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Parte 01: Vivo & Muerto A La Vez

Nota: sólo faltan cuatro arcos (no cómo llamarlos, pero son el conjunto de capítulos con el mismo nombre) contando éste para terminar.

Así que podríamos decir que llevamos la mitad de la historia.

Hinata despertó una vez más en el mundo de estrellas. Sus rasgados ojos naranjas danzaron en medio de ese misterioso mundo prohibido que se conectaba el día que las estrellas caían del cielo con el mundo humano.

—Oh, ya despertaste —susurró el ser del espacio, logrando que el mareado Shoyo por el exceso de faroles brillantes por todo su campo de visión, se enfocaran en mirar al chico que llegó a pararse frente a sus pies, mostrando su honesta figura y dejando ver a ese azabache de ojos azules, vistiendo el uniforme del Karasuno.

Shoyo soltó un grito que se estancó en medio del lugar sin paredes ni piso y sintiendo vértigo al darse cuenta de que otra vez, la sensación de que estaba sobre algo, pero flotaba a la vez, volvía a ser su punto de enfoque. Eso debía de ser una broma.

—Kage-... —Estaba a punto de volver a lanzarse sobre él, frenando en seco al ver esos oceánicos ojos vacíos y una pequeña sonrisa dibujando sus atractivas facciones. Le advertían que no se acercara, que no lo tocara de más.

Enderezó su torso y dobló con levedad sus rodillas, siendo testigo de como el ser del espacio se puso en cuclillas par quedar frente a él, interesado en el posible movimiento a futuro.

—El gato volvió a morir —contó lo obvio el falso azabache, provocando que el pequeño chico se mordiera su labio, antes de asentir. El ser del espacio se mostró compasivo, una leve sonrisa dibujó sus labios: el regocijo de ver como el pequeño de hebras naranjas empezó a soltar un quejido, porque donde rasgó su cuello en su segundo intento empezaba a arder—. Oh, pobre de ti —susurró, haciendo más marcada su amable sonrisa al ver el corte en el cuello del menor y unas cuantas gotas del líquido rojizo metálico escurriendo el sitio—. No te preocupes, con el paso del tiempo te acostumbrarás...

Shoyo lloró, las lágrimas saladas rodaron de sus ojos, acariciando su piel pálida y sus manos que trataron de limpiar la pequeña hemorragia, se posaron sobre la herida sangrante, acoplando sus suaves dedos y su delgada palma a la sangre que escurría de su cuello: ahí lo recordó todo.

El alarido desgarrador se escupió de sus cuerdas vocales, demasiado fuerte y ruidoso, mostrando su pánico enjaulado por el terrible dolor en su cuello. El ser del espacio sólo se tapó los oídos, notando a esa persona que trataba de luchar contra el dolor y pensando que era algo molesto.

Por supuesto, cortarse el cuello y morir desangrado era horrible. Pero lo peor era cortarse el cuello, expulsar tanta sangre, experimentar un terrible dolor... y no poder morir.

En el mundo de las estrellas no hay un tiempo fijo, el mismo guardián del universo incluso ya olvidó si están en el pasado, presente o el futuro.

Shoyo jadeó de dolor, moviendo sus piernas, arrastrándolas entre la nada para poder intentar respirar, el aire se le escapaba de los pulmones, sólo era cuestión de que se acostumbrara.

Pero el impaciente ser no tenía tiempo de eso, lo miró con indiferencia, le importaba poco que éste terminara por desangrarse. Se puso de pie y giró sobre sus talones, dejando el logo del club masculino de voleibol a su espalda y a la vista del aterrado Hinata que experimentaba la muerte por tercera vez, arqueando sus cejas hacia abajo, apretando sus dientes, y como resultado, género balbuceos mal pronunciados entre su tono usualmente amable.

¿Cómo ese pequeño chico con una larga vida por delante quería seguir jugando ese juego? Lo observó de reojo, viendo como le inyectaba odio y dudas, quería decir algo pero le costaba hablar. Por supuesto, una herida de ese calibre provocaría esa reacción.

—¿Sabes que puedes abandonar el juego cuando quieras? —susurró con cierta sorna, pero no mintiendo. Los ojos cafés de Shoyo pararon en seco, expectante ante la posible aclaración. Quizás esperanzado, qué lástima—. Por supuesto, sólo te salvarías tú, y tu amado seguirá muerto. Lo único que tienes que hacer para romper los ciclos, es no morir durante el día que las estrellas caerán del cielo... y ¡listo! El 16 de julio llegará.

