todavía era un niño dulce e inocente. Supongo que por eso me quiso - ¿Recuerdas el póster que tenía en la pared frente a mi cama? Ese donde había un lago y montañas y un oso y... No sé, fue el primer lugar en el que pensé cuando decidí que tenía que marcharme durante un tiempo.
- Nam...- percibo la desesperación en su voz - No puedo creer que hayas hecho algo así. ¡Menuda locura! ¿Te das cuenta de que puede ocurrirte algo y estás a millas de kilómetros de casa?
- No quiero seguir siendo su responsabilidad. Ya soy mayor de edad y estoy intentando salir del pozo. Lo que ocurrió... fue un accidente. Yo no quería. Jamás le haría daño a Ellie, sabes que es lo que más quiero en el mundo.
- Nam, no estamos enfadados contigo por eso. ¿Cuándo te cerramos las puertas? Siempre te hemos dado todo lo que has necesitado.
- ¡Ya lo sé! Por eso tenía que irme, para no seguir haciéndoles daño. - sorbo por la nariz sintiendo que estoy a un paso de derrumbarme - Voy a quedarme un tiempo por aquí, no sé hasta cuándo. Trabajo en un bar durante el turno de tarde y mi vecino es una buena persona, de esas con las que no es fácil tropezar. Me ha enseñado a jugar al ajedrez. Y hasta estoy leyendo libros para matar las horas, porque la verdad es que aquí no hay mucho que hacer.- me río entre lágrimas y me limpio la cara bruscamente con el dorso de la mano - Los echo de menos.- balbuceo.
- Dios, pequeño, nosotros también a ti. Ellie pregunta por ti a todas horas.- se le quiebra la voz - ¿Qué vamos a hacer? Cuando tu madre se entere de dónde estás...
- Se lo dirás con tiento, ¿verdad?- vuelvo a reír, a pesar de que las lágrimas me están desbordando - Prepárale una cena romántica de esas que solo tú sabes hacer y luego se lo vas diciendo poco a poco.- sé que él también está sonriendo, a pesar de lo dramático de la situación - Para suavizar la cosa puedes comentarle que he dejado de fumar. Y va en serio. No fumo desde que llegué aquí, dentro de poco hará un mes.
Matthew no cabe en sí de alegría. Qué triste que algo tan básico como que su hijastro no fume pueda hacerlo tan feliz; Eso solo reafirma lo mucho que les he decepcionado. Acceda a decírselo a mamá con suavidad a cambio de que le prometa que lo llamaré una vez a la semana, como mínimo. Acepto. Cuando cuelgo, tengo la vista borrosa y salgo del pequeño estudio de Naaja todavía sollozando y deseando encontrar el cuarto de baño. Aún estoy intentando deducir cuál de todas las puertas es, cuando una figura alta sale de la que está a mi derecha y choca conmigo.
Evitando que caiga, Jungkook me sujeta por los hombros y tiembla ante el contacto. Se inclina hacia mí y sus ojos revolotean por mi rostro algo ansiosos, como si no supiese lidiar con lo que ve.
-Estás llorando.
Es tan evidente que de poco sirve que lo confirme, pero sí, estoy llorando a moco tendido y no sé si voy a poder parar de hacerlo, porque ahora mismo me siento roto y muy triste. Echo de menos a mi familia y, al mismo tiempo, sé que hice bien alejándome de ellos. Y es duro tener esa certeza.
- Ven.- Jungkook tira de mi mano y me mete en el cuarto de baño, que es justo la puerta por la que acaba de salir. Intento en vano no fijarme en la suavidad de sus dedos, en la forma firme y deliciosa que tiene de sostener mi muñeca mientras enciende el interruptor de la luz - Voy a llevarte a casa, pero si no quieres que todos te hagan preguntas, antes de lavarte .
