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Capitulo 12

Me duelen las rodillas, los hombros, los tobillos y hasta las pestañas. De verdad, no es exagerado. Jungkook nació para dirigir un ejército, pero el destino lo llevó por senderos diferentes y yo tuve la mala suerte de cruzarme en su camino. Esas son mis conclusiones después de dos semanas entrenando a muerte como si el premio de la carrera fuese un millón de dólares y la certeza de conseguir la paz mundial.

En realidad, la carrera es para aficionados. Se supone que queda a menos de una hora de Inovik Lake y piensa que me vendrá bien para ver cómo es una competición de canicross y hacer una primera toma de contacto. Nuestro mayor miedo es que, delante de tanta gente, Caos reacciona de forma diferente porque, hasta ahora, y tras un par de trucos poco ortodoxos que Jungkook ha utilizado, ha respondido bien. Corre con el arnés. Lo hacemos juntos. Sí... es mágico. Hemos forjado una especie de conexión silenciosa. Nos compenetramos.

Sé que no me sentiría cómodo corriendo con cualquier otro perro que no fuese Caos. Esto no tiene nada que ver con ganar o perder ni con el hecho de competir, sino con nosotros, con que podamos hacer algo unidos; sentirnos libres, orgullosos. Me gusta ver que disfruta trotando a mi lado, que se alegra de correr y de que yo sea la persona que está con él, acompañándole.

-Vamos, Namjoon, ya falta poco.

Jungkook avanza a nuestro lado, pero siempre a una distancia prudencial, como si necesitase dejar claro que los alumnos somos Caos y yo, mientras que él está en otra élite por ser el entrenador. Bien. No me importan esas tonterías de las jerarquías. He seguido tratándolo exactamente igual que de costumbre. Una excepción, claro, de que ahora tengo que hacer grandes esfuerzos para no abalanzarme sobre él a la primera de cambio.

Es injusto que te den a probar el caramelo más delicioso del mundo y te lo quiten antes de que puedas hincarle el diente y saborearlo a gusto. Aunque, más a menudo de lo que seguramente él estaría dispuesto a admitir, lo veo mirándome y, casi por inercia, sus ojos azules se deslizan hasta mis labios. Me pregunto qué pensará. Quizás cometió un gran error. O puede que simplemente el beso que nos dimos le pareciese horrible; Lo cierto es que me convertí en un pececito falto de oxígeno que boquea estúpidamente, pero, en mi defensa, Jungkook me agarró por sorpresa y tardó un poco en similar lo que estaba ocurriendo.

- Quedan cinco minutos.- señala tras mirar el reloj; Apenas le veo el rostro bajo la capucha de la sudadera, pero imagino que sus gestos son duros, como su voz.

En tres días estaremos en Tok participando en una de esas carreras para principiantes que no interesan a mucha gente, pero que servirá como motivación. O eso asegura él. Le agradezco lo que está haciendo. Y sí, correme libera; es como respirar con el estómago, muy hondo, muy profundamente. Pero sé que Jungkook también necesita esto, lo sé.

Es curioso. En realidad, los tres lo necesitamos.

No tengo claro a dónde nos conducirá; Quizás valga la pena solo por el recorrido y el final sea lo de menos. Eso es lo que pienso de la mayoría de las historias de amor que últimamente caen en mis manos; Sé que acabarán juntos, pero no cómo. Y soy lo suficientemente cotilla como para desear averiguarlo.

- ¿Quieres... que te hable... del último libro?- jadeo, sin dejar de correr.

-Ahora no, Namjoon. Concéntrate.- vuelve a mirar el reloj - Dos minutos.

Pongo los ojos en blanco sin dejar de trotar. Caos no conoce la palabra «cansancio», el muy canalla; avanza acoplándose a mi ritmo, que es mucho más lento de como a él le gustaría ir, pero ¿qué se le va a hacer? Ni tengo su energía ni descendiendo del lobo. La vida es así de injusta para algunos, pienso cuando al fin suena el pitido del reloj, paramos y lo veo sacar la lengua, fresco como una rosa.

- Lo has hecho a cinco con cuarenta y dos. Buen trabajo.

Apoyo las manos en las rodillas e intento recuperar el aliento. Lo malo de este frío atroz es que el simple acto de respirar resulta casi doloroso. Además, tengo la nariz llena de mocos y la garganta irritada, y me dan pinchazos en los oídos. No importa cuánto me abra, nunca será suficiente. Para ser más exactos, hoy llevo leotardos bajo el chándal, orejeras, gorro de lana y guantes, pero ni por esas. Y luego está el problema de que todo está tan lleno de nieve que solo podemos correr por un lado de la carretera. Me gustaban las vistas al lago que antes podía disfrutar.

-¿Estás bien, Namjoon?

-Sí, sí. Solo necesito... tomar aire.

- Volvamos a casa.- susurra antes de emprender el camino.

Eso hacemos. Jungkook permanece callado, como en los viejos tiempos, y yo me entretengo explicándole la historia de Aurelia, una joven que heredó el rancho de su padre justo cuando la despidieron de su maravilloso trabajo en Nueva York. Regresó a su tierra natal y tuvo que hacerse cargo del negocio familiar a pesar de no tener ni idea de cómo ocuparse de ello, razón por la cual aparece el protagonista en escena; uno de esos vaqueros tremendos con tal tableta de chocolate que es posible rallar zanahorias sobre ella.

