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Capitulo 10

Jungkook es implacable.

La primera semana me hizo trabajar duro. No entrenamos con Caos, sino que se centró en mí, en corregir la postura, en reducir los tiempos, en evaluar cada cosa mínima que hacía mientras corría. Me sentí como una rata de laboratorio ante sus ojos, pero agradecí que no volviese a sacar el tema de la comida ni a preguntarme nada personal. Tan solo corrimos cada día un rato en silencio, bordeando el lago, juntos.

Nuestra rutina siguió intacta cada día, menos el jueves, cuando él paró en el muelle, como si acabase de llegar al fin del mundo, y se quedó allí, unos metros alejados, con la capucha de la sudadera puesta y los ojos clavados en el agua en calma. No sé explicar por qué, pero supe que estaba pensando en lo que sentiría al caer, al hundirse en la profundidad del lago, al notar el agua gélida rodeándole y colándose en sus pulmones...

- Vámonos.- lo cogí de la manga y Jungkook despertó de aquella especie de letargo - ¿O es que ya no puedes más?- me burlé con la intención de distraerle y él me siguió por el prado que conducía hacia el sendero, el único. lugar donde no había rastro de nieve.

Ahora estoy dolorido tras el duro entrenamiento de ayer y me cuesta hasta dar un par de pasos para atender a los clientes que van llegando. No pensé que se tomaría tan en serio lo de ayudarme a practicar canicross, pero no me quejo y no solo porque sea una distracción en este lugar donde apenas hay nada más que hacer, sino porque además me gusta pasar tiempo con él. Creí que después de que descubriese uno de mis muchos pequeños secretos me sentiría incómodo a su lado, pero ha sido justo al revés. Libertador. Como respirar muy profundamente.

Y luego está el hecho de que correr es realmente lo único que sé hacer. No se lo dije de broma en su momento. Educación física era mi asignatura preferida en el instituto; concentrarme solo en mi cuerpo, en lo que podía o no podía hacer, en lo fascinante que resultaba forzar el músculo un poco más cuando parece gritarte que pares de una vez por todas; es como desobedecer las señales que envía tu cerebro, retarte a ti mismo.

- Faltan dos halibut con crema de calabaza.- digo en cuanto entro en la cocina y repaso las comandos que he colgado allí hace un rato.

- Ya casi están.- Hakbeom se inclina sobre uno de los platos y añade la crema a un lado del pescado blanco - Ten, llévatelos. Y esto es lo que tienes también tú para cenar, ve haciéndote a la idea.- añade riéndose.

«Genial», pienso con sarcasmo.

Creo que, en toda mi vida, jamás había comido tanto pescado. Se me acabará quedando cara de pez.

Resulta que, como una de las condiciones era mejorar la alimentación, Jungkook pensó que cada noche podría llevarme las sobras a casa. Ayer le dije que estaba engordando demasiado y contestó algo así como que «el músculo pesa más que la grasa», pero me sigue preocupando, a pesar de que estoy en un buen punto en comparación a donde estaba antes. No quiero volver a caer ni verme horrible frente al espejo.

Cuando acaba la jornada, cojo la tartera con mi cena y me despido de Hakbeom con un beso en la mejilla. Jungkook ya está fuera. Ahora sale siempre cinco minutos antes de cerrar, se fuma un cigarro mientras va hacia el coche y luego me recoge en la puerta del bar. Sé que sigue fumando, no porque me lo diga o le vea hacerlo, sino porque el olor del tabaco es demasiado característico como para pasarlo por alto.

- Promete que vendrás el domingo.- insiste Hakbeom.

-No sé si podré.

- ¿Tienes que matar las horas cazando moscas o algo así?

-Qué gracioso. Te recuerdo que ahora tengo un entrenador personal muy exigente con el complejo de Forrest Gump. Hago cosas. Y tengo pendiente una partida de ajedrez con John.

Hakbeom me regala una sonrisa inmensa mientras se pone su gorro de lana azul y luego coge las llaves de la persiana del bar que están sobre la barra.

