Parte 01: Déjà Vécu
Hinata sintió que se ahogó en su sueño, abriendo los ojos de golpe al sentir las lágrimas saladas rodando de sus ojos. Jadeó preso del pánico, empezando a acoplarse y sentir una punzada en su pecho y sus ojos cafés se deshacían en medio de su aterradora pesadilla.
—Kage... yama... —clamó con pánico el pequeño chico, el número 10 de Karasuno dio un quejido, sin apartar la mirada del techo. La voz no le salía correctamente, la opresión en su pecho se hacía cada vez más grande, tenía la sensación de que algo lo arrolló, de que en muchas partes algo similar a los vidrios le atravesaba el cuerpo.
Pronto, pudo tomar aire en los pulmones y sus cuerdas vocales dejaron escapar un grito agudo. Shoyo empezó a gritar desesperado, levantando su mano al aire y tratando de alcanzar la nada, el inigualable dolor presionaba su cara, como si se le enterraran los vidrios en su cuerpo. Gimió de un dolor de un recuerdo efímero, no importando lo ruidoso que estaba siendo ni preocupándose en el momento exacto en que sus piernas empezaron a patear algo invisible, removiendo las cobijas que lo taparon y sus dos manos sostuvieron sus cabellos.
Respiró agitado, ahogando su pánico entre el movimiento desesperado de su cuerpo de querer escapar de la realidad: ¿desde cuando un sueño se sentía tan real?
El sudor rodó por su cara, sus pupilas dilatadas mirando al tejo y la lucha de sus extremidades de soportar el dolor, fueron bajando poco a poco, desvaneciéndose con las punzadas dolorosas.
Al sentirse medianamente bien, enderezó su cuerpo de golpe, respirando agitado y teniendo una extraña sensación de que estaba mareado, sus ojos tenían las marcas de sus lágrimas y su respiración cortada junto con el pánico se empezó a aclarar, al darse cuenta de que estaba en su habitación: sobre su cama, arropado, con su familia. Todo sólo fue un sueño.
Su pecho estaba latiendo con rapidez, y la simple idea de repasar en su mente la gráfica muerte de Kageyama, su deseo maldito y su terrible destino como si el karma se le regresara, lo pusieron nervioso.
Trató de reír con nerviosismo, sintiendo las gotas de sudor rodando por su cara, simulando una sonrisa. Los latidos de su corazón eran una molestia, lo único que hacía era entrar en pánico: en definitiva, haber ido con todo el Karasuno a ver ese fenómeno espacial no fue la mejor idea.
La puerta de su habitación siendo recorrida de golpe le generó un sobresalto, dio un pequeño brinco en su sitio y miró con su mirada desbordada a su pequeña hermana menor, Natsu. La pequeña niña de hebras naranjas que vestía una infantil pijama azul, la miraba con un rastro de molestia ya que su madre la mandó a ver qué le ocurría al ruidoso de su hermano.
—¡Nii-chan, ¿por qué haces tanto ruido?! —incriminó con molestia la pequeña chica de ojos castaños, inflando sus mofletes y sólo permitiendo que el mayor la mirara sin parpadear por unos breves segundos, antes de dar una tímida sonrisa de media oreja y rascó su nuca, nervioso.
—Lo siento, sólo tuve una pesadilla y me asusté demasiado —continuó con seguridad, rascando su nuca con nerviosismo y empezando a pasar un diminuto rubor en sus mejillas. Natsu afiló su mirada ante esa extraña respuesta—. Sólo soñé que perdía a una persona muy... ¿cómo decirlo?... mmmm... importante —relató, dando un vistazo a otro lado y presentando un mohín certero en su boca. Sí, sólo fue un sueño.
Natsu suspiró, dando por hecho que su querido hermano mayor decía la verdad, y se decidió a cerrar la puerta.
—¡Mamá, Nii-chan está bien! ¡Sólo está enamorado! —gritó la pequeña niña cuando cerró la puerta y ante el oído atento de Hinata, él no pudo hacer más que alertarse, empezando a sentir como toda su cara se llenaba de color rojo.
¿Él, enamorado de Kageyama? ¡Sí, cómo no!
No podía ser eso cierto.
Empezó a girar su cabeza hacia el sitio donde estaba el calendario, en una pared donde estaba recargado su escritorio donde «estudiaba». Su corazón se revolvía en sentimientos desconocidos y todo se estrujó a su alrededor. Esa mañana se sentía extraño.
—Kageyama sigue vivo, ayer-... —Paró en seco y sus pupilas se dilataron, al ver en el calendario el día.
¿Era una broma de mal gusto?
14 de julio.
Esa mañana debía de arrancar la página del 14 de julio para dar paso al número 15. El día que las estrellas cayeron del cielo.
Un escalofrío recorrió su columna vertebral y el piso se le movió una vez más, teniendo un pánico certero desde la punta de sus pies hasta el último cabello sobre su cabeza. La reunión del Karasuno para ver la lluvia de estrellas se sintió demasiado real. Bien, ¿tal vez ayer olvidó arrancar la página del calendario? Algo muy extraño ya que eso nunca le pasó.
Tragó grueso y se quedó quieto, debía de haber una explicación lógica. ¡Podía comprobar la fecha rápidamente con su celular!
Shoyo miró el aparato que estaba sobre el buró y se estiró para poder tocarlo. Al tomarlo entre sus manos, el móvil casi se le resbala, estaba temblando, teniendo un presentimiento terrible desde el fondo de su corazón. Lo sostuvo entre sus dos manos y con el pánico siendo su principal atracción, lo encendió. Debajo de la hora, las 7:00 AM, la fecha que cambiaba automáticamente y que Shoyo nunca cambió, se volvió a repetir dentro de su mente: 15 de julio.
Un nudo se creó en su garganta y cuando menos se dio cuenta, una pequeña carcajada nerviosa aflojó en sus labios, tratando de tranquilizar su propio pánico. Sólo se trató de un sueño muy real, no pasaba nada. Desde semanas atrás venían avisando sobre ese espectáculo que daría el cielo, todo podía apuntar a la emoción del momento, su vago deseo de querer pasar ese rato con todo el Karasuno le crearon esa pesadilla.
En su sueño, si no mal recordaba, alrededor de las 7:02 Nishinoya mandó un mensaje para invitarlos-...
Su teléfono vibrando en sus manos lo hizo soltar un pequeño grito agudo, la hora acordada del sueño marcó en el reloj del teléfono y el primer mensaje de Noya llegó.
«¡Vayamos esta noche a ver la lluvia de estrellas!», leyó Hinata al entrar al chat grupal, aterrado.
El mismo mensaje que en su sueño, ¿eso era posible?
El siguiente mensaje que seguía era el de Sugawara en su sueño, lo recordaba porque se emocionó de sobremanera al leerlo. Ahora le daba pánico esa simple acción.
«¿Una lluvia de estrellas? ¿La que se dará hoy en la noche?», tal y como Hinata lo recordaba, era el mismo mensaje y la misma pregunta. Sugawara lo estaba atormentando.
«Será divertido verla con ustedes, sólo faltaría la comida. Podemos ponernos de acuerdo», el mensaje de Nishinoya casi le sacó una sonrisa, pero no supo si fue de pánico o por euforia. La cabeza le estaba empezando a doler.
«También te falta estatura», la respuesta de Tsukishima ahora sí lo hizo reír, pero también se sintió culpable por haberse reído.
«¿¡Qué has dicho de mi estatura!?», la conversación continuó y él se lo perdió.
«Escrito*».
«No puedo hablar por chat», corrigió Kei. Hinata sólo dejó que la carcajada bajara de nivel, queriendo apaciguar sus nervios.
«¡DEJEN DE PELEAR!», luego estaba el mensaje de Daichi.
«pERO NO ME GRITES, DAICHI-SAN. 😭», escribió Noya.
Shoyo trató de seguirle el ritmo a la conversación que siguió después de que Kiyoko les dijera que ella no podría asistir ya que se puso de acuerdo con Yachi días antes para ir al mirador de Miyagi, pero no pudo prestarle atención a nadie, porque por más que leyera los nombres y mirara las fotos de perfiles, no había rastro alguno de que Kageyama hubiera dicho algo. Normalmente no sería de extrañarse, él no era ese tipo de persona, pero aun así, era raro, se sentía raro: Daichi, Sugawara, Asahi, Nishinoya, Tanaka, Ennoshita, Kinoshita, Narita, Kiyoko, Yachi, Tsukishima y Yamaguchi... no había rastro de Kageyama.
Su corazón volvió a sentir un enorme vacío, y su paladar estrellándose en la amargura temió.
En su sueño, Kageyama nunca dijo palabra alguna, sólo una hora después vio los mensajes y soltó un simplón «sí». Claro, Tobio se paraba demasiado temprano para ir a correr, ésa no podía ser la excepción.
Ésa era la razón por la que no había rastro de él, ¿verdad?
Dejó escalar un barullo nervioso, destilando sus temblores con el movimiento de sus dientes al chocar y el rápido golpeteo de sus dedos sobre la pantalla táctil al entrar en contactos, tenía miedo.
La felicidad en el fino rostro de Shoyo no pudo evitar presentarse, al ver el nombre de Kageyama ahí. Respiró aliviado y emocionado, alegre, sólo lo llevaron al impulso de dar una sonrisa torpe y boba.
Todo iba en orden.
«Sangre salpicada por la estación del metro, materia orgánica enredada en las ruedas...»
El gato murió.
¿Por qué estaba vivo? Porque el gato siempre está vivo y muerto a la vez.
Hinata abrió sus ojos como platos y ese escalofrío lo llenó de ansiedad. Un impulso de querer asegurarse, de mentirse a sí mismo y no querer balancear su cordura al sitio donde terminaría herido. En menos de un segundo, ya tenía su teléfono timbrando en su oído, en la espera de que Kageyama contestara la llamada.
—¿Bueno? —La voz masculina del serio azabache llenó los oídos del más bajo. Se notaba algo agitado: sí, debió estar corriendo como todas las mañanas. Hinata suspiró con alivio, y el nudo en su garganta se apretó más en su pecho, sintiendo que se colocaba la soga al cuello y ese dolor insoportable lo destruía. Sus ojos volvieron a empañarse de lágrimas y se esforzó lo suficiente para no dar un sollozo. Kageyama estaba bien—. ¿Necesitas algo, idiota?
Hinata sonrió y sorbió sus mocos, pasando la manga de su pijama sobre sus ojos acuosos y se preparó para hablar.
—Realmente no... —susurró Hinata, haciendo más pronunciada la curvatura de su sonrisa y sintiendo una pequeña calidez y tranquilidad apenas escuchó su voz. Sus mejillas se tornaron carmesí y su mano que sostenía su celular fue apretada un poco—. Sólo pensé que tal vez quería escuchar tu voz —continuó con el movimiento de su voz, era más suave que el habitual, teniendo ese extraño golpeteo y la sensación de ya haber vivido lo mismo antes se desvanecía por completo.
Tobio al otro lado de la línea no dijo nada por unos breves segundos, como si cada una de sus palabras la pensara con seriedad, o no supiera qué decir ante la afirmación ajena.
—¿Eso qué significa? —Sacó de sus labios tal cuestión el de ojos azules, sólo permitiendo al chico que todavía estaba sobre su cama diera un diminuto gruñido, el color rojo se extendió por toda su cara y frunció su ceño. ¿Qué quería que le dijera? ¡Sólo llamó por impulso!
—¡Yo qué sé, idiota! ¡Sólo quería escuchar tu voz porque sí! —Se agitó más de la cuenta, sin una razón aparente. Quizás sólo era porque en su sueño, Tobio daba indicios de estar enamorado de él.
Otra vez el movimiento y la voz de Kageyama volvió a callar, y Hinata se alteró: sonó muy gay lo que dijo, ¿verdad? ¿Verdad? Debía de disculparse...
Sus gritos internos lo hicieron marear.
—Lo sien-...
—Me alegra oír eso. —Palabras simple, sin muchos preámbulos y sin disfrazar sus intenciones.
Hinata sintió que flotaba.
Todavía no abría la caja.
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