Jungkook suena débilmente ante mi último comentario.

- ¿Y qué pasa al final?

-Pues lo de siempre. Se dan cuenta de que, a pesar de sus diferencias, están hechos el uno para el otro y ella entiende que su vida en Nueva York era superficial y vacía. Se quedan a vivir en el rancho y blablablá.

- Tu entusiasmo dice mucho de la historia.

- ¡No! Quiero decir, que me ha gustado mucho aunque sea predecible. El hecho de saber algo de antemano no quita que sea bonito, ¿sabes? No tiene nada que ver.

De pronto, tensa la mandíbula.

-Shhh. Espera, Namjoon.

- ¿Qué está...?

Jungkook me tapa la boca antes de que alce la voz, pero es demasiado tarde. Un hombre que no llegará a la treintena, de cabello rubio engominado, fija sus ojos claros en nosotros. Está al lado de un turbado John que sigue hablándole como si nuestra presencia no fuese importante. Pero el otro le ignora y da un paso al frente mientras baja la mirada hasta la correa que todavía nos une a Caos ya mí.

- ¿No decías que el perro no servía?- escupe. Su voz está cargada de desdén. Descende por el caminito hasta donde estamos, al lado de mi casa, y antes de que me dé tiempo a entender qué está haciendo, estira de un lado de la correa y la tensa hasta que Caos gime y se ve obligado a moverse hacia delante.

- ¿Qué estás haciendo? ¡Suéltalo!-grito horrorizado.

- Denton, aparta las manos del perro.- sisea Jungkook.

El tono amenazante de Jungkook no parece apaciguar su mal humor. Frunce los labios en una mueca desagradable y alza el mentón.

- ¿O si no qué? Ni siquiera sabía que seguías vivo.- lo estudia unos segundos - Así que ahora te escondes aquí, en Inovik Lake. Ya veo. Qué bajo ha caído.

No sé a qué se refiere con eso, pero Jungkook es un cúmulo de tensión andante y John se interpone entre ambos cuando entiende que está a punto de perder el control. Aprovecho el momento de confusión para acercarme a Caos y abrazarlo; Está asustado y no sabe qué ocurre. Me neither. Hasta que veo la furgoneta que está aparcada a un lado de la de John y distingo a los tres hermanos de Caos allí, esperando.

Denton es su dueño.

Es como si me estrujasen muy fuerte el corazón. No puedo permitir que se lleve a Caos. I can't. No no no.

- ¿Has intentado engañarme, Bale?- brama el tal Denton enfrentándose a un imponente John; nunca antes lo había visto así, con la barbilla erguida, los hombros firmes - ¿Qué pasa? El perro es bueno y quieres quedartelo, ¿es eso? ¿Quién dejará a tu carga a sus animales cuando se empieza a rumorear que intentas sabotear a tus propios clientes?

- Denton, maldito mocoso, te hice el favor de criar a los husky porque tu padre era un buen tipo, pero veo que no heredaste precisamente sus virtudes. El perro solo responde ante al chico, no te miento.- gruñe - Entra en casa y blemos. Estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo.

John comienza a ascender el camino sin pronunciar una sola palabra más y Denton lo sigue, aunque en absoluto parece dispuesto a dialogar. Cuando se han alejado varios metros, Jungkook se inclina hacia mí para que sus ojos queden a mi altura y apoya las manos en mis hombros.

- Quiero que te metas a la casa y te llevas a Caos contigo.- ordena.

- ¿Qué va a pasar? ¿Qué piensan hacer?

- Namjoon, no discutas ahora.

Respiro hondo e intento aguantar las ganas de llorar mientras veo a Jungkook seguirlos a paso apresurado. Los tres entran en casa de John. La puerta se cierra con un golpe seco. Tiro de Caos con suavidad, lo meto en la cabaña y me aferro a él como si fuese una tabla de salvación en medio del océano. Me mira con sus ojos pálidos y el hocico levantado, sin entender que quizás no volvamos a vernos nunca más. Parpadeo de nuevo, pero esta vez no logro contener las lágrimas. Ahogo un gemido y escondo el rostro en su lomo. No es justo. Sé que el perro es suyo, pero yo lo quiero; nadie lo hará nunca de forma tan incondicional. Lo quiero tal como es, con sus defectos y virtudes. Nosotros nos entendemos.

- Caos...- le sujeto la cara entre las manos y fija la mirada en mí; está sentado sobre sus patas traseras y golpea el suelo de madera con la cola - Te prometo que no dejaré que se te lleven. Y si lo hace...- sollozo - Si lo hace, me pasaré la vida ahorrando para poder darle el dinero que pida por ti. De verdad. Porque tu sitio está aquí, con John, conmigo.- respiro hondo - Has sido el mejor amigo que nadie hubiera podido desear. Gracias por ser el único que se dignó a recibirme cuando llegué...- se me rompe la voz y me siento estúpido por estar hablándole a un perro, pero no puedo dejar que se marche sin haberme despedido, sin decirle que valoro todo lo que ha hecho. por mí.

Lo abrazo fuerte. Él apoya el hocico en mi hombro y río entre lágrimas cuando me lame la oreja. Dios. No quiero que se vaya con ese hombre horrible. Puede que ya me hubiera hecho a la idea de que nadie querría a Caos, ¿por qué ha tenido que vernos con el arnés? Maldita casualidad.

Se me para el corazón cuando escucho un par de golpes en la puerta. No abra. Pienso en la posibilidad de resguardarnos aquí; todavía quedan bastantes botes de conservación. Vuelven a llamar y Caos se remueve inquieto entre mis brazos. Ojalá pudiese hacer algo, pero ¿qué?

- ¡Namjoon, abre! Soy yo.

Contengo la respiración al escuchar la voz de Jungkook, pero no llego a darle la vuelta a la llave.

- ¿Estás sola?

- Sí, abre.

- ¿Seguro que no hay nadie?

- ¿Qué te pasó? ¿No confías en mí?

I don't know. A veces sí, a veces no.

Creo que Jungkook es una de las mejores personas que he conocido en mi vida, pero es más evidente que tan solo me permite ver la punta del iceberg; oculta cosas y eso me hace dudar. Al final me trago mis miedos, porque tampoco me queda de otra, y abro. Él entra, me mira con el ceño fruncido y cierra.

- ¿Qué pensabas hacer, ¿húm? ¿Atrincherarte?

Eso mismo. Ya me va conociendo.

-Dime qué está pasando.

Sonríe. Una sonrisa pequeña, pero cargada de ternura.

- Caos se queda.- anuncia y, antes de que pueda añadir nada más, me lanzo a sus brazos y escondo el rostro lloroso en su pecho firme. Tarda unos segundos en reaccionar, pero me sostiene la cabeza contra él, a pesar de su evidente incomodidad, y nos mecemos en un vals silencioso, porque no puedo dejar de balancearme sobre mis talones, todavía tembloroso - John ha conseguido llegar a un acuerdo con él.

- ¿En qué clase de acuerdo?

-No te preocupes por eso.

- Creía que se lo llevaría...- susurro - Y no me había dado cuenta de hasta qué punto me importa. Siempre estás conmigo. Siempre.

Me aparte de Jungkook y me froto la nariz enrojecida con el dorso de la mano. Seguro que mi cara es un horror, pero me da igual. Caos da vueltas a nuestro alrededor, enérgico, como si la salida de ocho kilómetros hubiera sido un mero paseo de calentamiento para él y estuviese a la espera del segundo asalto.

- Será mejor que vuelva con John para asegurarme de que todo marcha bien.- dice y avanza hasta la puerta, pero se gira antes de salir - Pero, húm, Namjoon. Yo nunca habría dejado que se lo llevarse.

Le sonrío y él me devuelve el gesto.

John es mi nuevo héroe. Me he pasado el resto del día acechándolo. Hasta que me comprometí a ayudar a cargar los troncos todas las mañanas durante una semana.

-Namjoon, basta. Ya está bien, me has dado las gracias mil veces. Vuelve a lo tuyo, no ha sido para tanto.

- ¿Cómo puedes decir eso? ¡Ha sido increíble! Aunque te niegues a decirme qué trato has hecho con esa sabandija. Vamos, John, ¿por qué no quieres que lo sepa? No tengo a nadie a quien contárselo; Será como una tumba.

Suspira y parece hacer acopio de toda su paciencia. Deja el tronco que iba a cortar en el suelo y se sacude el serrín de las manos. Sus ojos oscuros entrecerrados están cargados de determinación.

- El día que me ganes una partida al ajedrez, te lo diré.

- ¿What? ¡Eso es injusto! ¡Sabes que es imposible!

Una carcajada escapada de la boca de John.

- Lo que tengo que aguantar...- masculla.

- ¡Lo digo en serio! No te ganaré en la vida, me llevas años de ventaja y tú lo sabes. Es como si compitiéramos a ver quién se maquilla mejor. Está claro que no tendrías ninguna posibilidad, es totalmente ilógico...

- Deja de escupir tonterías por la boca.

- No son tonterías.- contesto enfurruñado.

- ¿Le dices lo mismo a Jungkook? ¿También a Hakbeom o Sialuk?

Lo taladro con la mirada, algo que a él parece hacerle mucha gracia.

- ¡No! Es que no quiero que ellos sepan que me cuesta... concentrarme.- aclaro, intentando suavizar la conversación - Aunque es probable que ya lo hayan descubierto, dudo que me consideren demasiado avispado; sirvo mesas, nada más. Y a veces hasta me equivoco con las comandos.

-Es mi única oferta.

John es la persona más testaruda que he tenido el «placer» de conocer, obviando a Hyoseob, claro. Medito las posibilidades que hay de que ceda y deduzco que, en resumen, el baremo oscila entre «cero» o «ninguna». Así de benévolo es mi vecino.

- Está bien, tú ganas. - accede - Pero solo si aumentas la apuesta. Me dirás el trato que has hecho con Denton y cualquier otra cosa que quiera preguntarte. Y sobra añadir que serás sincero.

John sonríe, me tiende la mano y me da un apretón tan fuerte que por poco me quedo sin dedos. Supongo que esto sella nuestro acuerdo, así que, en cuanto nos separamos, le propongo que juguemos una partida.

Suena Franz Schubert de fondo cuando pierdo. Otra vez. No puedo decir que me sorprenda, pero admito que siempre dejo espacio a la esperanza. En fin, ¿qué se le va a hacer? Jamás sabré un cambio de qué han conseguido que Caos se quede conmigo.

- No te desanimes, Namjoon. Puede que logres el día menos pensado, la perseverancia es una gran calidad. Y ahora, será mejor que hagamos algo de comer. ¿Eso que escuchas son tus tripas?

- No.- miento.

- Andando a la cocina, muchacho.

Jungkook me recoge el domingo por la mañana, puntual como siempre. Esta vez, Caos nos acompaña y yo ya estoy vestido con ropa deportiva y listo para la carrera que dará comienzo en un par de horas. Llevo guantes y calentadores en los pies y parezco un muñeco de peluche.

- ¿Estás listo para correr?

-Supongo. Espero que Caos no pierda el control.

- No lo hará. Ya verás, confía en mí.

- ¿Por qué estás tan seguro?

Salimos del sendero que conduce a las cabañas junto al lago y nos incorporamos a la carretera principal. La nieve recubre los arcenes, a ambos lados, y espolvorea las copas de los árboles y las frondosas ramas del tupido bosque que nos rodea.

- Porque hace tiempo fui bueno en esto, ¿recuerdas? Así que hazme caso, pero tienes que ser firme con Caos.- el perro gime en la parte trasera del Jeep al oír su nombre - Se rigen por una jerarquía, así es como entienden las cosas; si tú no te comportas como él espera que lo hagas, tan solo consigues confundirlo más.

Ya hemos hablado antes de esto.

Jungkook tiene sus métodos y estoy seguro de que son irrebatibles, pero no me gusta darle órdenes a Caos, me hace sentir violento. Sé que es utópico, pero me encantaría que nuestra relación fuese de tú a tú, que estuviésemos a un mismo nivel.

- Lo intentaré.- cedo y luego me fijo en sus manos, en la rigidez de sus brazos mientras sostiene el volante del coche - Por cierto, conocía a Denton, ¿verdad? Él comentó que te escondías en Inovik Lake o algo así.

Jungkook frunce el ceño.

- Eso no es verdad.- contesta con hosquedad - Denton es un imbécil mimado que apenas sabe nada de mí. Nos vimos hace años en algunas competiciones y, en resumen, me odia porque nunca conseguí ganarme.

- Entonces, ¿por qué llegaste a Inovik Lake?

-Namjoon...

- ¿Entró en terreno pantanoso?

Suspira sonoramente y luego se inclina hacia mí y abre la guantera sin dejar de conducir ni apartar la mirada de la carretera. Encojo el estómago cuando me roza la rodilla con la mano. ¡Mar maldito! No es justo que me provoque tantas cosas. ¡Puaj!

- Toma, te he preparado un sándwich para que comas algo antes de la carrera.- dice y me lo tiende envuelto en papel de aluminio.

¿Por qué tiene que ser tan tierno?

No tengo hambre, pero supongo que el detalle merece un esfuerzo. Le doy las gracias, lo desenvuelvo y veo que es de salmón y queso. Me gusta. Él sabe que me gusta. El halibut, en cambio, no me hace tanta gracia; Siempre protesto cuando es lo que sobra al final del día y me toca llevármelo para cenar.

- ¿No te gusta la corteza?- pone los ojos en blanco al ver que la estoy quitando - No la llantas, dámela.- y acto seguido abre la boca. ¿Esperas que le dé de comer? Parece ser que sí. Me encojo de hombros, le acerco la horrible corteza y él muerde, mastica y traga. Sonrío y me mira de reojo - ¿Qué te hace tanta gracia?

-Tú. Esto es tan impropio de ti...

Gruñe por lo bajo y luego busca una emisora ​​en la radio, pero no consigue agarrar ninguna. Deja de intentarlo y vuelve a centrarse en la serpenteante carretera que se dibuja al frente. Yo me como la mayor parte del sándwich e ignoro las protestas de Jungkook cuando decidió darle el último bocado a Caos. Pobrecito. Está salivando. Le encanta el salmón.

Dejamos atrás Tanacross antes de pasar junto a un cartel donde puede leerse «Tok, Alaska». El ambiente de la carrera se palpa poco después, cuando paramos cerca de una tienda de regalos de todo tipo y material para perros y trineos llamada «Burnt Paw». Hay bastantes coches aparcados por los alrededores. Fulmino a Jungkook con la mirada y le recrimino que me lo vendiese como si tan solo fuesen a participar tres ancianas cojas y ya estuviese todo medio hecho, pero él se limita a reír. Que bien. En cuanto salgo del coche, deduzco que todos los habitantes de los alrededores están aquí, esperando ver el espectáculo, cobijados bajo horribles abrigos y gorros peludos. Vaya suerte la mía.

- ¿Nervioso?

- Más bien enfadado.

Sonríe de lado mientras seguimos caminando hacia el gentío. Hay una pancarta un poco cutre atada a dos balcones de sendas casas de madera que cruza la calzada y anuncia la carrera. En fin. Supongo que podría ser peor. Caos empieza a mover la cola, excitado, en cuanto ve a los perros de los otros participantes. Le acaricio para calmarlo.

Jungkook nos deja a solas un par de minutos y, cuando regresa, lo hace con un dorsal pequeño que sujeta en mi espalda con un par de imperdibles.

- ¿Qué número es?- pregunto, nervioso.

- El treinta y tres.

- Me gusta. Es una señal.- tomo aire con brusquedad e intento expulsarlo lentamente mientras nos acercamos a la línea de salida en la que casi todos están ya preparados - Estoy nervioso.

-Vamos, Namjoon, puedes hacerlo. Cálmate.

Le lanza una mirada aniquiladora.

- ¿Sabes? Creo que me gustabas más cuando no hablabas, ni sonreías, solo gruñías todo el rato como si tuvieses complejo de perro...

Me callo de golpe al ver la agitación que se desata en sus ojos. Trago saliva con inquietud. No, él debía decirle eso. Estoy seguro de que está haciendo un gran esfuerzo para sacar a relucir su mejor faceta y las últimas semanas con él han sido estupendas; no quiero que cambie. Abro la boca, pensando en qué decir para arreglarlo, pero él me sorprende con una especie de sonrisa que me desarma. No era lo que esperaba. Pensé que se lo tomaría a la tremenda. Quizás últimamente esté empapándose de libros sobre el zen, el karma, el Tíbet, los astros y derivados varios.

Observa a los otros participantes mientras intento que ningún perro se acerque a Caos. No es por nada, todos parecen simpáticos, pero no los conozco y no me fío de lo que no conozco. Hay más hombres que mujeres, pero no está tan desigualado como pensaba. Nos situamos tras la línea de salida, en la cuarta fila.

- No hagas nada raro.- me advierte Jungkook - Cíñete al entrenamiento de las últimas semanas. No dejes que Caos tire de ti; sé firme en eso. Tampoco te quemes en los primeros kilómetros.

Bla bla bla. Le encanta repetir las cosas.

-Sí, mi general.

-Namjoon... eres...

- ¿Qué?- alzo la barbilla y él se ríe.

- Nada.- se inclina, me da un beso en la frente y luego le acaricia a Caos, que entrecierra los ojitos ante sus mimos - Ve con cuidado. Mucha suerte.

Caos y yo nos quedamos a solas. Los nervios de los presentes se entremezclan con los murmullos de los espectadores. Recuerdo la sensación, el cosquilleo previo que me sacudió en las competiciones de atletismo en las que participaba representando al instituto. Me sorprendo desviando la mirada e intentando encontrar a mamá y Matthew entre la gente. No están. Claro que no están. En cambio, mis ojos tropiezan con los de Jungkook y veo en ellos el apoyo que ahora mismo tanto necesito. Le sonrío, vuelvo a fijar la vista al frente y flexiona las rodillas con suavidad, listo para la salida.

«Aquel día fue bonito», pienso. Nos dirigimos los tres hacia el recinto donde se llevarían a cabo las competiciones júnior; Yo participaba en relevos y también en los 800 metros lisos como prueba de medio fondo tras clasificarme semanas atrás. Matthew no dejaba de sonreír mientras conducía y sonaba una canción de Blur, no recuerdo si era Girls and boys o Coffee and TV, pero sí sé que mamá la tarareaba. Tenía diecisiete años, había ganado algo de peso y el psicólogo al que acudía todas las semanas parecía satisfecho con mi evolución. Fue una buena época. Y corta, muy corta. Siempre he tenido subidas y bajadas, me he acostumbrado a vivir encima de un balancín. Pero me llevé ese momento conmigo: la satisfacción en sus rostros cuando volvimos a casa con una medalla que anunciaba que había quedado en segunda posición, el orgullo que leía en sus ojos, la paz efímera.

Caos se remueve inquieto a mi lado cuando están a punto de anunciar la salida e intento calmarlo y enterrar los recuerdos que emergen de pronto; no es el mejor momento para pensar en ello. Empieza la cuenta atrás. Vuelvo a buscar a Jungkook con la mirada, pero no lo veo. Respiro hondo. Tres, dos, uno... ¡listos!

Salgo disparado.

Mis pies se mueven solos por el asfalto e intentan desmarcarme de los demás corredores. La nieve se acumula a los lados de la calzada, pero el suelo no resbala gracias a la sal. Procuro controlar el ritmo de la respiración, entreabro la boca y me concentro en el vacío, que dibuja formas fantasmagóricas.

Caos tira de mí en un momento determinado e intento que se acople a mi ritmo. No puedo ir más rápido. Estoy jadeando y el resonar de las pisadas contra el suelo va casi al mismo ritmo que mi corazón. Parece entenderlo después de un minuto en el que vamos algo descompensados ​​y recula, avanza más lento.

Los kilómetros van quedando atrás. La ruta es una especie de vuelta por la carretera principal que rodea una pequeña urbanización de típicas casitas de madera hasta regresar a la meta, que se sitúa en el mismo punto de salida. Casi siempre voy acompañado por algún otro participante. No tengo ni la más remota idea de en qué posición me encuentro, he dejado de controlarlo. Solo corro, corro sin mirar atrás; Caos galopa a mi lado, apenas dos pasos por delante y sin tirar del arnés. Observe sus patas chocar contra el asfalto y coger impulso antes de alzarse de nuevo; tiene las orejas levantadas y el pelaje algo erizado por el constante movimiento. Es hipnótico.

Y cuando vuelvo a alzar la mirada distingo a lo lejos la línea de meta. Cojo aire con brusquedad y centro la vista en el cielo, que es de un gris verdoso, e ignora al público que observa y aplaude y cuchichea. Me gustaría decirle a Caos alguna palabra de ánimo -aunque siga sin tener la capacidad de entenderme- pero gasto mis últimas energías en seguirle el ritmo y llegar al destino que se dibuja ante mis ojos.

¡Ya esta! Lo alcanzo. ¡Cruzo la meta!

Estoy a punto de palmarla, aunque ahora mismo es lo de menos, porque lo he conseguido. Lo he hecho. Y un regocijo extraño me sacude, pero apenas puedo concentrarme en esa sensación, porque estoy demasiado ocupado intentando respirar. La granuja de Caos no parece compartir mi cansancio y se mueve a mi alrededor e intenta lamerme la cara cuando me inclino y me apoyo sobre las rodillas para calmar el dolor de estómago.

- Hum, Namjoon, ¿estás bien?

- ¿Tengo... pinta de estarlo...?- jadeo.

Escucho la risa vibrante de Jungkook a mi lado y me rodea la cintura con un brazo para ayudarme a erguirme de nuevo. Me falta poco para decirle que el hecho de que me toque no me ayuda precisamente a recuperar el ritmo normal de las pulsaciones. Al contrario. Creo que se descontrolan más, si es que eso es posible. Me aparta a un lado de la calzada y tropiezo con el montoncito de nieve que está apilada en el borde; él me sostiene con una sonrisa.

- ¿Estás mareado?

-Un poco.

- Lo has hecho muy bien, Namjoon.- aparta de mi rostro los mechones de cabello. De verdad que tiene que dejar de tocarme ya o no me responsabilizo de mis actos - Te ha clasificado tercero en la categoría masculina.

- ¿Tercero?- frunzo el ceño.

Me parece divertido.

- ¿Te parece poco? Hasta hace tres semanas no sabías ni lo que era el canicross.

Nos quedamos allí un rato más observando al resto de participantes que todavía están llegando a la meta. La sensación de satisfacción que experimentó minutos atrás se refleja también en los rostros de casi todos los corredores, menos en el de un tipo que está muy enfadado y le ha dado una patada a un poste de madera. Una simpática malamute de Alaska se acerca a Caos y dejo que se olisqueen un rato antes de que la carrera llegue definitivamente a su fin.

Media hora más tarde, los tres estamos dentro del coche y Jungkook desenvuelve los sándwiches que ha comprado en un local cercano de comida rápida y me tiende un zumo. Hemos decidido comer aquí para no dejar solo a Caos. Doy un mordisco e intento no poner cara de asco, es de carne, procedencia desconocida, prefiero no preguntar. Hago un esfuerzo por tragar mientras contempla la diminuta figura de metal con forma de perro que me han dado para quedar tercero. Probablemente sea el trofeo más cutre del mundo, pero pienso guardarlo como si valiese su peso en oro.

- ¿Ya no fumas?- pregunto - No hueles a tabaco.

Jungkook mastica pensativo.

- Quería dejarlo desde hace tiempo.

Le sonrío e ignora las arruguitas de crispación que aparecen en su frente cuando le doy a Caos un bocado de mi comida. Debe de ser muy aburrido atiborrarse todos los días de pienso.

- ¿Sabes? Quizás debería buscarle una novia; Creo que le ha gustado la perrita esa que se ha acercado al terminar la carrera.

Los ojos azules de Jungkook reflejan diversión.

-Es un animal. No sufras por él, te aseguro que cuando llegue el momento sabrá bien buscarse... ¿Cómo ha dicho? ¿Novia?- alza las cejas sin dejar de sonreír - Lo que sea.

- Qué insensible. Caos no necesita solo un desahogo rápido, sino una compañera que lo quiera y lo entienda. Los perros de John no le tienen mucho aprecio; Vivaldi es el único que no le ignora.

Jungkook vuelve a reír y repite la palabra «insensible» imitando mi voz, burlón. Creo que nunca antes lo había visto feliz durante tanto tiempo seguido. Me gusta esta faceta suya. Me gustan todas sus facetas, en realidad.

En cuanto terminamos de comer nos ponemos en marcha y volvemos a adentrarnos en la carretera que conduce a Inovik Lake. Como sé que queda casi una hora de trayecto, me recuesto y observo las diferentes tonalidades de verde de los árboles que forman el paisaje y se convierten en meros esbozos borrosos conforme Jungkook conduce a más velocidad. Se me cierran los ojos del cansancio; la pasada noche apenas pude dormir un par de horas por culpa de los nervios y ahora soy incapaz de mantenerme despierto ni un minuto más. Bostezo y dejo que el sueño me envuelva.

¡Pum! Abro los ojos de golpe.

Miro a mi alrededor, desorientado.

Jungkook acaba de frenar en seco y el cinturón de seguridad me oprime las costillas. Cojo aire mientras los ladridos de Caos se alzan a mi espalda y el sonido agudo se me mete en los oídos. Y entonces lo veo. El oso. Hay un oso en medio de la carretera. Es enorme e imponente; una bestia de pelaje marrón y cabeza ancha.

Miro y Jungkook.

Está pálido, temblando, con las manos aferradas al volante con tanta fuerza que tiene los nudillos blancos. No reacciones. Estoy a punto de decirle que bordeamos la carretera por el carril contrario cuando lo veo apretar los dientes y salir del coche. ¿Qué demonios están haciendo? Caos ladra más fuerte, consciente de la presencia del oso y yo intento pensar... Intento encontrar una explicación lógica que me ayude a comprender lo que ocurre...

El animal se mueve a un lado caminando sobre sus cuatro patas y Jungkook coge una piedra que hay en la cuneta antes de avanzar hacia él. Se ha vuelto loco. Ese oso podría matarle de un solo zarpazo. Trago saliva para deshacer el nudo que me aprieta la garganta, me arma de valor y salgo del coche. Lo llamo a gritos.

-¡Jungkook!

Casi no puedo respirar.

Les separan varios metros de distancia y él sigue acercándose decidido, como si no fuese una bestia lo que tiene enfrente. De pronto, el oso se alza sobre sus patas traseras, emite un violento rugido y vuelve a dejar caer el peso de su cuerpo sobre las extremidades superiores antes de adentrarse entre la espesura del bosque.

Jungkook lo sigue.

¿Por qué lo hace?

En cuanto consigo salir del entumecimiento mental, corro hacia él y, antes de que pueda adentrarse entre la maraña de árboles, lo abrazo por la espalda e intento retenerlo con todas mis fuerzas. Jungkook se queda paralizado, roto, respirando entrecortadamente; Tengo la mejilla apoyada entre sus omoplatos y las manos sobre su estómago, así que noto el esfuerzo que hace cada vez que inspira. Abre la mano y deja que la piedra caiga al suelo y ruede entre la hojarasca húmeda.

- Volvamos al coche, por favor...

El oso podría regresar en cualquier momento y ni siquiera tendríamos tiempo para huir. Jungkook no responde, no con palabras, pero reacciona, se gira y me coge de la mano con demasiada fuerza mientras se encamina hacia el vehículo donde Caos sigue ladrando. Aguanto la presión que ejercen sus dedos sobre los míos hasta que me abre la puerta del copiloto y me empuja con suavidad para que entre. Él rodea el coche y ocupa su asiento instantes después. Arranca el motor y vuelve a frenar tras desviarse hacia un lado. Deja la llave colgando del contacto.

Retuerzo los dedos, nervioso. Lo miro.

Y entonces descubro que está llorando.

Su rostro es un lienzo en blanco, totalmente inexpresivo, pero veo las lágrimas silenciosas, el azul acuoso de sus ojos que se ha convertido en un mar encrespado. Inseguro, alargo una mano y recojo con la punta de los dedos una gota salada que resbala por su mejilla izquierda. Se estremece, sorprendido, y creo que hasta ahora ni siquiera él mismo se había dado cuenta de que lloraba. Se limpia la cara bruscamente con el dorso de la mano y apoya la frente en el volante del coche.

- Tranquilo...- susurro y trago saliva, angustiado, porque no sé qué hacer para que se sienta mejor. Ni siquiera soy capaz de ordenar en mi mente lo que acaba de ocurrir - Estoy aquí, Jungkook. No estás solo.

Le froto la espalda con cariño, pero él me aparta cuando se yergue, se inclina hacia mí y me abraza. Me aprieta tan fuerte que me levanta un poco del asiento y me tira contra él. Escondo el rostro en su pecho y dejo que sus brazos me estrechen el tiempo que necesito. Oigo el latido de su corazón. Agitado. Furioso. Ojalá pudiese hacer algo para calmarlo.

No sabría decir cuánto tiempo transcurre hasta que me suelta y vuelve a fijar la mirada en la carretera. La luz del día es más opaca que la de esta mañana y las nubes que surcan el cielo son rasas, esponjosas, y están tan cerca que casi parece que acaricien las copas de los árboles. Jungkook suspira hondo. Luego, gira la llave y retomamos el camino de regreso.

Me paso medio trayecto debatiéndome entre hacer alguna pregunta o seguir callado e inmóvil. Por más que lo observa, no consigo encontrar ninguna emoción clara en su rostro; me recuerda a un lago después de una tormenta, cuando el agua se queda en calma y nadie diría que minutos atrás la superficie estaba siendo golpeada por la insistente lluvia.

Quiero decir algo, pero temo meter la pata. No sé qué narices ha ocurrido hace un rato y no quiero que nuestra relación cambie por abrir la boca más de la cuenta. Así que, al final, empiezo a hablar de las cosas más estúpidas que se me pasan por la cabeza con la intención de que se olvide de lo que sea que lo atormente. Le cuento el argumento del libro que empecé esta semana y todavía no he terminado. Jungkook no da muestras de estar escuchándome, aunque sé que lo hace. Cuando llegamos a casa, para a un lado y no apaga el motor, señal de que quiere que bajemos rápido.

Cojo aire e intento pensar algo, cualquier cosa que rompa esta tensión.

- Podríamos volver a comer algún día en esa hamburguesería a la que fuimos el mes pasado.- propongo - O hacer un muñeco de nieve. Algo divertido.- digo, mientras observa el color blanco que recubre el prado, el tejado de la cabaña y parte del camino. Parece un paisaje de fantasía.

- No somos unos niños. Al menos, uno de nosotros dos no lo es.- replica con secuencia y luego su rostro se contrae en una mueca que no logro descifrar. Es casi como si sintiese un dolor físico - Namjoon, vete ya, por favor. Te lo ruego.

- ¿Por qué tienes que ser así?

- ¡Porque estás diciendo idioteces!

Salgo del coche en silencio, saco a Caos y me alejo sin mirar atrás, porque no me hace falta hacerlo para saber que ya se ha marchado; escucho distante el ronroneo del motor. Entro en casa con Caos. Me apetece pasar un rato más junto a él. Recuesto la cabeza en su lomo cuando se tumba sobre la alfombra y, todavía con el abrigo puesto, también frente a mí la figurita con forma canina que me recuerda que hace apenas unas horas este estaba siendo uno de los mejores días en mucho, mucho tiempo. . El aprieto con fuerza entre los dedos. Sé que debería subir a casa de John y contarle la noticia, porque seguro que se alegrará y una sonrisa bonachona cruzará su rostro, pero ahora soy incapaz de fingir que no ha pasado nada y todo va bien. El oso sigue adueñándose de todos mis pensamientos: su cuerpo robusto, su mirada incisiva. Y Jungkook. Temblando. Enajenado. Perdiendo el control.

No volví a ver a Jungkook en los siguientes dos días. Ni viene a los entrenamientos ni acude al trabajo. Hakbeom me asegura que está enfermo. Queja, dado. Yo sé que no es cierto, pero reprimo las ganas de gritarle que no me mienta porque entiendo que no tiene la culpa. Así que me ocupa de la clientela y él lleva las cuentas, de las que normalmente se encarga Jungkook, y, al terminar la jornada diaria, me trae en coche hasta la cabaña. Realizar el camino con Hakbeom es muy diferente. Hablamos. Los dos. Y lo hacemos de cosas tontas, de la nueva receta que probará la próxima semana, de si es una buena idea celebrar la boda en la época navideña, de canciones y grupos de música de los noventa que nos gustan a ambos...

Al tercer día, mientras desayunaba un café con nata algo aguado, me planteo la posibilidad de ir a la casa de Jungkook para ver si está bien. Me preocupa. Me importa. Y mucho más de lo que estaría dispuesto a reconocer en voz alta. Sin embargo, cuando abro la puerta y salgo al porche dispuesto a entrenar por mi cuenta, tal como he hecho las últimas mañanas, lo veo frente a la cabaña, en medio de la explanada blanca que se extiende entre varios abetos. Estás de espaldas. No sé qué es lo que está haciendo ahí. Desciendo las escaleras y la nieve cruje bajo mis pies cuando empiezo a andar sobre ella.

-¿Jungkook?

Me mira por encima del hombro. Una expresión de culpabilidad ensombrece su semblante y siento que se me para el corazón en el pecho cuando veo lo que ha terminado de hacer.

Un muñeco de nieve.

Alzo la vista hasta encontrar sus ojos pálidos. Le sonrío, me sonríe, y reprimo las ganas de llorar como un imbécil mientras muevo una de las ramitas que ha colocado a modo de brazo y la pongo bien, recta, como debe estar.

Ahora sí. Ha quedado perfecto.

2 de marzo

Querido diario,

Anoche Kayden vino a cenar a casa y se lo presenté por fin a mamá.

No negaré que al principio fue un poco raro. Digamos que, para empezar, no le hizo demasiada gracia que le hubiera escondido durante medio año que tenía novio. A veces mamá piensa que es mi mejor amiga y creo que no se da cuenta de que siempre habrá una línea divisoria entre nosotros y eso no es malo. Simplemente, es mi madre. Y quiero que siga siéndolo, con todas sus consecuencias. Tu mejor amiga no te pega la bronca cuando sales pitando de casa y olvidas hacer la cama, resumámoslo así.

La cuestión es que, cuando se lo dije, me hizo un montón de preguntas sobre él, su familia, su trabajo, su personalidad... Quería saberlo todo, ¡hasta la talla de calcetines! Después, como ya esperaba, llamó a papá y, tal como también era de suponer, él la tranquilizó y le dijo que era de lo más normal que tuviese pareja. Menos mal que él está acuerdo, tengo suerte de tenerlo en mi vida. Así que, un poco más calmada, se puso a mirar el último libro de recetas que le regaló la madre de Yakone en busca de la cena perfecta. Yo insistí en que no era necesario que preparara algo especial, pero... en fin, así es ella.

Cuando llegué el viernes por la tarde con Kayden, la casa olía a pescado, hinojo y cilantro. El vapor de la sopa de gambas y marisco flotaba en el aire y, al entrar en la cocina, encontramos a mamá trajinando entre un montón de sartenes. Se dio la vuelta y se quedó paralizada mirando a Kayden mientras se retiraba tras la oreja un mechón de cabello rubio. Le suena, supongo que por inercia. Es lo que tiene Kayden en una primera toma de contacto, que impacta por la serenidad que se refleja en sus gestos.

Le tendió la mano y le aseguró que estaba encantado de poder conocerla al fin. Después de la sorpresa al arremangarse el suéter y ofrecerse voluntario para ayudarla a terminar la cena. Mamá insistió en que no era necesario, pero al final terminamos los tres en la cocina, hablando de todo un poco, mientras la sopa de marisco se enfriaba y preparábamos los entrantes: patatas asadas con salsa de soja y bocaditos de hojaldre con salmón y mermelada. de tomate.

Fue una velada agradable.

No podía dejar de mirar embelesado a Kayden desde el otro lado de la mesa y darle las gracias en silencio por ser tan considerada y paciente con mamá. Respondió a todas sus preguntas y, cuando casi antes de marcharse ella hurgó más en sus problemas familiares y le preguntó a qué se dedicaban sus padres, él vaciló un momento, como si estuviese valorando la posibilidad de mentir, pero finalmente contestó que dueño erans de una refinería de petróleo.

Nunca me lo había dicho.

Me quedé desnudo, con un nudo en el estómago mientras lo miraba en silencio. Y luego intenté ocultar mi engaño, porque me di cuenta de que no conocía tan bien como pensaba al chico que tenía enfrente.

🐼🐨💜...

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