- La hora del té es a las tres. Ya sabes que a Naaja no le gusta la impuntualidad.

- ¡No he dicho que iría!

- Más te vale hacerlo si no quieres que Sialuk te lleve a rastras.- abre la boca y vuelve a cerrarla y, de pronto, se muestra confuso y vacilante; se toca con los dedos los mechones rubios que le caen por la frente - Me está volviendo un poco loco con esta boda, ¿sabes? Creo que necesita un amigo con urgencia. Cambia de opinión unas mil veces al día y el otro día estuvo tres horas hablándome de una tarta de frutos rojos de tres pisos que, finalmente, no quiere. Entonces, ¿para qué me explicó las cantidades exactas de cada ingrediente y cada paso de la receta? Sialuk no es así. No es tan... chica. No en un mal sentido. No, no he querido decir eso. Me refiero a que a ella no suelen preocuparle cosas de ese estilo.

No consigo reprimir la risa.

- No hay sufras, es muy normal. Ya se le pasará.

- Pero, ¿vendrás a tomar el té? Habrá un montón de pastas. Vamos, Namjoon, sé un buen amigo.

Hakbeom se tambalea cuando lo abrazo con fuerza. No sé si ha sido porque la falta de cariño que arrastro empieza a ser preocupante o por el hecho de oírle decir en voz alta que me considera su «amigo», pero necesitaba hacerlo. Huele a especias. Hakbeom es cocina. Y seguridad. Y cosas buenas. Bronceado transparente...

La puerta de la persiana chirría cuando Jungkook la levanta un poco para entrar. Tras romper el abrazo, le aseguro que iré el domingo a casa de Naaja y cojo la bolsa con mi cena antes de seguir a Jungkook hasta el coche, que ha dejado en marcha y con la calefacción encendida. No me mira ni una sola vez.

- ¿Qué te pasa?- pregunto.

-Nada.

Ponga el freno de mano con brusquedad en cuanto lleguemos a casa. La nieve que todavía queda brilla bajo la luz de los faros del vehículo.

- ¿Mañana entrenamos?

- Sí. Lo haremos con Caos.

- De acuerdo.

La voz de Jungkook me frena antes de que abra la puerta.

- Sabes que Hakbeom se va a casar, ¿no?

- ¿Perdón?

-Olvídalo.

- ¡No, no quiero olvidarlo!- me giro hacia él alzando la voz. Jungkook sujeta el volante, impasible, y su rostro no muestra ni rastro de emoción - ¿Qué estás insinuando?

- Estabas abrazándolo.- susurra.

- ¿Y? Los abrazan se amigos.

- Bien. Entra en casa.

- ¿Qué demonios te pasa? ¿Estás celoso?

Jungkook frunció el ceño con lentitud, como si no se le hubiera pasado esa posibilidad por la cabeza. No sé por qué lo he dicho, pero, joder, me ha dolido lo que sugerían sus palabras. Puede que me haya tropezado con todas y cada una de las piedras que he ido encontrándome en el camino, y quizás por ello hiciese daño a personas que no se lo merecían, pero jamás le haría nada malo a Hakbeom oa Sialuk. Ni a John. Ni a nadie. Odio que Jungkook me siga viendo como a un intruso que ha llegado aquí para desbaratar su vida y la de los suyos.

Ante su silencio, el corazón me late con fuerza y ​​se me seca la boca.

- ¿Por qué no contestas?

- Porque no quiero hacerte daño. Baja del coche, Namjoon.

- No, no te cortes, di lo que tengas que decir.

Jungkook suspira hondo y tamborilea con los dedos sobre el volante antes de clavar su mirada en mí. Sí es intensa y profunda; Me sobrecoge y me deja sin aliento.

- Jamás podría sentir celos por alguien como tú, Namjoon. ¿Por qué iba a hacerlo? Eres ignorante e impulsivo y no hay nada en ti que...