Tiene razón. Cojo una toallita del paquete que hay sobre el mueble del lavabo y me limpio en silencio mientras los ojos de Jungkook permanecen suspendidos en el espejo que tiene delante, contemplándome como quien mira un objeto que está colgado en la pared. Me pregunto si él también verá lo mismo que yo: un chico frágil cuyas pocas durezas están repletas de grietas y, aunque por fuera parezca sostenerse, por dentro está hueco y se tambalea como si caminase sobre cáscaras de huevo.
Al terminar, bajamos las escaleras en silencio y él va al comedor para anunciar que nos marchamos. Agradecido, espero en el recibidor. Observe las fotografías que había visto al entrar y que adornan una de las paredes de madera; en muchas de ellas aparecen Hakbeom y Sialuk, riendo, abrazados, mirando a la cámara con ese brillo especial en los ojos que les caracteriza a ambos. En otras, Naaja está en un corrillo junto a otras mujeres, tejiendo o simplemente con las manos entrelazadas sobre el regazo a la espera de ese clic que las inmortalice para siempre. También hay instantáneas de Sialuk con un amigo rubio de pelo rizado y sonrisa inmensa. Y a un lado, casi como si desease escapar del extraño mosaico, está la única fotografía en la que sale Jungkook junto a Hakbeom, con la mano de uno sobre el hombro del otro y cara de malas pulgas, como si le hubieran obligado a posar. -cosa que probablemente sea cierta- parece reciente, tiene el cabello negro algo revuelto y los pómulos marcados, y luego está esa diminuta arruguita que suele aparecer en su entrecejo cuando frunce el ceño y se comporta de un modo que...
- ¿Nos vamos?
palabra «miel», ni «abeja», ni nada raro, ya puestos - Así que te gusta la mitología...
-No especialmente.
- Antes de mí ha contado la historia de Dédalo.
- Me interesa todo en general y nada en particular.
- ¿Eres una de esas personas curiosas a las que les fascina cualquier cosa pero van de pasotas por la vida?
No hay contestación.
Sus manos se deslizan por el volante con suavidad. Así son casi todos sus movimientos, controlados, sutiles. Los faros iluminan y rompen la oscuridad del sendero y Jungkook sigue conduciendo. Dejamos atrás mi casa y la de John. Nos dirigimos hacia la derecha, justo el camino que nunca tomo cuando salgo a correr con Caos, porque el bosque por allí es más espeso y la orilla del lago resulta demasiado desnivelada como para trotar bien por ella.
- ¿Adónde vamos?
- Solo necesito un momento para pensar.- dice y frena el coche junto a la cuneta. Después, sale del vehículo, cierra de un portazo y desaparece de mi vista.
Pero, ¿qué mierda hace?
Me quedo ahí un par de minutos hasta que su ausencia termina por desesperarme y salir a buscarlo. Fuera hace un frío espantoso y noto los deditos de los pies entumecidos; Parece ser que dos pares de calcetines y unas botas de invierno son insuficientes. Lo veo apoyado contra la carrocería del maletero del coche, con los brazos cruzados y la mirada fija en un cielo a rebosar de estrellas; Hay tantas que las imagino dándose codazos entre sí para intentar hacerse un hueco en el firmamento. Imito su postura.
- ¿He dicho algo malo?
- ¿Tú? No, qué va.
Jungkook niega con la cabeza como dándole aún más énfasis a sus palabras y luego aparta la mirada de las estrellas para inclinarse hacia mí.
- Así que piensas quedarte aquí un tiempo.- tantea.
-Esa es la idea.
- ¿Por qué Alaska, Namjoon?
- ¿Por qué ha salido del coche?
- Tú primero.
Me froto las manos con la esperanza de entrar en calor. No sé si darle la única respuesta que tengo, porque es bastante patética, pero al final lo hago.
- Tenía un póster en mi habitación. Un póster de Alaska. Con las montañas, altas, el lago y un prado donde había un oso. Fue el primer lugar en el que pensé cuando decidí que tenía que...- no lo digo, no admito en voz alta que estoy huyendo, aunque sé que él lo sabe tan bien como yo.
- Así que estás aquí por un póster.
Lo hace parecer aún más ridículo de lo que ya es de por sí, pero le sostengo la mirada, me trago la vergüenza y asiento en silencio.
- Espero que tu excusa para que estemos congelándonos en plena noche sea mejor que la mía porque, ciertamente, John tenía razón. Este frío es insoportable.- en vano, intento que no me castañeen los dientes.
Jungkook suspira profundamente.
-No tengo excusa. Solo necesitaba salir para despejarme y pensar en ti, en mí, y en que voy a intentar no ser un imbécil contigo de ahora en adelante, porque tú no tienes la culpa de que esté...
- ¿Jodido?
-Un poco, sí.
Es curioso que, aunque se sobreentiendan, ninguno de los dos hayamos sido capaces de terminar las frases. Puede que tengamos más en común de lo que parece. No me pregunto por qué está jodido. Sé que no me lo dirás.
- Entremos, Namjoon. Estás temblando.
Cada uno rodea el coche por su lado y, una vez dentro, nos quedamos allí, en silencio, observando el cristal empañado. Solo se escucha el silbido del viento, que parece haberse enfadado con los árboles, porque no deja de sacudirlos con fuerza.
- ¿Has dejado de fumar?
- No. - contesta.
- Pues hace días que no te veo hacerlo.
- Pensé que podría molestarte.
- ¿Por qué?
- Aún lo tienes reciente, no quería tentarte.
No digo nada cuando mete la llave en el contacto y vuelve a poner el coche en marcha. Acerque las manos a la rejilla de la calefacción y sonrío. Los árboles se convierten en borrones oscuros conforme avanzamos por el camino y pienso en que es bonito que se tome la molestia de aguantar las ganas de fumar solo para que yo no termine haciendo de nuevo.
- ¿Qué te hace tanta gracia?- Jungkook me mira con curiosidad antes de volver a centrarse en la solitaria carretera.
-Nada. Tú. Hacer. Oye, puedes fumar delante de mí. Creo que ya lo tengo bastante superado, pero gracias por el gesto. Es raro, pero me gusta saber que pudo vencer en esto, aunque no sea un enemigo de carne y hueso. Casi nunca gano. No estoy acostumbrado a ganar. Y sienta bien. Tú también deberías dejarlo.
Jungkook parece perdido en sus propios pensamientos. No apague el motor del coche cuando estacione frente a mi casa. Da unos golpecitos con la punta del dedo sobre el volante.
-Buenas noches, Namjoon.
-Buenas noches, Jungkook.
13 de noviembre
Querido diario,
Esta semana tenía un examen de química, así que no he podido quedar con Kayden y, aunque lo echo mucho de menos, mamá tiene razón cuando insiste en que debo esforzarme un poco más este año para conseguir subir la media y poder elegir una buena Universidad. . Por suerte, él se lo tomó bien, me animó a ello y no dejó de llamarme cada noche para preguntarme qué tal me había ido el día y charlar un rato.
A veces hablamos de todo. A veces de nada. A veces, simplemente nos quedamos en silencio y escuchamos la respiración del otro. Imagino su mejilla pegada al teléfono, sus labios entreabiertos inhalando y exhalando con lentitud, su rostro tranquilo, relajado. Han pasado dos semanas desde que, oficialmente, estamos juntos, aunque hemos decidido que la fecha de nuestro aniversario sea la de aquel día que nos conocimos en el festival de Seward.
«¿Sabes qué pienso hacer en cuanto nos veamos?», me preguntó anoche y antes de que pudiese contestar, añadió: «Besarte, besarte hasta que me pidas que pare».
Yo reí.
«Dudo que te lo pida».
«Mejor para mí», contestó y, a pesar de no poder verle, supe que estaba sonriendo.
Espero lo estén disfrutando tanto como yo besitos.
🐼🐨💜
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