Shoyo lo observó con fuerza, con sus ojos dilatados ante ese posible escape. La duda en sus orbes cafés era obvia, muy del otro mundo, posiblemente no se creía que eso fuera cierto: debía de ser demasiado bueno para ser verdad.

El ser del espacio se percató de la duda plasmada en sus rasgados irises cafés, con sus pupilas bien dilatadas. Ay, no, ¿por quién lo tomaba? ¿Un ser insensible?

—Estoy hablando en serio, Shoyo... —Hizo una pausa, dando una media sonrisa, volviendo a girar para quedar frente a él. Se agachó, de cuclillas una vez más y quedó frente al joven que se le estaba escapando la vida. Estaba «muriendo» para salir del mundo de estrellas—. Aunque no sé si esto pueda aplicar del todo para ti, ¿Kageyama Tobio es el gato realmente? —murmuró en medio de su boca, dando una sonrisa cuando la sorpresa pobló el rostro del pálido Shoyo que ya no tenía fuerza para hacer nada. Fallecía.

El ser del espacio sonrió, estirando su suave mano producto de la imitación perfecta del cuerpo del chico al que usaba, llegando a parar hasta uno de los cachetes abombados del número 10 de Karasuno. Y Shoyo sabía que ese ser sólo estaba tomando la forma de alguien importante para él: «si un humano viera mi verdadera forma, lloraría, estaría tan asustado que vomitaría. ¿Sabes por qué? Porque los deseos a simple vista parecen hermosos, pero realmente vienen acompañados de túmulos grandes de anhelo y emociones negativas. Todos los deseos son egoístas. Por eso, tomo la forma de la persona fallecida que más aprecias, ¿cuál es la forma que te tocó?»

Una copia exacta, los largos dedos acariciando su piel, esos ojos vacíos lo miraron con ternura y Hinata pudo obtener un falso consuelo. Sabía que no era Kageyama, pero sus dedos eran similares, terminó confiando, permitiendo que el ser pasara sus largos dedos por sus cachetes, delineando con su yema el sitio. La sangre escurrió sobre su ropa de descanso del Karasuno, al mismo tiempo en que los dedos llegaban al mentón, lo acariciaban e iban pasando por la herida.

Los dedos fríos tocaron el corte. Shoyo gritó quedito, alzando con levedad su mirada hacia el enorme cielo lleno de constelaciones. La frialdad delineó la herida con la yema, cerrando su piel y desapareciendo el corte.

Al llegar al final de la piel desgarrada, el ser alejó su mano del sitio, y Hinata creyó que todo el dolor fue su imaginación. La exaltación se transmitió en sus facciones inocentes, no tardando en palpar su cuello y tentó: la herida desapareció, y al revisar su mano que antes estaba manchada de sangre, simplemente estaba limpia.

La sorpresa contenida se materializó en sus orbes, mirando al ser que imitaba a Kageyama con duda, como si no se lo creyera pero a la vez sí.

—Me gustas, Shoyo —confirmó esa persona, acercando más su rostro y toda su cara carente de emociones al cuerpo ajeno. Shoyo tuvo un temblor ante esa declaración, sintiendo como su cara estalló en rojo y se hizo para atrás. El ser del espacio, en definitiva, no daba indicios de sentir lo que expresaba su boca—. Eres tan intrigante. Nunca había visto un caso como el tuyo, donde alguien se metía a un ciclo ya existente para poder jugar el mismo juego... —confirmó, sólo sacando duda al menor, tratando de acercarse más, inclinando su cuerpo hacia el de Hinata, posando sus brazos a los costados del chico. Shoyo arrastró su cuerpo hacia atrás.

—¿Qué estás diciendo?

—Estás en desventaja, con el tiempo encima y atado a tu alma gemela, la has visto morir tres veces —destapó lo ocultó. Detuvo su acercamiento y la sonrisa apacible se borró de sus labios. Ahora era alguien imperturbable —. Te responderé dos dudas que tengas para darte ventaja. Por favor, piensa en ellas. Sino las fórmulas bien, puede que mi respuesta sea ambigua.

Y Shoyo ni siquiera perdió el tiempo ante esa oportunidad única.

—¿Qué necesito para ganar? —pidió una explicación al problema, sólo logrando que la sonrisa vacía de ese ser misterioso se hiciera más pronunciada al volverla a enseñar. La cuestión salió a la luz, y Hinata tragó grueso ante las acciones cambiantes en el rostro del falso Tobio.

—Con suerte... —habló, dando un espacio leve entre el tono calmado de su boca y la única solución. Hinata sintió que se hundía en un mar profundo—. Lo único que tienes que tener es suerte, un juego al azar. Los dados cayendo sobre el tablero dependerán de la suerte.

El miedo creciente golpeó a Shoyo de lleno en la cara, sus ojos cafés demostraron encontrándose en una pendiente larga donde todo le dio vueltas, se perdía y se encontraba en ese mar color azul similar al de Kageyama... sólo que no eran lo mismo. No era la misma paz, no era en absoluto lo mismo.

El ser del espacio cerró sus ojos por unos cuantos instantes, pasando una de sus manos sobre su propia frente y la frotó en círculos con las yemas de sus dedos y apartando las hebras lacias de su fleco.

—Pero no hagas esa cara, humano. —Ahora ya no lo llamaba por su nombre, ahora era simplemente «humano». El cambio fue tan evidente, que Hinata tragó grueso, observando a ese ser todavía agachado frente a él con cierta fascinación temerosa—. ¿Por qué me miras con terror? ¿No crees que esto es normal?

El pequeño humano no pudo pronunciar palabra ante esa pregunta, sacudiendo su cabeza con demencia. Eso era prácticamente injusto.

—Puedes abandonar el juego cuando quieras, pero eso también quiere decir que has perdido —avisó, soltando un pequeño tono coqueto que se mezcló con las cuerdas vocales del cuerpo que estaba ocupando, erizando la piel de Hinata. Una de las grandes manos de la persona que simulaba ser Kageyama se posó en su pecho, a mano abierta, acariciando la tela de su chamarra negra. El de hebras naranjas se paralizó, quedándose estático cuando el rostro del ser se acercó a él, en el instante certero en que sus narices rozaron.

Hinata no pudo huir, no porque no quisiera, más bien, porque tuvo la sensación de que su trasero se pegó al suelo invisible. Ya no podía moverse.

—Hay muchos juegos de azar que dependen de la suerte, ¿qué los hace diferentes a éste? —exigió una explicación, subiendo la mano que acariciaba su pecho lentamente, empezando a acariciar el cuello al tembloroso joven aterrado que no podía moverse. Pero el ser del espacio no se mostró cohibido—. ¿Cuál es tu última pregunta?

Hinata asintió, todavía con los nervios a flor de piel, viendo como era observado por el falso Kageyama. Abrió con lentitud sus labios, pero el cosquilleo que sintió en sus pequeños belfos rosados lo incentivaron a cerrar la boca, inseguro.

Ese proceso se repitió cuatro veces seguidas, antes de que su cuerpo volviera a sentir que flotaba y el ser alejaba su rostro del suyo, pero no le apartaba la mano de su cuello. Sus dedos volvieron a acariciar la carne.

—H-hay una apertura a otro mundo en un túnel que lleva a las aguas termales de Miyagi, mi profesor dice que se abre el día que las estrellas caen del cielo y unos cuantos días posteriores al evento... —susurró lo poco que en definitiva su mente logró captar de su clase. De pronto, sintió como la uña del ser del espacio se enterró en su carne, hundiéndose en su cuello y sacándole un quejido al creer que fue un pellizco—. ¿Tiene algo que ver esto?

—Sí y no, cuando hay lluvias de estrellas, su paso por la tierra abre caminos a mundos paralelos o caminos que conectan al mundo de estrellas —afirmó, enterrando con más fuerza su uña que la gota de sangre por fin se asomó. Era casi imposible creer que sólo ese dedo fue capaz de generarle el inimaginable dolor que experimentó el chico asustado de ojos cafés y cabellos alborotados—. No sé si trates de buscar un atajo con eso, pero no lo lograrás. Porque ahí sólo puedes encontrar lo que has perdido, aquello que ha desaparecido, en el mundo de estrellas donde tus átomos toman su antigua naturaleza —murmuró, apretando más el agarre y asfixiando a Shoyo, gimoteando de dolor porque se percató de la picazón y ardor del corte anterior que tenía.

Fue abierto de golpe.

Fue cuestión de tiempo en que la hemorragia fue grave, la sangre derramada cayendo sobre el mundo de estrellas, provocó que su vista nublada perdiera de enfoque al ser espacial que lo siguió mirando con indiferencia.

¿Qué era el mundo de estrellas?

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