Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Parte 03: Un Gato En Una Caja

Hinata podía sentirse afortunado, las palabras de Kageyama antes de que se separaran permitieron que no realizara esa vergonzosa acción de acercarse demasiado a Tobio y generar curiosidad en Acchan. Al ingresar al salón, sólo se topó con su amigo con su habitual tono serio, sonriendo con amabilidad y felicidad de verlo ahí.

No hubo ninguna suposición tonta sobre un posible romance con Kageyama, ésa debía ser buena señal. Algo por fin cambió.

El profesor de Astrología era un hombre joven, rubio, de ojos azules, nariz algo afilada, facciones redondas y con labios gruesos. Él era un profesor novato, proveniente de Kyoto, y que vino hasta Miyagi sólo para dejar de lado su antigua vida marital que culminó por una infidelidad por parte de su ex esposa.

Era un hombre calmado, rígido y serio; sin embargo era un buen profesor. También no le importaba en lo más mínimo que sus alumnos prestaran o no atención, él sólo iba a dar su clase.

—Estrellas cayendo del cielo, una lluvia de Leónidas... —inició su clase con esa frase el hombre joven, empezando a escribir en la pizarra el título de la clase de ese día. Shoyo trató de concentrarse, mientras abría su libreta y metía a su boca la parte superior de su pluma, tratando de concentrase. Imposible, ¡la clase de Astrología lo aburría!—. Esta vez, por esta ocasión tan especial, me encargaré de hablarles de una creencia muy curiosa en Miyagi sobre una puerta que se abre cuando ocurre una lluvia de estrellas para animar el ambiente. Seguido de eso, me meteré en la Astronomía, trabajáremos con las características de las Leónidas, su origen, las próximas previsiones y las tormentas que ha generado a lo largo de nuestra historia.

Shoyo se perdió en su mente después de esa explicación, sus pupilas empezaron a temblar y el miedo creciente le golpeó en su pecho, tenía muchas preguntas que no podía responder en esos instantes, sólo podía formar teorías que fácilmente podrían pasar desapercibidas: «¿cómo podré saber cuando Kageyama ya esté fuera de peligro?, ¿existirá alguna forma de saberlo? ¿Quizás sea cuando este día se acabe? Si llego a fallar, yo también tengo que morir para pasar al siguiente ciclo, ¿podré hacerlo?»

En medio de sus trivialidades y el movimiento del plumón por la pizarra que acompañaba a la voz que servía como música de cuna, fue que la imagen de Tobio se presentó dentro de su mente, sin ninguna razón en aparente: tenía el mismo rostro serio, sus cejas arqueadas hacia abajo, su piel blanca que combinaba con sus potentes ojos azules y esa seguridad que lo caracterizaba en su andar. La idea de salvar al rival amoroso, era rara. Pero era su culpa, después de todo.

Estar en un mundo sin Tobio era el peor escenario posible. No lo quería.

Shoyo recordó a su rival amoroso, e irónicamente el color rojizo llegó a su cara, sintiéndose extraño por pensarlo y sólo atinando a dar un pequeño grito, queriendo esconderse en su nube de inseguridades al soltar un pequeño grito que, al parecer, sólo fue escuchado por los estudiantes más cercanos, entre ellos, Acchan.

—¿Te pasa algo? —cuestionó el castaño en un murmuro apenas visible que expulsó de sus labios, acomodando sus gafas sobre el tabique de su nariz y arqueó una de sus cejas. Hinata observó al chico, a su mejor amigo del aula y aun con la cara roja y las emociones desbordantes dentro de su cuerpo, se atrevió a negar.

No importaba qué evadiera, siempre terminaba regresando a las mismas acciones. La mariposa aleteaba de una forma en la que las cosas siempre volvían a su curso, no importando que desvíos pequeños tomara. Shoyo no podía rendirse sin pelear, recordaba lo que pasó en su última oportunidad, debía de hacer algo.

—N-no es nada... —concretó esas palabras, empezando a apartar la mirada y observando primero al profesor que seguía hablando mientras dibujaba en la pizarra una estación del metro, decía algo, pero no le prestaba atención en lo absoluto. En su lugar, se dedicó a apartar la vista una vez más, en el instante en que algo dentro de su mente le hacía perder la cabeza, porque sabía qué era lo que pasaría a continuación. Ese extraño déjà vécu pondría inquieto a cualquiera, pero no era su caso, porque sentía que estaba siguiendo un guion, un guion del cual no podría escapar sin importar cuánto corriera—. ¡Hay que prestar atención a la clase! —pidió el chico que era mucho más bajo del salón, por fin dedicándose a mirar a Acchan, quien sólo enarcó una de sus cejas ante esa estúpida excusa.

—¿Seguro? —cuestionó en medio de sus palabras, queriendo calmar al menor y apoyarlo. Transmitirle confianza. Pero, Shoyo asintió a una velocidad impresionante, y se disculpó mentalmente con su amigo por preocuparlo.

—Presta atención, Acchan... —regañó con severidad Shoyo, arqueando sus cejas hacia abajo formó una sonrisa en sus labios. Su dedo señaló directamente hacia el sitio donde su profesor seguía dibujando.

Acchan lo vio a la cara, entrecerró sus ojos ante la falta de habilidades para mentir del menor, y terminó por dar un suspiro y asentir. Luego, volvió a dirigir su vista hacia la clase, pensando en que buscaría hablar con él hasta llegar a ser insistente en el primer descanso.

Shoyo mordió la punta de su pluma una vez más y se dedicó a observar la seria silueta de su profesor. En el primer ciclo, lo que hizo fue empezar a pelearse con Acchan por quién era el personaje más fuerte de la Shonen Jump, en definitiva, algo debía de cambiar si prestaba atención y evitaba el regaño del profesor.

Además, no podía perder la esperanza, no en ese momento, porque iría de compras con todo el Karasuno antes de que la lluvia de estrellas iniciara, por lo que todo estaría bien. Tomaría el metro con tranquilidad con ellos, porque había demasiadas miradas conocidas para estar seguro, no tendría que salir corriendo y ser acosado sexualmente por esas personas aterradoras con armas, la niña de coletas regresaría a su casa en el último tren, y con las compras ya hechas, ellos podrían regresar en el penúltimo, todos juntos. ¡Bien! ¡Su plan era perfecto! Sin querer, un sonrisa torcida se difuminó en sus labios, tan clara y precisa que se multiplicó cuando el color rojizo llegó a invadir sus cachetes: todo estaría bien.

—El túnel que se utiliza como transporte directo para vehículos pequeños que atraviesa la montaña más pequeña de Miyagi para poder llegar a las aguas termales locales es el lugar donde se remonta nuestra historia... —aseguró con facilidad el profesor a Shoyo, dejando que se quedara perdido por unos cuantos segundos: ¿de qué estaba hablando su profesor? ¿No estaban hablando de las Leónidas? ¿Y las estrellas que caían del cielo?—. Quizás ustedes hasta lo han cruzado alguna vez.

Shoyo viajó al espacio sideral al encontrarse perdido en lo que decían, ¿debió de haber puesto atención?

Con rapidez, la mano de su amiga que se sentaba justo delante de él fue alzada. Shoyo miró su delgada figura de espalda, con sus cortos cabellos castaños y uniforme bien arreglado. Su profesor le dio la palabra.

—Sí, Akiko-san...

—Creo que conozco ese rumor, ¿no es donde algunas personas han desaparecido sin dejar rastro cuando entran solos? —cuestionó, sólo logrando que el profesor asintiera y Shoyo recargó su codo sobre su pupitre y su mentón en la palma de su mano.

«Desaparecer, ¿eh?», pensó por un breve segundo, sabiendo que él también tenía el tiempo contado y que, si fallaba, él desaparecería. Shoyo sintió un escalofrío al recordar esas palabras.

—Así es, es un lugar relativamente seguro, y no todas las personas que entran ahí desaparecen —continuó el profesor con aparente tono tranquilo, captando la atención de todos los alumnos, Shoyo lo escuchó—. Sin embargo, un número muy reducido de personas desaparecen al entrar al túnel, y siempre es el mismo día en que se da un lluvia de estrellas o algunos pocos días posteriores a éste. —Hizo una pausa, y sus ojos miraron por unos segundos a Hinata, sintiéndose aliviado cuando uno de sus alumnos más inquietos que casi nunca prestaba atención en clases, por fin lo estaba haciendo en alguna—. ¿Saben por qué ese túnel es muy misterioso?

—¿Por los avistamientos de fantasmas? —interrogó ahora un chico con gafas. El profesor negó.

—Es cierto que las cámaras de seguridad que cuidan el sitio han captado siluetas flotando alrededor del túnel, pero, ¿saben por qué hay cámaras de seguridad? —interrogó para seguir haciendo plática. Shoyo sintió un escalofrío ante tan aterrador suceso, pero nadie respondió ante esa pregunta—. Por lo alejado que estaba de la capital de la prefectura, era fácil realizar asaltos a vehículos. Las cámaras de seguridad están ahí para tratar de proporcionar seguridad, junto con un pequeño edificio policíaco con personal especializado. Por esa razón es que podemos saber que hay personas que entraron al túnel, pero que nunca salieron...

