Parte 03: Vivo & Muerto A La Vez
Las manecillas del reloj sólo giran y giran, repitiendo ese día una y otra vez.
Quinto intento.
Un gato arrollado por el metro.
Sexto intento.
Un gato con una bala en el pecho.
Séptimo intento.
Un atropellamiento por no mirar a los lados.
Octavo intento.
La sustancia orgánica atorada en las ruedas del metro.
Noveno intento.
El gato lo vio morir antes de que los dados fueran lanzados.
Décimo intento.
Shoyo trató de cambiar, pensando que quizás la mala suerte de ambos se debía a que venían acompañados.
«¡Vayamos esta noche a ver la lluvia de estrellas!», leyó Hinata al entrar al chat grupal, aterrado.
El mismo mensaje, una y otra vez. Esa vez, sus ojos cafés lo encararon, la letra exacta, los 7:02 de la mañana, y esa sensación amarga de saber lo que ocurriría. No quería acostumbrarse a esa situación, no quería acostumbrarse a la idea de que vería a Kageyama morir en todas las oportunidades que tenía.
No quería perder, porque no quería desaparecer. Pero no podía romper el bucle porque no quería ver muerto a Tobio.
Todo era tan complicado.
El siguiente mensaje que seguía era el de Sugawara, lo recordaba porque se emocionó de sobremanera al leerlo. Por alguna razón, ese mensaje ya no le emocionaba, quizás porque lo había leído once veces seguidas, el mismo día, en la misma situación.
«¿Una lluvia de estrellas? ¿La que se dará hoy en la noche?», tal y como Hinata lo recordaba, era el mismo mensaje y la misma pregunta. Sugawara parecía seguir un guion ya establecido.
«Será divertido verla con ustedes, sólo faltaría la comida. Podemos ponernos de acuerdo», el mensaje de Nishinoya casi le sacó una sonrisa, pero no supo si fue de pánico o por euforia. La cabeza le estaba empezando a doler.
«También te falta estatura», la respuesta de Tsukishima ahora sí lo hizo reír, pero también se sintió culpable por haberse reído.
«¿¡Qué has dicho de mi estatura!?», la conversación continuó y él se lo perdió.
«Escrito*».
«No puedo hablar por chat», corrigió Kei. Hinata sólo dejó que la carcajada bajara de nivel, queriendo apaciguar sus nervios.
«¡DEJEN DE PELEAR!», luego estaba el mensaje de Daichi.
«pERO NO ME GRITES, DAICHI-SAN. 😭», escribió Noya.
Shoyo trató de seguirle el ritmo a la conversación que siguió después de que Kiyoko les dijera que ella no podría asistir ya que se puso de acuerdo con Yachi días antes para ir al mirador de Miyagi. Posiblemente, la clave estaba en este momento exacto, por eso se le hacía demasiado énfasis.
Shoyo apretó su teléfono, se mordió los labios y se aferró a los mensajes que continuaban del club de Karasuno. Sus ojos se enfocaron en la foto de perfil de Suga y trató de hacer memoria en lo que recordaba una y otra vez.
Todo inició porque deseó que Kageyama no existiera, por intervención de Sugawara. Shoyo amaba a Sugawara y se sintió celoso de Kageyama, sólo eso... nada más.
Tal vez, debía de mantener alejado a Kageyama de Sugawara cuando las estrellas comenzaran a caer del cielo. ¿A qué hora? Las 8:25 PM era el momento exacto en que se verían mejor en la noche.
Tragó grueso, sus dedos temblaron, sus ojos encerrados a través de la pantalla blanca y la alegría de jóvenes despreocupados. Su castigo era horroroso, realmente le hubiera gustado disfrutar con el Karasuno ese fenómeno meteorológico, con Kageyama a su lado y sin el riesgo de que al apartarle la mirada por unos segundos, estuviera siendo devorado por la caja metálica en el subterráneo.
«Lo siento, ya he hecho planes hoy. Iré con Kageyama esta noche a mi casa, ahí veremos las estrellas», mintió, no preocupándose por ser refutado por el chico azabache ya que en esos instantes debería de estar corriendo, ajeno a lo dicho por mensajes y no lo vería hasta tiempo después. En ese tiempo, él ya pudo mandarle un mensaje por privado para explicarle la situación.
«¿En serio? ¿No quieres que vayamos con ustedes?», Noya fue el primero en contestar, y Shoyo sudó frío. Sentía que era un milagro cuando toda la línea escrita se desviaba por pequeñas intervenciones que parecían no hacer mucho a simple vista.
«No, Noya, la flor de la juventud ha tocado a la puerta de ambos», Tanaka mandó el primer mensaje y eso generó que Shoyo dilatara sus pupilas al leer esa afirmación. Otra vez, esa extraña calidez que embriagaba su cuerpo, se instalaba en su estómago y no lo dejaba salir. Sus labios temblaron, apretó sus manos contra el móvil y se reprendió porque no le molestó esa insinuación.
—Amor, ¿eh? —susurró Shoyo, con sus mejillas sonrosadas y cierto pánico comprendido.
¿Él, enamorado de Kageyama?
No lo sabía, ni siquiera podía expresarlo en palabras, pero estaba tan desesperado por salvarlo, ¿eso quería decir que sus sentimientos iban girando en torno al lado romántico? Posiblemente sólo lo hacía porque era un compañero valioso al que atesoraba.
Posiblemente...
Se suponía que a él le gustaba Suga.
Se hizo nudos mentales y Suga sólo puso en el chat dos signos interrogativos para que Tanaka continuara.
«El amor, el amor, ¡Suga-san!», exclamó.
«¡TANAKA!», regañó Daichi ante la imprudencia ajena debido a saber el pequeño secreto sentimental de su mejor amigo.
Shoyo leyó eso, fue un poco doloroso pero trató de ignorarlo, saliendo del grupo de Karasuno, dejando los mensajes donde se insinuaba su supuesto romance con Tobio y buscó el contacto de ese azabache de ojos azules.
Al encontrarlo al instante, sólo abajo del de Karasuno, se dio cuenta de que era la persona con la que más hablaba. Entró a la burbuja de conversación, no recordando para nada casi nada del 14 de julio, pero teniendo un extraño cosquilleo al leer los últimos mensajes por la superficie que trataban de lo mal que recibía y que debía de mejorar.
Sonrió ante la inevitable forma escrita, a Tobio le encantaban los mensajes formales de alguna forma. Siempre le agregaba un punto final y sus emojis usados eran casi los que siempre se usaban de manera irónica o que casi nadie topaba.
Su pequeña sonrisa dibujó sus labios, la calma colmó todos sus sentidos y creyó que era linda esa parte de él.
«Kageyama Tobio, hoy las estrellas caerán del cielo, ¿te gustaría verlas conmigo en mi casa?, de seguro se verán bien, Natsu y mi mamá las verán aquí. Estamos en la parte alta y casi no habrá nubes en el cielo».
El mensaje fue enviado y los nervios nacientes no sirvieron para apaciguar toda su cara hecha un tomate.
¿Eso era como una cita? Sí, lo era.
Shoyo soltó su teléfono, dejándolo sobre el colchón con las cobijas desordenadas y la sensación de querer llorar se hizo más pronunciada que de costumbre. Se hizo bolita en su sitio y trató de ocultar su rostro con sus manos.
Se estaba dando cuenta de lo inevitable.
Pero, la suerte claramente no estuvo de su lado.
«Está bien».
La respuesta profesada por el chico sólo fue el marcador por el tiempo.
Dos personas caminando solas, llegando al cruce donde casi siempre se encontraban en las mañanas. Ésa sería la primera vez que los dos irían a ver la lluvia de Leónidas que ocurría cada 33 años.
El camino tranquilo, la noche fresca de verano y su pequeña visita al supermercado local para comprar las cosas de un mensaje que su madre todavía no le mandaba, y probablemente le mandaría.
Al salir del supermercado, con las cosas para el desayuno de mañana y el cuchillo envuelto en un trapo en su mochila, ya habían dado las 8:30. Se retrasaron más de la cuenta por el exceso de personas en la caja, al ver que sólo había una abierta esa noche por ese evento tan importante.
Las estrellas inundando la oscura noche en el ambiente montañoso de Miyagi empezaron a volar por los aires, y Shoyo se preguntó si ese año posiblemente ocurriría alguna desaparición no catalogada en el túnel que conectaba a las aguas termales.
Tomaron el autobús que los conduciría a una parada más cercana al hogar de Hinata, al estar sentados uno al lado del otro en uno de los asientos vacíos en ese autobús, Tobio pareció interesado en querer hablar.
—Las estrellas ya están cayendo del cielo —susurró el azabache, con su mirada viendo a través del vidrio por estar sentado a un lado de la ventana y observando la lluvia de estrellas fugaces que acariciaban el cielo. De un extremo a otro, de un lado a otro. Estrellas acariciando el manto oscuro y perdiéndose en el horizonte.
Shoyo observó de reojo al de mayor estatura, dándose cuenta de que estaba demasiado enfocado en los cuerpos celestes. Sus ojos captaron lo inevitable y la emoción lo llenó con fuerza, sus mejillas se tiñeron de rojo y su corazón se perdió en medio del movimiento veloz de lo que no quería aceptar.
No era justo.
Shoyo notó su pequeño enamoramiento por Kageyama, esa bonita cara de ojos azules, piel nívea, labios delgados, nariz perfilada y seriedad absoluta.
¿Por qué se debía de dar cuenta de sus sentimientos en una situación tan trágica?
—¿Te sientes bien? —Kageyama por fin apartó la mirada de la ventana, las estrellas siguieron cayendo y los dos se vieron a la cara. Shoyo dilató sus pupilas ante esa pregunta que lo tomó por sorpresa y se sintió un perdedor donde su cuerpo se tensó y comenzó a temblar.
—Sí, lo estoy, ¿por qué preguntas? —indagó, agradeciendo por la atención y sólo proyectando sus sentimientos cuando una sonrisa se le escapó de su boca.
Todo era tan extraño, no sabía qué hacer.
El gato lo estaba examinando y él quiso fingir que no se daba cuenta. Todo era tan problemático.
—Últimamente has actuado extraño... —La respuesta que Shoyo no se esperaba, pero de igual forma no se le hizo para nada extraña. La sorpresa contenida en su rostro, sus mejillas pálidas y sus labios carnosos, sólo se enfocaron en soltar una sonrisa algo radiante, ligeramente ensombrecida por la sombra oscura del veneno y el 15 de julio dirigiendo la batuta.
—Hay días en los que me siento triste, sólo eso —respondió con facilidad, no revelando un detalle de más.
1. No puedes decir lo que te está ocurriendo a alguien más de manera directa.
2. Sólo 1000 oportunidades para triunfar. Si llegas a la oportunidad 1000 sin lograrlo, tú desaparecerás y esa persona regresará.
3. Puedes renunciar cuando quieras.
4. Cuando el gato muera, debes de seguirlo al siguiente bucle. Puedes morir antes que él y aún así servirá. Si terminas con tu vida un día fuera del ciclo, bueno... es muerte definitiva.
5. Puedes hacer cualquier estrategia, cualquier intento, todo es posible y está permitido.
6. Al iniciar el juego, sentirás estar en una especie de Déjà vécu ya que tu cuerpo, alma y mente están algo desorientadas.
7. Debes de entretener a tu juez mientras tanto.
Shoyo sabía que algo estaba mal cuando su pequeña conversación con Kageyama fue destrozada y de repente ya se encontraba en el mundo de las estrellas. Apareció recostado boca arriba, con las lágrimas rodando por sus ojos, destapando su piel pálida y sintiendo todo su cuerpo adormecido tras sentir como los vidrios y tubos seguían enterrados en su cuerpo.
—Bienvenido... —La voz del falso Kageyama se escuchó en la lejanía y Shoyo dio un sollozo a todo su cuerpo. Todo era horrible. Era horrible.
Once veces seguidas en las que todo terminó en tragedia.
Aterrador.
Aterrador.
Aterrador.
Sus músculos adormecidos y él sólo pudo atinar a cerrar sus ojos, al recordar que un conductor en estado de ebriedad condujo en sentido contrario. Un carro rojo moderno que impactó a toda velocidad en el autobús donde ellos iban.
Los vidrios salieron volando, el ruido lo dejó sordo y el shock ni siquiera lo ayudó a reaccionar. Ahora estaba ahí. Cerró sus ojos con fuerza, apretó sus párpados para no abrirlos y chilló a un volumen bajo.
Se perdió en su miedo y en su pánico, no sabía cuánto podría soportar o por cuánto tiempo él podría acostumbrarse. Tenía miedo de acostumbrarse. ¿Acostumbrarse a ver morir a Kageyama muchas veces?
¡Eso no podía ser posible!
—Hay un gato en una caja, vivo y muerto a la vez. —La voz rasposa del falso Kageyama se oyó demasiado cerca del oído de Hinata. Se asustó ante ese hecho, al sentir como arriba de su cuerpo inmóvil en medio de esa sensación donde parecía flotar en la nada. Atrapado al abrir sus ojos con terror, la cara arrugada por sus propias lágrimas, su boca temblorosa y sus ojos cafés topándose con el rostro serio de Kageyama frente al suyo.
El falso Tobio, el ser espacial, había llegado a posicionarse arriba de él, con cada uno de sus brazos a los costados para que no huyera. Un escalofrío lo recorrió con velocidad y sólo quiso desear no sentirse intranquilo.
Podían tener la misma apariencia, pero el aura y el aire que desprendía cada uno era diferente.
—Kageyama... —Shoyo se rompió al verlo demasiado cerca de su rostro, desgarrando su grito en medio del mundo de estrellas donde los cuerpos celestes eran el único punto de visión.
El ser del espacio ignoró su llanto, y en su lugar, se dedicó a volver a inclinar su rostro hasta la oreja derecha de Shoyo, donde su aliento helado rozó su lóbulo y lo estremeció en medio de su jadeo donde le pedía ayuda a Tobio aunque no estuviera ahí, y llorara porque no sabía cómo salvarlo.
—Una partícula elemental posee dos o más estados a la vez, la superposición cuántica es maravillosa, ¿no? Te permite jugar este juego... —susurró en modo de un coqueteo, dando un movimiento certero con su labio que se detuvo cuando una sonrisa suave dibujó sus facciones—. Hay un gato en una caja, vivo y muerto a la vez —repitió, con un tono de voz más bajo, como si quisiera que esa afirmación se quedara grabado en su cuerpo—. ¿Por qué no tratar de pedir ayuda?
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