Se calla. Lo veo contenerse, tensar la mandíbula, pero deduzco lo que quiere decir, «no hay nada en ti que me guste». Lo sé porque llevo muchos años pensando lo mismo de mí, pero en este momento lo odio. Lo odio por recordármelo y sentir de nuevo esta ansiedad en el pecho. Dice algo más, pero lo ignora y salgo del coche, y camino a toda prisa hasta llegar al porche y meterme en casa.

Respiro hondo.

Oigo cómo golpea la puerta, pero no abre. Pasados ​​unos minutos, se marcha. Bien. Es mejor así. Me quedo un rato más sentado en el suelo, con la espalda recostada en la pared, hasta que el frío se vuelve insoportable. Dejo en la cocina la cena, me cambio de ropa y me tumbo en el sofá, bajo las mantas. No quiero leer. No quiero comer. No quiero pensar en nada. Ojalá pudiese desaparecer del mundo un par de horas al día y luego regresar, sonreír y fingir ante los demás que todo está bien en mí.

Pero no es verdad.

Nada está bien. Nada.

El sábado no voy a trabajar. Le digo a John que me encuentro mal y le pido que cuando vaya al pueblo pase por Lemmini para avisar a los chicos. No tengo fiebre ni me he resfriado, pero me duele el corazón, mucho. Los médicos deberían poder escribir algo así en sus diagnósticos: «Dolor profundo en el pecho, caída de autoestima, alto riesgo de muerte por tristeza. Se recomienda reposo urgente».

No me siento así por lo que Jungkook piensa de mí, por el hecho de que le parece poco interesante e ignorante. Me siento así por todos los recuerdos que sus palabras han despertado, por todas esas veces que me he visto diminuto y estúpido. Ahora no quiero encontrarme con él, volver a enfrentarme a sus palabras.

Así que me quedo toda la mañana haciendo nada, esperando a que el tiempo pase, hasta que decidió ir a ver a los perros y me siento con ellos, en el prado, a la espera de que John regrese del pueblo. Cuando lo hace, damos un paseo por el bosque con la mitad de la manada y no me preguntan por qué no parezco estar enfermo. Más tarde, me ocupo de llevar los troncos al cobertizo mientras él los va cortando, y después comemos y pasamos el resto de la tarde escuchando a Bach y jugando al ajedrez. Para seguir con nuestra tradición habitual, me gana todas las partidas.

Al día siguiente me digo que una promesa es una promesa y voy andando hasta casa de Naaja. Cuando llego es aún temprano y estoy agotado y muerto de frío. Todos me reciben con su característica hospitalidad y, mientras preparan el té y se terminan de cocinar las pastas, subimos a la habitación de Sialuk.

Hakbeom se sienta en la cama, al lado de una revista abierta que muestra un vestido de novia con veinte capas de tul y gasas que caen por la falda como si fuesen escamas hechas de tela vaporosa. Lo señalo con la cabeza y el sonrío a Sialuk.

- ¿Haciendo aviones?

-Ese intento. Es más difícil de lo que parece.

- Ya veo...- cojo la revista y le echo un vistazo mientras advierto por el rabillo del ojo cómo Hakbeom le da a su novia un beso tierno en la sien y luego la abraza antes de que ella proteste por el fuerte achuchón y se aparte a un lado - ¿Tienes algo pensado?

- Algo, pero poca cosa.- Sialuk se trenza el pelo con gesto ausente y manos hábiles, sin necesidad de mirarse al espejo - Me gustaría que fuese al aire libre, en la temporada de nieve. Lo que todavía no tengo claro es dónde podríamos celebrar la comida; Tampoco quiero nada exagerado, solo la familia y los amigos.

- Podría ser en Lemmini.- propone Hakbeom, vacilante.

- ¿Allí? Es un poco... no sé, raro.- la nariz chata de Sialuk se arruga con suavidad.

- Elegiríamos juntos un menú y yo me encargaría de dejarlo todo a punto. En el Lemmini cabrían todos los invitados sin problemas y sería algo íntimo y sencillo.

- Pero ahí estamos todos los días.- Sialuk me mira - ¿Tú qué opinas, Namjoon? ¿Te gusta la idea?

Sonrío entusiasmado.

-Creo que es perfecto.

Hakbeom cobija la mano derecha de Sialuk entre las suyas y alza las cejas al mirarla fijamente a los ojos. Ella le presta toda su atención.

- Yo solo quiero casa contigo. - susurra -. Elige un vestido que te guste y disfruta planeando ese día, pero recuerda lo que nos prometimos cuando éramos pequeños: que nunca olvidaríamos las cosas que de verdad importan. Lo último que quiero es que nuestra boda termine haciéndote infeliz.

Sialuk lo estrecha entre sus brazos y esconde el rostro en su hombro. Permanezco quieto, en medio de la habitación e intento no mirarles, pero es imposible, porque una parte de mí anhela lo que veo y, egoístamente, quiero que este recuerdo también me pertenezca incluso aunque no sea mío. Parpadeo conteniendo las lágrimas. Creo que Alaska fomenta mi sensibilidad o algo así. Demonios.

- Podríamos cambiar la decoración del bar para que siga siendo el mismo sitio pero parezca totalmente diferente.- propongo y me siento aliviado cuando se separan y la tensión del momento se rompe - A mí me encantaría hacerlo. Si es lo que quieres, claro.

Sialuk se pone en pie de un salto.

- ¡Sería genial! ¡Me encanta la idea!

- A mí también.- Hakbeom me mira agradecido.

- Será mejor que bajemos, seguro que el té está casi listo. Luego puedes subir y llevarte un par de libros más.

Los tres bajamos las escaleras. Antes de entrar en el comedor, Hakbeom me coge del codo para que lo mire y sus labios dibujaran un «gracias» silencioso que acepta con una sonrisa. Nos acomodamos y Naaja sirve el té humeante y deja la bandeja con las pastas en el centro. Al otro lado está sentada la madre de Sialuk y dos mujeres que veo a menudo en el bar por las tardes; hablan entre ellas mientras mordisquean las galletas caseras que todavía están calientes.

La puerta del comedor vuelve a abrirse unos minutos más tarde. Jungkook entra y sus ojos se clavan en mí como si fuese la única persona que hay dentro de la estancia. Su mirada es cauta. Me encojo un poco en la silla y él atraviesa la habitación y se sienta en uno de los sitios libres, en un extremo de la mesa.

- Qué agradable sorpresa.- canturrea Naaja - Creí que dijiste que no vendrías.

- He cambió de opinión.- contesta en una especie de contenido gruñido.

- ¿Quieres té?

- No gracias.

- ¿Café, zumo de arándanos?

-Estoy bien así, Naaja.

Ella asiente y se lleva la tacita a los rugosos labios para dar un trago. Jungkook no bebe ni come nada, se queda ahí, sentado, de brazos cruzados, mientras Sialuk le explica a su familia la posibilidad de hacer la boda al aire libre y la comida en el bar.

- ¿Qué te parece, babushka?

- Creo que será una boda preciosa.- Naaja me ofrece una segunda galleta de mantequilla con pasas y yo la acepto - ¿Y tú, Namjoon? ¿Te gustaría casarte algún día?

Se me caen unas migajas cuando muerdo.

- No, no me va todo el tema de las bodas. Creo que cuando encuentre a esa persona especial me bastará con eso, con haberla encontrado. Que no es poco.- recuerdo las palabras que Jungkook me dijo dos días atrás y siento el mismo dolor que entonces - Además, soy impulsivo e ignorante, así que dudo mucho que alguien vaya a querer casarse conmigo. Un problema menos.

Es posible que, si me esfuerzo, pueda escuchar el rechinar de los dientes de Jungkook, que me fulmina con la mirada desde el otro extremo de la mesa. Pues bueno. Me da igual. Si esto es ser impulsivo, sí, lo soy; Tampoco he dicho nada que, según él, no sea cierto.

- ¿De dónde sacas eso?- pregunta Sialuk horrorizada.

-Solo es un decir. Todos tenemos nuestras taras.

- Siqiniq, ¿un poco más de té?

- Sí, por favor.- Naaja me rellena la taza - ¿Puedo saber qué significa siqiniq? Llevo preguntándomelo desde el día de tu cumpleaños.

Naaja sonríe con los ojos entrecerrados y entrelaza sus manos arrugadas antes de apoyarlas sobre el tapete lila de la mesa.

- Es el nombre que te pondría si no tuvieses ya uno o quisieses desprenderte del tuyo. Siqiniq significa «sol».

- ¿En serio? ¿Sol? No me pegues nada.

- ¿Por qué no?- Naaja se ríe y sus dos amigas le siguen la gracia, como si solo ellas entendiesen el chiste - Siqiniq representa vida, calidez y esperanza.

Bajo la mirada tan solo por consideración, porque es anciana y no sabe lo que dice. ¿Cómo demonios voy a ser yo lo más parecido a un sol que hay en Inovik Lake? No entiendo cómo todos los demás pueden aguantar la risa, pero lo hacen, están serios. Sobre todo Jungkook. No necesito clases de teatro, eso desde luego.

Me levanté y me excuso diciendo que voy a usar el teléfono. Naaja me dedica una sonrisa cariñosa. Ya en su curioso laboratorio, y después de echarle un vistazo a un par de tarritos de cristal, marco el número de casa. Esta vez, mamá sí que está. Llora en cuanto escucha el primer «hola» y lo sigue haciendo diez y quince minutos después, y cuando le digo que debo colgar.

Matthew le contó lo de Alaska la semana anterior, así que lo tenía medio asimilado. Hemos hablado de mí, de ella, de Ellie y de cosas banales del día a día, y era justo lo que necesitaba. No quería más reproches, tan solo charlar como antaño, cuando podía contarle cualquier cosa con la seguridad de que me entendería.

No vuelva a sentarme cuando esté bajo al piso inferior. Cojo la chaqueta y, mientras me la pongo, me despido de todos. Estoy cansado, pero tengo ganas de gastar las pocas energías que me quedan con Caos, saliendo a correr, y luego dormir como un bebé y disfrutar del lunes libre por delante.

El coche de Jungkook frena a mi lado antes de que llegue al inicio del sendero. Sigo andando. ¿Por qué tiene que complicarlo todo más? Es mejor dejar las cosas como están. Baja la ventanilla.

- Sube al coche.

- Deja de darme órdenes. Te comportas como si fueses mi jefe no cinco horas al día, sino todo el puto tiempo.- sigo caminando por el suelo resbaladizo y alumbro el sendero con la linterna - Bueno, ¿sabes qué? Tienes razón. Cometí un error pidiéndote ayuda. Lo siento. Siento haberte hecho perder el tiempo.

-Namjoon, basta. No vas a ir andando con este frío que hace. Vamos, sube.- noto cierto nerviosismo en su voz - No hagas que Caos te escuche y venga hasta aquí.

Eso me hace dudar. Qué cabrón. Ilumino los alrededores para asegurarme de que no esté ya allí, esperándome por algún sitio, pero no lo veo. Me trago mi orgullo y me siento en el asiento del copiloto, pero evita mirarlo hasta que llegamos a casa y para el coche.

- Buenas noches.

- Namjoon, amigo...

«Pues no está mal como disculpa», pienso, «muy elaborada, con una argumentación irrebatible. Ajá». Es decir, que después de básicamente dejar caer que le parezco aborrecible, todo lo que se le ocurre añadir para solucionarlo es «Namjoon, joder...». Y no quiero pensar en el segundo sentido de la frase como posible solución, aunque incluso eso sería más útil y creativo que su triste intento.

Entro en casa, encendiendo la calefacción del cuarto de baño y, mientras se calienta un poco, busca el conjunto verde cutre que Jungkook eligió la semana pasada, porque el otro está sucio. Encima tengo que parecer un algodón de azúcar andante por su culpa. Me subo la cremallera hasta arriba y me pongo también orejeras y un gorro de lana porque el frío hace que me den pinchazos en los oídos cada dos por tres; es de lo más molesto.

Caos ya está en el porche cuando salgo. Con Jungkook. Dejándose acariciar.

- ¿Qué pretendes hacer?

- Correr con el perro, que es lo que tendría que haber hecho desde hace semanas. Ya estoy harto de intentar complacer a los demás; haré las cosas a mi manera.- mascullo mientras le pongo a Caos el arnés e ignora sus gemidos lastimeros. Algún día entenderá que solo lo hago por su bien.

- ¡Espera, Namjoon! ¡No mares cabezota!

Me sigue al bajar los escalones del porche y cuando me dirijo hacia la orilla del lago. Caos frena con sus patas traseras; se ha levantado un viento fuerte que sacude los árboles y creo que eso lo inquieta, porque no deja de mirar a su alrededor manteniéndose alerta. Tirito. Me aprieto bien la correa del arnés y empiezo a trotar a paso muy lento, con la esperanza de que Caos reaccione y me siga. Necesito que me siga. Por favor, por favor, por favor.

- ¿Te has vuelto loco?- Jungkook eleva la voz y entrecierra los ojos ante una sacudida brusca de aire - ¡Mierda! ¡Paraca! ¿Es que no ves que se acerca una tormenta?

Lo ignora y corro más rápido hasta tirar de la correa de Caos, que se asusta y se agita descontrolado cuando Jungkook vuelve a gritar a su espalda. El perro me adelanta e intento seguirle el ritmo, pero se comporta como si estuviese huyendo de Jungkook. Y de mí. De nosotros. Procuro frenarlo, estoy a punto de coger la correa con las dos manos para hacer fuerza y ​​retenerlo, cuando Caos estira más de la cuenta y tropiezo y caigo al suelo. Me arrastro apenas medio metro por el camino terroso antes de darme cuenta de que no lo sigo y ladrar asustado sin dejar de caminar en círculos a mi alrededor.

- ¡Namjoon!- Jungkook se arrodilla a mi lado e intenta evaluarme a pesar de que está oscuro - ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?

- Solo... me he dado en la cabeza.- noto palpitar la sien derecha y me he raspado en la caída la palma de una mano, así que apoyo la otra para ponerme en pie con cierta dificultad.

- Ven, sujétate a mí. Yo te llevo. Pero antes, deja que te bastante esto.

Aguanto la respiración mientras abre el cierre del arnés y luego déjo que me coja de la cintura con un brazo mientras caminamos juntos hacia casa. Caos se mueve intranquilo a nuestro alrededor, como si supiese que ha hecho algo malo, pero no ha sido por su culpa. Al contrario. El cambio inesperado del clima y nuestros gritos lo han puesto muy nervioso.

- Iré a llevarle el perro a John ya pedirle el botiquín. No te toques, tienes una herida en la frente. Espérame dentro.

Le hago caso, pero antes me inclina hacia Caos y lo achucho entre mis brazos y dejo un reguero de besos por su suave pelaje. Me lame la mano agradecido en cuanto me aparto y, a pesar de todo, a pesar de lo que acaba de ocurrir y de la tristeza de los últimos días, sonrío. No sé por qué, pero Caos es terapia y siempre consigue arrancarme un pellizco de felicidad.

Aguardo en casa hasta que Jungkook regresa diez minutos después y me pide que me sienta en el sofá mientras le echa un vistazo a las heridas. Me duele la cabeza y tengo un par de rasguños en la palma de la mano izquierda.

-¿Es grave?

- Sobrevivirás.

- ¿Eso es un intento de broma?

- De alguna manera.

Empapa un algodón y luego lo presiona sobre mi frente arrancándome un quejido de dolor. Escuece. Mucho. Aprieto los labios con el firme propósito de no volver a darle la satisfacción de verme sufrir. Jungkook se inclina más hacia mí mientras limpia la herida, y la proximidad y su característico aroma cítrico me pone nervioso, así que rompo el silencio.

-Pues lo haces fatal. Lo de bromear, digo.

- Sí. Será por falta de práctica.

- ¿Odias ser feliz o algo así?- tanteo.

-No exactamente. Un poco sí, quizás.- pestañea pensativo y me concentro en el azul pálido de sus ojos. Suspira y le quita el plástico a una tirita - Lo que dije el otro día no era cierto. Estaba enfadado conmigo mismo, no contigo.

Supongo que esto es lo más parecido a una disculpa que puedo esperar de él. Me pide que extienda la mano y lo hago. Fuera, el viento azota con fuerza las paredes de madera y da la sensación de que el techo se va a desplomar de un momento a otro porque se escuchan un montón de crujidos nada prometedores y el clima está empeorando.

Me estremezco cuando los dedos de Jungkook se deslizan por la palma de mi mano. Pasa el algodón por las heridas con cuidado y luego coge una gasa fina, me venda la mano y ata los extremos sobrantes.

- Listo. Ya está.

-Gracias.

Muevo los dedos para aflojar la venda y, al levantarme del sofá, veo que ha empezado a nevar. Me acerco a la ventana. Los copos de nieve se balancean con suavidad en medio de la oscuridad como si estuviesen representando una coreografía que todos se han aprendido a la perfección; el gélido viento los agita y provoca que se deslicen a un lado, como si los asustase. Apoye la mano en el cristal.

- ¿Habías visto antes nevar?

Jungkook guarda mi espalda, cerca.

- No. Sí, es precioso.

-Te cansarás de esto. Todos lo hacen.- respira hondo - Será mejor intento que traerte algo de leña antes de que la tormenta comience de verdad.

Lo sigo hasta la puerta.

- ¿Piensas salir ahora? No, espera. ¿Has visto el viento que hace? Dobla las ramas de los árboles. Quédate.

- ¿La leña sigue en la parte de atrás?

-Sí, pero...

El viento helado entra en casa como un vendaval en cuanto abre la puerta y algunos copos de nieve se cuelan y aterrizan en el suelo de madera. Jungkook sale y le pierdo de vista. Esto no es una tormenta, es más bien el fin del mundo; los matarrales que crecen cerca del lago se sacuden bruscamente y hace tanto frío que tomar una bocanada de aire supone un esfuerzo sobrehumano. Hago uso de toda mi fuerza para conseguir entornar la puerta. Jungkook vuelve un par de minutos más tarde cargado con varios troncos horribles. Le sacudo la chaqueta, que está llena de nieve.

- Estás helado. No pensarás coger el coche con este tiempo, ¿verdad?- camino tras él cuando se acerca a la chimenea, deja a un lado los troncos de madera y empieza a buscar las pastillas de carbón - ¡Ey, contéstame! ¿Por qué me ignoran?

Jungkook suena. Una sonrisa muy, muy pequeña.

- No te ignora, solo estaba... pensando qué hacer. Me quedaré un rato, hasta que amaine un poco.- responde y luego vuelve a centrarse en encender el fuego.

- All Right. Voy a cambiarme al baño, estoy deseando quitarme este modelito espantoso.- protesto por lo bajo y juraría que le oigo reír antes de cerrar la puerta del servicio.

Me miro en el espejo. Todavía llevo el maquillaje que me puse al mediodía para venir a tomar té a casa de Naaja. Cojo una toallita y me lo quito con cuidado de no despegarme la tirita de la frente. No es que me guste volver a quedarme «vacío» delante de Jungkook, pero, total, ya me ha visto y, además, también sabe eso, que estoy vacío. Suspiro hondo, me desprendo de la ropa y me visto a toda prisa con un pijama gris repleto de estrellitas que, a su vez, están rellenas de paillettes amarillas.

El fuego está encendido cuando regresa al comedor. Me siento frente a la chimenea, junto a él, que me observa con curiosidad. Extiendo las manos buscando el calor de las llamas ondulantes.

- ¿Qué miras?- pregunto con brusquedad.

-Nada. Me gusta tu pijama. No tanto como el navideño del otro día, pero, bueno, podría decirse que tienes buen gusto para la ropa de estar por casa.

- Viniendo de la persona que me hizo comprarme un chándal fosforescente no sé si tomármelo como un halago o un insulto.
Jungkook suena. La segunda del día. Debería hacerlo más.

Me dan ganas de besarlo cuando sonríe.

- Sabes que solo lo elegí por la visibilidad.

-Si tú lo dices...

El viento golpea con insistencia la cabaña. Cojo una de las mantas que hay sobre el sofá, la bajo a la alfombra y me cubro con ella. Estoy temblando.

- ¿Crees que puede tirar abajo las paredes?

- ¿What? No, claro que no. Las casas de aquí están preparadas para este tipo de tormentas de nieve; son muy frecuentes durante el invierno. Ya te dije que te cansarías de tanta nieve y tanto frío y tanta... soledad.- fija la mirada en las llamas y parece reflexionar sobre algo - Si hubieras leído sobre los alaskeños antes de venir aquí, sabrías que son los habitantes de América que más drogas se consumen y que la tasa de suicidio es una de las más altas del país.

- ¿Lo dices en serio?

-Totalmente.

Se incorpora un poco, acercándose más al fuego y su rodilla rosa la mía; cuando lo hace me sacude una sensación desconocida. No sé qué demonios me pasa con este tipo, pero es horrible no poder controlar mis propias reacciones.

- Creo que estás intentando asustarme para que desaparezca de aquí.- deduzco - ¿Por qué tienes tantas ganas de que me largue? Quizás no lo haga pronto, ¿sabes? Quizás me apetezca quedarme un par de años, lejos del mundo que conozco, tranquilo.

Jungkook tarda una eternidad en contestar.

-Te irás. Sé que te irás.- insiste - De todas formas, mientras estés aquí... Bueno, has llegado a un buen sitio. Casualidad o no, Inovik Lake es un lugar apacible, hacia el norte hay sitios mucho más inhóspitos.

Me pongo en pie, sin desprenderme de la manta que arrastro por el suelo, y me acerco de nuevo a la ventana. Estar con Jungkook en un espacio tan pequeño es un poco opresivo, como si su presencia encogiese las paredes. El viento hace que apenas se vea nada de lo que pasa fuera, aunque, por los sonidos que se escuchan, no parece agradable, desde luego. La nieve casi rosa la parte baja del cristal de la ventana.

Me giro hacia Jungkook.

- Espero que te gusten las latas de conservación o los paquetes de fritos, porque presiento que vas a tener que quedarte a cenar quieras o no. A ver, ¿qué te va más, albóndigas con salsa de guisantes o carne de arce con setas?

13 de enero

Querido diario,

No es verdad lo que escribí el otro día. No es verdad. Kayden debería poder tomar sus propias decisiones sin consultarme. Al fin y al cabo, es su vida, tiene una manera peculiar de ver las cosas y yo no puedo entenderlo igual. Por ejemplo, en el tema de las festividades, él piensa que cualquier día puede ser más especial o memorable que Acción de Gracias, que todo depende del valor que queremos darle a un momento concreto. Y eso lo aplica a todo lo demás. Cualquier cosa.

Ayer estuvimos en su piso, pero no llegamos a hacer nada más que la última vez. Y de verdad que necesitaba eso. Necesitaba preparar la cena a su lado y reírme, y luego tumbarme en el sofá acurrucado junto a él para ver una película y no enterrme ni de quién la protagonizaba porque estaba demasiado ocupada concentrada en el cuerpo de Kayden, en la placidez de su respiración profunda. , en sus manos grandes y firmes rodeándome la cintura y pegándome más a él...

Es adictivo. Esa es mi teoría.

Y vivo con un miedo profundo a que se dé cuenta de que no soy lo suficientemente bueno para él, de que solo soy un niño que todavía no ha terminado el último curso de instituto mientras que él tiene su trabajo, su autonomía, su piso, sus ideas claras. Es el tipo de persona que sabe qué esperar de la vida y el futuro que desea dibujar.











🐼🐨💜...

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