El profesor de cabello rubio dibujó una leve sonrisa, satisfecho porque ninguno de sus alumnos hacía un ruido de más.

—Lo curioso es que nunca sabemos cuáles eran las identidades de las personas desaparecidas, ni cuántas son. Los vídeos donde se mostraba su desaparición nunca se registran y guardan como si nunca hubieran ocurrido, y los guardias no pueden recordar a esa persona ni describirla a pesar de haberla visto... como si la tierra se los hubiera tragado.

Esa última afirmación, sólo logró sacar duda a los más incrédulos.

—Eso la hace parecer una historia demasiado falsa...

El profesor encargado dio un pequeña risa ante esa afirmación de su alumno y asintió, dándole la razón.

—Por eso dije, que era una «creencia».

—¡Podrían ser viajeros en el tiempo! —exclamó con emoción la chica que se sentaba detrás de Acchan, y el chico con gafas terminó por asentir en apoyo a la idea.

—Tal vez fantasmas de otra época...

—¡O seres tragados por las estrellas! —conversó con diversión Acchan, queriendo sacar plática, lográndolo al instante.

Shoyo tuvo un escalofrío al recordarse a él mismo en esa situación, donde las estrellas consumían todo su campo de visión y sólo había una figura similar a Tobio que lo miraba con frialdad.

El mundo de las estrellas sí existía.

—¡Me disculpo por hacerlos venir conmigo! —Se disculpó Hinata con toda la vergüenza acumulada a sus compañeros del club, bastante apenado por tener que traerlos con ellos antes de poder ir a contemplar la lluvia de estrellas.

Eran las 8:00 PM según el reloj, el 15 de julio.

Esa vez, estaban en el supermercado cercano al Karasuno. Todo era completamente diferente.

—No te preocupes, Hinata, no es ninguna molestia ayudarte —confesó Sugawara con absoluta facilidad, pasando su mano sobre las hebras naranjas del menor y logrando que su cara se pintara de color carmín y bajara la vista, apenado. La pequeña canasta que traía en manos, sólo tenía dos bolsas de fideos y una pequeña bolsa de tomates.

—Así es, todavía tenemos 25 minutos antes de que la lluvia de Leónidas inicie —comentó, interrumpiendo el ambiente casi romántico Nishinoya, llegando por atrás para poder meter a la canasta portátil, una crema. Shoyo agradeció por la ayuda.

—Incluso si llegamos un poco tarde, no habrá problema —confesó Tanaka con elocuencia, observando lo que se encontraba por el pasillo donde estaban y tomaba algunos chocolates que pagaría de paso.

—No te los vayas a comer todos hoy —advirtió Daichi a Tanaka, al ver que el chico de segundo tomaba como quince barras entre sus manos. El mayor tuvo un fuerte temblor en su cuerpo y asintió con torpeza.

Shoyo observó todo, pero no dijo nada, en lugar de enfocarse realmente en su alrededor, su vista a cada segundo miraba de reojo al chico que trataba de decidir entre si comprar una caja de leche o un yogur de manzana. Tobio Kageyama por el momento estaba sano y salvo, la hora de su muerte se acercaba y no podía despegarle la vista de encima o descuidarlo. Lo protegería.

—Hinata, traje los chiles en lata —Asahi lo despertó de su trance, forzándolo a mirar al joven que parecía un adulto por su apariencia grotesca y agradeció con una reverencia al ver que depositaba en la canasta la lata de color roja.

—Gracias, Asahi-san...

—Hinata, ¿necesitas algo más? —cuestionó Tobio a sus espaldas, logrando sacarle un sobresalto. Al girar para verlo, su mejilla chocó con el pecho del serio azabache que lo miró con absoluta seriedad en sus orbes azules. En su mano, llevaba el yogur de manzana. Así que eso fue lo que decidió.

Shoyo asintió, dando un agradecimiento breve y un ataque de nerviosismo lo golpeó por la cercanía entre los dos y su color rojizo lo llenó al darse cuenta de que golpeó contra el pecho de Kageyama. ¿Por qué eso lo puso nervioso? El pecho de Tobio era el de un hombre, ¡era similar al suyo! ¡Ni siquiera era el de Sugawara!

—Necesito aceite... —confirmó el chico de menor estatura, retraído y apenado, sólo logrando que el serio de Kageyama asintiera ante la petición.

—Bien, iré por él —aludió con completa facilidad, dándole un leve vistazo al rostro todavía enrojecido del número 10 y dio un breve vistazo a su superior Koushi que le estaba dedicando una mirada seria bien disimulada a los dos porque se percató de las acciones de Hinata.

Tobio fue un espectador una vez más, con rapidez le apartó la mirada, giró sobre sus talones y empezó a caminar hacia el lado contrario, tratando de salir del pasillo de golosinas y llegar al pasillo donde estaban ordenados los aceites.

Hinata vio su figura alejarse, su mirada empezó a temblar y su corazón dio un vuelco: si lo dejaba ir solo, algo podría pasarle. ¿Que tal si se resbalaba y se golpeaba su cabeza fuertemente? ¿Si tropezaba al querer dar vuelta y terminaba azotando contra los estantes? Tragó grueso y se decidió a seguirlo, caminó rápido hasta poder acoplarse a su paso. Al estar a unos cuantos centímetros de él y queriendo hacer notar su presencia, con timidez, estiró su mano para poder llegar a tocar la manga de su chamarra deportiva de color negro, justo donde estaba su codo.

Tobio sintió el pequeño tirón, dilató sus pupilas y antes de dar vuelta por el pasillo para llegar al pasillo de los aceites (que estaba cuatro pasillos alejado), volteó con rapidez, quedándose congelado al ver a Shoyo con la canasta cargando en una mano, y con la otra jalaba de él. Su pequeño rostro uniforme estaba ruborizado hasta las orejas y sus ojos se esforzaban por mirar al suelo.

—Te voy a acompañar... —susurró el menor, haciendo un diminuto puchero de sus labios y por fin se atrevió a mirarlo. La vista que dejó para Tobio, hizo enrojecer al mayor de golpe, que hasta una hilera de humo pareció salir de sus orejas: ¡Shoyo era malditamente adorable!

Debía de controlarse.

Ahora fue Kageyama quien apartó la mirada, haciendo un mohín diminuto de sus labios y empezó a mover con impaciencia entre sus manos su yogur de manzana.

—Está bien, pero, no me agarres, va a ser difícil caminar —siguió, siendo un poco más amable que de costumbre. Pero Shoyo negó casi al instante ante esa petición.

—Si te sostengo, no podrás escapar de mí —soltó Shoyo con decisión, haciendo más fuerte el agarre. Kageyama explotó más: ¿¡qué estaba pasando!? ¿¡Qué había cambiado!?

Tobio entró en pánico, volvió a mirar a Shoyo y frunció su ceño al ver la decisión en el rostro ajeno. Kageyama gruñó por impulso y tiró de su propio brazo al estirarlo para obligar al menor a soltarlo. Shoyo se quedó perdido al ser rechazado, teniendo que parpadear un buen par de veces, y se preparó para reclamar.

—¡Oye-...! —Antes de que su reclamo pudiera pasar de la primera palabra, la mano de Tobio llegando a parar a la altura de su pecho, completamente abierta, sólo lo detuvo en su pánico. Hinata al principio no entendió absolutamente nada, pero al ver a Tobio y ver lo ruborizado que estaba, pudo hacerse una idea.

Oh, no...

—Podremos caminar mejor si nos tomamos de la mano —completó su idea, sólo logrando que el corazón de Shoyo diera un vuelco y bajó la mirada con vergüenza, al sentir como asentía casi por inercia y su cara se calentaba.

Cuando tocó la cálida mano de Kageyama, se sintió protegido al ser envuelta la suya. Las manos de Tobio eran suaves pero estaban heladas, Shoyo se apenó al sentir que esa sensación le gustaba, dibujó una pequeña sonrisa de sus labios, como la de alguien enamorado y correspondió el agarre.

Tobio dilató sus pupilas al ver las acciones del pequeño chico, siendo la primera vez que notaba esas acciones dirigidas especialmente para él, y tuvo ganas de llorar, sintió un tirón en su pecho por la creciente agitación en su pecho. Por suerte, pudo ocultarlas bastante bien con facilidad, sólo direccionando su mirada a otro lado y mordiendo su labio superior con sus dientes hasta que el dolor por la presión, alejó sus pensamientos negativos.

Algo alejado, Sugawara los vio dar vuelta por el pasillo, vio el agarre de manos y lo nerviosos que se portaron los dos. Tuvo un temblor en sus labios y una de sus cejas tembló por inercia, ante su respuesta involuntaria.

—Los dos idiotas están enamorados... —habló Tsukishima detrás de él, forzando a Koushi a mirar a los otros dos chicos de primero que llegaban. Yamaguchi traía un cereal en las manos, y Tsukki sólo fue a acompañarlo.

Sugawara rio con suavidad y dolido, pero terminó por asentir.

—Sí, lo están.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro