Parte 02: ¿Qué Es Lo Que Deseas?
Pasos tranquilos y calmados, en medio de esa maravilla meteorológica, los ojos de Hinata alcanzaron a captar la figura de Sugawara y Tobio regresando tras haber comprado las bebidas para esa noche las casi tres horas que estarían ahí.
15 de julio. El día que las estrellas cayeron del cielo. El día en que Hinata Shoyo cruzó miradas con Sugawara.
Sugawara cargaba las botellas que consiguió, cuando notó que Shoyo lo estaba observando, éste no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa en sus labios, mostrando todavía más su gesto alegre de esa tarde, curvilíneo, cálido y apacible. Shoyo sintió que un cosquilleo recorrió su cuerpo ante esa verdad tan destructora, y sus mejillas empezaron a arder en rojo.
—Llegaste, Suga... —llamó Daichi cuando vio la figura eufórica y tranquila del mencionado demasiado cerca. Suga amplió su sonrisa cuando Daichi lo llamó, y terminó por correr hasta él, empezando antes que con un saludo, a repartir las botellas con jugo de manzana, de mango o de guayaba a algunos de los ahí presentes. Hinata no recibió nada suyo. El último que pudo recibir un regalo de Koushi fue Tsukishima. Algo tan banal y tan simple como eso, botellas que Sugawara dio al azar, aun así, se sintió insatisfecho.
Kageyama también ya había empezado a repartir las botellas que tenía en sus brazos: Yamaguchi, Asahi, Nishinoya y Tanaka, todas en ese orden y con esa maestría tan decidida, como si no fueran la gran cosa. En los brazos de Tobio ya sólo quedaban dos botellas. Hinata no pudo evitar dar un sobresalto, sintiéndose un perdedor porque la lluvia de nervios caía a su vez que el cielo estrellado se pintaba de estrellas. Kageyama caminó hasta él, lo suficiente como para acortar las distancias y encoger el pecho de Hinata en algo tan pequeño que podía ser aplastado.
Tobio se agachó en cuclillas a su lado, extendiéndole la botella de jugo de manzana y calculando mal que terminó por golpear la mejilla del más bajo. Hinata se quejó, no pudiendo evitar expulsar de sus labios un: «idiota», mientras sobaba su mejilla con una mano y con la otra aceptaba la bebida.
Por supuesto, esas acciones no sirvieron de nada, ya que ese chico ni siquiera se inmutó, no mostró rastro de alejarse de él ni mucho menos empezar a ignorarlo. Hinata volvió a sentirse incómodo, tratando de fingir que no le prestaba atención a Kageyama, apartándole la vista y queriendo olvidar cualquier indicio que éste podría darle de iniciar una conversación. Se enfocó de nuevo en la enorme vista que ofrecía el universo para su disfrute, volviendo a atrapar entre sus irises cafés esas brillantes líneas acariciando el cielo. No se concentró una vez más, ya que podía sentir la mirada seria y sin parpadear de Kageyama sobre él, como si lo examinara. ¡Ya deja eso, Kageyama!
A pesar de eso, no trató de dirigirle palabra y fingió no darse cuenta de que era mirado, teniendo que hacer todos sus esfuerzos de no enseñar los enormes temblores que calaban sus entrañas en ese momento, porque si lo hiciera, estaría en desventaja.
A sus oídos llegó la risa divertida de Sugawara, estando a unos cuantos centímetros alejado de él. Él no estaba sentado en la cobija, estaba de pie sobre el pasto, con Daichi y Ennoshita a su lado, parecían charlar entre ellos, ignorando algunas veces la lluvia de Leónidas para enfocarse en ese momento amistoso e icónico que tendría el Karasuno. Hinata giró la tapa de la botella, abriéndola y dejando que el aroma a manzana inundara sus fosas nasales. Otra vez, a los oídos de Shoyo llegó la risa de Koushi, ahora siendo más ruidosa por una broma que dijo Tanaka hasta el punto de que tiró un poco de su jugo al suelo porque lo tomaron desprevenido, mientras lo tomaba. Hinata no tuvo que ver a Sugawara para soltar una pequeña sonrisa de su boca, con un diminuto rubor en sus orejas y preparándose para dar un tragó largo.
—Hinata, ¿te sientes mal? —La voz de Tobio lo hizo regresar de su mundo, dilatando sus pupilas y sintiéndose derrotado porque ignorarlo no sirvió de nada. Casi se ahogó, teniendo que dar un largo respiro en medio de los ataques de tos porque por unos instantes creyó que tocaba el Cielo porque el jugo se iba a sus pulmones—. ¿Hinata? —preguntó Tobio con preocupación, viendo como la tos bajaba del cuerpo de Hinata, con sus ojos húmedos y a punto de llorar por el susto que se llevó. Kageyama buscó con rapidez entre los bolsillos de su chamarra de descanso del Karasuno, hasta que encontró un pañuelo que ese día no había ocupado, y se lo ofreció al agitado Hinata para que se limpiara la boca.
Shoyo lo tomó, teniendo un pequeño rubor en su cara ahora por la vergüenza de que Tobio lo mirara pelear para no ahogarse con un jugo, y con el temblor a flote rozó con sus manos la cálida tela del pañuelo; al tomarlo, acercarlo a su boca, y empezar a limpiar los rastros de jugo escurriendo de su boca, pudo enfocarse en eso, volviendo a sentir esa extraña calma con Kageyama antes de darse cuenta del triángulo amoroso en el que estaba, donde claramente perdió apenas inició.
Tobio le apartó la vista, acomodando su posición de cuclillas sólo para poder sentarse a su lado. Cuando su trasero golpeó la manta por un mal cálculo de su cuerpo, Tobio dejó escapar un pequeño quejido ahogado y Shoyo volvió a sentir que su paz momentánea cayó con fuerza con tan solo esas acciones. ¿Por qué Kageyama se sentaba a su lado? ¿No pudo sentarse en otro lado?
Con timidez, miró de reojo al chico que era mucho más alto que él, teniendo una extraña sensación de déjà vu donde Tobio volvía a estar a su lado antes de que fuera por bebidas con Sugawara.
«Me pregunto qué hicieron cuando fueron por las bebidas», su mano apretó un poco la botella de su jugo, haciendo el ruido tradicional del plástico al ser aplastado, llamando la atención de Kageyama. Hinata esa vez no se dio cuenta, apretando más el pañuelo contra su boca y proyectando en sus temblorosas orbes de color café escenas románticas entre su amado superior y Tobio Kageyama: un beso furtivo, una confesión romántica, tomarse de las manos con timidez, una escena romántica como la de los Shojo, donde los dos personajes principales estaban solos.
—Si te sientes mal, puedes decirme, idiota... —Kageyama desde que ingresó al Karasuno comenzó a cambiar, trataba de ser amable y ser una buena persona, iniciar su búsqueda de amigos. Ésa fue la razón por la que la voz calmada de Kageyama y esa pregunta y afirmación que lo incentivaba a contar sus problemas, no fueron del todo extrañas para Shoyo.
El número 10 regresó de su viaje, observando entre sus rasgados ojos el perfil de Kageyama que lo miraba, con sus ojos bailando entre el color azul de sus irises, sus labios teniendo un diminuto movimiento nervioso donde su boca dibujaba una curva torcida y sus mejillas tenían un tenue color rojizo.
Hinata dilató sus pupilas al ver la acción del chico, una acción que se mostraba en sus gestos y en esa pregunta generada por su estado al preocuparse por él. Shoyo tuvo un vuelco en su corazón, un golpeteo ciego y se perdió en esas facciones suavizadas del impenetrable Kageyama: ni siquiera cuando estaba con Sugawara, Shoyo vio que éste pusiera un rostro como el que estaba haciendo ahora.
—No, no me pasa nada —asimiló, dando un asentimiento seguro y apartando la mirada, muy cohibido porque provocó expresiones desconocidas que Tobio sabía hacer. En el proceso, se sintió culpable sólo un poco por el deseo que pidió media hora atrás.
Pero no lo retiró.
Siguió deseando querer abrir la caja del gato.
«¿Puedes pasar por unas compras antes de regresar a casa? Es para el desayuno de mañana», el mensaje de su madre lo interrumpió, cuando se estaba juntado la basura en una bolsa para llevarla a uno de los cestos de basura por el sonriente Nishinoya y la felicidad sutil de Yamaguchi. Mientras doblaba la manta Asahi, los ojos cafés del de hebras grisáceas notaron la pequeña figura inquieta de Hinata por la petición irracional de su madre por algo imposible, ¿qué hubiera pasado si no veía el mensaje a tiempo?
—Hinata, ¿te ocurre algo? —cuestionó Koushi, logrando que un escalofrío recorriera el cuerpo de Hinata, dilatando sus pupilas y teniendo el impulso de apretar contra su pecho su teléfono, antes de girar a una velocidad impresionante, sintiendo como su corazón latía con rapidez cuando se dio cuenta de que Sugawara le prestaba atención, la suficiente como para darse cuenta de uno de sus descontentos.
—Sí, todo está bien, sólo mi madre me pidió que fuera por unas compras nocturnas... —contestó, dando una tímida sonrisa y evitándole la mirada, mientras esa sacudida ardía dentro de su cuerpo, agitándolo más de lo que debería de hacerlo con normalidad. Koushi amplió su sonrisa y Tanaka se metió en la plática tras oírla.
—¿Irás al supermercado que está cerca de aquí? —indagó Ryuu con un tono un poco burlón. Shoyo asintió y Sugawara abrió sus ojos como platos, antes de tronar sus dedos al conectar ideas.
—¿A qué hora cierran el supermercado? —manifestó su duda el que era el mayor de los tres, logrando que Tanaka ampliara más su sonrisa, orgulloso de saber ese dato.
—A las 12...
Hinata se alertó ante esa realidad, bajando su mirada hacia el teléfono que tenía en manos, antes de volver a encenderlo. Como lo esperaba, no era muy buena idea ponerse a platicar o pasar el rato con sus amigos. ¡Las 11:20 de la noche! Si no llegaba a tiempo, le cerrarían...
—¡Me tengo que ir! —Se excusó el Pequeño Gigante, girando sobre sus talones y ante la atenta mirada de Tobio, Shoyo se disculpaba antes de salir corriendo—. ¡Nos vemos mañana!
—¿Irás solo? —gritó Tanaka, pero sin recibir respuesta por parte de Hinata ya que éste salió corriendo a una velocidad impresionante.
—¡Es peligroso a estas horas...! —exclamó Koushi para Hinata, bastante preocupado y viendo la silueta del más bajo correr a toda velocidad, perdiéndose entre la multitud del parque. Ni siquiera lo escuchó.
En su lugar, el sonido del viento entre el pasto y las ramas de los arboles en medio del ambiente de verano donde las noches se volvían frescas y los romances florecían era el punto principal de enfoque; Shoyo se concentró en correr, guardando su teléfono celular en su bolsillo y quedándose sin aliento cuando corrió lo más rápido que pudo para llegar al supermercado más cercano en 10 minutos cuando en un recorrido normal serían 20.
Pudo ingresar con tranquilidad, dejando sus cosas en recepción y pasando a comprar. Compró alimentos ligeros encargados por su madre y tomando el poco dinero que llevaba todos los días a la escuela por petición de su madre (no era la primera vez que ella le pedía compras secretas ante su carácter olvidadizo). No había mucha gente entre los pasillos y eso le facilitó comprar todos los productos necesarios para un buen desayuno que alcanzaría incluso para la comida. Cuando los llevó a la caja, pagó, se las entregaron en bolsas de plástico, y fue por su mochila el tiempo suficiente para que las once corrieran y cayeran a unos cuantos minutos de irse junto con ese día. Creyó que podría relajarse ya que el último tren pasaba a las 11:50 porque esa parte de Miyagi era demasiado concurrida, y la estación estaba a unas cuantas cuadras de distancia. ¡Bien, todo bien!
Sonrió para sí mismo y bufó, sintiéndose afortunado al mismo tiempo que guardaba sus bolsas de plástico llenas de los víveres comprados en su mochila, agradeciendo porque la soledad le permitió alejarse de Sugawara y de Kageyama. Amplió su sonrisa, teniendo que respirar tranquilo por primera vez entre tanta herida por los golpes que recibió su corazón. Su corazón magullado por todo lo que tuvo que observar entre la persona que le gustaba y alguien que le robaba la atención de Sugawara.
Siendo de esperarse de la mala suerte que tuvo ese día, un respiro pesado escapó de sus labios, sintiendo los pulmones llenarse de aire y dando un bostezo largo cuando la empleada de turno lo despedía en la salida con una reverencia. Él en definitiva era uno de los últimos clientes, de no ser por haber visto a una pareja vestida algo exuberante en el pasillo de los juguetes y a una chica de preparatoria observando el pasillo de cremas, diría que era el último.
Cuando sus orbes cafés toparon con el exterior, vio que no había mucha gente en la calle, pero tampoco estaba tan vacía, personas apresuradas iban y venían, y en las esquinas se veían hombres y mujeres de la vida galante ofreciendo sus servicios. En medio de esa calle, Shoyo tuvo un pequeño temblor en sus cejas y cerró un poco sus puños a sus costados para darse fuerza. ¡Debía de ser fuerte y seguir adelante!
¡Sí, eso era!
Hinata estaba dispuesto a regresar a casa sin mirar a ningún lado, cuando...
—Así que sí seguías dentro. —El inconfundible tono de voz de Kageyama perturbó el ambiente de Shoyo, deteniendo todo su mundo que a duras penas comenzaba a girar y eclipsando en el universo de color azul dentro de las orbes de Tobio. Giró lentamente su cabeza, topándose con el perfil serio del colocador recargado de la pared del supermercado, a un lado de la salida.
Hinata tragó grueso y fue testigo de como el mayor se enderezaba del sitio donde se acomodó para esperarlo. El rostro de Tobio era serio, pero cuando estuvieron frente a frente, Shoyo volvió a ver esa mirada que Kageyama sólo se la reservaba a él, con sus ojos siendo apartados para otro lado y el rubor encerrándose en sus mejillas entre su figura en medio de la oscuridad y los focos grandes del establecimiento.
—Por un momento pensé que te habías ido a casa...
El que estaba ahí, esperándolo, era Kageyama y no Sugawara.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro