Parte 03: Si No Existieras
Quería hacer un angst y creo que terminé más bien con una historia súper enredada.
Nopuedeser.
Hinata había llorado como todo un niño pequeño, y en algún momento se tiró a los brazos de Sugawara, que al principio no pudo hacer más que corresponder el abrazo un poco más tarde por todo lo que había tenido que procesar. Como lo pensó, Hinata seguía actuando raro, raro desde ayer. Y él no sabía cómo lidiar con situaciones como ésas.
Lo único que pudo hacer fue pasar sus manos sobre sus cabellos, y les dio una pequeña caricia. El chico más bajo sollozó y se aferró con mucha más fuerza a su abdomen. Sugawara creyó que Shoyo tenía una enorme carga: afirmar la existencia de alguien que nunca había pisado ese club desde que tenía memoria, y que no sabía sí existía, era bastante extraño. El único consuelo que pudo obtener fue con Tanaka, quien también se encontraba absolutamente perdido por la reciente forma de actuar de su Kouhai, que en un arranque de comunicación bien trazado, los dos bajaron sus cejas hacia abajo y pronunciaron una mueca en su boca que caía hacía abajo con la curvatura casi al mismo tiempo, antes de asentir. Habían tomado una decisión.
—Hinata... —pronunció Tanaka el apellido del chico más ruidoso del Karasuno, mientras Koushi tomaba la decisión de alejarlo de su cuerpo para poder verlo a la cara. Hinata soltó un quejido algo plañidero, intranquilo y a la vez tan doloroso, apenas fue separado del pequeño refugio que había encontrado en Suga, y se tuvo que obligar a ver a esas dos personas de confianza que se preocupaban con él—. ¿Qué te ocurre? ¿Te sientes bien? —Ryu no era alguien muy paciente, ni tampoco alguien al que especialmente le gustaría tomarse con calma cierto tipo de cosas, pero en ese momento estaba actuando con demasiada tranquilidad, se estaba esforzando por entender al pequeño chico que tenía marcas de lágrimas en sus mejillas y sus ojos hinchados se remarcaron más: no era la primera vez que lloraba.
Sus ojos demostraban que había llorado hacía poco.
Pero aun así, aun en esa condición, el pequeño número nueve hizo todo lo posible para soltar un respiro de su boca que se extendió por todo su cuerpo, antes de siquiera poder hablar. Al principio abrió un poco sus labios, incentivando a su corazón a querer abrirse ante esas dos personas tan amables; pero el miedo de que no le creyeran empezó a obstaculizar.
«¿Quién creería que alguien se desvaneció de este mundo, sin dejar rastro? Nadie», razonó lo poco que podía procesar entre el mar de bruma que estaba hecho su mente. Tenía todas las de perder sobre la mesa, pero ahí también estaba en ese juego de cartas un comodín burlesco que osaba tratar de hacer algo porque los honestos rostros de dos personas que eran sus compañeros, y consideraba amigos, se estaban preocupando realmente por él. Su corazón se llenaba de calma, y al mismo tiempo lo mataba en más de un sentido.
—¿Hinata? —Ahora fue Koushi quien lo sacó de su trance, y él no pudo hacer más que mirarlo a los ojos—. No es necesario que nos digas si no quieres...
—Pero eres parte importante del equipo, así que si quieres, puedes decírnoslo. —Tanaka actuando como un verdadero Senpai era algo nuevo. Shoyo quiso sonreír ante eso—. No te vamos a juzgar...
Hinata escuchó atentamente esas palabras, sorbió sus mocos y arrugó un poco su nariz, teniendo otro escalofrío que le recorrió el cuerpo, antes de dar una pequeña y apenas diminuta sonrisa en sus labios: cómo si pudiera negarse a hablar después de esa motivación.
—Creo que estoy en un problema —respondió después de tanto tiempo, apartando la vista de los ojos curiosos de las dos personas amables que se preocupaban por él, y sus manos a sus costados empezaban a formar puños y se apretaban con fuerza. Luego, volvió a guardar silencio.
Tanaka fue quien quiso continuar la situación.
—¿A quién debemos golpear, Hinata? —Muy tarde, Tanaka seguía siendo el mismo de siempre, y Sugawara trató de detener esa personalidad inevitable que había nacido en él, con unas cuantas palmadas en su espalda, para que guardara silencio.
Hinata amplió un poco más su sonrisa, mostrando con más obviedad para los dos chicos de grados mayores, que venía cargada de una gran tristeza y desesperación: Shoyo nunca había sonreído así antes.
Euforia, alegría, inocencia, genuina competencia, emoción y carisma... todo desaparecía tras esa acción tambaleante, mentirosa y sincera a la vez, desesperada, triste, incompleta. Algo le falta a Hinata, Sugawara lo supo antes de que éste hablara.
—¿Qué harían si la persona más importante para ustedes desapareciera de este mundo? —aludió con un tonto directo demasiado impresionado. Una de sus manos deshizo el agarre poderoso que quería mantener para seguir cuerdo, y se atrevió a subirla hasta su pecho, donde su playera blanca utilizada para los entrenamientos fue ahora el punto de mira del agarre cerca de su pecho. Hinata seguía sin mirarlos, sus pupilas temblaban, seguían sobre sus propios pies y su pecho estaba latiendo como loco—. ¿Qué harían si la persona que les gusta parece que no existe y nadie la recuerda?
Sugawara y Tanaka quedaron mudos ante la interrogante. Hinata sentía que de cierta forma ya se esperaba esa respuesta: el silencio absoluto. Nadie sabría que hacer si la persona más importante un día desapareciera como si nunca hubiera existido, que nadie lo conociera y que sólo tú la recordaras. Esa sensación era asquerosa, llorosa y nauseabunda, ni siquiera podía refugiarse en los sueños.
—¿Esa persona se llama «Kageyama Tobio»? —Koushi fue el primero en tomar la palabra, ante la expresión silenciosa que había tomado Ryuunosuke al no saber qué decir a continuación. Hinata dilató sus pupilas al oír ese nombre, levantó la vista, y terminó por asentir, con demasiada ilusión.
—¡Sí, es él! —Trató de sonar tranquilo, pero la emoción lo traicionó. Muy al contrario, Sugawara dibujó el mismo gesto de duda, y cruzó uno de sus brazos, mientras que con el otro sostenía su barbilla, tratando de pensar en algo.
Suga pensó, pensó, y volvió a pensar una vez más, tratando de encontrar palabras de consuelo que pudiera usar hacia Shoyo, porque seguía con la fiel convicción de que no había ninguna persona con ese nombre en él club, y aunque sólo había oído ese nombre a voz de Hinata, se le había quedado grabado.
Tanaka también escuchó esas palabras, y con un gesto demasiado simple en su rostro, por unos instante hizo temer a Koushi apenas lo vio de reojo porque pudiera decir algo inapropiado. Todo empeoró cuando el chico con poco cabello en la cabeza sonrió: oh, no.
—¡Tana-...! —Suga trató de intervenir, pero fue interrumpido de golpe por el mismo Tanaka.
—Pero, que no recordemos a ese tal Kageyama Tobio no quiere decir que haya desaparecido de este mundo... —razonó lo poco que lograba captar su mente. A Sugawara se le escapó el alma al oírlo afirmar algo así, como si creyera que eso sólo destruiría la situación más de lo que ya estaba. Pero, por su parte, Hinata estaba dispuesto a utilizar cualquier palabra como su farol o guía para volver a encontrarse con esa persona, y por eso escuchó—. Ya sabes, el mundo es muy grande: podría estar ahora en otro país, o en algún otro estado de Japón, o tal vez en esta escuela pero nosotros no lo conocemos... —Calló de golpe, con esas palabras, deteniendo con eficacia su propia teoría al tratar de entenderla. La repasó una vez más en su mente, y no tenía sentido, no sabía mucho de Física ni de Universos Paralelos, era un idiota para los estudios, pero quizás dijo algo útil entre sus palabras.
Primero quiso mirar a Sugawara para pedir su ayuda, pero al verlo apretar sus labios, con sus ojos bien abiertos de par en par y pálido, supo que había dicho algo inapropiado. Él también entró en pánico, e intentó con todas sus fuerzas aclarar su error.
—Hinat-... —Al voltear a ver al chico, se quedó mudo y sin saber qué decir.
Hinata se mostraba un poco más tranquilo, no dejaba de mirarlos a ambos como si hubiera hallado un milagro en su oscuridad, con sus pequeños ojos cafés brillando por la ilusión de que eso fuera cierto y su tranquilidad empezó a inundar su cuerpo después de demasiados ataques de escalofríos que había sufrido gracias a sus nervios.
«O tal vez en esta escuela, pero nosotros no lo conocemos», ¡podía ser! ¡Existían posibilidades!
Sin pensarlo mucho, giró sobre sus talones, y se dispuso a salir del gimnasio. Sugawara y Tanaka se quedaron quietos, y el único que trató de detenerlo fue el de hebras grises.
—¿Adónde vas?
—¡Tengo que buscar a Kageyama por toda la escuela! —indicó lo que haría a continuación, y ninguno de los dos mayores tuvieron la fuerza como para detenerlo—. ¡Gracias por todo, Suga-san, Tanaka-senpai!
Hinata buscó por todos lados, incluso en los lugares más extraños para que alguien se escondiera en la escuela. Al principio empezó por ésos, creyendo que así tendría más oportunidades de verlo más rápido, luego pasó por cada cubículo de los baños, en cada patio, en cada aula y no halló rastro alguno de él.
No había ningún Kageyama.
Fue un pequeño tonto al creer que podría encontrarlo en el lugar menos esperado.
Su animó volvió a decaer, y las clases estaban a nada de iniciar, tenía el uniforme escolar mal acomodado, desde el suéter escolar negro, hasta la camisa mal fajada, incluso había olvidado sus calcetas en el salón del club. Arrastraba sus pies contra los pasillos, sus manos iban a los costados y su espalda iba ligeramente encorvada. El ardor en sus ojos había disminuido un poco, pero todavía tenía ese pequeño color rojizo, no podía creer que así se presentara al salón que antes era de Kageyama para preguntar por él. Todavía tenía la pequeña esperanza de encontrar su última oportunidad ahí, en el lugar más obvio.
Tragó grueso, viendo el salón común de primer grado, donde antes cada vez siempre miraba por el rabillo del ojo hacia el interior cuando a su grupo le tocaba la clase de Deportes, sólo para atrapar por unos breves instantes a la persona amada entre sus párpados que encerraban el color café. Muchas veces había admirado su perfil de esa forma, y algunas otras veces preguntaba par él para irse juntos a las prácticas. Ésa sería la primera vez en que se acercaría sólo para saber si estaba a su alcance, si podía tener una forma de saber de él o muy al contrario, todo terminaría en un misterio.
El juego de las estrellas se estaba tornando raro.
Con el pánico acumulado en su boca, pudo llegar al aula respectiva: la clase 2 de primer año. Tuvo los nervios en la punta y el sudor corrió por su cara, iniciando desde su frente, hasta rodar por su mejilla y esconderse entre sus prendas al caer. Asomó con timidez su cabeza, primero buscando entre tantos alumnos de pie el lugar donde Tobio se sentaba en ese semestre, que era en la última fila, hasta el frente.
Sus pupilas se dilataron y el terror lo golpeó, al ver que es lugar estaba siendo ocupado por un chica. Sus temblores volvieron a golpear su cara, sus pupilas se dilataron y sus piernas empezaron a fallarle. ¿Por qué había alguien más sentado ahí? Su única explicación lógica era que una chica se había sentado ahí por comodidad propia mientras éste llegaba, o que quizás lo cambiaron de lugar por dormir en plena clase: ¡había posibilidades!
Todo se podía.
Alguien estaba ahí o no.
Alguien seguía ahí o ya no.
Su gato desapareció.
Hinata se enfrentó a eso cuando un chico que tenía cara de delegado de clase (sólo lo decía por sus cabellos debidamente peinados, ojos negros muy serios y unos lentes cuadrados) se acercó para asesorarlo.
—¿Buscas a alguien? —Su tono de voz amable, logró calmar un poco las ansias de Shoyo, olvidando por instantes sus problemas ante esa cara apacible y sólo pudo ponerse derecho, sacando fuerza de quién sabe dónde, al mostrar un claro rubor en sus níveas mejillas, antes de limitarse a asentir.
—¡S-sí! —contestó, siendo sólo un movimiento arbitrario que permitió que el «delegado de la clase» ampliara más su sonrisa para incentivarlo a hablar. ¡Las personas tan amables como Sugawara eran las mejores sin duda!—. ¿Aquí va alguien llamado Kageyama Tobio?
Con la ilusión de escuchar lo que quería escuchar, Hinata se llevó una enorme decepción al ver el rostro de la persona amable deformarse en la duda por primera vez en ese momento en el que cruzaron palabras. Lo vio mirar hacia el interior de su propia aula, como si quisiera hacer una última comprobación antes de escupir el verdadero veredicto.
—No. —Fue lo que dijo después de haberlo notado una y otra vez—. Aquí no hay ningún Kageyama Tobio, lo siento.
Hinata no estaba de ánimos, seguía ansioso y no tenía ganas de hacer nada más que de realmente encerrarse en un pequeño espacio y gritar como nunca. El nudo en su garganta que había desaparecido gracias a la calidez de Sugawara y las palabras de Tanaka, había vuelto poco a poco, como si fuera un lazo alrededor de su cuello que comenzaba a ahorcarlo. El ardor empeoraba y nunca se detendría, nunca podría hacerlo.
Justo ahora, en ese instante, a sólo cinco minutos de iniciar sus clases, Shoyo trotaba por el patio trasero de la academia, el que colindaba a los salones de los clubes y la cual tenía el muro más pequeño y que era fácil de escalar desde el exterior para entrar a la institución. Iría a recoger sus cosas, luego tomaría sus clases, y durante la práctica, trataría de pedir ayuda a Sugawara y a Tanaka.
Era lo mejor que se le ocurría, porque ni siquiera sabía por qué lo hacía. Sólo tenía que ser cuidadoso de no revelar más de lo necesario.
En medio de su nube de pensamientos, un ruido sonoro a sus espaldas lo llenó, junto con le gemido de unas cuerdas vocales lo atrapó entre sus redes y sus pies simplemente dejaron de correr.
Sus pupilas mostraron absoluta sorpresa, su pecho empezó a latir con demasiada fuerza, y cuando giró sobre sus talones para volver en sus pasos, lo encontró.
El serio rostro de Tobio batallando para poder brincar la barda más baja de la escuela, sus cejas habían sido arqueadas hacia abajo y se notaba lleno de sudor y con los cabellos despeinados tratando de trepar.
Hinata no pudo explicar el sentimiento de volverlo a ver, justo ahí, de nuevo, demasiado cerca de él.
—¡Kageyama! —gritó con emoción, empezando a acercarse demasiado rápido, y sus pies que tanto pesaban, ahora se sentía demasiado ligeros. Los ojos de Shoyo volvieron a empezar a llenar de lágrimas.
El mencionado no tardó en mirarlo, correspondiendo la mirada y teniendo un claro gesto de sorpresa que se mezcló con un rubor porque Hinata lo había encontrado en esa situación: saltando la barda porque se le había hecho tarde.
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